jueves, 7 de junio de 2018

TIEMPO DE REVOLUCIÓN. El trienio bolchevique en España

Artículo-reseña aparecido en el número 317 de Mundo Obrero, con motivo de la publicación del libro Andaluces levantados. El Trienio Bolchevique andaluz. Córdoba (1918-1920) de Miguel Ángel Peña Muñoz.


La historia no es tan rígida y tan homogénea como muchas veces se presenta. De haber sido así estaría hablando de entes monolíticos que poco tendrían que ver con la realidad. La historia es porosa, llena de recovecos y de lecturas, conformadas por multitud de personajes y movimientos de frontera. Además está interconectada, pues nada tiene explicación completa si no se contextualiza.
            Uno de esos periodos que marcó la historia de España fue el llamado “Trienio Bolchevique” (que en España tuvo más de anarquista), de suma importancia en el campo andaluz donde realmente se desarrolló. Un periodo que recibe ese nombre y no es de forma baladí, pues de telón de fondo está la Revolución rusa de 1917 que ha tumbado al zarismo y ha comenzado, a la altura noviembre de 1917, una experiencia socialista sin parangón en la humanidad (con el antecedente de la Comuna de París de 1871). Pero además se une a un periodo conflictividad social en España, por la escasez y carestía que acechaba a la clase obrera y que fue el acicate para su movilización. Sin ir más lejos, en ese periodo se produjo la trascendental huelga de la Canadiense en Barcelona, impulsada por la CNT, y que sirvió para que, por primera vez en la historia de España, se aprobase por decreto las 8 horas de trabajo.
            Andalucía, con una estructura básicamente agraria, fueron los campesinos y los artesanos de oficio los que protagonizaron durante tres años un periodo de movilización.
            El libro que se nos presenta rescata esa conflictividad en un espacio geográfico concreto: la provincia de Córdoba. Y la aparición de esta obra no ha podido ser más acertada, pues estamos en pleno centenario del inicio de ese periodo. El profesor e historiador Miguel Ángel Peña Muñoz nos ofrece un recorrido pormenorizado de los sucesos acaecidos en Córdoba entre 1918 y 1920. Y lo hace siguiendo un esquema clásico de trabajo: presentación del conflicto, contextualización del conflicto, protagonistas del conflicto y desarrollo del conflicto. Además, valiéndose y siguiendo el mismo esquema de uno de los libros que marcó la investigación del obrerismo en España: Historia de las agitaciones campesinas andaluzas de Juan Díaz de Moral. Además estos dos cordobeses lo hacen de la misma manera: contextualización española y andaluza y desarrollo en Córdoba.
            La estructura y contenido del libro son de enorme trascendencia, pues como dice el autor, sin este proceso sería imposible entender el desarrollo posterior de la historia de Andalucía. De la obra de Peña Muñoz destacaría dos cosas fundamentales, entre muchas otras. La primera es una estructura de libro dinámica y bien traída, con guiños constantes a dos himnos, ya desde el propio título de la obra: La Internacional (el poema nacido de las barricadas de la Comuna por Eugène Pottier) y el Himno de Andalucía (compuesto por Blas Infante). En segundo lugar hay que reseñar que el autor del libro es profesor de secundaria, y eso es algo que se nota en la escritura, pues ha dado al libro una dimensión didáctica y divulgativa que sirve a eruditos y profanos. Lo aleja del frío academicismo y es algo, que en muchas circunstancias, hay que agradecer.
            Con un contenido que no defrauda, una estructura magnífica y una pluma ágil y clara, estamos ante una obra de obligada lectura, no solo porque sea un centenario sino porque también es tiempo de aprender.

lunes, 4 de junio de 2018

La Idea en Ricardo Mella

Artículo publicado en la edición digital de El Salto diario con motivo de la publicación del cómic Ricardo Mella. El hombre nuevo

Muchas son las figuras que jalonan la historia del anarquismo español, siendo como fue nuestro país bases de las ideas libertarias y cuyos principios se mantuvieron mayoritarios entre los trabajadores hasta muy avanzada la dictadura franquista. Solo una represión de carácter inquisitorial como la que Franco implantó en España pudo hacer disminuir en número los efectivos del anarquismo, no así las ideas que se mantuvieron y mantienen no solo en las organizaciones que sobrevivieron a la dictadura sino en innumerables rincones de la sociedad.
            Sin embargo uno de los grandes triunfos que tiene en su haber el franquismo es haber sepultado bajo la represión no miles de cuerpos de derrotados en la Guerra Civil sino la memoria de muchos de ellos que en muchos lugares se han convertido en grandes desconocidos. Aquí estaría el caso de Ricardo Mella Cea, aunque quizá deberíamos de matizar esta aseveración. Puede que a nivel general casi nadie recuerde que fue Ricardo Mella, pues no aparece en los libros de texto que los alumnos estudian en los institutos y hace falta profundizar en muchos aspectos de la Historia de España en las facultades para que pueda aparecer. Sin embargo en su Vigo natal si que le recuerdan con cariño. No solo por sus ideas, porque Mella nunca ocultó su militancia y compromiso anarquista, sino por las importantes obras públicas que impulsó, como por ejemplo la red de tranvías de la ciudad.
            Un ejercicio de memoria histórica nunca viene mal para recuperar este tipo de figuras, y hace pocas fechas José Trigo y el dibujando Ramón Trigo han rescatado su figura a través de una novela gráfica (cómic) de alto valor, no solo artístico y documental sino también histórico. Ricardo Mella. El hombre nuevo es un texto de algo más de 100 páginas que rescata la figura del anarquista vigués poniéndola en relación con los datos generales de la historia del anarquismo. Un acierto de los autores y de todos aquellos que fueron mecenas del crowfounding con el que ha sido posible este texto.
            Pero a tenor de este cómic, merece la pena rescatar quien fue Ricardo Mella para que el público pueda ubicarlo y conocer de cerca lo que fue su obra.

Una vida por el anarquismo

            Ricardo Mella, que había nacido en 1861 en Vigo, comenzó como muchos otros anarquistas a militar primeramente en las filas del republicanismo federal antes de dar el salto al obrerismo libertario. La diferencia de Mella con otros contemporáneos de su época parten del acceso que el vigués tuvo a los estudios, conformando una intelectualidad del anarquismo en la línea de la familia Urales (Juan Montseny y Teresa Mañé) o los proyectos que Ferrer Guardia estaban pergeñando en la época. Y es que Mella no solo fue un militante sino que fue un teórico. Quizá el mejor que tuvo en el anarquismo en aquella época junto a Fernando Tarrida de Mármol y otros. Esa vehemencia en las ideas se vio desde muy temprano, cuando en su contacto con Serrano Oteiza comenzó a colaborar en Madrid en la Revista Social, donde polemizó con republicanos y socialistas y donde realizó una defensa enconada contra el juicio que se había montado contra el anarquismo por los sucesos de La Mano Negra en Andalucía. Mella, que posteriormente residió durante en Sevilla, conocía bien las luchas del campo andaluz así como las miserias que atenazaban a sus clases jornaleras. Así lo expresaba:

La tierra andaluza es la tierra de la libertad. Desde el año 1812, fecha de la proclamación en Cádiz de la Constitución española, hasta el día, el pueblo andaluz, el pueblo que trabaja y paga no ha negado ni una sola vez en su sangre y su vida a todo movimiento a favor del progreso de las ideas y de las instituciones. Pero la tierra andaluza es también la tierra del despotismo gubernamental y capitalista, es la tierra de la mayor riqueza y de la mayor miseria, y pobres y ricos viven una tensión nerviosa que les conduce frecuentemente a la más brutal tiranía de un lado y a la sedición constante del otro.

            Mella no solo fue un analista de su entorno sino que en contacto con las sociedades obreras de la época optó por las tendencias colectivistas en el seno del anarquismo, defendieron el bakuninismo, frente a otras doctrinas de la época que como el comunismo o el individualismo, dirimían debates internos en el anarquismo. Sin embargo, aunque colectivista, Mella tampoco fue un entusiasta de estos debates pues creía, quizá en la propia línea de Tarrida de Mármol y su “anarquismo sin adjetivos”, por un entendimiento entre corrientes que priorizase la lucha contra las injusticias.
            A Mella se debe uno de los primeros compendios de los sucesos de Chicago de 1886, que llevó a los trabajadores de dicha ciudad estadounidense a pedir la jornada de 8 horas de trabajo y en medio de las luchas se encontraron con una reacción por parte de los rompehuelgas que llevó a varios de ellos a la horca.
            Igualmente, Mella realizó todo un compendio ideológico de crítica contra el sistema parlamentario y electoral en su obra La ley del número, convertida desde entonces (junto a algunas obras de Malatesta) en las bases sólidas del antiparlamentarismo y antielectorialismo de los anarquistas. También, por esas fechas, polemizó con Cesare Lombroso, conocido criminalista de la época, que había desarrollado una serie de teorías de cómo eran los “terroristas anarquistas” por aspecto y patología. Mella, en su magnífico Lombroso y los anarquistas, desmontó punto por punto todas las teorías lombrosianas, calificándolas de completamente “acientíficas”.
            Tampoco olvidó el anarquista gallego la importancia que la educación tenía en la conformación de un hombre nuevo. Por ello debatió con otros pedagogos de la época como Ferrer Guardia. Para Mella el propio proyecto de la Escuela Moderna, aunque con valores y con inmejorables avances, caía en contradicciones, optando por la llamada “escuela neutra”, donde ningún tipo de dogma o ideología debía interferir en la formación del alumnado, así como incluso la abolición de las jerarquías profesor-alumno. Todo un compendio de modelo educativo que en el futuro será determinante dentro los debates pedagógicos del anarquismo. Su Cuestión de enseñanza fue uno de los libros más populares en los entornos libertarios, aunque no fuese la opción favorita de los anarquistas españoles en sus desarrollos pedagógicos.
            Todas sus contribuciones le ponen a la cabeza de los pensadores anarquistas españoles. No olvidó Mella la posibilidad de plantear alternativas en lo que venía a ser un nuevo género literario como la utopía. En su Nueva utopía, desarrolló un acabado modelo de sociedad perfecta donde no olvidó ningún detalle (político, económico, social, cultural, urbanístico, etc.) haciendo un guiño a su Galicia natal para poner allí la sociedad ideal.
            También gracias a las traducciones que hizo de personajes como Bakunin, Malatesta o Kropotkin, las ideas de estos pensadores también se dieron a conocer en los círculos obreristas. Los conocimientos que Mella tenía del inglés, francés e italiano le posibilitaron tal posibilidad.
            Las aportaciones de Mella al campo teórico del anarquismo son innumerables. Desde la defensa del colectivismo hasta la crítica a la idea de la ley de mayorías como sinónimo de buen gobierno. Desde la educación neutra como muestra de impulso renovador pedagógico hasta la coacción moral para la conformación de las sociedades alejado del espíritu del pacto social que había legado Hobbes o Rousseau. Además, Mella, por las distintas zonas donde vivió, fue un impulsor del anarquismo en el mismo. A él se debe gran parte la conformación del movimiento anarquista gallego y, sobre todo, Asturiano, donde influirá en personalidades de renombre en el futuro como Eleuterio Quintanilla. Además fue el valedor de otros personajes que marcaron la historia del sindicalismo revolucionario de inicios de siglo XX como fue José Prat. Aunque Mella no fue un entusiasta de la CNT en su nacimiento en 1910 siempre vio con buenos ojos la existencia de una organización sindical a nivel nacional que articulase la lucha de los trabajadores.
            Tampoco fue un personaje exento de polémicas. Mella se posicionó a favor del “Manifiesto de los 16, firmado por Kropotkin o Malato entre otros, donde este grupo de anarquistas consideraba que en los combates entablados durante la Primera Guerra Mundial el bando menos malo era la Entente, donde estaba Francia, cuna de la civilización y patria por antonomasia del socialismo. De vencer los ejércitos centrales el retroceso de los trabajadores y de la humanidad sería irreversible. En este caso Mella se quedó prácticamente solo en España, pues la mayoría del movimiento obrero libertario se posicionó con las tesis pacifistas y contra la guerra, que tuvieron en personajes como Malatesta a sus más destacados defensores. En España solo el titubeo de la familia Urales y la posición firme “aliadófila” de Mella rompieron esa posición. No participó, por lo tanto, en el Congreso por la Paz de Ferrol de 1915, que más que hablar sobre la Guerra Mundial, se abordó la cuestión de la reconstrucción de la CNT, que había sido puesta fuera de la legalidad en 1911 y había vuelto a aparecer con más impulso y potencia en 1914. Un congreso que se tornó en fracaso en sus proposiciones pacifistas originarias por la escasa posibilidad que tuvieron los delegados de llegar hasta el lejano Ferrol en muchos casos.
            Por último habría que hablar de la importancia que Mella tuvo para el desarrollo de la obra pública en muchos rincones del país. A él se debe el desarrollo del tendido ferroviario de Asturias o de los tranvías de Vigo, cuestión que le valió el reconocimiento oficial de mucha gente, incluso de ideas políticas opuestas.
            Cuando el 7 de agosto de 1925 fallecía en la ciudad de Vigo, decían los trabajadores que “hasta los tranvías están tristes esta mañana”, convirtiéndose su entierro en una enorme manifestación.

Coda

            La importancia de Ricardo Mella no se circunscribió solo a los años de su vida. Su obra fue uno de los pilares básicos de los anarquista españoles y su figura una de las más reconocidas. Además, su hija Urania Mella se convirtió en continuadora de la obra y militante de su padre, participando activamente en el movimiento obrero vigués y siendo una de las más destacadas resistentes al golpe de Estado de julio de 1936. Condenada a muerte, su sentencia fue conmutada por 30 años (no así su marido que fue ejecutado). Salió de la cárcel y se alejó de Galicia, aunque volvió en los años 40 y solo encontró el desprecio de su entorno hasta que falleció de un tumor cerebral en 1945.
            Hoy la ciudad de Vigo recuerda a Mella de muchas maneras. Una avenida lleva su nombre en la ciudad y en el cementerio de la misma existe un mausoleo a su persona. La obra de José y Ramón Trigo hace justicia con este pensador anarquista.