viernes, 18 de diciembre de 2020

FUTBOL Y MOVIMIENTO OBRERO. RESEÑA DE UN LIBRO PARA LEER EN VERANO

 


Artículo publicado en el diario digital El Obrero

Puede parecer una relación imposible y sin embargo es un binomio que va unido. Incluso en muchas etapas de la historia puede ser difícil desgajar el deporte del movimiento obrero. Aquí nos vamos a centrar más en el fútbol, un deporte amado por millones de personas y denostado por otros tantos. Es evidente, que unir determinados conceptos a veces se antoja complicado, más teniendo en cuenta que el mundo del fútbol no deja de ser un negocio donde se mueve miles y miles de millones: el concepto de la mercantilización del deporte. Sin embargo, lejos del negocio que para algunos se ha convertido, el deporte no deja de ser deporte. Una actividad física de enorme importancia. Es más, en el caso del fútbol, ya solo su concepción de deporte de equipo hace que la cooperación entre los jugadores sea parte esencial de la finalidad de este. Conjuntar a once jugadores (o siete o cinco, si hablamos de las variantes de Futbol 7 o Futbol Sala) es un ejercicio de juego de equipo realmente importante. Pero también de valores, de apoyo mutuo entre los jugadores, de entendimiento humano entre las personas que componen el equipo.

                No es el objeto de este pequeño texto reivindicar los valores cooperativos del fútbol. Para lo amantes de este deporte su historia es igual de importante y esconde muchas cuestiones que son desconocidas para el gran público, sean aficionados o no. Recientemente, la editorial Los libros de la Catarata ha publicado un libro con el título Fútbol y anarquismo, escrito por Miguel Fernández Ubiría, con prólogo de Carlos Taibo y epílogo del exfutbolista Ángel Cappa. Tengo que reconocer, que como aficionado al fútbol y socio-seguidor de unos de los equipos de este país, este título no podía pasar desapercibido en mi biblioteca. Además, se viene a unir a una lista de libros sobre estos temas que, algunos más clásicos y otros más recientes, colocan al fútbol como un eje vertebrador de las ideas revolucionarias y de izquierdas. Así, a bote pronto, podíamos citar el libro de Eduardo Galeano El fútbol a sol y sombra o el más reciente de Quique Peinado Futbolistas de izquierdas, donde recupera unas caras del fútbol poco conocidas. Podíamos destacar también el interesante trabajo del historiador Alejandro Quiroga con el título Goles y banderas. Fútbol e identidades nacionales en España. No son los únicos. En breve verá la luz un libro que promete ser muy interesante: Venidos del frío de Manuel Vega y Francisco Herranz que analizará distintas generaciones de futbolistas de la URSS.

                No es el propósito aquí hacer un estado de la cuestión, que tiene multitud de libros que trabajan estos temas, sino centrarnos un poco en el libro de Fernández Ubiría y destacar sus virtudes. Yo tengo que reconocer que muchas de las cosas que el autor nos cuenta en el libro las conocía. Unir dos de mis pasiones como es el fútbol y la investigación del movimiento anarquista te lleva a estas cosas. Pero leyendo las páginas del libro te das cuenta de que este libro está escrito para los profanos, para aquellos que aun gustándoles el fútbol (quizá la gente más joven) no conoce estas historias. O, incluso, para aquellos que son enormemente críticos con la práctica de este deporte desconoce historias de interés de equipos que marcaron una época o que la siguen marcando.

                El libro tiene una estructura precisa y concreta. Los orígenes del fútbol, donde el autor con muy buen criterio y con conocimiento de causa (se nota que es buen aficionado a este deporte) nos indica como se populariza un deporte que no nació como tal. Posteriormente, lo que hace es un recorrido histórico por los distintos países donde ha localizado equipos que se pueden incluir dentro de la categoría de “anarquistas” por su origen o por su estructura. Por estas páginas desfilan el Argentinos Juniors, cuyo primer nombre fue Mártires de Chicago, el Basáñez de Uruguay, el RNK Split (muy buena apreciación del autor, pues hay un error constante de confundir este equipo con el Hadjuk Split), el Red Start de París, etc. Luego incluye también una categoría de equipos que sin ser anarquistas o tener orígenes anarquistas, sí que tiene una estructura interna diferente o una masa social crítica con el modelo social capitalista. Aquí estaría el afamado Sankt Pauli de Hamburgo (recomiendo aquí la lectura del libro de Carles Viñas y Nacho Parra sobre este equipo), por su fuerte vinculación antifascista y contra la homofobia, el Corinthians Paulista que a través de personajes como Sócrates introdujo la llamada “democracia corinthiana”, el Rayo Vallecano de Madrid por el fuerte compromiso de su afición con las causas sociales en el barrio y en general o, históricamente, el Júpiter Fútbol Club de Barcelona, del que se tiene constancia de la afición que a él tenía libertarios como Buenaventura Durruti. Son diversos equipos de Alemania, Argentina, Chile, Brasil, España, Croacia, Inglaterra, etc., los que desfilan por este interesante texto.

                Resaltaré aun más. Me ha gustado mucho el capítulo dedicado al futbol alternativo y futbol popular, que en los últimos años nos esta completando un mapa del aficionado a este deporte que nos indica que las cosas en el futbol se pueden hacer de otra manera. Por la cercanía, me ha gustado mucho la cita al Atlético Club de Socios o la existencia de otras experiencias, que no dejan de ser famosas, como FC United of Manchester. También equipos de accionariado popular como es el caso del AFC Wimblendon. También que rescate que no solo existe las ligas nacionales, la Champions League, la Europa League o la Copa Libertadores. Muchos de estos equipos han estructurado sus propias ligas e, incluso, campeonatos internacionales. Otros participan de las ligas oficiales de sus distintas federaciones solo que su funcionamiento es muy distinto. Pero lo que si hay cada vez más son aficionados que acuden a los estadios con una bufanda de su equipo y otra con los colores verde y amarillo, símbolo de la lucha contra las sociedades anónimas.

                Quizá, como toda reseña de un libro, podríamos poner algunos matices al libro. El primero el título pues quizá el anarquismo está a lo largo del libro mezclado con otras iniciativas. Resalta muy bien la importancia del movimiento anarquista en la fundación de muchos equipos de futbol pero no todos los equipos de futbol que aparecen en el libro son de origen anarquista. Sería una apreciación. Por otra parte, si destacar que quizá hay una cosa que no se ha incidido en todos los casos o se podía haber tocado en otros. Es la cuestión de la masa social. Históricamente (y actualmente también), ha habido equipos cuyas directivas tenían una concepción de este y, sin embargo, su afición y masa social era diametralmente opuesta. El caso de Rayo Vallecano es más que paradigmático. Pero históricamente también ha existido. Recuerdo que cuando hacía mi tesis doctoral localicé numerosos carnés de la UGT y de la CNT madrileña y junto a ellos carné de socios del Atlético de Madrid. No dejaba de ser el club colchonero un equipo de Cuatro Caminos, barrio obrero por excelencia donde la fuerza sindical era importante. Pero es que esos trabajadores, junto a su militancia, eran aficionados al futbol, y el Atlético no dejaba de ser el equipo del barrio. Esto es algo por investigar, al igual que las directivas republicanas que tuvo el Madrid FC (el actual Real Madrid), con personajes como Rafael Sánchez-Guerra o Antonio Ortega. Es verdad, que el final de la Guerra Civil y la victoria de las fuerzas franquistas demolieron estas cuestiones y el rol de estos equipos cambió por completo.

                Son puntualizaciones que no empañan un gran trabajo. Hay que felicitar a Miguel Fernández Ubiría por haber recopilado este buen montón de equipos de futbol que nos indica que las cosas se pueden hacer de otra manera. Hay agradecer al autor el esfuerzo de plasmación de unos equipos y sus orígenes, muchos de ellos desconocidos para el gran público. Si tiene oportunidad no dejen de leer esta magnífica obra. Los aficionados al fútbol estamos de enhorabuena con ella.


jueves, 5 de noviembre de 2020

JOSE NEGRE, EL PRIMER SECRETARIO DE LA CNT


Artículo publicado en El Obrero

Los días 30 y 31 de octubre y 1 de noviembre de 1910, se celebró en Barcelona un congreso obrero nacional que dio como resultado la fundación de la Confederación Nacional del Trabajo. A pesar de que Solidaridad Obrera, un sindicato revolucionario nacido en 1907, tenía una implantación en Cataluña, la reclamación de otros sectores del obrerismo en España apuntaba a la necesidad de un sindicato que abarcase todo el país. La Semana Trágica de Barcelona frenó la celebración de un comicio nacional que se celebró con un año de retraso. Aquel congreso, que reunió a sectores del socialismo, del anarquismo y del sindicalismo revolucionario, sirvió para sentar las bases de una organización que bajo los parámetros sindicalistas revolucionarios y la inspiración del anarquismo, conformara una entidad que buscaban desde la desaparición de la FTRE a finales del siglo XIX.

                El abuelo del anarquismo, Anselmo Lorenzo, dirigió estas palabras al congreso que se celebraba en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona:

“Ante vosotros, el libro de la historia presenta una página en blanco. Preparaos a llenarlo con honra para vosotros, con provecho para todos, presentes y futuros.”.

                De entre aquellos asistentes al congreso, hay que destacar la presencia de José Negre, entonces secretario general de Solidaridad Obrera y elegido en aquel comicio como primer secretario general de la CNT.

                José Negre había nacido en Ludientes, un pequeño pueblo de la provincia de Castellón, el 13 de mayo de 1875. Tipógrafo de profesión, periodista y gran orador, Negre fue uno de los impulsores del obrerismo barcelonés en los primeros años del siglo XX, donde había emigrado por cuestiones laborales.

                Los ecos que llegaban de Francia por el sindicalismo revolucionario de finales del siglo XIX, y las aportaciones doctrinales que al modelo societario introducían en España personajes de la talla de José Prat o Anselmo Lorenzo, convencieron a un Negre que comenzó a destacar como militante y como orador.

                Negre vivió uno de los periodos clave para entender el avance del sindicalismo en Barcelona y como se convertiría en una espoleta para el resto del país. Su actividad sindical fue fundamental en la fundación de Solidaridad Obrera en 1907, así como la pugna que mostró contra la influencia que comenzaba a ejercer en el proletariado barcelonés y catalán por una parte el lerrouxismo y por otra el catalanismo. El nacimiento de Solidaridad Obrera coincide en prácticamente en tiempo con la expansión del catalanismo conservador, representado por la Lliga, y el nacimiento de la Solidaritat Catalana (que data de 1906) al calor de las consecuencias del asalto a Cu-Cut! y de la aprobación de la Ley de Jurisdicciones, y la fundación del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, “el Emperador del Paralelo”. Ambas fuerzas rivalizaron los espacios de sociabilidad del obrerismo, donde Solidaridad Obrera fue más influyente. Negre tenía claro que la lucha de los trabajadores estaba por encima de la cuestión nacional catalanista y de la demagogia lerrouxista.

                En el año 1908, se desató un conflicto entre los sindicalistas de Solidaridad Obrera y el periódico lerrouxista El Progreso, dirigido por Emiliano Iglesias. José Negre dejaba en sus memorias esta impronta del conflicto entre radicales y sindicalistas:

“Minorías que no se acobardaron en ningún momento a pesar de tener que hacer frente a la vez a la burguesía, a las autoridades que las perseguían y atropellaban sin descanso y sin consideración alguna, al partido lerrouxista encastillado sagaz e hipócritamente en las mismas sociedades obreras, partido que tenía la pretensión de apoderarse de la Federación Local de Solidaridad Obrera y que afirmó por boca del pirata de la política Emiliano Iglesias que, o la Federación Obrera se domiciliaba en la Casa del Pueblo, o desaparecería, y a pesar de ser el dicho partido literalmente árbitro de Barcelona, teniendo a todas las autoridades a su disposición, contar con la adhesión de una masa de 60000 votantes y con un periódico con un tiraje de los mayores en aquellos años, fue derrotado estrepitosamente después de la ruda y enconada lucha por una Federación Obrera que a lo sumo reunía una masa de 15 a 20000 federados y un semanario de unos 3000 ejemplares como todo tiraje”

                El conflicto hizo crecer en influencia a Solidaridad Obrera donde ya destacaba Negre. Al frente de los tipógrafos de Barcelona, Negre se convirtió en una referencia para el sindicalismo revolucionario y por ello fue elegido secretario general de Solidaridad Obrera.

                Sus visiones de la Semana Trágica de Barcelona también son paradigmáticas a la hora de analizar el momento, sobre todo por la represión ejercida contra los sindicalistas y revolucionarios:

“Una vez que fueron desalojadas las barricadas por los revolucionarios, abandonadas o escondidas las armas por los obreros, la ciudad quedó en posesión de las autoridades y de los pacos, quienes desde los campanarios de las iglesias y otros establecimientos religiosos de las iglesias tenían en tensión los nervios del vecindario con sus continuos disparos, disparos que no tenían otra finalidad que hacer creer a este que los autores de estos disparos no eran otros que los revolucionarios, y que fuesen tenidos como enemigos irreconciliables de la tranquilidad pública, y por lo tanto, dispuestos a impedir que se restableciera la normalidad, y que reaccionando contra ellos toda la opinión, dejara a los victimarios las manos libres para llevar a cabo impunemente la feroz y salvaje represión que se proponía para vengarse de los miedos y terrores pasados durante los días en que los obreros batieron bravamente el cobre en las barricadas.”

                El momento cumbre de Negre vino cuando meses después de aquellos sucesos, fue uno de los impulsares del Congreso de Bellas Artes que dio origen a la fundación de la CNT. Él era consciente de la necesidad que el obrerismo español tenía de una organización a nivel general que planteándose un modelo sindicalista revolucionario y alimentándose de una ideología y organización anarquista, tuviese una alternativa a la UGT. Un congreso lleno de contenido que finalizó con la aprobación de esa necesidad a cuyo frente se puso José Negre.

                Negre tenía dos cuestiones claras en mente. La primera era, que a pesar del nacimiento de la CNT, el objetivo era trabajar por la unidad del proletariado español en un solo organismo obrero, que llevase a la unión de ambas centrales sindicales en una sola. Una posición compartida por la mayoría de los sindicalistas revolucionarios en el mundo.

                Por otra parte, para Negre la formación sindical e ideológica del proletariado era fundamental. Y esta no se podía llevar solo exclusivamente en los sindicatos, sino en el desarrollo de entidades independientes que sirvieran para gestionar debates de calado entre los obreros. Por su impulso se desarrolló en Barcelona en 1909 el Ateneo Sindicalista, entidad base para esos debates. Un modelo de organización que fue repetido en otros lugares como Madrid, Gijón o Ferrol, y que fueron base embrionaria del desarrollo de la CNT en esas zonas.

                Además, Negre pertenecía a aquella generación de sindicalistas y anarquistas que creían en la organización puramente obrera, intentando a alejar a los trabajadores de modelos individualistas o minoritarios basados en una violencia que dio nulos resultados.

                Negre fue representante obrero en numerosos congresos posteriores, así como participante en la fundación de entidades como el Ateneo Sindicalista de Baracaldo. Igualmente, participó como representante español en congresos sindicalistas internacionales. Tuvo una participación activa en la clandestinidad entre 1911 y 1914, manteniéndose con posterioridad en la redacción de Solidaridad Obrera.

                Sin embargo, a pesar de la enorme influencia de Negre en aquellos años, de participar activamente en la creación de secciones como las del sector ferroviario o de visitar varias veces la prisión por su actividad sindical, en los años de la crisis de la Restauración se fue alejando de la primera línea. Sus debates con sindicalistas como Salvador Seguí o Manuel Buenacasa lo eclipsaron.

                Hubo que esperar hasta 1936 para ver nuevamente a Negre activo, si bien nunca abandonó la causa sindicalista. De los años de la crisis de la Restauración destacó su pequeña obra ¿Qué es el sindicalismo?, aunque sus textos más representativos fueron Recuerdos de un viejo militante publicado en 1936 y ¿Qué es el colectivismo anarquista? de 1937.

                La llegada de las tropas franquistas a Cataluña le hace huir, siendo ya mayor, a la frontera francesa. En Francia fue recluido en un campo de concentración falleciendo en diciembre de 1939 en el campo de Argelès-sur-Mer. Triste final para uno de los exponentes más importantes del obrerismo que hoy es apenas conocido.

lunes, 17 de agosto de 2020

Un sindicalista llamado Juan Peiró

 

Artículo publicado en el periódico digital El Obrero

El 24 de julio de 1942 era fusilado en Paterna Juan Peiró Belis. Sindicalista de la CNT, obrero vidriero, impulsor del cooperativismo y uno de los escritores más vehementes del campo del obrerismo español del primer tercio del siglo XX. ¿Su delito? Haber militando en la CNT, haber defendido la causa de los trabajadores, haber sido Ministro de Industria en el gobierno de Largo Caballero y haberse negado de forma rotunda a colaborar con los sindicatos verticales franquistas.

                Juan Peiró había nacido en Barcelona, el barrio obrero de Hostafrancs, en 1887 y desde muy pronto, siendo un niño, trabajó en el sector del vidrio. Analfabeto, por la imposibilidad de ir a la escuela, aprendió a leer y escribir de forma autodidacta y, desde muy temprano, se vinculó al movimiento obrero de su sector laboral.

                Su vinculación a la CNT se remonta al año 1915, cuando el organismo sindical ha logrado reestructurarse tras un periodo de ilegalidad. En ese tiempo se convierte en el principal organizador de la Sociedad de Obreros del Vidrio y de la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros siendo también el creador del periódico La Colmena Obrera y El Vidrio.

                La actividad sindical de Peiró sería crucial en la llamada crisis de la Restauración, con una actividad participación sindical en las diferentes huelgas que se van a desarrollar en España. Fuerte defensor de las Federaciones Nacionales de Industria que no se aprobaron en 1919 pero si en 1931, Peiró se convertiría en uno de los sindicalistas de más prestigio en España, al alcanzar la secretaria general del Comité Nacional de la CNT y participar en numerosos actos a lo largo de la geografía española.

                Con la dictadura de Primo de Rivera su actividad no decayó, aunque fuese en le plano clandestino. Además, en ese tiempo creará en Mataró una cooperativa de producción del vidrio, lo que hizo de Peiró uno de los principales defensores del cooperativismo como medio de producción. Estos aspectos del cooperativismo han sido trabajados por el historiador Miguel Garau Rolandi en su obra Joan Peiró i Belis.

                Fue durante esta época cuando se forjó un Peiró anarcosindicalista, que a través de artículos y escritos fue perfilando una forma de organización sindical coherente. En textos como Trayectoria de la CNT o Problemas del sindicalismo y del anarquismo, Peiró defendió la necesidad de articular un sindicalismo de acción directa, donde los trabajadores tuvieran una participación real en la construcción del sindicato y en la resolución de sus conflictos laborales. El sindicato tenia que ser la pieza de lucha contra la explotación de la sociedad capitalista pero también la base de la reconstrucción para una sociedad socialista. Por eso Peiró debatió y polemizó con marxistas como Maurín o con otros sindicalistas como Pestaña. Respecto a los primeros, Peiró rechazaba la idea de control de los partidos políticos sobre el sindicalismo y con el segundo, la idea de que el sindicato era un organismo aséptico de los trabajadores. Para Peiró el medio era la acción directa, bebiendo de la tradición del sindicalismo revolucionario, pero la finalidad era el anarquismo. Un sindicato vacío de contenido ideológico no podría sustituir al Estado, y esa coherencia ideológica solo se la daba el anarquismo.

                Sin embargo, Peiró va a polemizar también con otros anarquistas, sobre todo en el periodo de la Segunda República. Para Peiró la revolución social y el establecimiento de la sociedad comunista libertaria tiene que ir precedido de un importante trabajo de formación dentro de los sindicatos. Para Peiró la revolución no tiene que ir precedida de un acto de fuerza sino de una salida a las condiciones económicas del momento. Por ello el poder del sindicalismo se tiene que dejar sentir en las fábricas y los centros de trabajo, donde los trabajadores tendrán las herramientas suficientes para poder hacerse con el control de la producción. Ahí radica la verdadera revolución para Peiró. Por ello, un marco de libertades democráticas era fundamental para poder desarrollar esos criterios, algo que la dictadura no podía dar. Además, en su concepto de evolución revolucionaria, Peiró abarcaba la posibilidad de un estadio intermedio, que el denominaba República social federal, defendiendo la necesidad de la Alianza Obrera y los pactos sindicales y revolucionarios con la UGT.

                Con la proclamación de la Republica, en el Congreso de 1931 fue uno de los mayores defensores de la plataforma reivindicativa de la CNT y de la aprobación de la Federaciones Nacionales de Industria. Fue entonces elegido director de Solidaridad Obrera, el principal órgano de expresión de la CNT.

Aunque su posición era la de la CNT, en los años republicanos los enfrentamientos internos llevaron a Peiró a firmar el Manifiesto de los Treinta en agosto de 1931 y un tiempo después a pasar a engrosar los sindicatos de oposición en la llamada Federación Sindicalista Libertaria. A diferencia de Pestaña, la idea de Peiró no solo era retornar a la CNT sino la construcción de un poderoso sindicalismo. Por ello criticó duramente la fundación del Partido Sindicalista en 1934. Los debates que quedaron resueltos en el Congreso de Zaragoza de 1936, con la vuelta de los sindicatos de oposición y la adopción de muchos de los presupuestos de Peiró en la CNT.

                El inicio de la Guerra Civil conforma a un Peiró partidario de ganar la guerra a toda costa, con un mando único. Sin renunciar a las medidas revolucionarias, para Peiró lo prioritario era vencer a los sublevados ya que estos pretendían un modelo diametralmente opuesto al defendido por el anarcosindicalismo. Por ello fue también un firme partidario de la alianza con la UGT y de la presencia de la CNT en el gobierno de la República. En este aspecto Peiró fue uno de los cuatro ministros que hubo de la CNT en el gobierno de Francisco Largo Caballero. Ocupó la cartera de Industria, y muchas de las cuestiones que había defendido durante su vida de militante intentó ponerlas en practica en aquellos momentos. El objetivo de Peiró fue crear un organismo que unificase la producción según el ramo, donde los sindicatos se verían reforzados al frente de la gestión de la industria e implantado una socialización de la economía frente a la nacionalización que pretendía los comunistas y algunos otros sectores del Frente Popular. Fue un camino complicado que llevó a debates y enfrentamiento con otros integrantes del gobierno, aunque Peiró si consiguió que las decisiones de guerra se uniesen a las decisiones de la industria, así como un decreto de nacionalización de la industria petrolífera. Sus aspectos gubernamentales han sido trabajados por el historiador Juan Pablo Calero en su libro El gobierno de la anarquía y por la historiadora Dolors Marín en Ministros anarquistas.

                La crisis de 1937 puso fin a la participación de Peiró en el gobierno, y si bien mantuvo su posición durante toda la guerra, lo cierto fue que el paso del protagonismo de los sindicatos a los partidos políticos tras los sucesos de Mayo de 1937 hizo que se replantease algunas cuestiones.

                La derrota de la República significó el exilio para Peiró en Francia. En París colaboró con la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles). Pero la llegada de los nazis a Francia significó la detención de Peiró por la Gestapo. Reclamado por el gobierno español fue extraditado a España, juzgado y condenado a muerte. Peiró pudo salvar su vida, pues altos dirigentes falangistas ofrecieron a Peiró la posibilidad de colaborar con los sindicatos verticales a cambio de la conmutación de la pena. Peiró, recto en su pensamiento y sus principios rechazó cualquier proposición que procediese del fascismo.

El 24 de julio de 1942 era fusilado en Paterna y con él una de las mentes más brillantes del anarcosindicalismo español.

martes, 28 de julio de 2020

ERNST TOLLER ENTRE REVOLUCIONES

Artículo publicado en el diario digital El Obrero


Hay algunos personajes que pasan desapercibidos en la actualidad, a pesar de la importancia y trascendencia que tuvieron en su momento. El paso del tiempo, el desconocimiento y el olvido en muchas ocasiones son el peor enemigo. Sin embargo, siempre hay momentos donde diversos estudios hacen que el personaje salga a la luz, se vuelva a situar en su justa medida y sirva para reivindicarlo o recordarlo. Un ejemplo de ello para España es la figura de Ernst Toller.
                A Toller le seguía la pista desde hace mucho tiempo. La primera noticia que tuve de él fue a inicios de este siglo XXI cuando leí el libro Destructores de máquinas publicado por la editorial Alikornio. Obra interesante que toma como eje de actuación a los ludditas de inicios del siglo XIX. Sin embargo, el resto de la obra de Toller quedaba un poco oculta para el público español.
                No hace muchas fechas, y por recomendación de uno de mis libreros de referencia, me leí Una juventud en Alemania (Contraescritura, Barcelona, 2016), obra en la que Toller, a manera de autobiografía, repasa su vida desde los años de infancia, su participación en la Primera Guerra Mundial y su compromiso político con la revolución que le llevó a ser uno de los líderes de la República de Consejos de Baviera en 1919. Por sus páginas caminan personajes como Kurt Eisner o Gustav Landauer, que no dejan de ser referentes de aquel movimiento obrero que bajo el calor de la Revolución rusa vieron posible una transformación mucho más profunda en Alemania. Son nombres indelebles a la historia del obrerismo alemán, vinculados a las corrientes revolucionarias del marxismo y del anarquismo, y que por su participación en el proceso estaban a la misma altura que otros como Rosa Luxemburg o Karl Liebknecht. Este libro nos descubre una Alemania distinta, la revolucionaria, que la que estuvo en medio de un proceso revolucionario y que fracaso. Un libro que debería de leerse junto al de Stefan Zweig Un mundo de ayer, sobre todo en las páginas que reflejan el fin de los imperios alemán y austriaco tras el final de la Primera Guerra Mundial y el nacimiento de un nuevo mundo.
                Lo cierto es que cuando surge el interés por algo es fácil que vayan saliendo referencias, y muy acertadamente la editorial Comares editó el pasado año el libro de Toller Entre la II República y la Guerra Civil española, una recopilación de artículos de la estancia del revolucionario alemán en España en los orígenes de la proclamación de la República en 1932 y, posteriormente, durante la Guerra Civil española, de la que hizo campaña en su favor.
                La estancia de este socialista alemán de origen judío, que había vivido en Alemania la persecución por sus ideas revolucionarias, que habían adquirido una gran cultura que le puso a la altura en el momento de los grandes intelectuales de la época, se vio fascinado con la llegada de la República a España y quiso ver de primera mano el funcionamiento de la joven democracia española. No dejaba de ser curioso que mientras Europa se debatía en una deriva totalitaria, con la consolidación del fascismo italiano y el ascenso del nazismo alemán, en España fue el sistema democrático quien se impuso, aunque fuese cortado de súbito poco tiempo después. Además, Toller no hacía, en realidad, nada espectacular. El proceso de transformación política en España había sido objeto de atención de muchos otros periodistas e intelectuales del momento situados a la izquierda como Ilyá Ehrenburg o Mijaíl Koltsov.
                Y Toller llegó a España y vio como se desarrollaba la Republica. Se acercó a las prisiones, cosa que le interesaba por su estancia en la cárcel en Alemania, pero también se acercó al movimiento obrero. La visión que sobre el anarquismo español tenia Toller no dejaba de ser la romántica que muchos extranjeros de la época tenían y, que con el paso del tiempo, se instaló incluso en las visiones historiográficas de la misma. A pesar de la confusión que Toller trasmite sobre la importancia del anarquismo español trasluce una simpatía hacia el movimiento que ya mantenía en Alemania con el contacto que había tenido con personajes como Gustav Landauer o Erich Müsham.
                Ese periplo de Toller por la España republicana emergente se repitió durante la Guerra Civil. Como muchos periodistas e intelectuales, Toller escribió y se mostró partidario de la República. Escribió en su favor y organizó campañas para poder atraer la ayuda de países como EEUU a la causa republicana y de los refugiados. Sin un ápice de dogmatismo, Toller intentó vincular a lo que consideraba una causa justa al mayor número de personas.
                Sin embargo, el desarraigo, el fracaso y problemas personales del propio Toller le llevaron al suicidio poco después de la finalización de la Guerra Civil en 1939.
                Hay que agradecer el esfuerzo que las editoriales citadas han tenido para recuperar estas obras de Toller y ponerlas al alcance de todos. Hay que destacar el libro de Comares que con un extraordinario estudio preliminar de Ana Pérez, profesora emérita de Literatura Alemana de la UCM y que es la mejor conocedora de su figura, sitúa el personaje en su lugar.
                Si pueden no dejen de acercarse a la figura de Toller, sin duda un personaje que merece que vuelva a estar en nuestras estanterías.

martes, 14 de julio de 2020

LA TRASCENDENTAL FIGURA DE GUISEPPE FANELLI

Artículo publicado en El Obrero


Si una idea tenemos sobre la figura de Fanelli es que fue el emisario que vino a la España de 1868, en pleno apogeo de la Revolución democrática de ese año, y asentó las bases organizativas de la Asociación Internacional de los Trabajadores en nuestro país. Las páginas que Anselmo Lorenzo nos legó sobre él en El proletariado militante, resumen a la perfección este acontecimiento histórico.
                Sin embargo, la figura de Fanelli es mucho más profunda que sus aportaciones en España, aunque a nosotros esta cuestión nos toque mucho más de cerca. Guiseppe Fanelli Ribera nació en Nápoles el 13 de octubre de 1827, en el entorno de una familia republicana, creciendo al calor de los debates y acciones de la unificación italiana.  Durante las jornadas de 1848, el joven Fanelli comenzó a tomar contacto con los círculos cercanos a Guiseppe Manzzini y a otros personajes que como Giuseppe Garibaldi o Carlo Pisacane. Fanelli se convertirá en una de las figuras más importantes de aquel periodo, introductor de las ideas socialistas y elegido en sucesivas elecciones como diputado.
                Toda esta actividad le costó el exilio, que unido a la muerte de Pisacane, hizo concebir a Fanelli la idea de participar de forma activa en la unificación italiana hasta conseguir su objetivo final. Bajo el mando de Garibaldi participó del desembarco de Sicilia en la expedición de los Mil de Marsala. Fiel seguidor garibaldino, participó junto a éste en el levantamiento polaco de 1863 contra el zarismo. En este contexto, y de regreso a Italia, es cuando conoció a Bakunin, quedando persuadido del pensamiento del filosofo y activista ruso. Estos contactos terminaron con la aceptación por parte de Fanelli del ideario anarquista y su afiliación a la Alianza de la Democracia Socialista y a la Asociación Internacional de los Trabajadores.
                Fanelli se convirtió en un personaje del círculo de confianza de Bakunin y por ello fue designado a viajar a España para intentar conformar los primeros núcleos de la AIT en nuestro país. No es el primer viaje de un extranjero socialista en aquellas fechas. Elías Reclus, hermano de Eliseo Reclus, también visitó España al calor de la revolución de 1868. También Aristide Rey, que tenían contactos con Bakunin al igual que Fanelli.
                Pero fue Fanelli quien tuvo la misión de tomar contacto con los núcleos obreros, realizando una gira por diversos lugares de España como Barcelona, Tortosa, Valencia y Madrid. En Barcelona contacto con la figura de Rafael Farga Pellicer y José Luis Pellicer. En Madrid encontró a un dinámico y activo grupo de jóvenes que, procedentes en su mayoría de las filas del republicanismo, escucharon con entusiasmo las noticias que el libertario italiano les traía de organización obrera. En aquel grupo estaba Anselmo Lorenzo, Tomás González Morago, Francisco Mora, Manuel Cano, etc.
                De aquellas reuniones, Anselmo Lorenzo nos dejó un retrato de cómo era Fanelli en El proletariado militante:
Era este un hombre como de 40 años, alto, de rostro grave y amable, barba negra y poblada, ojos grandes negros y expresivos, que brillaban como ráfagas o tomaban el aspecto de cariñosa compasión, según los sentimientos que le dominaban. Su voz tenía un timbre metálico y era susceptible de todas las inflexiones apropiadas a lo que expresaba, pasando rápidamente del acento de la cólera y de la amenaza contra explotadores y tiranos, para adoptar el del sufrimiento, lástima y consuelo, según hablaba de las penas del explotado, del que sin sufrirlas directamente las comprende o del que, por un sentimiento altruista se complace en presentar un ideal ultra revolucionario de paz y fraternidad.
Lo raro del caso es que no sabía hablar español, y hablando francés que entendíamos a medias algunos de los presentes, o en italiano que sólo comprendíamos un poco por analogía, quien más quien menos, no sólo nos identificábamos con sus pensamientos, sino que merced a su mímica expresiva llegamos todos a sentirnos poseídos del mayor entusiasmo.

No solo Anselmo Lorenzo nos dejó un retrato del italiano. También Francisco Mora, fundador de aquel primer núcleo obrero y luego integrante del PSOE, nos dejó en su libro Historia del socialismo obrero un cuadro de Fanelli:
Era Fanelli hombre de figura simpática, de palabra persuasiva y de larga y probada historia revolucionaria en el sentido político de la palabra. Había combatido por la independencia de Polonia (1862-63), y a las órdenes de Garibaldi peleó también por la República romana (1848-49), siendo después uno de los mil de la famosa expedición de Marsala, que en 1860 libertó del yugo borbónico al reino de las Dos Sicilias y preparó la deseada unidad italiana.
Llegado a Madrid, sin relaciones de ninguna clase, a la Redacción de La Igualdad, que eran entonces el periódico más radical que entonces se publicaba en España, y obtuvo una acogida bastante fría. No desmayó por esto Fanelli, y, después de mucho insistir en su propósito de ponerse en relaciones con algunos de los obreros, le dirigió D. José Guisasola, que era a la sazón director de La Igualdad a un grupo de obreros de ideas muy avanzadas, pero que no comprendieron al apóstol socialista. Por fin, después de muchas tentativas infructuosas, se encontró Fanelli con un grupo de obreros que parecían entenderle y en los cuales descubrió tendencias a secundar sus propósitos.
(…) Estas conferencias familiares verificábanse en el café de la Luna. Uno de los puntos tratados con especialidad por Fanelli en estas conferencias era el relativo a la teoría de la abstención política de la clase trabajadora; teoría que tenía una doble interpretación por aquel tiempo y que entonces se explicó muy confusamente por Fanelli.
 (…) Se pusieron en relaciones con Bakunin y organizaron secretamente la Alianza de la Democracia Socialista que, andando el tiempo, tantas perturbaciones había de producir en el seno de la Internacional y en el de toda la clase obrera. En Madrid también dejó Fanelli algunos afiliados a la Alianza; pero por entonces no se constituyó ninguna sección. Esta simiente aliancista fue el lado feo de la propaganda de Fanelli en España
                Entre diciembre de 1868 y febrero de 1869 estuvo el italiano por tierras españolas y dejó constituido aquel núcleo obrero. Sin embargo, Bakunin no quedó satisfecho del trabajo de Fanelli, pues en la propaganda entregada a los obreros españoles, Fanelli mezcló la AIT con la Alianza, en un momento en el que esta última había quedado disuelta y constituida como núcleo dentro de la AIT. Algo que a la larga se mostraría decisivo para los debates intestinos que llevaron a la ruptura de la Internacional en España (y también en el resto de los países).
                Aunque las relaciones entre Bakunin y Fanelli se enfriaron, el italiano nunca abandonó la Internacional y las ideas antiautoritarias. Fue uno de los participantes del congreso de Saint-Imier en septiembre de 1872, que certificaba la división de la Internacional, y sus aportaciones fueron fundamentales para estructurar el movimiento obrero y anarquista italiano, junto a personalidades como Carlo Cafiero o Errico Malatesta.
                Aun así, como personaje de entretiempos, Fanelli siguió manteniendo su participación política institucional y fue concejal del Consejo Comunal de Nápoles. Su prematura muerte el 5 de enero de 1877, pocos meses después de la de Bakunin, era el fin de una trayectoria militante fundamental para la historia del movimiento obrero en general y del anarquismo en particular, tanto a nivel internacional como en España.

jueves, 25 de junio de 2020

NOVEDAD EDITORIAL: "Crónicas del Frente de Madrid" de Mauro Bajatierra Morán


Como ya hemos venido anunciando por redes sociales, ya ha salido de imprenta la reedición de las Crónicas del frente de Madrid, de Mauro Bajatierra. Nuestra edición viene acompañada de un prólogo del historiador Julián Vadillo, gran conocedor de la vida y obra del anarquista madrileño.
A partir de ahora ya se puede adquirir y en pocos días irá llegando a nuestros puntos de venta, que podéis consultar aquí: https://piedrapapellibros.com/puntos-de-venta/ Si queréis que el libro os llegue a casa os recordamos que podéis solicitárnoslo a través de nuestro correo electrónico (piedrapapellibros@gmail.com). Los pagos se pueden realizar vía PayPal o transferencia en cuenta y no hay gastos de envío.
Abajo os dejamos las características técnicas del libro.
¡Avanti PPL!






Título: Crónicas del frente de Madrid.
Autor: Mauro Bajatierra
ISBN: 978-84-121882-1-9
Serie Transhistorias, nº 10
Cubierta: Rústica mate.
Alzado: Fresado.
Medidas: 195 mm x 125 mm
Páginas: 250
Precio: 12€
2020

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Cuando en el año 1937, ediciones Tierra y Libertad decidió publicar una muestra de las crónicas de Mauro Bajatierra en un volumen prologado por Federica Montseny, el autor de las mismas era ya un consagrado escritor de la prensa libertaria y un militante muy conocido en los círculos obreros y anarquistas.
El libro tiene un total de 58 crónicas, divididas en dos bloques. Uno dedicado a la defensa de Madrid, que abarca los meses de noviembre de 1936 y marzo de 1937, y un segundo bloque centrado en la batalla de Guadalajara, librada en ese último año.
Hay coincidencia en que las crónicas de Bajatierra son las más cercanas, las más humanas y, quizá, las mejores del momento.
Julián Vadillo

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Mauro Bajatierra Morán (1884-1939) fue panadero, escritor, periodista y uno de los militantes más destacados del movimiento obrero madrileño del primer tercio del siglo XX. Su biografía, ajetreada y plena hasta su muerte en marzo de 1939, se desgrana en el prólogo a la presente edición del historiador Julián Vadillo, uno de los mejores conocedores de su vida y obra.

martes, 23 de junio de 2020

PROCESO Y REPRESIÓN DE LA COMUNA DE PARÍS

Artículo publicado en El Obrero


La Comuna de París de 1871 forma parte de los acontecimientos nodales de la historia del movimiento obrero y revolucionario. Reivindicado por todas las escuelas del socialismo se consideró, hasta la Revolución rusa de 1917 o las conquistas revolucionarias de la España de 1936-1939, como el ejemplo de toma del poder directo por la clase obrera. Incluso en esos acontecimientos posteriores, la Comuna de París era una guía o ejemplo.
                Como todo suceso trascendental, la Comuna de París generó toda una literatura a favor y en contra del proceso, ya que, aunque tuvo fuertes defensores también tuvo grandes detractores. Entre la mitificación y el odio, aunque con más altas dosis este último, se consiguió deformar un proceso que fue rico en medidas y que marco un pulso y termómetro a la capacidad del obrerismo para su organización. El laboratorio socialista que se convirtió Francia en el siglo XIX alcanzó unos de sus clímax entre marzo y mayo de 1871. Porque la Comuna de París, a pesar de toda su importancia y trascendencia, fue un proceso que duró muy poco tiempo. De ahí que la propaganda negativa a la que se vio sometida una vez que fue reprimida contribuyó mucho a su deformación.

Un proceso revolucionario distinto

                En el contexto de la Guerra franco-prusiana y en medio de la derrota de Napoleón III en Sedán ante las tropas de Bismarck, Francia sufrió un duro golpe y revés a sus aspiraciones que terminaron por liquidar el Segundo Imperio. Un Napoleón III muy debilitado también en el interior por una creciente oposición republicana y socialista, que mostraron su fuerza en la manifestación que se organizó por el asesinato del periodista Víctor Noir el 11 de enero de 1870.
                A ese espacio corto de tiempo hay que unir el tiempo largo, donde Francia había sido protagonista de distintas oleadas revolucionarias desde 1789 que habían seguido a momento de regresión. Una era de las revoluciones que iba a tener un acto más cuando en marzo de 1871 el pueblo de París reaccionó ante medidas adoptadas por el gobierno de prohibición de periódicos como Le Père Duchêne o Le cri de peuple.
                Las movilizaciones de la población llevaron a la toma de los cañones en la colina de Montmartre, donde fueron ejecutados los generales Claude Martin Lecomte y Jean Leon Clément-Thomas, en una de las pocas expresiones de violencia que tuvo el proceso parisino, y a pesar de los intentos de Georges Clemenceau por evitar la ejecución en la Rue de Rosiers.
                El poder del pueblo parisino se expresó con la exigencia de autogobierno de París, la supresión de consejos de guerra, la libertad de los presos políticos, libertad de prensa y elecciones municipales con sufragio universal. Era el 18 de marzo de 1871.
                Ocho días después se celebraron dichas elecciones y las fuerzas defensoras de convertir a París en una Comuna triunfaron de forma clara. A pesar de que líderes como Auguste Blanqui o Gustave Flourans estaban en prisión y en manos de las fuerzas oficiales refugiadas en Versalles, París se convirtió en un laboratorio experimental revolucionario. Allí coincidieron en introducir reformas y medidas revolucionarias seguidores jacobinos, blanquistas, proudhonianos, bakuninistas o marxistas. A pesar de las diferencias existentes entre ellos sobre la aplicación de algunas medidas o no (los blanquistas eran partidarios de desarrollar un Comité de Salud Pública que luchase contra los enemigos de la Comuna mientras los proudhonianos no veían esa opción viable), lo destacable de la Comuna fueron sus medidas.

Algunas medidas de la Comuna

                Las medidas adoptadas por la Comuna de París, a pesar de las diferencias si el modelo tenía que ser una república centralizada (jacobinos y blanquistas) o un modelo federal descentralizado (internacionalistas), tuvo puntos de importancia que fueron, con posterioridad, base de petición del movimiento obrero.
                Por el modelo de Comuna, las posiciones de los seguidores de Proudhon y de la Internacional tuvo más apego entre las masas parisinas que los blanquistas. Con una exhaustiva división del poder y una descentralización que alcanzaba a los propios barrios parisinos, medidas como moratoria de pagos del alquiler, requisa de viviendas y acceso a la misma para los trabajadores, no tardaron en llegar.
                Igualmente, se legisló en materia laboral, reduciendo la jornada laboral de los obreros y tomando medidas en profesiones que estaban bajo sistemas de explotación lesivos como los panaderos. Los communards crearon comedores colectivos (sucesores de las antiguas marmitas), el funcionariado pasaría a ser elegido por sufragio universal y su salario equiparado al de los obreros manuales. Se aprobó una legislación educativa laica (se rompió el concordato firmado por Napoleón en 1802), con separación efectiva de Iglesia y Estado y se reconoció el matrimonio civil y las uniones libres. La igualdad hombre-mujer se hizo ley y quedó también abolida la pena de muerte, con la destrucción de guillotinas en las plazas parisinas. La bandera de la Comuna de París fue la roja y se retomó el calendario revolucionario de 1793.
                Hubo toda una explosión organizativa bajo una total libertad de expresión. París vivió una eclosión de lucha, donde había periódicos y clubs defensores y detractores de la Comuna de París. Un modelo de democracia obrera reivindicado por el socialismo con el paso de los años.
La represión
                Pero la Comuna tenía unos poderosos enemigos. Por una parte, a los prusianos, que cercaban París, y por otra a los versalleses que anhelaban recuperar el control de la situación. Los communards no quisieron perseguir a los versalleses hasta su refugio y esto permitió en los meses siguientes la reorganización militar de estos, que afrontaron un ataque a París en mayo de 1871. Fueron los momentos de más violencia, conocido este periodo como la Semana Sangrienta que duró entre 21 y el 28 de mayo. En ese tiempo, las tropas de Versalles fueron tomando los puntos estratégicos de la ciudad y restando fuerzas a unos communards que solo podían resistir el envite.
                Mas de 30000 communards fueron ejecutados bajo las órdenes de Adolphe Thiers, Alexandre Auguste de Gallifet y Patrice MacMahon. Fue en ese momento cuando apareció la violencia anticlerical en la Comuna, con la ejecución de algunos prelados que habían mostrado su apoyo al gobierno versallés. Solo en esa semana, las libertades que habían visto la Comuna de París se vieron cercenadas.
                La reacción de las fuerzas de Versalles hay que entenderla en un contexto complicado en la propia Europa. El catolicismo, eje vertebrador de algunas de esas fuerzas, perdió peso en el continente, merced a la unificación italiana, que había reducido los territorios pontificios a su mínima expresión, y la unificación alemana que significaba un espaldarazo al protestantismo. SI en Francia se hacía extensivo un movimiento como el de la Comuna de París a otros territorios, uno de los centros de fuerza del catolicismo se vería seriamente erosionado. Por eso la represión contra la Comuna fue implacable, no solo por los fusilamientos sino por la cantidad de deportaciones que se dieron en los procesos judiciales posteriores.
       Además, había que aniquilar la experiencia a nivel psicológico. Los elementos más reaccionarios de la sociedad presentaron la Comuna de París como una maldición o acontecimiento demoniaco, defensora de los peores métodos. Algo que se extendió mucho en el tiempo y que, incluso, rebasó las fronteras francesas para acometer actuaciones contra el conjunto del movimiento obrero (España fue un ejemplo de ello). En marzo de 1872 se prohibió en Francia cualquier militancia a grupos revolucionarios y todo lo que tuviera que ver con la Comuna de París quedó proscrito durante lustros. Habría que esperar algunos años para que volviese a desarrollarse en Francia un movimiento socialista activo, que ya tendrá sus mejores expresiones a partir de la segunda mitad de la década de 1880.
                Sin embargo, hubo cosas que quedaron indelebles en la mentalidad y el imaginario colectivo del obrerismo alrededor de la Comuna de París. De aquellas jornadas data un poema escrito por Eugène Poittier titulado La Internacional que cuando en 1888 Pierre Degetyer le dio música se convirtió en el himno por excelencia del movimiento obrero. El cancionero de la Comuna no se agotó ahí. Himnos como La Commune n’est pas morte o Les temps des cerises sirven para recordar el acontecimiento. En el caso del segundo, cuando hablar de la Comuna estaba proscrito, servía para recordarla, ya que la canción, que databa de años antes de la Comuna (1866), habla del momento de la recogida de las cerezas, que siendo en el mes de marzo, se asimilaba a la propia Comuna.
                Durante muchos años, el 18 de marzo era una fecha señalada en el calendario del movimiento obrero, junto al 1 de mayo y el 9 de noviembre (ejecución de los anarquistas de Chicago).

domingo, 14 de junio de 2020

Un Primero del Mayo del exilio libertario


Artículo publicado en El Obrero

Entre los muchos lugares donde la diáspora española en el largo exilio provocado por la dictadura franquista destaca África del Norte, el núcleo que unía el Marruecos francés, Argelia y Túnez. Fue uno de los lugares donde acabó gran número de militantes libertarios llegados desde 1939 de los puertos levantinos o deportados por la Francia de Vichy a los campos de concentración de la zona.
                Con la expulsión de las fuerzas fascistas y colaboracionistas del territorio, los españoles establecieron sus organismos en el exilio, entre ellos el poderoso Movimiento Libertario Español, unificando todas las ramas sus ramas sindicales y políticas en una sola entidad.
                Lo que parecía que iba a ser un exilio corto, que iba a acabar acompasado con la derrota de las fuerzas del Eje en la Segunda Guerra Mundial, acabó siendo un largo exilio que hizo que durante décadas una parte de España habitara lejos de su origen.
                Este manifiesto, el primero que se emite con motivo de la celebración del Primero de Mayo una vez que los nazis están siendo expulsados de territorio francés, denota varios aspectos. La necesidad de la lucha contra el fascismo, partiendo del ejemplo legado por el movimiento obrero y anarquista, pero también el deseo de combatir la dictadura franquista y el deseo de volver a España en un régimen de libertades.
                Un documento apenas conocido de un exilio, el de África del Norte, y concretamente en Argelia, menos trabajado y conocido que otros focos de exilio para los españoles en general y los anarquistas en particular. Ni en circunstancias extremas el obrerismo olvidó sus espacios de sociabilidad y sus fechas en el calendario para actualizar y revitalizar el periplo de lucha que nunca dejaron en los largos años de la dictadura franquista.
Julián Vadillo Muñoz

1886                                                                                                                                                        1944
1º de MAYO
¡Trabajadores!
                El Movimiento Libertario Español emigrado en África del Norte utiliza, una vez más, el aniversario del 1º de Mayo de 1886, para fijar la verdadera significación de esta fecha, por tantos desvirtuada; hasta la más negra reacción: Mussolini, Hitler, etc., quiso apropiarse su usufructo intentado prostituirla.
                Aquel 1º de Mayo de 1886, en el que se dieron cita los trabajadores americanos para iniciar la huelga general por la conquista de la jornada de 8 horas, contiene tantas enseñanzas que no podemos permitir desaparezca su recuerdo enterrado por el olvido, la indiferencia y la mistificación.
                “Lección del 1º de Mayo”, ha rotularse aquella página escrita por el Movimiento Obrero. En ella ha dejado grabado, con signos indelebles, lo que vale la unión y la decisión de los trabajadores puestas al servicio de sus ansias emancipadoras: enseñanza práctica que prueba la eficacia de la acción directa, en la favorable solución de los problemas sociales.
                La unidad en la acción del proletariado americano, en aquel 1º de Mayo de 1886, - unidad tan necesaria para la destrucción del régimen de opresión y explotación, como para la creación del orden y del bienestar, - es de valor eterno. Por eso recordamos la fecha gloriosa, deseosos de que brille perenne ante los trabajadores ansiosos de manumisión.
                El gesto conscientemente rebelde de 1886 es la protesta violenta contra la explotación inicua y la opresión tiránica. Gesto digno de imitar actualmente frente a los regímenes totalitarios que, destacadamente, encarnan en grado superlativo, aquella explotación y tiranía.
                El Movimiento Obrero mundial ha de afrontar en este 1º de Mayo de 1944, las consecuencias de la más extensa conflagración bélica que el Universo haya conocido. Colocado frente al nazi-fascismo, ha de combatirle con todos los medios a su alcance. Esta lucha titánica que sostenemos contra las potencias del Eje, enemigo nº1 de la Humanidad, no tiene la misma significación que la emprendida por nuestros antecesores de 1886, pero la llevamos a cabo con el mismo coraje, para impedir el espantoso retroceso que nos impondrían las doctrinas totalitarias si, como no es posible, llegaran a triunfar.
                Triste retablo el que, como muestra y anticipo de ese retroceso general, nos presenta la España mártir asolada por el franquismo, hijo y servidor del Eje. Por eso, en esta fecha de tan alta significación revolucionaria, destacamos como nuestra tarea apremiante, urgentísima, la de salvar a España de las garras negras de la reacción. Consentiremos los mayores sacrificios, realizaremos los más grandes esfuerzos para corresponder al heroísmo inmenso de nuestros hermanos que, en la Península, luchan denodadamente por la causa de la Libertad.
                Al ejemplo de aquellos Mártires de Chicago viene a unirse el sublime de nuestros contemporáneos: libertarios españoles que, en la prisión o en los campos de concentración de la Península, en las ciudades o en las Sierras de España, en los campos de batalla de Europa y Asia o en la Resistencia de los países ocupados por Hitler, mantienen alta la bandera de la Libertad, dando generosos, por su Causa, cuanto son y cuánto valen.
                Con este simple recordatorio fiamos el sentido real de una fecha que debe servirnos de poderoso estimulante. Basta lo escrito como expresión de la consecuencia revolucionaria de la Lección del 1º de Mayo hizo germinar en los corazones, grabado indeleble en nuestras mentes la enseñanza que encierra.
                Aquel Mayo memorable, pone de manifiesto la inconmensurable influencia del sacrificio generosamente consentido por el Ideal redentor. Su alcance es ilimitado, así como las consecuencias que de él se despenden. La ofrenda que de sus vidas y libertad hicieron Parsons, Spies, Engel, Fischer, Lingg, Schwab, Fielden, Neebe perdura en la memoria de los trabajadores; su recuerdo trasmitido, trasmitido de generación en generación, como antorcha inextinguible, va alentando la lucha por un Mundo mejor en el que sean una realidad la Libertad, la Fraternidad y la Igualdad.
ARGEL, 1º de Mayo de 1944
Por el Movimiento Libertario España emigrado
en África del Norte
El Secretariado General

martes, 2 de junio de 2020

NOVEDAD EDITORIAL. Historia del anarquismo en Rusia


“Historia del anarquismo en Rusia” es el decimocuarto título de la colección Lmentales (el tercero de la Serie Internacionalistas). Este trabajo de Julián Vadillo Muñoz quiere convertirse en una rigurosa introducción al apasionante anarquismo ruso. Las figuras del anarquismo ruso, el surgimiento de nuevas organizaciones libertarias y el cambio de estrategias, sus relaciones con otros movimientos de carácter revOlucionario, sus debates, se suceden en este texto pensado tanto para los lectores o lectoras que quieran aproximarse por primera vez a la historia del anarquismo, como para quienes ya tienen amplios conocimientos en la materia:

Muchos pueblos se han considerado excepcionales. Algunos, incluso, se han visto a sí mismos como los elegidos, pero hay que reconocer que no hay nada menos único que considerarse único. A pesar de esto, parece cierto que pocos territorios han sido testigos de una historia tan apasionante como Rusia: una historia de hambre y revuelta; una historia de ansias de libertad y, al mismo tiempo, de totalitarismo; una historia, en la que, como diría un célebre escritor, caben todas las historias.

Esa es la tierra de los zares, la que vio nacer a algunos de los grandes inspiradores de la Revolución y a una parte de las figuras más relevantes de las artes occidentales, siempre entre el lujo imperial de la aristocracia y el hambre de un campesinado casi esclavo. Rusia fue la gran esperanza de quienes soñaban con un mundo nuevo, pero se acabó convirtiendo en una decepción traumática para esas mismas personas. Su papel ha sido fundamental en la historia del mundo contemporáneo, del mismo modo que el anarquismo ha jugado un papel central en la historia de Rusia. Esa relación es el objeto central de este texto, que se adentra en el alma del siempre desconcertante pueblo ruso.

INDICE DEL LIBRO

PRESENTACIÓN
CAPÍTULO 1. La forja y el origen del anarquismo ruso
CAPÍTULO 2. En los albores de la transformación. La Revolución de 1905 y el nacimiento del soviet
CAPÍTULO 3. La revolución en camino. Represión y exilio (1906-1917)
CAPÍTULO 4. El anarquismo ante su oportunidad. La revolución de 1917
CAPÍTULO 5. La insurrección de Néstor Majnó
CAPITULO 6. El último reducto de la isla de Kotlin. La rebelión de Kronstadt
CAPÍTULO 7. La derrota y el exilio
BIBLIOGRAFÍA



domingo, 24 de mayo de 2020

COMO SALVADOR SEGUÍ GANÓ SU PRIMERA PESETA

Artículo publicado en "El Obrero"


Hace uno años, en una librería de viejo, di con una rareza poco conocida que no pude evitar la tentación de adquirir. El libro en cuestión se titulaba ¿Cómo y cuando ganó usted su primera peseta?, producto de la encuesta que el periodista Francisco Gómez Hidalgo realizó y la librería Renacimiento publicó en el año 1922. El libro, aunque anecdótico, es interesante por varias cuestiones. La primera por el autor, el periodista Francisco Gómez Hidalgo. Periodista muy afamado en la época, colaborador de periódicos muy importante del momento como El Liberal o El Heraldo de Madrid. Liberal y republicano, Gómez Hidalgo fue militante, ya en los años de la Segunda República, del proyecto de Diego Martínez Barrio, Unión Republicana, siendo diputado en 1936 por el Frente Popular. Debido a su militancia política tuvo que exiliarse tras el conflicto civil y murió en México en 1947. No solo queda ahí la importancia de Gómez Hidalgo, pues de su pluma salieron libros muy interesantes como biografías de toreros como Juan Belmonte o sus visiones sobre el conflicto de Marruecos. Entre las cuestiones poco conocidas de este periodista, ya de por sí poco conocido hoy día, esta la dirección y guion de una película de 1926 que se tituló La malcasada, un folletín de la época donde se une amoríos, toros y guerra de Marruecos, en una producción que viéndola no fue la mejor representante del momento. Sin embargo, en esa película, junto a los protagonistas de la obra aparecen personajes importantes y famosos del momento como el dictador Miguel Primo de Rivera, los escritores Wenceslao Fernández Flórez, Valle-Inclán o Azorín, el tenor Miguel Fleta, los políticos Luis Araquistáin o José Sánchez Guerra e, incluso, un joven Francisco Franco.
                La curiosidad del libro de Gómez Hidalgo publicado en 1922 radica en la amplia diversidad de personajes a los que le hizo la encuesta, lo que indica la popularidad e importancia del personaje en momento. En sus páginas nos relata como ganaron su primera peseta personajes como Carlos Arniches, Mariano Benlliure, Pedro Corominas, Jacinto Benavente, Alberto Insua, Concha Espina, Carmen de Burgos, Margarita Nelken, Santiago Ramón y Cajal, Julio Romero de Torres, José Millán Astray, etc. Hasta un total de 224 respuestas.
                El movimiento obrero también está representado en estas encuestas, y hay dos militantes de la CNT: Ángel Pestaña y Salvador Seguí. Ambos, en aquella fecha de 1921-1922 posiblemente los más importantes y relevantes del anarcosindicalismo. Reproducimos aquí la larga respuesta de como Salvador Seguí ganó sus primeras pesetas, y mostramos en grado de complicidad entre ambos personajes. Una historia anecdótica, pero que no deja de ser curiosa. En el momento de la respuesta Seguí estaba preso, tal como indica al final de su escrito. Pocos meses después de la publicación de este libro, Salvador Seguí fue asesinado por pistoleros pagados por la patronal catalana, poniendo fin a la vida de una de las figuras más emblemáticas del movimiento obrero español.


Estimado amigo Gómez Hidalgo:
                No puedo negarle lo que tan amablemente me pide. A otro, que no fuera usted, se lo hubiera negado, porque creo que estas cosas, en el fondo, no interesan a nadie y lo poco que tienen de interés es nocivo para la curiosidad del público, ya que determinan conformaciones morbosas en la opinión. Usted me entiende.
                Por otra parte, mis actos son harto corrientes y vulgares para que puedan despertar curiosidad alguna. Porque no interprete el amigo, a quien tanto le estoy obligado, como desaire mi negativa, voy a complacerle.
                La primera peseta, o las primeras pesetas, que gané – pues fueron más de una – fue de singular y caprichosa manera. Vera usted:
                No tenía mas de ocho años en la primavera de 1896. Era de vigilia del domingo de Ramos.
                ¡Domingo de Ramos! ¡Con cuanta ilusión lo esperaba siempre mi alma infantil, enamorada de la leyenda, de lo bello y lo majestuoso! ¡Con cuanta emoción lo recuerdo aun, cuando mi espíritu, reconcentrándose, aviva el recuerdo de aquellos tiempos, dulces y tranquilos, serenos y amables, de mi niñez! Es esta fiesta, sin disputa, una de las más bellas que celebra la Iglesia y la cristiandad toda. Fiesta de primavera y esperanza, fiesta de gentiles paganías y de fecundas promesas. Así la interpretaban los antiguos pueblos de Oriente, que hacían un culto de la Belleza y de la Vida. Siglos después, la Iglesia ofrendaba a esa fiesta en forma de glorificación y homenaje al legendario hijo de Galilea en su triunfal entrada en Jerusalem. Así fue creado el más bello mito de la leyenda cristiana por los padres de la Iglesia, y conservado, aunque transfigurado, uno de los ritos más hermosos del Paganismo. Que el buen gusto se lo paguen y se lo tengan en cuenta.
                Como queda dicho, estábamos en la vigilia de la referida fiesta del año citado; al paso de marcharse de casa mi padre a sus tareas, yo rogué a mi madre que me diera los céntimos precisos para ir a comprarme el ramo, la áurea y elegante palma que al día siguiente tenía que ofrecerse como tributo de admiración y de fe al divino hijo de Dios, por haber venido al mundo a redimir a los hombres. Mi madre se negó en principio a darme los céntimos que yo tan insistentemente le pedía, no solo porque tuviera el temor de que me los gastara en golosinas con los demás chicos de la calle, sino también porque les privara del placer de comprármelo ella, como hacia todos los años. Tanto insistí, tanto rogué, que mi madre, bondadosa como todas las madres – la mía lo era en grado superlativo –, me dio el dinero, ¡dos reales!, pero me los dio convencida de que me los gastaría en chucherías y no en aquello para que los reclamaba.
                Era el atardecer. Me fui, no sin antes me advirtiera mi madre de que a eso de las ocho estuviera en casa, pues, como de costumbre, tenía que llevar la cena a mi padre, que por aquel entonces aun los tahoneros trabajaban de noche. Yo, como es de suponer, di todas las seguridades a mi madre de que a la citada hora ya estaría de regreso en casa.
                Alcanzando mi primer propósito, me dirigí hacía el lugar hacía el lugar donde vendiase las ramas, que por aquellos tiempos hacíase en todo lo largo de la rambla de Cataluña. Una vez allí, me detuve frente a una de las muchas paradas que había en la feria. Se hacían transacciones entre compradores y vendedores, Me informaba, me informaba de los precios que era para mi los más interesante. ¡Desilusión! Las ramas que vendíanse más baratas costaban tres reales. Así y todo, intenté fortuna. Muy serio, muy formalito, pregunté al hombre que vendía que cuanto valía una palma que yo había escogido y que tenía en mis manos; respondióme él que una peseta. ¡Una peseta! No, no podía gastar yo tanto… Le ofrecí dos reales por ella, y el hombre, tomándome el ramo de las manos, díjome que los más baratos que tenía valían tres. En esta situación, ¿qué hacer? ¿Marcharme a casa sin conseguir mi objetivo, después de vencidas antas dificultades? ¡Oh, no! Mi orgullo de niño se oponía a ello. Además, ya no era el ramo en sí lo que más me preocupaba: era el sentimiento de mi impotencia, el fracaso de mi intento, las mismas chacotas que despertaría en la vecindad y que a mi me hubieran parecido como una humillación insoportable.
                No, no me fui; me quedé con la esperanza de reducir, de ablandar la terquedad del vendedor. ¡Triunfé! ¿Llegué yo a percibir el que aquel hombre cedería? ¿Llegó él, a su vez, a ver en mi un caso de tenacidad? ¿Por qué no me fui? ¡No sé! Hay cosas realmente inexplicables. ¡Ni aquel hombre ni yo éramos adivinos ni maestros de psicología! Lo cierto es que a la media hora que yo estaba allí aquel hombre me dio un ramo, yo le entregué los dos reales, y satisfecho y ufano me dirigí a mi casa rambla abajo.
                No hay llegado aun a la rambla de Canaletas, cuando una mujer, acompañada de un niño, preguntóme cuanto me había costado la palma. YO, sin vacilar, le contesté que tres reales. El niño demostró deseos de poseerla; entonces la mujer aquella me invitó a que se la vendiera, y por aquella cantidad se la cedí.
                Fuíme otra vez a la feria y al mismo lugar; el vendedor, al verme, me interrogó con una mirada. Le dije que el ramo que había adquirido antes era para un amigo mío. Después de algunas palabras más me dio otro, pagué, y en paz. Ya no me fui rambla abajo, me quedé en la feria, en la parte central del paseo. Pronto vendí mi segundo ramo por el mismo precio que el primero. Me presenté otra vez al vendedor. Entonces comprendió aquel hombre lo que yo hacía: revendía lo que a él le compraba. A partir de ese momento dispuse de cinco palmas cada vez. Cuando las había vendido las pagaba y me entregaba otras cinco. Concretando: aun no eran las once de la noche, cuando había vendido cerca de sesenta palmas y en mi bolsillo había doce pesetas con sesenta céntimos, todo ganancias. ¿Ganancias? ¿Eran realmente legítimas dichas ganancias? Siempre tuve mis dudas acerca de ello.
                La feria tocaba a su fin. Agotado, el género, retirábase ya los vendedores. Por otra parte, los compradores eran escasos, quedaban solo los rezagados. Me despedí de mi protector hasta el año siguiente.
                Inútil decir que no me acordé de cenar y menos aun de llevar la cena a mi padre. ¡Buena era la que me esperaba, buena! Ya había descendido por todas las ramblas e iba a internarme por la calle del Hospital, hacía mi casa, cuando me encontré, frente a frente, con mi madre. ¡Iba a la feria a ver si me encontraba! Estaba desesperada, indignada. Me reconvino y amonestó severamente. Quedé como petrificado; no me defendí, no chisté siquiera. ¡Sobrada razón tenía mi madre! Mas luego, acordándome de mi heroicidad, reaccioné. Saqué el dinero de mi bolsillo, se lo entregué todo a mi madre y le conté todos los episodios de mi hazaña. ¡Quedó asombrada, no me creyó! Preguntóme una y otra vez de donde había sacado tanto dinero; yo, sobrecogido de espanto, le repetía lo que había sucedido. Fue en vano, no daba crédito a mis palabras. Entonces le propuse que fuésemos a comprobar lo que decía. Aceptó. Hacia la feria nos dirigimos; a medida que nos acercábamos a ella, el rostro de mi madre iba serenándose y ¡bien lo notaba yo! Llegamos al lugar, presto estaba ya el vendedor de marcharse, cuando mi madre le interrogó. Aquel hombre le contó la verdad de lo ocurrido, añadiendo por su cuenta alabanzas a mi personita. Aquel buen sujeto se ofreció, cortés y amablemente, en todo a mi madre, rogándole que al año siguiente me dejara que fuera a ayudarle en la venta. Mi madre se excusó.
                Años después sostuve franca y leal amistad con aquel hombre. Se llamaba Salvador Mateu, era propietario y comerciante en Elche, persona tan activa como honrada y generosa. Ignoro si vive aun, pero siempre le recordaré con simpatía y gratitud.
                Convencida de lo que le había dicho y tranquilizada por lo sucedido, además de contenta por haberme encontrado, llegamos mi madre y yo a nuestra casa. Una vez en ella, preguntóme si había cenado: contéstele que no; encendió la hornilla para calentar mi cena. Ella también tomo un bocado. Mientras comíamos, le conté una vez más las incidencias de la jornada. Me lo perdonó todo, como saben perdonar las madres las travesuras de sus hijos: con sonrisas y besos. Me acosté.
                Al día siguiente, confundíase mi palma con la de los demás niños, en el atrio de la iglesia. Ramos de olivo, símbolo de la paz. Ramos de laurel, símbolo de la gloria. Graciosas y doradas palmas, fruto precioso de la palmera, reina del desierto y de los países del sol… Todo ello se ofrendaba al redentor del mundo, sin que el mundo se haya redimido aun…
                ¡Quien pudiera tener siempre las ilusiones y el corazón de niño!
                Siempre suyo,
Salvador Seguí
Cárcel de Barcelona, 1921