Artículo publicado en la edición digital de El Mundo por Sergio Gálvez Biesca y Julián Vadillo Muñoz en homenaje a Julio Aróstegui Sánchez.
Se nos ha ido casi por sorpresa Julio Aróstegui (Granada, 1939-Madrid, 2013). Historiador clave en el proceso de renovación de la historiografía contemporaneísta del último medio siglo. Toda una referencia dentro y fuera del campo de la historia, así como del mundo cultural, social y sindical de la izquierda española.
Para los que estuvimos cerca de él hasta los últimos momentos, intentar trazar un pequeño esbozo de su obra resulta tarea difícil en estos precisos instantes. Quizás, y antes que nada, para los que conocimos a Julio habría que destacar una faceta no estrictamente académica: su capacidad de dialéctica y de conversación fuera y dentro de los despachos, fuera y dentro de las aulas, o directamente sentados en una mesa. Se podía estar de acuerdo o no con él –era lo de menos– pero era precisamente a través de esas conversaciones cuando entendías los significados del qué hacer del historiador. Probablemente, era una herencia de sus tiempos de profesor de instituto por los más diversos lugares de la geografía española, empezando por Salamanca.
Tres grandes pasiones historiográficas marcarían su trayectoria: en una primera etapa, sus minuciosos estudios sobre el carlismo; ya mediados los años ochenta su acercamiento a la década de los treinta del siglo XX, hasta convertirse en una referencia clave de la II República y de la Guerra Civil, con obras que hoy ya podemos considerar clásicas. Y en tercer lugar, y quizás aquí se encuentre su faceta menos conocida y reconocida, sea su afán por la renovación de la historiografía como ciencia social. Dos cuando no tres generaciones de jóvenes historiadores han recurrido y recurrirán en el futuro a, La investigación histórica: teoría y método.
Pero sobre todo en estos últimos años había abordado una de sus empresas más apasionantes: la dirección de la Cátedra Complutense “Memoria Histórica del Siglo XX”. Referencia central hoy dentro del mundo académico y en el entorno del espacio asociativo memorialístico. Sin duda, su labor frente a la Cátedra ha impulsado un mejor conocimiento sobre nuestra memoria colectiva democrática, antifranquista y por extensión antifascista.
Aunque poco amigo de semblanzas y menos de homenajes, recibió varios en vida. El primero de ellos de la mano de un conjunto de amigos y colegas de la profesión cuando se jubiló. Era el año 2009, y de allí saldría un excelente volumen de contribuciones con el título, El valor de la historia. Más recientemente, este verano pasado en los Cursos de El Escorial se presentaría de la mano de AMESDE un documental titulado Reconocimiento a Julio Aróstegui, que sería capaz de reunir a amigos, colegas y prácticamente a toda su familia.
En septiembre de este año finalizó su periodo como Catedrático emérito en la Universidad Complutense de Madrid. Más de uno le habíamos animado a que continuara trabajando, compatibilizando sus compromisos familiares con sus nietos, sus hijos (Julio, Amparo y Beatriz) y su mujer, Nieves. Y en ello estaba. Acababa de publicar la primera edición de una obra a la que le había dedicado sus últimos años de trabajo: Largo Caballero, el tesón y la quimera. Ahora le tocaba disfrutar tantas horas de trabajo con presentaciones y sobre todo conversaciones.
Para concluir para quienes esta pequeña semblanza firmamos, la noticia ha sido especialmente dura. Fuimos los dos últimos doctorandos a los que Julio firmó la tesis. En breve, vamos a
leerlas. Y aunque con aquellas firmas nos decía que con las mismas finalizaba su tarea académica, sabíamos que aquello no era cierto. Nos toca ahora salir a defender nuestros trabajos en los que siempre creyó Julio, con la misma honestidad y rigurosidad con la que siempre supo revestir su forma de hacer y de entender el trabajo del historiador social.
Sergio Gálvez Biesca y Julián Vadillo Muñoz
Pd: En la fotografía, de izquierda a derecha, Sergio Gálvez Biesca, Manuel Pérez Ledesma y Julio Aróstegui Sánchez, en la presentación del libro de E.P. Thompson La formación de la clase obrera en Inglaterra
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