miércoles, 30 de enero de 2013

Julio Aróstegui: maestro de dos generaciones de historiadores

Artículo publicado en la edición digital de El Mundo por Sergio Gálvez Biesca y Julián Vadillo Muñoz en homenaje a Julio Aróstegui Sánchez.

Se nos ha ido casi por sorpresa Julio Aróstegui (Granada, 1939-Madrid, 2013). Historiador clave en el proceso de renovación de la historiografía contemporaneísta del último medio siglo. Toda una referencia dentro y fuera del campo de la historia, así como del mundo cultural, social y sindical de la izquierda española.
Para los que estuvimos cerca de él hasta los últimos momentos, intentar trazar un pequeño esbozo de su obra resulta tarea difícil en estos precisos instantes. Quizás, y antes que nada, para los que conocimos a Julio habría que destacar una faceta no estrictamente académica: su capacidad de dialéctica y de conversación fuera y dentro de los despachos, fuera y dentro de las aulas, o directamente sentados en una mesa. Se podía estar de acuerdo o no con él –era lo de menos– pero era precisamente a través de esas conversaciones cuando entendías los significados del qué hacer del historiador. Probablemente, era una herencia de sus tiempos de profesor de instituto por los más diversos lugares de la geografía española, empezando por Salamanca.
Tres grandes pasiones historiográficas marcarían su trayectoria: en una primera etapa, sus minuciosos estudios sobre el carlismo; ya mediados los años ochenta su acercamiento a la década de los treinta del siglo XX, hasta convertirse en una referencia clave de la II República y de la Guerra Civil, con obras que hoy ya podemos considerar clásicas. Y en tercer lugar, y quizás aquí se encuentre su faceta menos conocida y reconocida, sea su afán por la renovación de la historiografía como ciencia social. Dos cuando no tres generaciones de jóvenes historiadores han recurrido y recurrirán en el futuro a, La investigación histórica: teoría y método.
Pero sobre todo en estos últimos años había abordado una de sus empresas más apasionantes: la dirección de la Cátedra Complutense “Memoria Histórica del Siglo XX”. Referencia central hoy dentro del mundo académico y en el entorno del espacio asociativo memorialístico. Sin duda, su labor frente a la Cátedra ha impulsado un mejor conocimiento sobre nuestra memoria colectiva democrática, antifranquista y por extensión antifascista.
Aunque poco amigo de semblanzas y menos de homenajes, recibió varios en vida. El primero de ellos de la mano de un conjunto de amigos y colegas de la profesión cuando se jubiló. Era el año 2009, y de allí saldría un excelente volumen de contribuciones con el título, El valor de la historia. Más recientemente, este verano pasado en los Cursos de El Escorial se presentaría de la mano de AMESDE un documental titulado Reconocimiento a Julio Aróstegui, que sería capaz de reunir a amigos, colegas y prácticamente a toda su familia.
En septiembre de este año finalizó su periodo como Catedrático emérito en la Universidad Complutense de Madrid. Más de uno le habíamos animado a que continuara trabajando, compatibilizando sus compromisos familiares con sus nietos, sus hijos (Julio, Amparo y Beatriz) y su mujer, Nieves. Y en ello estaba. Acababa de publicar la primera edición de una obra a la que le había dedicado sus últimos años de trabajo: Largo Caballero, el tesón y la quimera. Ahora le tocaba disfrutar tantas horas de trabajo con presentaciones y sobre todo conversaciones.
Para concluir para quienes esta pequeña semblanza firmamos, la noticia ha sido especialmente dura. Fuimos los dos últimos doctorandos a los que Julio firmó la tesis. En breve, vamos a
leerlas. Y aunque con aquellas firmas nos decía que con las mismas finalizaba su tarea académica, sabíamos que aquello no era cierto. Nos toca ahora salir a defender nuestros trabajos en los que siempre creyó Julio, con la misma honestidad y rigurosidad con la que siempre supo revestir su forma de hacer y de entender el trabajo del historiador social.

Sergio Gálvez Biesca y Julián Vadillo Muñoz

Pd: En la fotografía, de izquierda a derecha, Sergio Gálvez Biesca, Manuel Pérez Ledesma y Julio Aróstegui Sánchez, en la presentación del libro de E.P. Thompson La formación de la clase obrera en Inglaterra 

martes, 22 de enero de 2013

Entrevista a Miquel Izard por "Que lo sepan ellos y no lo olvidemos nosotros. El inverosímil verano de 1936 en Cataluña"

Reproducimos la entrevista aparecida en el periódico Diagonal (en su edición digital) coincidiendo con la presentación del libro en Madrid el pasado 11 de enero

 
La sociedad civil ha conseguido recuperar acontecimientos y canalladas que se habían escamoteado durante esta farsa que llaman Transición
Miquel Izard ha dedicado gran parte de su vida de investigación a la historia de América y las políticas colonialista al otro lado del Atlántico, prestando mayor atención a los ámbitos de cimarrones. Díscipulo de los maestros Pierre Vilar y Jordi Nadal, Izard ha trabajado en la Universidad de Barcelona como experto americanista. Con su Que lo sepan ellos y no lo olvidemos nosotros. El inverosímil verano del 36 en Cataluña, nos acerca a la experiencia revolucionaria de los trabajadores en Cataluña tras el golpe de Estado contra la República en julio de 1936. El autor, que presenta su libro en Madrid (Librería LaMalatesta, el viernes 11 de enero a las 19:30), concede una entrevista para Diagonal.
¿Por qué un libro sobre la experiencia revolucionaria en Cataluña ahora?
En este momento de crisis total (económica, social, política o cultural) del sistema parlamentario liberal, quizás es aconsejable, necesario y prudente revisar el pasado para averiguar dónde erramos la ruta y que experiencias –antagónicas y estimulantes- pueden sernos útiles para enderezar tanto entuerto. 
¿Cómo y cuando surgió la idea de un libro así?
Por una parte, la jubilación me dejó sin los apoyos materiales para seguir viajando a América nuestros veranos y continuar las pesquisas que inicié tras mi exilio en Venezuela sobre sociedades cimarronas; por otra muchas horas reflexionando durante una larga hospitalización, imaginando qué haría en el futuro, me sugirieron leer sobre la vida cotidiana de la gente común, en el verano de 1936, cuando los dirigentes hacían la revolución y la guerra. En alguna autobiografía detecté que durante unas semanas en Cataluña se ensayaron cambios desconcertantes e imaginativos, en producción, cultura, pedagogía, usos y costumbres o ética.    
¿Qué consideras que pudo llevar al proletariado español a realizar unas de las revoluciones más profundas de la historia de la humanidad?
Pienso que llevaban décadas discutiendo, leyendo, escuchando o proponiendo una forma totalmente diferente de organizar una sociedad que consideraban represiva, desigual y despótica. En su búsqueda de alternativas se interesaron, vía Reclus, por ejemplo, por las naciones autosuficientes americanas, que los castellanos adjetivaron, de forma incomparable, como gentes “sin Dios, rey, ni ley”.
¿Cuál fue el resultado general de la experiencia colectivista en Cataluña?
Prácticamente todos los que han tratado el tema coinciden en que a nivel de producción, servicios o intercambios fueron exitosas y funcionaron mucho mejor que en la etapa anterior. Hubo incluso avances sorprendentes en comunicaciones, sanidad, ecología o educación.
Siempre se ha achacado al anarquismo la responsabilidad, o parte de la misma, de los “abusos” que pudieron cometerse en la retaguardia republicana. Sin embargo en el libro aclaras muchos de estos temas. ¿Por qué esa especial aversión al anarquismo para responsabilizarle de todo?
Precisamente porque los beneficiarios de un sistema esperpéntico, absurdo, injusto o suicida deben borrar, anatematizar o ningunear, de forma absoluta, cualquier alternativa.
¿Qué destacas más de esa experiencia? ¿La gestión económica? ¿La educación? ¿El control social por parte de los trabajadores?
Si la nueva gestión económica generó una sociedad más equilibrada y menos alienada, la nueva pedagogía pretendía formar una humanidad distinta centrada en valores genuinos y auténticos en lo ético o estético y el control social liquidaba hambrunas, injusticias y desequilibrios, modelos obsoletos e ineficientes, egoísmos castradores o crisis funestas.
¿Qué crees que puedes aportar a la historiografía sobre la Guerra Civil con este libro? ¿Y a la enseñanza social con el recuerdo de esta experiencia?
En cuanto a lo primero, sencillamente, acercarse al pasado sin prejuicios y no buscando defender intereses espurios. En cuanto a lo segundo, porfío, capaz podemos averiguar formas menos incoherentes e irracionales de funcionamiento social.
¿Crees que el movimiento de la memoria histórica ha facilitado el conocimiento más amplio de esta experiencia?
La sociedad civil ha conseguido recuperar acontecimientos y canalladas que se habían escamoteado durante esta farsa que llaman Transición, quieren presentar como modélica y tienen la desfachatez de decir llevó a la democracia. Pero los obstáculos y resistencias del poder, la iglesia o la academia siguen siendo, de momento, infranqueables. Padecemos la tiranía del franquismo parlamentario y pueden preguntarle al juez Garzón!
¿Qué utilidad le ves en la actualidad a la revolución que realizaron los trabajadores españoles en 1936?
Aprender de una experiencia que fue exitosa y estimulante. Movimientos como el madrileño de la Puerta del Sol se preguntan si hay otro mundo posible y durante el inverosímil e inimaginable verano del 36 se imaginó cualquier mudanza, todo era cuestionable y posible, predominaron entusiasmo euforia, espontaneidad, esperanza, frente a la sociedad anterior, dominada por apatía, desaliento, engaños, pesimismo y  desequilibrio.

Julián Vadillo Muñoz

lunes, 14 de enero de 2013

80 años defendiendo a la clase trabajadora

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Tomamos prestado el texto que sobre el aniversario del periódico CNT ha publicado Tierra y Libertad, la cabecera más antigua del anarquismo español.

El pasado 14 de noviembre se cumplieron ochenta años de la aparición del primer número del periódico CNT. Se decidió su creación en un congreso confederal, el llamado del Conservatorio (Madrid, 1931) por el local en el que se celebró (actualmente el teatro María Guerrero). Se había proclamado la República en España tras una dictadura militar instaurada, sobre todo, para frenar las victorias de los sindicatos adheridos a la CNT. A pesar de la brutal represión, la CNT continúa siendo una organización potente: a este congreso acuden delegados en representación de más de 500.000 trabajadores, ¡a solo dos meses de la vuelta a la legalidad!
El Congreso decide tener un segundo periódico diario, aparte del barcelonés Solidaridad Obrera. Tendrá ámbito nacional y se editará en Madrid. Pero, ¿por qué en esta ciudad? Sin contar con las poblaciones catalanas, donde la CNT tenía una afiliación numerosísima, hay ciudades con fuerte implantación del sindicalismo revolucionario como Valencia (23.000 afiliados), Sevilla (21.000) o Zaragoza (16.000). La decisión, a pesar de que Madrid cuenta con solo 5.000 afiliados, es más de orden político; se trata de editar el diario en la capital de España, que es donde se elabora la política del país. Una decisión que la Historia ha demostrado acertada por la repercusión que tuvo el periódico en el conjunto de la clase obrera española y también, justo es decirlo, por el incremento que supuso en la afiliación capitalina: al siguiente congreso (Zaragoza, 1936) son 37.000 los trabajadores madrileños con carnet confederal.
Pero en 1932 la militancia es exigua. Los sindicatos revolucionarios se han mantenido en la capital alrededor del Ateneo Sindicalista, una creación de los grupos anarquistas. El dato no es trivial, pues ayuda a explicar el radicalismo que se enfrentó al reformismo de los sindicatos socialistas (UGT), colaboracionistas con la Dictadura y, después, defensores a ultranza de la recién nacida República. República que no dudó en prohibir el periódico tras la Revolución de Octubre de 1934. Reapareció en julio de 1936, informando durante todo el periodo bélico. Pasó después a editarse en el exilio, donde tuvo periodicidad semanal. También se imprimió clandestinamente en el interior.
Cuando en 1975 el movimiento anarquista reorganiza la CNT, se decide volverlo a editar, esta vez con periodicidad mensual. Y hasta la fecha ha seguido saliendo, para orgullo de libertarios y disgusto de autoritarios de todo tipo. Para saber más de la historia del periódico se puede consultar el libro de reciente aparición, El hilo rojinegro de la prensa confederal (1932-2012). 80 aniversario del periódico CNT, de J. P. Calero, M. Losada, C. Sanz y J. Vadillo.
Pero queremos también aprovechar la ocasión para resaltar una característica del periódico frecuentemente olvidada. Nos referimos a la creación de los símbolos identificativos de la CNT. Cuando se crea el periódico, para referirse a la CNT se suele decir “los sindicatos”, “la Confederación”, “la Organización”, escribiéndose así o, si se recurre a las siglas, se suele poner “CN del T”. A partir de entonces se generaliza la utilización de las siglas CNT. Por cierto, el nombre del periódico surgió en contraposición al máximo órgano de las clases conservadoras, el ABC.
La CNT ya tenía un escudo, Hércules despedazando al león de Nemea. Se dice que surgió a partir del Congreso de la Regional catalana de Sans (por el barrio barcelonés donde se celebró) pero no está claro que se presentara allí y, mucho menos, que se sometiera a votación; pensamos que se aceptó sin más (lo mismo ocurrió con el supuesto emblema de la AIT a mediados del siglo pasado). El problema del escudo es que, en la época, era complicado reproducirlo en la propaganda; habrían tenido que contar los compañeros de todos los sindicatos con imágenes de diferentes tamaños, y eso resultaba muy caro. Por eso se optó por poner las siglas para que, en un golpe de vista, se identificara quién editaba la propaganda. Lo de introducir los colores rojo y negro en la cabecera es de 1934 y tiene mucho que ver con la pertenencia a grupos anarquistas de los animadores del periódico. La CNT, si usaba alguna bandera, era la roja. Lo mismo vale para el anarquismo, al menos en España. El anarquismo internacional empieza, tras la Comuna de París, a teñir sus banderas de negro y, sobre todo, a confeccionarlas rojas y negras por mitades. Esto a pesar de quien identifica esos colores como unión de anarquismo y sindicalismo, y de cierto ególatra que se presenta como inventor de la bandera rojinegra en 1931. La rojinegra es la bandera anarquista tras la Dictadura, pues es conocida por los compañeros exiliados en Europa; también por los contactos con el movimiento libertario de Sudamérica. De hecho, en los primeros años treinta se la conoce como “la bandera de la FAI”. No es ajena la redacción del periódico CNT a que sea adoptada como propia por los sindicatos confederales, e incluso por la AIT. Y así hasta la fecha.
Felicitamos al periódico CNT por sus primeros 80 años y le deseamos una larga y revolucionaria vida. Con salud y anarquía.

Alfredo González

(Publicado en Tierra y libertad 294, enero de 2013)

miércoles, 9 de enero de 2013

Memoria reciente de la autonomía madrileña. Entrevista a Francisco Salamanca, editor de "Tomar y Hacer, en vez de pedir y esperar"

Reproducimos la entrevista publicada en el periódico CNT, a Francisco Salamanca, editor junto a Gonzalo Wilhemi de Tomar & Hacer, en vez de pedir y esperar, que hace un repaso al movimiento autónomo en Madrid entre 1985 y 2011

Entrevistamos a Francisco Salamanca, editor y coordinador del libro Tomar y hacer. En vez de pedir y esperar (Solidaridad Obrera, 2012). Un repaso a partir de trabajos y visiones personal, del movimiento autónomo por alguno de sus integrantes.


¿Por qué un libro de la autonomía ahora?

¿Y por qué no? Quiero decir, no hace falta que sea el aniversario de algo para recordarlo e historiarlo. Tenemos el vicio de ver la historia como algo pasado y cerrado. Para mi es algo vivo y hacer un ejercicio de historia militante reciente no está de más nunca. Sobre todo para aquellas personas que militan desde hace menos que nosotros, para que tengan acceso a fuentes más allá de los cotilleos de barra y pasillo.
El libro lo concebimos como eso, una herramienta de trabajo para conocer lo que fue y poder entender un poco mejor lo que es. Estamos en unos tiempos convulsos y confusos y una pequeña dosis de memoria viene bien.


¿Como se ha generado el libro y quienes han participado? ¿Como fue tu aportación al libro y al movimiento autónomo?

La idea del libro surge después de unas jornadas en la facultad de políticas de la universidad complutense de Madrid a la que fuimos invitados, entre otros, Gonzalo y yo para hablar de Lucha Autónoma. Dado el interés que parecía despertar la coordinadora de colectivos, lo animado del debate y la sensación de acto inacabado, al terminar la charla, nos dijimos que sería interesante seguir con el tema.
A las dos semanas Gonzalo me llamo por ver que me parecería trabajar en un libro sobre el tema. Pensamos que lo más justo no era hacer un ensayo a cuatro manos, si no darle la voz y el protagonismo a aquellas personas que hicieron de la autonomía una forma de vida. Que ellos contasen su historia.
Así comenzó un proceso de tirar de agenda, a veces de la vieja, para recuperar contactos y contar el proyecto.
Hemos intentado que estén el mayor número de “familias” representadas en el libro y al final casi lo hemos conseguido. No obstante es una pena que algunos se han quedado fuera.  
Mi aportación al libro fue la de escribir uno de los trece textos, y mientras Gonzalo y la compañera María llevaban a cabo la corrección de textos elaborar los anexos del libro.

Feministas, antifascistas, antiglobalización, libertarios, marxistas, etc. El movimiento autónomo era un espacio de encuentro, un totum revolutum de ideas. ¿Esa diversidad fue algo positivo o negativo para el movimiento? ¿Que ha aportado el movimiento autónomo a las luchas del momento y actuales?

El movimiento autónomo madrileño de finales de los 80 hasta finales de los 90 y principios de los 2000 aportó, principalmente, un soplo de aíre fresco a unos movimientos de izquierda derrotados tras la última batalla perdida de la transición que fue la entrada en la OTAN.
Frente a unas organizaciones o bien en descomposición o bien de integración en el sistema la autonomía se convirtió en, casi, el único espacio en Madrid donde un joven podía luchar contra el sistema desde la alegría y las ganas y sin tener que tragarse los sapos de las organizaciones existentes hasta ese momento.
Las aportaciones de aquella historia a los movimientos sociales actuales están por todas partes. Encontramos militantes de las distintas generaciones de la autonomía madrileña, que dicho de paso siempre fue mucho más que la conocida y mitificada Lucha Autónoma, y sus distintas familias, directa o indirectamente, en proyectos como Traficantes de Sueños, Klinamen o La Malatesta en el ámbito editorial. En Diagonal, en TeleK, y Radio Vallecas en el ámbito contra informativo. Tenemos gente de la autonomía tanto en CNT, como CGT y Soli. Y la lista podría ser  bastante más larga.
Viéndolo en perspectiva no se puede negar la relación entre el movimiento de hace veinte y quince años con lo que hay ahora en ésta ciudad.
La diversidad, desde una perspectiva antiautoritaria, nunca puede ser concebida como un problema.
Si acaso puede ser que nosotros, por nuestra educación, no sepamos gestionarla.
Esa diversidad, y la capacidad para disfrutarla, fueron las claves para entender la potencia que adquirió aquel movimiento.

Lucha Autónoma y el movimiento autónomo criticaba a las organizaciones clásicas del movimiento obrero, a las que intentaba superar. Sin embargo años después esas organizaciones clásicas continúan y el movimiento autónomo se ha difuminado. ¿Cuales fueron las relaciones entre el movimiento autónomo y el anarcosindicalismo?

Bueno, para explicar eso, antes de nada hay que entender que momento vivía el movimiento libertario madrileño en aquella época. Con la CGT se colaboró puntualmente con el taller de imagen de la misma. Con la CNT de Madrid la relación durante años fue de desconfianza mutua. Queriendo unos y otros que el de enfrente fuese algo que no era, amén de que determinados sectores de la confederación eran incluso hostiles. Con La Soli, en cambio, la colaboración fue mucho mayor. De hecho era el sindicato de referencia para la mayoría de los militantes. Con los años, como dije en un punto anterior, militantes de la autonomía también acabarían afiliándose o colaborando con CNT y CGT.

¿Que aporta está obra a la recuperación de la memoria histórica más reciente?

La principal aportación de ésta obra sería, de un lado, su carácter plural y vivencial al estar elaborado por los propios protagonistas del movimiento que abarca. De otro que aún es un campo virgen ya que casi no hay libros editados que traten del tema. Hay material en la red y en alguna publicación, pero es poco y suele representar la opinión de un único autor de una de las familias, no de varias.