lunes, 23 de marzo de 2015

EN MEMORIA DE MONCHO ALPUENTE. Los esclavos felices

Artículo publicado en la edición digital del periódico Diagonal


No quiero escribir una necrológica simple de Moncho Alpuente. No quiero que sea algo usual para alguien al que conocí y con el que compartí algunas cosas. Por eso he querido titular esta necrológica con el título que le dio a uno de sus últimos artículos aparecido en el periódico CNT.
Cuando me enteré el sábado por la mañana que Moncho había fallecido de un infarto no daba crédito. No hacía mucho que había hablado con él. Rápidamente me metí en las webs de la prensa generalista. Muchos lo reseñaban. Hablaban de sus colaboraciones en El País, de sus inicios en grupos como “Las madres del cordero” o “Moncho Alpuente y los kwai”, de sus últimas colaboraciones en Público, etc. Pero en ningún momento hicieron mención de su compromiso, de su posición clara con el movimiento libertario, etc.
A Moncho le conocí hace muchos años. Fue en el curso de unas jornadas libertarias que organizó la CNT de Alcalá de Henares. Era el año 1998, si no recuerdo mal. A Moncho se le invitó para dar una charla sobre manipulación de los medios de comuncación. Me tocó hacer de maestros de ceremonías. Fuimos a comer, charlamos, etc. Conectamos bien desde el primer momento. La charla fue un completo éxito. Un personaje como Alpuente no deja de ser llamativo en una ciudad pequeña como Alcalá.
A partir de ahí comenzamos a tener un contacto fluido. Le invitamos a distintos sitios y siempre era su enlace. Según Mocho yo organizaba muy bien las charlas. Algo que le agredecí mucho.
La última vez que nos vimos fue en Guadalajara. En otras jornadas libertarias. Y la temática la misma. Viajamos juntos en el coche. Jamás me imaginé que era la última vez que iba a ver vivo a Moncho.
Muchas cosas podría destacar de Moncho. Era alguien directo. No se casaba con nadie. Si tenía que criticar alguna cosa, lo iba a hacer en el contexto que fuera. Y eso siempre se agradece. Como él mismo decía, era algo que le ocasionío algún problema de vez en cuando. Pero Moncho era así.
Nadie mejor que él podía hacer un repaso a la manipulación que ejercen los medios de comunicación. El franquismo censuraba. Pero Moncho dejaba claro que la democracia también. Quiza por aquello de que de la ilegitimidad del régimen franquista proviene la legimitidad del actual. Antes de que muchos criticasen el regimen de 78, personas como Moncho ya lo hacían. Su resonancia era escasa, pero ahí queda.
Pero Moncho tenía otros valores. Era mordaz y ácido. Tenía sentido del humor. Algo fundamental en los pensamientos críticos. Todavía recuerdo aquel debate en TV donde discutió con el entonces presidente del Atlético de Madrid, Jesús Gil. Buena intervención de Moncho. Luego le costó que diversos integrantes del Frente Atlético el boicotearan algunos actos.
Junto a todo esto, Moncho era un buen periodista. Un ejemplo de lo que se denomina periodismo crítico. O de lo que hoy denominamos periodismo situado. Porque para Moncho no solo era necesario plasmar la noticia. También se tenía que interpretar. Y lo mismo que muchos se hacían llamar “independientes” y esa independencia solo era un postureo, Moncho no escondía sus opiniones. Algo de mucho valor para una sociedad donde las apariencias importan más que las realidades y los hechos.
A Moncho se le podía seguir en muchos lugares, no solo a través de sus mordaces artículos periódisticos. También podíamos conocer a Moncho como cantante. A beneficio de los huérfanos, una de esas canciones que a muchos nos ha marcado. Una forma de mostrar la hipocresía que las clases altas tienen para con los pobres. Una muestra en música de lo que Berlanga hizo con su gran película Plácido. Hay que destacar también su “Moncho Alpuente y los Kwai” así como su proyecto musicial con su gran amigo El Gran Wyoming en “The Moncho Alpuente Experience”.
Pero no se quedó ahí. Programas de televisión y de radio también atesoras la biografía de Moncho. Colaboraciones críticas y mordaces que han dejado huella para aquellos que le seguiamos.
Y esa pluma también la disfrutamos en libros. Buenos libros, con gracia, didácticos y divulgativos. Para tomar conciencia con una buena dosis de risa. Aquí destaco su Como escapar del 92, Operación centollo o Grandezas de España: la historia más grande jamás contada con menos escrúpulo. Alguno de estos libros muy enmarcados en la época en la que realizó la escritura.
Que grande era Moncho. Tanto que ni siquiera se llamaba Moncho. Su verdadero nombre era Ramón Más Alpuente. El periodismo de este país debería de aprender de un periodista como Moncho Alpuente. Cuando ahora ves en televisión muchas tertulias y la alaracas que muchos dicen es cuando nos daremos cuenta de la falta que nos va a hacer Moncho Alpuente.
“El capitalismo es como el cerdo, de él todo se aprovecha, sus desechos alimentan a los fondos buitres y a los fondos de reptiles”. Esta es una de la frases que escribió uno de sus últimos artículos
del CNT. Claridad y transparencia para poder plasmar un pensamiento.
Hoy ya no vamos a poder leer los artículos de Moncho. Ni el CNT, ni el Público, ni en Mongolia, ni en Cáñamo, etc. Ya no vamos poder pedirle una colaboración para Diagonal. Pero su práctica periodística, su visión de las cosas es lo que tiene que permancer.

  Salud, amigo. Salud Moncho, que la tierra te sea leve

lunes, 9 de marzo de 2015

¡Pan y trabajo! Cuando los pobres asaltaban panaderías

Artículo aparecido en la web del periódico Diagonal

París. 9 de marzo de 1883. Hacía 12 años que se había producido el movimiento fracasado de la Comuna de París. Durante muchos años cualquier conato de protesta, de recuerdo a la Comuna y sus reivindicaciones era duramente reprimido por la Tercera República francesa.
Aun así el movimiento obrero siguió actuando. Socialistas y anarquistas comenzaban a salir de un letargo que les había condenado la represión de la Comuna. Muchos de los integrantes y protagonistas de la primera gran revolución obrera de la historia comenzaban a volver a Francia.El obrerismo y la reivindicación volvía tomar fuerza en la sociedad francesa.
Y el momento no podía ser más oportuno. Francia atravesaba entonces un momento difícil. La carestía de vida, la subida de los productos de primera necesidad, la escasez de trabajo y las condiciones laborales adversas hizo que la población tomara conciencia. Una conciencia que venía determinada por las necesidades y también por deseo y anhelo de una sociedad distinta.
Aquel 9 de marzo de 1883 se convocó en París una gran manifestación. Una manifestación contra el alto desempleo y las condiciones paupérrimas de los trabajadores. La manifestación discurrió por los centros neurálgicos de la capital francesa. Su objetivo era demostrar quienes eran los culpables de la situación de los obreros, reivindicar medidas a favor de los trabajadores y organizar a los mismos para poder emprender una transformación revolucionario. Algo que a pesar de la represión había quedado muy vivo con la Comuna de 1871.
Pero independiente de la ideología que tenía los distintos trabajadores que participaron de aquella manifestación, había algo que les unía. El hambre. Un hambre que azotaba fuerte a los barrios bajos parisinos. Un hambre del que los especuladores de aquel Parí se beneficiaban. Por eso aquella manifestación tuvo una acción de enorme trascendencia. Al discurrir de la misma, al pasar por delante de los centros del poder de Francia (Congreso, Palacio de la Presidencia, etc.), los asistentes comenzaron a asaltar panaderías. El hambre apremiaba, el precio del pan era desorbitado y los trabajadores necesitaban de ese producto de primera necesidad. Fueron varias las panaderías asaltadas en aquel día. Algo que no era nuevo en las movilizaciones obreras tanto francesas como fuera de Francia. Algo que un escritor como Emile Zola también reflejó en su extraordinaria obra Germinal en 1885, dos años después de estos acontecimientos.
Y hay aun un dato más importante. Esta manifestación, que contó con una enorme participación, tuvo en las mujeres sus principales protagonistas. Las mujeres fueron quienes la encabezaron. Muchas de ellas había participado de forma activa en la Comuna de París. Y esa participación de la mujer reflejando los problemas de subsistencia fue un leiv motiv que se dio a partir de ese momento. Por ejemplo la crisis finisecular en España vino protagonizada por distintos motines de subsistencia encabezado por mujeres. Ejemplos como los de Córdoba, Valladolid, Alcalá de Henares, etc., fueron sintomático. O incluso la chispa que encendió la revolución de febrero de 1917 en Rusia fue una manifestación de mujeres contra la carestía y contra la guerra.
La represión de las autoridades francesas contra la manifestación no se hizo esperar. El movimiento obrero fue creciendo a partir de ese momento.

Protagonistas

Pero es interesante analizar algún protagonista de aquella manifestación del 9 de marzo de 1883 en París. Destaquemos a dos: Louise Michel y Emile Pouget.
La historia de Louise Michel esta unida a la historia del movimiento obrero francés. Maestra de formación, participó de forma activa en la Comuna de París de 1871. En aquellos momento se sentía identificada con las ideas del socialista Auguste Blanqui. Tras el proceso revolucionario fue detenida, juzgada y condenada al destierro en Nueva Caledonia. Allí siguió formando su personalidad revolucionaria e incluso se acercó a las poblaciones aborígenes de la zona. Regreso a Francia en 1881 y tras el entierro de Auguste Blanqui, defendió el socialismo antiautoritario pasando a engrosas las filas del anarquismo. En 1883 impulsó y participó en la manifestación citada, junto a Paulina Minke, y fue detenida dos semanas después acusada de “incitación al pillaje”, siendo condenada a 10 años de reclusión en la prisión de Saint-Lazare. Amnistiada en 1886, un año después sufre un atentado por un monárquico que estuvo a punto de costarle la vida. Louise Michel se convierte en una defensora de los derechos de la mujer y contra la pena de muerte. Su participación en distintos congresos internacionales socialistas y sindicalistas la convirtieron en un personaje de referencia, así como sus escritos, destacando su La Comuna de París, sus memorias sobre el acontecimiento. Su muerte se produce en 1905 siendo su entierro una gran manifestación obrera.
Emile Pouget fue otra de las grandes figuras del obrerismo francés que marcó las lineas de lo que se sería el sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo. Iniciado en el republicanismo, Pouget pronto fue consciente de la situación de los obreros y comenzó su militancia para la creación de sindicatos obreros. Participó en el Congreso de Londres de 1881 y fue también uno de los impulsores de la manifestación de 1883. En esta manifestación, en la Plaza Maubert estuvo junto a Louise Michel cuando la policía cargó contra ellos. Fue detenido y condenado a ocho años de prisión por intengo de “robo a mano armada”. Al igual de Louise Michel fue amnistiado en 1886. La importancia de Pouget comienza cuando en 1889 sacó el primer número de uno de los periódicos libertarios más importantes de Francia: Le Père Peinard. El asesinato del presidente Sadi Carnot provocó su salida de Francia y no fue juzgado en el famoso “Juicio de los Treinta”. Volvió a tierra gala en 1895 y desde entonces trabajó para el impulso del sindicalismo revolucionario francés, participando de la creación de la CGT de la que llegó a ser su secretario general, siendo también uno de los impulsores de la Carta de Amiens. Obras suyas como El sabotaje o Las carasterísticas de la acción directa hacen de Pouget una de las figuras más importantes del sindicalismo francés, que falleció en 1931.

  Un episodio olvidado el de la gran manifestación contra el desempleo de 1883 y de esos asaltos a las panaderías parisinas que bien valía rescatarlo del ostracismo.