domingo, 19 de abril de 2020

Kropotkin y el apoyo mutuo

Artículo publicado en el periódico digital El Obrero

Las ideas socialistas del siglo XIX conllevaban en su cuerpo doctrinal la cooperación, el entendimiento y el apoyo entre semejantes, como factor diferenciador del modelo económico capitalista basado en un exceso de individualismo y de búsqueda de un beneficio propio.
                Algunos utopistas ya lo habían marcado en los periodos previos al desarrollo industrial, pero fue con el desarrollo del primer socialismo cuando estas teorías comenzaron a ser profundizadas. Charles Fourier, en su doctrina social del falansterio hablaba de la necesidad de un armonismo social, tomando como base el trabajo cooperativo y no competitivo, que repercutiese en un interés social y de conjunto, pero no un beneficio monetario individual. Este armonismo lo copiaba Fourier de su observación en algunas especies animales, como castores, abejas y hormigas, donde es la cooperación mutua lo que mueve a esas especies en numerosos momentos. Este modelo del falansterio fue llevado a la práctica en algunos lugares, donde un entorno hostil los hizo fracasar.
                El máximo representante de la corriente cooperativa fue el socialista británico Robert Owen, que estimó que, frente al modelo capitalista, la teoría cooperativa se tenía que basar en el mayor bienestar general de los productores.
                Tanto Fourier como Owen estimaban que estos modelos se tenían que realizar en grupos acotados de individuos para que pudieran funcionar, ejemplificando al resto de esa mejor organización y que la transformación social se produjese por mimetismo. Una opción que fue superada por el socialismo de la segunda mitad del siglo XIX.
                El desarrollo de un capitalismo mucho más sofisticado, que pasó de una producción reducida a una producción industrial precisaba de una respuesta distinta por aquellos que ponían en duda su modelo económico. Es el momento de las aportaciones de Karl Marx o Mijaíl Bakunin al movimiento socialista internacional, donde se pretendía la construcción de grandes organizaciones de trabajadores que promoviesen transformaciones revolucionarias a gran escala.
Piotr Kropotkin
                En ese contexto apareció la figura de Piotr Kropotkin. Este había nacido en Moscú en 1842, en una familia aristocrática muy cercana a la corte del Zar. Aunque inicio una carrera militar, Kropotkin se interesó desde muy pronto por la ciencia y comenzó sus estudios de matemáticas y geografía en la Universidad de San Petersburgo. SU buen hacer como geógrafo le valió becas de estudios lo que hizo que viajase a lugares como Finlandia o Suecia.
                Comenzó a conocer las ideas opositoras al zarismo y muy pronto Kropotkin pasó a engrosar las filas revolucionarias y socialistas. Aunque en un primer momento se sintió atraído por el marxismo posteriormente fue conociendo profundamente el anarquismo, del que se convirtió en uno de sus principales teóricos. Perteneció a la Primera Internacional, que tras su disgregación en 1872 siguió siendo un referente, pues una de las ideas fundamentales de Kropotkin era poder aunar en una misma organización al movimiento socialista.
                Sus visiones del anarquismo, al que consideraba una filosofía y modo de vida natural, le van convirtiendo en una referencia internacional a través de escritos que va dejando en periódicos como La Révolté o en iniciativas impulsadas por él mismo como Freedom.
                Acusado por sus detractores como uno de los auspiciadores de la violencia anarquista del periodo finisecular, en realidad Kropotkin no contemplaba la acción terrorista como estrategia de acción revolucionaria sino la organización efectiva de aquellos que querían una transformación social profunda. Del periodo final del siglo XIX destacan sus grandes obras: La conquista del pan, Campos, fábricas y talleres o El Apoyo Mutuo. Muchas de estas aportaciones comenzaron como artículos para la revista Nineteenth Century. Aportaciones que confirieron a la explicación del anarquismo un concepto científico y que abarcaba todos los espacios sociales.
                Kropotkin, favorable a la transformación revolucionario y uno de los principales pilares desde el exterior a los organismos anarquistas en la Revolución de 1905 en Rusia, fue polémico cuando con el estallido de la Primera Guerra Mundial se mostró favorable a una victoria de los ejércitos de la Entente frente al militarismo alemán y austrohúngaro. Firmante en este sentido del Manifiesto de los 16 (junto a otros anarquistas como Jean Grave, Charles Malato o Vaarlam Cherkeshov) no contó en esta ocasión con el apoyo de un movimiento anarquista internacional que mantuvo firme en su crítica a la guerra.
                El estallido de la Revolución rusa de 1917 le hizo concebir la esperanza de un pronto final del capitalismo internacional. Volvió a Rusia y desde allí escribió en favor de la revolución y criticó medidas del gobierno bolchevique, que siempre respeto mucho la figura de Kropotkin como histórico del movimiento obrero internacional. Murió en Dmitrov el 8 de febrero de 1921.
El Apoyo Mutuo
                Para Kropotkin encontrar un fundamento natural que diese una justificación al anarquismo fue una tarea fundamental. Como científico, Kropotkin fue un observador de la naturaleza y de su entorno, lo que llevó a experimentar para poder sacar conclusiones. En la revista Nineteenth Century, Kropotkin escribió para debatir con los darwinistas, que hablaban de la lucha constante de los animales. Por el contrario, Kropotkin estimaba que esos animales, a pesar de la lucha, también ejercía el apoyo mutuo como factor de sociabilidad lo que permitía, en realidad, a las distintas especies sostenerse y evolucionar.
                En contexto donde las teorías de Herbert Spencer tenían mucho eco en la sociología y la biología, se llamó a Kropotkin para que realizará aportaciones en la línea de la respuesta a los darwinistas, pero llevado a los seres humanos y no a los animales. De la serie de artículos que escribió Kropotkin salió una de las obras referencias para el movimiento anarquista internacional: El Apoyo Mutuo. Un factor de la evolución.
                En esta obra, Piotr Kropotkin coge dos ejes básicos para justificar su teoría: la biología y la historia. Kropotkin, reconociendo la lucha entre especies, habla de como en algunas de esas especies se desarrolla un concepto de apoyo mutuo que permite la supervivencia de esta y su evolución. No solo lo lleva a insectos como las hormigas o las abejas (factor que también hará Maurice Maeterlinck), sino a otras especies animales como aves, monos, etc.
                Poteriormente, estos ejemplos los lleva Kropotkin a los seres humanos, donde pone ejemplos prácticos de la ayuda mutua en las sociedades primitivas, en la sociedad medieval, en la sociedad moderna, etc. Instituciones, territorios, ayuda entre iguales, etc. Cuando esa armonía se rompe y surge la lucha sin cuartel es cuando la sociedad no evoluciona, sino que muta a los intereses de aquellos que quieren dominar.
                Pero, aunque Kropotkin habla de la historia y de esos momentos de apoyo mutuo en la humanidad, el anarquista ruso no habla de una vuelta a esos conceptos medievales, cosa imposible en todos los sentidos, sino que el concepto se adapte en el momento que le tocó vivir y consolidar una alternativa social que tenga como eje estructural esa ayuda mutua. Si ha sido un factor de evolución positivo y la sociedad libertaria es la alternativa al modelo social capitalista, ese apoyo mutuo tiene que presidir las relaciones entre los humanos. Además, en los momentos difíciles esa solidaridad y apoyo mutuo es un factor fundamental y único a la hora de poder superar las adversidades sociales.
                Con ello, Kropotkin da una pátina de cientificismo a la teoría anarquista y a su concepto de organización social. Para el anarquismo se convirtió en un elemento central de su doctrina intentado mostrar que era una cuestión trasversal a toda sociedad.
                Corren tiempos en la actualidad donde es interesante y necesario revisar a Piotr Kropotkin.

martes, 7 de abril de 2020

LA MANO NEGRA Y LA REPRESIÓN AL ANARQUISMO ANDALUZ

Artículo publicado en el periódico El Obrero


La llegada de las ideas internacionalistas a España, al calor de la Revolución de 1868, hizo desarrollar en el campo andaluz un importante movimiento obrero donde el anarquismo tuvo mucha influencia. Con flujos y reflujos en su organización, los jornaleros andaluces vieron en las ideas anarquistas una salida a su penosa situación y una posibilidad de conseguir un reparto más justo de la riqueza que la propiedad terrateniente le impedía.
            Sin embargo, a pesar de que ese movimiento obrero fue fluctuante, siempre tuvo mucha presencia y el Estado se decidió a ponerle fin de cualquier de la maneras. En ese contexto fue cuando se produjeron los sucesos de la Mano Negra, una pretendida organización anarquista que quería acabar con el gobierno y con los propietarios agrarios. Andalucía siempre había sido protagonista de las luchas campesinas en el siglo XIX, pero el carácter de las actuaciones de la Mano Negra era distinta a la que se había desarrollado en otros momentos históricos.
            En un contexto de debate del anarquismo y de su organización, entre aquellos, mayoritarios, que pretendían impulsar una poderosa organización obrera representada por la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) se alzaban otros que creían más en la organización de pequeñas estructuras y de una vía insurreccional. Esos debates teóricos y organizativos fueron aprovechado por unas autoridades deseosas de acabar con la fuerza, influencia y vigorosidad del movimiento obrero.
            A partir de finales de 1882, la prensa y las autoridades comenzaron a propalar las noticias de la existencia de sociedades secretas que pretendían subvertir el orden establecido. Y detrás de esas organizaciones secretas se encontraba el movimiento obrero.
            A la movilización jornalera y las detenciones, le siguieron una serie de hechos criminales como la muerte de los venteros Núñez, reconocidos confidentes policiales, el crimen de la Venta de Empalme y el crimen del Cortijo de La Parrilla. En este último, se produjo el supuesto asesinato de Bartolomé Gago Campos, conocido como el Blanco de Benaocaz, que se le suponía había participado de las sociedades secretas y había sido asesinado por sus propios compañeros. Y fue supuesto asesinato porque la aparición de un cadáver en avanzado estado de descomposición y al que no se le pudo efectuar la autopsia, fue tenido como la prueba del crimen. Incluso en el juicio, el padre de Bartolomé Gago aseguró haber recibido una carta de su hijo desde Barcelona, donde estaba asentado, con posterioridad a la fecha del supuesto crimen.
            La cuestión estribó en que todos estos casos sirvieron para realizar una masiva detención contra integrantes de organizaciones obreras y montar un macrojuicio contra las supuestas sociedades secretas que se saldaron con numerosas penas de muerte. La Audiencia de Jerez de la Frontera juzgó a 17 inculpados por el crimen de La Parrilla, dictando siete penas de muerte. El mayor escándalo vino cuando días después, el Tribunal Supremo revisó la sentencia y determinó que había sido suave, elevando las penas de muerte a 15. El consejo de Ministro las volvió a reducir, pero se la aplicó a un maestro, Juan Ruiz, conocido en los círculos obreristas y anarquistas de Cádiz por enseñar a leer y escribir a los hijos de los trabajadores. La sentencia fue ejecutada el 14 de junio de 1887 en la Plaza del Mercado de Cádiz.
            También fue ejecutado Juan Galán, acusado de haber asesinado al matrimonio Núñez en Trebujena. El escándalo estaba servido, tanto a nivel nacional como internacional. El movimiento obrero se veía debilitado por la fuerte represión contra sus estructuras, que diseminado, acabó por hacer desaparecer la otrora poderosa FTRE.
            Solo años después se comenzaron a aplicar indultos contra detenidos por estos supuestos y averiguar hasta que punto las autoridades habían tenido la máxima responsabilidad en los hechos.

¿Existió realmente la Mano Negra?

            Es una de las cuestiones que los historiadores se han hecho a lo largo del tiempo y las investigaciones. Para algunos como Clara E. Lida o Ángel Herrerín la Mano Negra sí existió. Para otros, como José Luis Gutiérrez Molina, solo fue un montaje policial y de las fuerzas del Estado contra el anarquismo.
            Aunque la existencia de sociedades secretas o discretas en el entorno del obrerismo fue una constante, sobre todo para mantener vivas unas estructuras en caso de persecución o represión por parte de las fuerzas del Estado, las actuaciones de la supuesta organización de la Mano Negra difería en las estrategias realizadas incluso por los sectores más insurreccionales del anarquismo. Quizá su existencia o no como entidad es lo de menos, pero donde los historiadores coinciden es que las supuestas actividades de esa organización fue el pretexto necesario para ejercer una dura política represiva con un pujante movimiento obrero, que tardará algunos lustros en recomponerse y recuperar la fuerza e influencia que había tenido. No iba a ser la primera vez en la historia del obrerismo español que se utilizase esta estrategia contra sus estructuras con la finalidad de endurecer las leyes que reprimiesen y limitasen las actuaciones del movimiento obrero.
            A pesar de la desaparición de la FTRE en 1888, los libertarios siguieron articulando organizaciones que mantuviesen vigente el modelo societario. A la FTRE le sucedió la Federación de Resistencia al Capital que en 1891 pasó a denominarse Pato de Unión y Solidaridad para desembocar a inicios del siglo XX en la Federación Regional Española de Sociedades de Resistencia. También, a modo de una Alianza de la Democracia Socialista, nació en 1888 la Organización Anarquista de la Región Española (OARE), que de muy corta existencia intentó mantener unido a distintos grupos para la extensión de una efectiva propaganda libertaria. Sin embargo, esta dispersión no se iba a subsanar hasta la fundación y desarrollo de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en todo el territorio español a partir de 1910.
            Aun así, lo sucesos de la Mano Negra se mantuvieron indelebles en la mentalidad del obrerismo español.