jueves, 21 de julio de 2011

La Guerra Civil española en la pluma de un anarquista alemán


En el año 2009 se cumplieron 70 años de la finalización de la Guerra Civil española. A la ya amplia oferta de libros que sobre este acontecimiento se genera, se viene a unir este pequeño texto editado por Melusina. Un análisis del anarquista alemán Rudolf Rocker sobre la Guerra Civil española.

De este texto hay que destacar dos cosas. La primera es que era desconocido y se ha rescatado gracias a los esfuerzos de Melusina (que no es la primera vez que da a conocer un texto inédito en nuestro país, como por ejemplo la obra de Berkman Memorias de un anarquista en prisión). La segunda es que es un acertadísimo análisis internacional del conflicto en España, escrito en agosto de 1937. Con él Rocker demuestra lo acertado de sus análisis y su gran capacidad para entender las relaciones internacionales.

Podemos afirmar que la vida de Rudolf Rocker estuvo completamente dedicada a la lucha y la propagación del ideal libertario. Nació en Maguncia el 25 de marzo de 1873, quedándose huérfano de padre en edad muy temprana. La escuela a la que fue, regentada por los carmelitas, no dejó un buen recuerdo a Rudolf. Con la muerte de su madre cuando él contaba con apenas 11 años, su referencia vital fue su tío Petter. Éste tenía ideas socialistas e hizo despertar en Rudolf Rocker un sentimiento de conciencia social.

En un primer momento de su vida Rudolf Rocker forma parte de la poderosa socialdemocracia alemana, que había logrado unificarse tras el congreso de Gotha en 1875, uniendo las ideas socialistas de Wilhem Liebknecht y de Ferdinand Lasalle. Algo que a Marx no le gustó y así lo dejó escrito en su Crítica al programa de Gotha.

Rocker comienza a conocer las teorías anarquistas de Bakunin y Kropotkin. Debido a las divergencias de criterios dentro de la socialdemocracia tras el congreso de Erfurt, Rocker rompe definitivamente con el SPD y comienza a abrazar el anarquismo. Son numerosos los exilios que sufre el anarquista alemán y las persecuciones en distintos países como Francia, donde un sector del movimiento anarquista, de forma completamente individual, se ha lanzado a una acción violenta y directa contra representantes e instituciones del Estado.

Afincando en Londres durante un tiempo, Rudolf Rocker participa en todas las campañas internacionales a favor del anarquismo, como por ejemplo en la petición de indulto y libertad contra el pedagogo libertario Francisco Ferrer en 1909. Participa igualmente en el Congreso Anarquista Internacional de Amsterdam en 1907, trascendental para el futuro del movimiento libertario mundial. Participó en la Revolución consejista de Alemania en 1919 y conoció de primera mano cómo se dirimían las cuestiones en Rusia tras el triunfo bolchevique y el nuevo establecimiento de una dictadura que estaba persiguiendo duramente al anarquismo.

Rudolf Rocker fue determinante para la reorganización en Berlín de la Asociación Internacional de los Trabajadores, donde las organizaciones sindicalistas revolucionarias del mundo se asociaron. En la propia Alemania impulsa la FAUD, en un momento en que el nazismo va creciendo en influencia y el futuro de Alemania se torna muy difícil.

Debido a la Segunda Guerra Mundial y a la persecución que los regímenes totalitarios de Europa están sometiendo al movimiento obrero, Rudolf Rocker se establece en EE UU, donde el 10 de septiembre de 1958 fallece en la Colonia Mohigan.

Su visión de la situación internacional le hace tener un análisis muy acertado de la Guerra Civil española y de la revolución que surge pareja a ella. El libro La tragedia de España es el ejemplo de ese análisis.

El libro comienza con un breve pero exhaustivo análisis que habla del capital extranjero en España. La Alemania nazi y la Italia fascista ven grandes posibilidades económicas en la explotación del suelo español. De ahí radica su apoyo directo al franquismo. Pero las llamadas potencia democráticas (Francia e Inglaterra) también buscan ese beneficio. Y siguieron en las explotaciones de Riotinto, el cobre de Almadén o los Altos Hornos de Bilbao. Y eso, incluso, cuando esas zonas cayeron bajo la influencia de Franco.

Rocker hace un repaso a los años republicanos y a la actitud que se ha mantenido respecto a la CNT. El anarquista alemán estuvo en España en los primeros días del cambio de régimen, debido a que asistió al Congreso de la CNT en mayo de 1931 y al que a continuación celebró la AIT también en Madrid.

Aun así, el grueso de este libro es una crítica a la actitud de la Unión Soviética y de sus apéndices en España: el Partido Comunista de España y el Partido Socialista Unificado de Cataluña. Hace una crítica a la política contrarrevolucionaria de los comunistas. Y lo hace tanto a través de prensa española como extranjera. Y en periódicos nada sospechosos de anarquismo como el Manchester Guardian. Por ellos muestra la actitud contrarrevolucionaria y de defensa burguesa que el PCE está llevando. Habla incluso de una UGT española y una distinta en Cataluña, que está bajo el influjo del PSUC. Lo cierto es que el Partido Comunista y el PSUC afiliaron a propietarios que tras la finalización de la contienda y con el triunfo de los sublevados pasaron a apoyar sin dilación al Estado franquista. En el exilio la UGT no reconoce a su sección catalana.

En el libro pone claros ejemplos de la represión que los comunistas ejercen contra otros antifascistas por una política dictada por Moscú.

El libro de Rocker está escrito en agosto de 1937 y ya analiza los Hechos de Mayo y la desaparición del líder del POUM, Andreu Nin. Evidentemente no llega a analizar los sucesos de agosto en Aragón, cuando las tropas de Enrique Lister desmantelan el Consejo de Aragón que dirigía Joaquín Ascaso (para este aspecto es de referencia ineludible el libro de Alejandro Díez Torre Orígenes del cambio regional. El turno del pueblo, 1900-1938 o las memorias del propio Ascaso, compiladas por el mismo autor, con el título Memorias 1936-1938. Hacia un nuevo Aragón).

El libro La tragedia de España muestra bastante bien la pinza que los comunistas realizan con burgueses de derechas e independentistas catalanes. Es algo que podría parecer inaudito. Pero al PCE, desde su fundación, se le puede reconocer una política cambiante. Cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda Republica, los comunistas la recibieron en la Puerta del Sol de Madrid con un ¡Abajo la República! ¡Vivan los sóviets! Tras la crisis del Partido en 1932 con la defenestración de José Bullejos y el cambio de dirigentes (suben José Díaz, Dolores Ibarruri, Antonio Mije, etc.) el PCE va cambiando de estrategia, que va pareja al cambio de la Komintern, tras el fracaso de la política en Alemania, donde el no hacer un pacto con el SPD (al que consideraban “socialfascista”) hace que los nazis accedan al poder y establezcan la dictadura. Es entonces cuando el PCE habla, primeramente, de la “unión por la base” con el PSOE y la CNT y, posteriormente, de su defensa del Frente Popular, aprobado en el VII Congreso de la Internacional Comunista.

Mucho se habla de la “quinta columna” dentro de la CNT. Cierto es que los quintacolumnistas se emboscaron en todas las organizaciones del Frente Popular. Y el PCE no fue menos. Por ejemplo, el comisario Roberto Conesa, delator que lleva al Consejo de Guerra y a la ejecución a las “13 Rosas”, estaba afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas durante la Guerra Civil. Igualmente dentro del PCE y del PSUC se encuadró en Aragón y Cataluña la burguesía propietaria que estaba en contra de la Revolución y apoyó al franquismo.

En definitiva, este libro de Rocker es un acierto de la editorial Melusina, a la que tenemos que felicitar por ello, y una lectura imprescindible para comprender las cuestiones internacionales de la Guerra Civil española.

Julián Vadillo Muñoz

Germinal. Revista de Estudios Libertarios 8, julio-diciembre 2009

viernes, 15 de julio de 2011

LA MUERTE DE PI I MARGALL



Un texto de Ricardo Mella extraído de La Revista Blanca en 1901, cuando se produjo la muerte del republicano federal Francisco Pi i Margall

Fui su discípulo. Niño aun, en el agitado periodo del 73, mi buen padre, federal enragé, dábame a leer todos los periódicos, revistas y libros que entonces prodigaba el triunfante federalismo. Después, puede decirse que se moldeo mi cerebro con las doctrinas de Pí y con sus traducciones de varias obras de Proudhon.

No fui federal mucho tiempo, pero siempre guardé y guardare respeta admiración para el hombre y sus ideas. Creo que ha sido en España el cerebro de la revolución, de las ideas genuinamente progresivas. A un lado sus peculiares puntos de vista, Pí tenia tan amplias concepciones, tan claras y precisas formas de pensamiento, tan cerrada y firme lógica, que ningún hombre sinceramente revolucionario podía reconocer su justicia, su probidad, su noble y severa y tranquila grandeza. Quiérase que no, su influencia traspasa los linderos del partido. Era Pí y Margall un verdadero genio de la revolución. Así ha tenido y tiene el aplauso de todos los revolucionarios; y los que no lo son doblan humillados la cabeza y se hacen lenguas de las cualidades personales del hombre, ya que no puedan, por un resto de pudor, reverenciar sus ideas.

Pero ¿a que ponderar lo que esta fuera de discusión?

Fue su muerte tan modesta como su vida. Si Bonafoux, con verdadero dolor, no hallo en la prensa de Paris respecto de Pí lo que se prodigó a Canovas, ¿qué importa? Con todas estas galeradas de menuda letras que duran un día, Canovas, todos los que deben al éxito gubernamental un renombre, pasaran, pasaran pronto, olvidados del mundo. Pí y Margall quedara como una luz que nunca se apaga. Son las condiciones de un Pí, su labor tranquila pero porfiada, su lucha tenaz por los ideales, sin vanidades, sin ruidos, sin aparato, las que enseñan a los pueblos y los adiestran en el dificilísimo arte de ser dignos de si mismos.

Sus ideas filosóficas, más que políticas, perduraran en el pueblo español como verbo de la revolución venidera. Sin los compromisos de partido, Pí hubiera sido el hombre de todos los revolucionarios.

Su muerte producirá en el seno de la política española una gran descomposición. No se apaga en vano la voz del justo.

Mantenía Pí con su ejemplo, con su firmeza, con su sencillo y diáfano razonar, con su gran consecuencia y su tenaz carácter, al partido federal virgen de las concupiscencias políticas. Manteníalo a la altura digna de él, única esperanza, en lo político, de redención para el país.

Pero, y perdónenme los federales sinceros, ¿continuara el partido las tradiciones de aquel grande hombre?

A muchos de aquellos he oído distintas veces afirmar que la muerte de Pí seria la muerte del partido federal.

Creo que, en efecto, el federalismo no será ya en España lo que fue. Hay demasiadas concomitancias políticas alrededor de la idea federal, y demasiada confusión en el campo de la democracia, del autonomismo, del regionalismo, para que el ideal filosófico por excelencia se conserve puro en las alturas a que lo llevara el que acaba de morir. Hay, además, pocos hombres de valer y de la fe y de la perseverancia de Pí y Margall, poco de ese gran espíritu de justicia que le animaba para que el federalismo continúe ofreciéndose como el paladín de lo venidero.

Creo más; creo que la muerte de Pí influirá así mismo en los demás partidos avanzados, incluso el socialismo y el anarquismo. Se ha roto una fortísima anilla de la cadena revolucionaria. Pí tenía ideas socialistas y anarquistas. Pese a los buscadores de nimiedades, a los espíritus cortos de entendederas o raquíticos de horizonte, Pí no hacia obra de partido, menos obra de sectario. Y si su ideal no cristalizo en una forma cerrada de las varias que sirven de comodín para ahorrarse el trabajo de estudiar y pensar por cuenta propia, tendió, en cambio, sus vigorosas raíces por todo el campo del revolucionarismo. He aquí porque era el verbo y la sustancia de las ideas nuevas aun no comulgando en ellas, con el debido encasillamiento.

¿Qué era el jefe de un partido y que como tal procedía? En mil ocasiones no fue jefe ni hombre de partido. Sus obras mejores son obras de filosofía puramente revolucionaria, sin dogmas, sin convencionalismos, de una sinceridad verdaderamente ejemplar.

Sin que piense yo que ningún hombre es indispensable, no puedo ni quiero prescindir de la consideración de que son los hombres instrumentos cuando menos, actores muchas veces, en el deselvolvimeinto de la evolución humana. Producto del mundo en el que viven, son, al propio tiempo, factores del mundo que viene. El dogmatismo del medio ambiente me es tan repulsivo como cualquier otro.

He aquí porque creo que la muerte de Pí y Margall alterará la situación política del país afectando a los partidos mas avanzados.

La disgregación del partido federal es fatal a la corta o a la larga. De él se nutrieron antes las filas del socialismo y del anarquismo. De él se nutrirán ahora por que quedará de Pí su obra filosófica y perecerá su obra de partido. Los federales sinceros, los que aprendieron del jefe las ideas generosas de redención humana, se desprenderán del federalismo político como se desprende del árbol la fruta madura. Los federales políticos, los que llevan del federalismo no más que las formas exteriores y el pensamiento mecánico de su funcionalismo, irán a formar tal vez nuevos grupos con sus afines los demócratas descentralizadores y los regionalistas. Aburguesaran el partido, y tendremos un núcleo mas de aspirantes a hacernos dichosos por medio de la panacea legislativa y gubernamental.

Hace tiempo que esta descomposición viene hincada en el partido federal. Solo la gran autoridad moral de Pí ha podido contenerla. Ahora saldrá a la superficie sin que nada ni nadie pueda contenerla.

La consecuencia no será dañosa para las ideas revolucionarias. Las afinidades de antiguo reveladas entre ciertos elementos federalistas y los anarquistas, reforzaran ahora la tendencia más radical del socialismo. Bien venidos sean los que, inspirándose en el maestro vengan a nosotros con sinceridad, con nobleza, perseverantes para la lucha.

De Pí y Margall han aprendido muchos, aprenderán, deberán aprender no pocos a ser dignamente revolucionarios, espíritus sobre todo justos, sin soberbia, sin aparato, sin vanidad. Y esto en todos los partidos de la revolución, socialistas o anarquistas. Porque de estas condiciones, que apenas dan nombre, que no ocupan ni un tercio de una columna de periódico, que no ensordecen a la gente con la alabanza sin medida y el aplauso sin tasa, que no atormentan a las generaciones con la logorrea fastidiosa y cansina de la elocuencia de plazuela, de esas condiciones, digo, son los hombres que en verdad consagran su existencia al bienestar de sus semejantes.

RICARDO MELLA

(Extraído de la Revista Blanca nº84 del 15 de diciembre de 1901