jueves, 21 de julio de 2016

Y EL 18 DE JULIO ESTALLÓ LA REVOLUCIÓN EN ESPAÑA

Artículo publicado en la edición digital del periódico Diagonal

(…) la creencia de que las causas que triunfan tendrían que ser las únicas de interés para los historiadores conduce, como James Joll observó recientemente, al menosprecio de muchos aspectos del pasado que son estimables y tienen interés, y reduce nuestra visión del mundo”. Esta es una de las frases con la que Paul Avrich nos deleita en la introducción de su clásico libro Los anarquistas rusos publicado en EEUU en 1967 y editado en España por Alianza en 1974. Y este ejemplo que Avrich ponía para la historia del anarquismo ruso lo puede también hacer suyo para hablar de lo que sucedió en España en julio de 1936.
En estos días de aniversario vemos y leemos multitud de artículos al respecto. Algunos muy serios, trabajados, realizado por historiadores o investigadores que ofrecen una visión aproximativa a lo que fue aquel golpe de Estado. Otros menos afortunados, tendenciosos o justificativos de lo que fue un golpe contra la República que condujo a España a una Guerra Civil y a la larga noche de la dictadura. Pero en pocos sitios se recuerda que junto a esa resistencia del pueblo español contra un grupo de militares y las fuerzas conservadoras, se desarrolló en muchos lugares de la retaguardia republicana una profunda transformación social donde se pudo comprobar la capacidad de construcción que la clase obrera tenía. Porque en España aquel 18 de julio comenzó una Revolución social. Una Revolución canalizada por los anarquistas pero de la que fue partícipe la clase obrera en su conjunto.

La capacidad del obrerismo

Si hubo un protagonista en aquel proceso revolucionario ese fue la clase obrera. Desde que en 1868 la Internacional llegó a España y se comenzó a desarrollar las sociedades obreras, el movimiento obrero fue haciéndose con un papel protagonista en la política española. Un movimiento obrero dividido en escuelas. Siendo sintéticos (a la par que reduccionistas) se puede hablar de una escuela de pensamiento socialista, que representó el Partido Socialista Obrero Español fundado en 1879 y la Unión General de Trabajadores fundada en 1888, y una escuela de pensamiento libertaria o anarquista que tuvo diversos proyectos en el siglo XIX y que cristalizó con fuerza en 1910 con la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo. Luego aparecerían otras opciones del marxismo más o menos ortodoxo, o distintas visiones de los libertarios, pero cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la República, esas eran las grandes organizaciones donde se encuadraba la clase obrera española.
Ese obrerismo no solo desarrolló sociedades obreras y sindicatos que sirvieron, ya fuese desde el reformismo o desde la acción directa, para defender a la clase obrera. Se preocupó de instruir y formar a la clase obrera. Se preocupó de capacitarla, de mostrarle a través de la formación la importancia de lo que significaba ser obrero. De cómo los medios de producción y consumo estaban en sus manos pero que al mismo tiempo era enajenado por una economía opuesta a sus intereses.
Ese obrerismo formó una cultura obrera. Un modo de comportamiento, de hábitos de comportamiento, de simbología, etc., para contrarrestar a la sociedad burguesa y capitalista. El obrerismo revolucionario creía firmemente en la alternativa a la sociedad económica capitalista. El obrero se instruyó en todos los sentidos: en las letras, las artes, las ciencias, etc. Se crearon bibliotecas para combatir a la taberna. Se crearon ateneos, centros culturales, escuelas para combatir el analfabetismo. La instrucción y la educación. El movimiento obrero era consciente que tenía que acabar con el capitalismo y tenía que tener capacidad de asumir los resortes sociales. Algunos creían que eso se podía hacer conquistando las instituciones del Estado y de ahí transformar. Otros destruyendo el Estado y creando una sociedad horizontal. Aquel 18 de julio de 1936 el movimiento obrero pasó de agente de resistencia a protagonista de dirección.

y estalló la Revolución

La sublevación militar fue frenada en la mayoría de puntos de España. El anarquismo, que era uno de los movimientos más dinámicos del país, se hizo con el control de la situación en muchos lugares. Mientras se organizaban milicias para combatir a los rebeldes en los frentes de batalla, los libertarios españoles ocuparon puestos en los centros de trabajo y en los campos. Muchos empresarios, complotados con los rebeldes contra la República, huyeron de la España republicana. Los obreros se vieron con el control de la producción. Las fábricas tenían que producir. Los campos tenían que ser cultivados. Y los trabajadores y sus organizaciones, tras décadas de formación, tomaron el control de la situación. En las fábricas se constituyeron comités obreros que gestionaron la producción. En el campo se desarrollaron colectividades agrarias que puso la tierra al servicio de quien la trabajaba. Aunque existieron individualistas que siguieron cultivando a su manera la tierra, estar en la colectividad se planteaba como beneficioso para la marcha de la sociedad. Producción al servicio de guerra pero también para mostrar que las cosas se podían hacer de otra forma. En la mayoría de los casos los anarquistas fueron entusiastas seguidores de un proceso revolucionario que habían reivindicado desde sus orígenes. En otros muchos la UGT también participó de ese control obrero y de esas colectividades. En sitios se llegó a la situación, incluso, de la desaparición del dinero. Una sociedad horizontal, antiautoritaria y comunista plena.
Todo en la vida de la retaguardia se colectivizó. La CNT desarrolló una intensa propaganda a favor de la socialización de los medios de producción y consumo. Se crearon Consejos Económicos con el objetivo de hacer eficiente de la producción. Se crearon organismos como el CLUEA (Consejo Levantino Unificado de Exportación de Agrios) para poder controlar la producción. Todas las fábricas tuvieron su comité de control o consejo obrero. Pero no solo fue en el ámbito económico. En Cataluña, por ejemplo, se desarrolló el CENU (Consejo de la Escuela Nueva Unificada) para el desarrollo educativo. Algo que también se hizo en otros puntos de España. El Sindicato Único de Industria de Espectáculos Públicos de la CNT se hizo con el control de los principales centros audiovisuales y creo todo un sistema de cine. Propaganda y cine ficción estuvo en manos de los trabajadores del espectáculos. El celuloide se hizo colectivo. Las salas de cine, de teatro, de ocio, estaba bajo el control obrero. También el transporte, la vivienda, etc.
Todo un esfuerzo revolucionario que fue defendido con tesón por muchos trabajadores porque veían así algo tangible por lo que luchar. Sin embargo, los anarquistas, que siempre fueron los grandes olvidados al haber sido derrotados por varios frentes, también vieron que la realidad de la guerra imponía sacrificios. Los anarquistas eran antiestatalistas y sin embargo dieron cinco ministros, alcaldes, concejales, consejeros, etc,. Los anarquistas eran antimilitaristas y sin embargo dieron cargos al Ejército Popular de la República, a los carabineros, etc. Se imponía la victoria sobre el fascismo. Y eso lo entendían a cualquier precio pero sin perder lo conquistado. Y esfuerzo y un sacrificio que bien es cierto que no todos hicieron. Ese desarrollo revolucionario hay quien lo vio como lesivo e hizo todo lo que tuvo a su alcance para frenarlo. Fuerzas que eran igual de antifascistas que los libertarios pero que diferían en estrategias y tácticas. En ocasiones los procedimientos fueron criminales.
Lo cierto fue que esas colectividades, que ese control obrero, tuvo exitosos resultados en muchos lugares. En otros no lo fue tanto. No hay que olvidar que se desarrollaron en un contexto de guerra. Y aunque a partir de 1937 la efervescencia revolucionaria fue en declive, lo cierto es que hasta el final de la guerra las experiencias comunistas libertarias tuvieron desarrollo en muchos puntos de la España republicana.
  Ese sueño colectivo fue aniquilado cuando el 1 de abril de 1939 finalizaba la contienda civil. Y ese movimiento obrero que había sido formado con abnegación durante décadas fue cruelmente reprimido. Se buscó su aniquilamiento físico e ideológico. Y si algo consiguió el franquismo, junto a cunetas y fosas comunes repletas de antifascistas, fue crear un manto de olvido sobre ese proceso revolucionario que estalló también en julio de 1936. Desde ese momento la historia la escribió los vencedores. Pero, como dice Avrich, a veces hay que aprovechar algunas fisuras para mostrar que hubo un momento en el que todo fue posible.

lunes, 18 de julio de 2016

¿Héroe o mito? Un anarquista llamado Durruti

Artículo publicado en la edición digital de Público

e cumplen 120 años del nacimiento de José Buenaventura Durruti Dumange en las vísperas del 80 aniversario del golpe de Estado contra la Segunda República. Y aunque en muchos medios es recordado por su participación en la Guerra, lo cierto es que la actividad de Durruti en la misma fue más bien escasa, teniendo en cuenta que murió el 20 de noviembre en el transcurso de la Defensa de Madrid.
¿Donde radica la importancia de Buenaventura Durruti? Básicamente en ser una de las figuras más emblemáticas del movimiento obrero. Nacido en León el 14 de julio de 1896, Durruti desde muy joven participó en las sociedades obreras del ramo de la metalurgia. En este caso en la UGT. Pero pronto el joven Durruti va conociendo las ideas anarquistas hasta acabar afiliado a la poderosa Confederación Nacional del Trabajo. Esto en un periodo complicado, de pistolerismo por parte de la patronal que quería frenar el avance del movimiento obrero, que se veía también espoleado por el triunfo de la Revolución en Rusia. Durruti fue de esos militantes que en esos momentos se separó de la CNT para crear grupos de acción que respondían con violencia política a la violencia patronal. Nació entonces “Los Solidarios” junto con Juan García Oliver, Francisco Ascaso, Ricardo Sanz o Rafael Torres Escartín. Sus acciones no pasaron desapercibidas: el atraco al Banco de Gijón en 1922 o el asesinado del Cardenal Soldevila en Zaragoza en 1923. Para “Los Solidarios”, Soldevila había sido uno de los instigadores del asesinato de una de las figuras más representativas del obrerismo libertario de aquel momento: Salvador Seguí.
La dictadura de Primo de Rivera provocó el exilio de Durruti y el resto de sus compañeros. No sin antes haber pasados largas temporadas en prisión por su implicación en las movilizaciones obreras de la época. Durante su exilio no cejó su actividad. Junto con Ascaso recorrió diversos países latinoamericanos. Argentina, Chile, Cuba, etc. Realizaron algún atraco o “expropiación” como se denominaba entre algunos anarquistas de la época, siempre para financiar las actividades del movimiento libertario y nunca como enriquecimiento personal. De vuelta a Europa fue detenido en París junto a Ascaso y Gregorio Jover acusados de intento de asesinato contra Alfonso XIII lo que les llevó a participar en una huelga de hambre.
Al proclamarse la República, regresó a España. Historiográficamente se ha vinculado siempre a Durruti con el denominado “faismo” que intentó ejercer un control sobre la CNT. Pero esa visión esta muy lejos de la realidad. Durruti y su nuevo grupo anarquista, “Nosotros”, no eran de la FAI, organización nacida en 1927 y que tenía como finalidad la extensión de las ideas anarquistas entre los trabajadores ibéricos de España y Portugal. Y aunque Durruti si tuvo una visión beligerante contra el gobierno republicano-socialista, la posición “insurreccional” de la CNT no se desarrolló hasta 1932. Los intentos de Alto Llobregat-Cardoner en 1932 o Casas Viejas en 1933 fueron ejemplo de ello. Durruti fue detenido y deportado a Guinea Ecuatorial. Para esas fechas era ya un reconocido militante obrero del anarcosindicalismo.
La victoria de la derecha, la represión ejercida contra el movimiento obrero y la victoria del Frente Popular, hizo recomponer las ideas al movimiento libertario. En marzo de 1936, Durruti dejó claro que gracias a los esfuerzos de los anarquistas se había recuperado la República de abril de 1931 y que había que exigir el cumplimiento de determinados compromisos. Igualmente, en fechas previas al golpe de Estado de julio, ante las propuestas de nuevas “expropiaciones” contra bancos, Durruti se opone por no considerar el momento idoneo para ello. Al movimiento libertario le tocaba otro papel de cara a la revolución en marcha. Poco a poco va apareciendo un pragmatismo en Durruti que es reflejo del propio pragmatismo de la CNT.
Si algo caracterizó al Durruti de aquel momento, fue precisamente su capacidad de reacción y dirección ante el golpe de Estado de julio de 1936. Gracias a personajes como él la sublevación encabezada por Goded en Barcelona fue derrotada. Una victoria que condujo al proletariado español a desarrollar una profunda revolución social con el control de los medios de producción, de consumo y de dirección política.
Y sin dudarlo un instante, Durruti formó su unidad de milicias que, junto al militar Pérez Farrás, se desplazó hasta el frente de Aragón con la idea de tomar Zaragoza. Objetivo nunca cumplido. Esa frase suya de “hay que renunciar a todo menos a la victoria” le llevó a desplazarse hasta Madrid cuando las tropas de Franco asediaban la capital de la República. Y allí encontró la muerte por una bala en la Ciudad Universitaria siendo todavía un enigma todo lo relaciona con su muerte.
 A partir de ese momento surgió el “mito de Durruti”. Su figura se paseó por periódicos, carteles, pancartas. Su propio entierro fue una enorme manifestación. Sin embargo, y tal como el propio Durruti dejó, ni fue un héroe ni fue un mito (y tampoco un sanguinario como le presentó esos cuarenta años de dictadura). Durruti fue uno más de esos miles y miles de militantes obreros que enriquecieron las filas del poderoso anarcosindicalismo. Que dependiendo de la época histórica leyó su realidad y adoptó determinadas estrategias, correctas o no. Un anarquista que, por testimonio de su compañera sentimental Emilienne Morin, siempre creyó en la igualdad de género. Una víctima más de una Guerra iniciada por un golpe de Estado perpetrado por un grupo de militares contra la República que condujo al país a la larga noche de la dictadura.

lunes, 11 de julio de 2016

LA INFINITA SHOA EN LAS MEMORIAS DE UN NIÑO

Se podría decir que hablar del Holocausto o Shoa es un tema ya manido o pesado. Muchos libros, muchos testimonios, muchas formas de abordarlo, etc. Quizá esa perseverante manía de los llamados negacionistas a la hora de hablar y escribir sobre uno de los hechos más terribles de la historia, hace de este tema un recurrente a recordar.
Sin embargo nunca será poco todo lo que se escriba del acontecimiento. Desde sesudos estudios históricos sobre la maquinaria criminal y genocida nazi hasta las memorias de aquellos que lograron escapar de aquel infierno. Pero en muchas ocasiones es casi mejor acercarnos a través de los relatos novelados. Por una sencilla razón. Explican con mejores palabras y más cercanas aquellos sucesos. Un ejemplo nos lo dio John Boyne con su magnífico El niño con el pijamas de rayas.
Hace poco descubrí un libro que me ha parecido sensacional y eso que ya tiene unos cuentos años. La autobiografía de Joseph Joffo Un saco de canicas. En esta ocasión no estamos hablando de un testimonio de alguien que estuviese en los campos de concentración. Hablamos de la historia de un niño. Un niño judío que ni siquiera sabe que significa eso. Un niño que desarrolla su vida normal en París. Su padre es peluquero. Su madre está en casa. Va al colegio. Juega en la calle. Una vida normal. Pero la invasión nazi cambia todo. Los nazis investigaban a todo el mundo y tarde o temprano descubrirían que los Joffo eran judíos. El padre, al igual que hizo él en la Rusia del Zar, ayuda a escapar a sus hijos. Comienza un periplo por Francia de Maurice y Joseph. Su viaje a Dax, la ayuda de un sacerdote, la invención de una vida para salvar la vida, el rencuentro con sus hermanos, la persecución nazi, los petainistas, etc. Una historia de un país ocupado. Una historia de una persecución que tiene un final feliz. O casi.
Lo interesante de estas memorias noveladas son algunos temas que se tratan. Lo primero que lo terrible de la guerra y la persecución lo vemos a través de los ojos de un niño. De sus recuerdos. De sus vivencias. Algo que lo hace cercano y una lectura amena para las jóvenes generaciones. Un buen documento que poder recomendar leer a alumnos de 4º de la ESO o 1º de Bachillerato para hablar del Holocausto.
Lo segundo porque Joffo deja un transfondo de la historia de Francia de aquellos años. Una historia que se dirimió entre la Resistencia (que con el paso de los años fue siendo más influyente) y los colaboracionistas con los nazis y petainista. Los seguidores de Philippe Pétain, presidente del gobierno de Vichy, que dejó paso libre a los nazis y a la persecución a sus compatriotas con distintas ideas políticas. Una parte de la historia no bien tratada en Francia. El régimen de Pétain poco difería del régimen de Franco en España. Incluso en un momento de la obra un petainista habla de la oportunidad perdida en 1939 de haber realizado un pacto entre Hitler, Mussolini, Petain y Franco.
Un libro que tiene, como muchos otros, una adaptación cinematográfica, que lo hace todavía más cercano.


Desde luego un libro recomendable, ameno, entretenido. Que junto a la historia de unos niños (porque no deja de ser una historia de niños) hay un transfondo de una historia terrible. De gente desplazada. De gente perseguida. De personas que eran objeto de vejaciones en campos de concentración donde se cometieron los peores crímenes contra la humanidad. Un libro que sirve de lección para que la historia no se repita. Un libro con enorme actualidad para un mundo que parece que no abre ni lee la sabiduría de la Historia. Que tomen nota muchos.

viernes, 8 de julio de 2016

Comunismo

Artículo que publiqué en el periódico Diagonal antes de la elecciones del 26-J

Contra la revolución y sus cómplices”. Ese era uno de los lemas que los partidos de derechas llevaban en las elecciones de febrero de 1936 que dieron la victoria al Frente Popular hace ahora 80 años. Una campaña agresiva de una derecha que no logró unirse en aquellas elecciones y que comenzaron a extender por medios de comunicación y círculos sociales un miedo al comunismo, cuando este no representaba en España nada más que a unas miles de persona. Después, durante la dictadura franquista, se encargaron muy bien de extender ese miedo y odio a todo lo que consideraban comunismo, donde entraban todas las ideologías que habían combatido el golpe de Estado desde julio de 1936 (socialismo, comunismo, anarquismo, republicanismo, etc.). Campañas difamatorias que se extendieron en España desde diversos sectores, como la Iglesia, desde prácticamente finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Y aunque algunos hablan de que todo aquello fue el pasado, que ahora no hay que abrir viejas heridas, que la memoria histórica solo viene a dividir a los españoles en luchas que son de “nuestros abuelos”, lo cierto es que la mayoría de los partidos de la derecha y social liberales han sacado a pasear el “fantasma del comunismo” una vez que se confirmó la coalición entre Podemos e Izquierda Unida para las próximas elecciones.
Que nadie entienda mal estas líneas. No voy a defender esa coalición o confluencia. Cada uno la puede valorar como quiera. Ni siquiera voy a hacer una defensa del comunismo como sistema político o económico. Eso me lo reservo para debates puramente políticos. Pero si quiero mostrar la falta de conocimientos y la intoxicación con propaganda barata que se hace desde determinados sectores.
No es nuevo este asunto del comunismo en los últimos tiempos. En los debates electorales de las pasadas elecciones del 20 de diciembre, Pedro Sánchez acusó a Pablo Iglesias de defender el modelo de la URSS al intentar introducir el derecho de autodeterminación, considerando que la única constitución del mundo que lo tuvo en su articulado fue la soviética. “Tu modelo, Pablo. Tu modelo”, decía entre risas socarronas Sánchez. No sé si el modelo de Pablo Iglesias será la URSS. Pero lo que sí sé es el poco conocimiento que Sánchez tiene de la historia de su partido. Un partido que nace en 1879 conformado por un grupo de marxistas. Un partido que defendió la socialización de los medios de producción y consumo, que desarrolló el cooperativismo y que creía en la libertad individual y colectiva. Y hablo en pasado porque el PSOE de Pablo Iglesias Posse poco tiene que ver con el PSOE actual, donde que se le vació de contenido ideológico tras la muerte de Franco y está más cercano a las posiciones liberales que otra cosa. También arremetieron contra el pacto Podemos-IU desde el PSOE Antonio Hernando y César Luenda, ambos haciendo alusiones al comunismo. Ni siquiera creo que esto provenga de una líneas anticomunista del PSOE histórico. Esos dirigentes tenían suficientes conocimientos y causas para sostener su posición. Lo de ahora es otra cosa aunque quieran poner otra pantalla. Leyendo el programa de Podemos me cuesta creer que es un partido soviético por el programa. Lo mismo lo ocultan y no nos damos cuenta nadie. Pero de momento me resultada difícil ver en ese programa algo más allá que una socialdemocracia. Sin embargo lo que si queda claro es que el PSOE de socialdemócrata ya tiene poco. Si es capaz de pactar 211 puntos con C’s es que tienen más en común de lo que pensamos y su arco ideológico ya se sitúa en otro eje. Por eso quizá parafrasean ahora mucho a Adolfo Suarez.
Sin embargo ese arrebato anticomunista no se ha visto solo en el PSOE. Mariano Rajo y hablaba de “coalición de radicales y extremistas”, situando a Podemos e IU como partidos prácticamente fuera del orden constitucional. Esperanza Aguirre ha arremetido contra también contra “los comunistas y los bolivarianos”, algún tertuliano hablaba del pacto Iglesias-Garzón como el pacto de nazis y comunistas en 1939. Es como si ese fantasma que recorría Europa en la segunda mitad del siglo XIX (parafraseando a Marx y su Manifiesto Comunista) estuviese redivivo en la España del siglo XXI.
Pero quizá las opiniones más graciosas han venido desde C’s. Albert Rivera arremetía contra la confluencia diciendo que “el PCE era algo del pasado, no formaba parte de la nueva política”. Inés Arrimadas hablaba del comunismo como “una ideología antigua y del pasado”, mientras Toni Cantó hablaba de Pablo Iglesias como lobo con piel de cordero que tiene ”un estalinista dentro”. A todos ellos habría que explicarles muchas cosas. Puede que Rivera y Arrimadas sean brillantes en sus materias. Pero parece que de historia y de ideas políticas conocen muy poco. Ellos se hacen llamar liberales. Quizá hay que explicar al señor Rivera y a la señora Arrimadas que el liberalismo es bastante anterior al comunismo. Las ideas que ellos defienden de nueva política no tienen nada. Nada es nueva política porque pocas cosas quedan por inventar. Y al señor Cantó, pues bueno. Lo del estalinismo quizá deberíamos de hablar largo y tendido para ver en cuantos partidos se repiten estrategias estalinistas.

 Esta siendo, de momento, un circo curioso este de las elecciones. Y hay una cosa que me queda muy clara. A pesar de que estas estrategias y que el miedo a las ideas alternativas (por decirlo de alguna forma) es anterior a 1936, lo del miedo del comunismo demuestra el buen trabajo que hizo el franquismo. Por la desinformación, por sus consideraciones, por la confusión y por la estrategia. Y aquí se produce la gran coincidencia de muchos que, en principio, parecen muy distintos. Es curioso ver las reacciones que ha tenido esa confluencia y lo poco que hablan Sánchez, Hernando, Rajoy, Aguirre, Luenda, Rivera, Arrimadas, Cantó, etc., ante opiniones como las de Rosell, presidente de la patronal, al considerar el trabajo estable y el sueldo digno como cosas del siglo XIX. Todos apenas al pasado, curiosamente. Y todos para denigrar ideas que buscaron un mundo mejor o medidas que fueron conquistas del movimiento obrero, compuesto por esas ideas que buscaban un mundo mejor. Por lo menos todo esto nos sirve para ver donde están algunos. Habrá que tenerlo en cuenta.

viernes, 1 de julio de 2016

LA SOLIDARIDAD Y EL APOYO MUTUO EXPLICADO A LOS NIÑOS

Artículo publicado hace unos meses en la edición digital del periódico Diagonal

Muchas veces damos vueltas de como intentar explicar determinadas pautas de comportamiento, determinadas actitudes sin caer en el dogmatismo. A veces buscamos enrevesados procedimientos cuando, quizá, la solución o la mejor manera se encuentra en nuestra mano.
La pregunta, casi retorica, sería: ¿y por qué no a través de una ópera?. Esa es la principal labor de Brundibár, una ópera infantil que se representa estos días en el Teatro Real de Madrid. Y podemos decir que es una muy buena ópera, escrita en 1938 por el compositor checo Hans Krása y con libreto de Adolf Hoffmeister. Y ya resulta curioso que una ópera escrita en una Europa que caminaba al desastre con el avance de los nazis tenga tanta actualidad.

Adaptación a la actualidad

La ópera tiene a Jordi Francés como director musical, a Susana Gómez como directora de escena y a Ana González como directora del coro del niños. Porque la obra es infantil y representada por niños y jóvenes. En este caso por el Coro y Solistas de los Pequeños Cantores de la ORCAM y la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid (JORCAM). En una puesta en escena atrevida y perfectamente interpretada.
La historia es simple y a la vez trágica y actual. Aninka y Pepicek son dos hermanos que buscan leche para su madre enferma pero no tienen dinero. Aparece en escena Brundibár, un personaje invasivo que se hace control de la plaza del pueblo y engaña a los niños. Aninka y Pepicek intentan imitar a Brundibár para conseguir el dinero de la leche cantando pero el tirano logra poner a todos los niños en su contra y los expulsa de la plaza. La aparición de tres personajes (un gorrión, un gato y un perro) logran que los niños vuelvan a defender a Aninka y Pepicek y expulsen al tirano de la plaza.
Evidentemente, la puesta en escena entre la primera versión de 1938 y la actual ha tenido variaciones. Brundibár no es el músico harapiento y autoritario de la obra de Hoffmeister y Krasa sino un personaje más moderno con un traje llamativo. Aparecen en escena las nuevas tecnologías. Como dijeron sus directores en la rueda de prensa celebrada el pasado 4 de abril se ha mantenido las esencias de la obra pero se ha desgajado de las circunstancias particulares en la que se desarrolló. La situación de los niños en la Europa ocupada por los nazis hoy se puede adaptar a la situación de los niños refugiados. La opera tiene por ello un alto valor pedagógico.
Aun así no podemos dejar de ver esta obra en el contexto en el que surge. Brundibár no deja de ser un invasor. Alguien que llega para romper las relaciones sociales normales. Un personaje que con un discurso demagógico logra romper la unidad. Los niños se ponen en contra de otros niños en la ópera por medio de Brundibár. Pero frente a esa injusticia y tiranía siempre tiene que existir un deseo de resistencia. Por ello la obra de Krasa tiene enormes paralelismo con lo que sucedía en la Europa de la ocupación nazi. Brundibár no deja de ser otro que Hitler. Los niños son esa sociedad sometida por la invasión nazi, que tendió a la división. Y los animales que salen (el gorrión, el gato y el perro) la resistencia con la invasión. El lazo de unión y solidaridad que puede hacer posible la expulsión del tirano para vivir en paz. Toda una declaración de intenciones que vale para la Segunda Guerra Mundial. Pero que si le cambiamos el nombre propio de los protagonistas tiene vigencia actualmente. Una situación, que en palabras de Susana Gómez, podría volver a repetirse. Ahí radica la importancia de una obra como Brundibár y su efecto pedagógico.

Una obra en entorno hostil

Es la primera vez que Brundibár se representa en teatro grande. Han existido otras representaciones para colegios o en salas más pequeñas. Pero en un espacio como el Teatro Real es la primera vez que se muestra. Un entorno inmejorable para poder poner en escena esta ópera.
Sin embargo las primeras representaciones de Brundibár se hicieron en entornos más hostiles. La primera vez que se represento la obra de Krása fue un orfelinato de Praga en 1941, sin la presencia de Krasa. Para entonces Checoslovaquia ya estaba invadida por los nazis. El protectorado de Bohemia-Moravia estaba en manos de un siniestro personaje en la historia: Reinhard Heydrich. Heydrich, junto a Adolf Eichmann, fueron los promotores de la reunión de Wansee en enero de 1942 donde se decidió “la solución final” contra el pueblo judío. Y aunque Heydrich fue asesinado por la resistencia checa en junio de ese mismo año, su plan se puso en marcha.
Hans Krása había sido internado en el campo de concentración de Terezín. Un lugar fundado por el emperador José II en el siglo XIX y que los nazis lo reconvirtieron en ghetto. Allí Krása recompuso el texto de Brundibár de memoria y se representó hasta en 55 ocasiones por los niños que estaban allí internados. Una duras condiciones de vida para esos niños, que intentaron paliar con la música y el dibujo. Se estima que de los 15000 que estuvieron recluídos solo sobrevivieron 100. El propio Krása fue deportado a Auschwitz-Birkenau el 16 de octubre de 1944 y asesinado en la cámara de gas.

Memoria histórica de Terezín

Afortunadamente, la barbarie nazi no llegó a su objetivo final y hoy hay testimonios de algunos de esos niños de Terezín que se pueden escuchar. Uno es el de Dagmar Lieblová, que ha asistido a la representación de Brundibár en Madrid. Dagmar fue una de esas niñas que representó esta misma obra en Terezín. Para ella significa muchísimo verla representada. Esta obra significó para los niños un cuento sobre la vida real, sobre cosas normales. Su representación en aquellos duros años era algo sobre lo que poder soñar, el deseo de expulsar al tirano, que todos juntos podían vencer al mal y que todo acabará bien. Un sentimiento de solidaridad, de hermandad y de apoyo mutuo. Algo que para Lieblová se hizo realidad cuando salieron del infierno de Terezín.
Dagmar ve con tristeza y peligro el aumento de los grupos xenófobos y racistas en Europa. Grupos que niegan el Holocausto. Hoy, con 87 años de edad, Dagmar sigue luchando contra estos grupos a través de sus conversaciones con los jóvenes, mostrando lo que fue el campo de concentración, lo que sufrieron los judíos de Terezín. A pesar de ello para Dagmar la situación de la Europa de la década de 1930 difiere con la actual. No cree que vuelva a suceder aquella catastrofe, aunque lo dice más en deseo que en certeza.
Ante la pregunta de que siente cuando ve Brundibár representado, Dagmar no duda en decir que le emociona. Recuerda con emoción cuando la volvieron a ver representada en 1991. Y no esconde su emoción cuando la ha visto representada en el Teatro Real de Madrid.
Oyendo a Dagmar Lieblová comprendes y reafirmas muchas cosas. Su testimonio, su vivencia y su lucha es el mejor arma contra aquellos que quieren resucitar el pasado más ominoso de Europa.

Brundibár se podrá disfrutar en el Teatro Real hasta el próximo 24 de abril. Habrá representaciones para colegios y para el público en general. Para ello se ha diseñado una Guía Pedagógica. Y la obra forma parte del propio programa pedagógico del Teatro Real. Junto a la obra se expone también una serie de dibujos y pinturas de los niños de Terezín, algunos relacionados con la propia obra.

 Cabe una última consideración. La ópera de Krása es infantil. Interpretrada también por niños. Pero su actualidad, su temática y todo lo que aporta la hace accesible a todos los públicos. Brudibár es uno de los mejores ejemplos para esos valores.