sábado, 28 de agosto de 2021

La rebelión de las mujeres por el precio del pan en Alcalá. Una ciudad en Estado de Guerra


 Extraído de mi tesis doctoral y del libro publicado sobre la misma El movimiento obrero en Alcalá de Henares (Silente academica, Guadalajara, 2013. Págs. 116-121)

El final de siglo no fue fácil para España. El conflicto de Cuba contó con la intervención de Estado Unidos, una potencia emergente a nivel económico, político y militar.

            Frente a todo esto, el movimiento obrero tuvo grandes avances. El PSOE, desde inicios de la década, esta tomando poder municipal. Los concejales socialistas, aunque de forma lenta, van apareciendo a lo largo de la geografía española. Los anarquistas ya están reorganizando sus sociedades que apuntará a lo que, ya en el siguiente siglo, será el surgimiento de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). A través de revistas como La Revista Blanca, fundada por Juan Montseny y Soledad Gustavo en 1895, se intenta dar una respuesta libertaria a lo que esta sucediendo en España.

            Y junto a toda esta crisis de identidad y crisis institucional, se une una profunda crisis económica. Vuelve el periodo de hambrunas en España. Y a lo largo y ancho de la geografía española se suceden motines de subsistencia. Motines del pan. Motines encabezados por los sectores menos favorecidos de la sociedad. Tal como explica Ernest Labrousse “Por razones al mismo tiempo sociales y sociológicas, la revuelta por la subsistencia suele estallar normalmente en las ciudades y en los Burgos, lugares con una aglomeración de población donde acuden también los habitantes y los vagabundos de las zonas afectadas por la crisis (…). El lugar privilegiado de las alteraciones sigue siendo el mercado o la mina; la cola de espera ante la panadería; el muelle de embarco donde la alimentación sale hacia una altamar siempre sospechosa”[1].

            La pérdida de las colonias ha venido aparejada con una crisis monetaria, y esto hace que los productos de primera necesidad doblen su precio. “El efecto mas inmediato de la crisis monetaria es pues el alza brutal de los precios: ‘el carbón, que se pagaba hace un mes entre 32 y 34 pesetas la tonelada esta a 104’ anuncia el Diario de Barcelona el día 7 de mayo, y los productos alimentarios sufren igual suerte; la subida del precio del pan, sensible desde el 20 de abril, fecha en que La Correspondencia de España señala la existencia de un malestar en el interior del país, se dispara con anuncio de la guerra: así, su precio se dobla en el mercado de Figueras donde, el 3 de mayo, se paga el trigo a 30 pesetas la cuartera, mientras que el precio normal en tiempo ordinario es de 15 a 17 pesetas”[2].

            Esta subida de precios en los productos de primera necesidad provoca hambrunas, llegando a casos terribles como el de Medina Sidonia (Cádiz), donde un grupo de jornaleros con sus mujeres e hijos  llegaron a matar a una vaca, siendo descubiertos por la Guardia Civil devorando la carne aun palpitante[3].

            Numerosos motines y conflicto de hambre se suceden por la geografía española. Alcoy, Valencia, Alicante, Cartagena, Bilbao, Cáceres, Soria, Sevilla, Ciudad Real, Valladolid, etc.

            Alcalá de Henares fue protagonista esos días de un motín por el precio del pan. Y fueron las mujeres de Alcalá de Henares quienes encabezaron dicho movimiento. El movimiento comenzó el 5 de mayo por la mañana. El alcalde de Alcalá manda un telegrama al gobernador civil en estos términos: “A las once han empezado a reunirse mujeres en la vía pública pidiendo rebaja precio del pan y artículos alimenticios, engrosando grupos. Hasta ahora no hay alteración del orden. Tomo medidas para evitar trastornos”[4]. Lo que al principio parecía una manifestación controlada por la autoridad, fue creciendo en número y comenzó a alarmar al Ayuntamiento. Algunas tiendas de la Calle Mayor fueron atacadas, y la reivindicación de las mujeres era clara: rebaja del precio del pan y de los artículos de primera necesidad.  Nombrada una comisión para hablar con el alcalde las peticiones eran “precio del pan dos libras treinta y cinco céntimos y comestibles como estaban antes”[5]. El alcalde se comprometió a parlamentar con los comerciantes de la ciudad.

            Pero la movilización no cesó. Esa noche fue atacada la ferretería de Vicente Saldaña, así como la vivienda del fabricante de harina, José Gerónimo Moreno, y de los comerciantes de pan Lorenzo Machicado y Ángel del Campo. Todas personalidades conservadoras de la ciudad.

            El Gobernador Civil se dirige esa misma noche al Alcalde de Alcalá para dar instrucciones:

 

“Recibido sus telegramas y aprobada su conducta, incluso el propósito de resignar el mando previas formalidades legales, pero solo en el caso que sea ineludible el empleo de la fuerza. Mientras esto no llegue, procure armonizar la situación de los consumidores con los derechos de propiedad de los productores, obteniendo de estos, si fuera posible, la rebaja de los precios.

De todos modos, que no los alcen, poniendo en conocimiento de los unos y de los otros que las Cortes han acordado, y el Gobierno al efecto ya ha telegrafiado a la frontera, prohibir la exportación de trigo y demás cereales y patatas permitiendo en cambio la libre introducción de estos artículos.

Confío en que usted, como siempre, sabrá hermanar la prudencia con la energía y proceda en todo acuerdo con la autoridad militar, la judicial y el Capitán de la Guardia Civil, dándome aviso de cualquier novedad para si necesita mas fuerza que la ya concentrada para que el orden no se altere, sobre todo para que la propiedad y la seguridad individual estén completamente garantizadas”[6].

 

            El 6 de mayo el alcalde reúne al Ayuntamiento para buscar una solución. Tras una reunión con los comerciantes se llega al acuerdo de que todos ellos uniformizarán los precios de los productos, haciendo público estos nuevos precios. Aun así, el escollo se presento con el pan. El acuerdo alcanzado es que el pan costase 40 cts, reduciendo el peso del mismo de 1kg a dos libras (920 gramos). Esto hacía que el kilo del pan costase unos 43 cts, muy por encima de las reivindicaciones de las mujeres, que lo pedían a 35 cts. Aun así se comprometían al repeso delante del cliente[7].

A las cinco de la tarde volvía a producirse una manifestación de mujeres y en esta ocasión llevaban banderas. Así lo hacía saber un informe remitido por el Alcalde al juez de primera estancia que juzgo estos hechos: “El día 6 pasó con relativa tranquilidad hasta las 5 de la tarde, hora que se presentó sin autorización debida una manifestación con banderas que fueron recogidas y disuelta en el acto por la guardia civil, terminándose el asunto como consta a VS, con la reunión de la Junta de autoridades y la declaración del estado de guerra, habiéndose puesto a disposición del juzgado de su digno cargo las mujeres que la capitaneaban la última manifestación citada”[8] .

Todos los acuerdos de la corporación fueron aceptados por los comerciantes, no así por la población en movilización. Propiedades del alcalde Francisco Rajas fueron atacadas esa misma noche. Aun así la situación no era de tensión, pero el alcalde se dirige al gobernador para pedirle que tenía que hacer, pues Federico Monleón García, jefe de la primera División de Caballería del primer cuerpo de Ejército y Gobernador Militar del cantón, pide hacerse con el mando de la situación. El Gobernador contesta categóricamente: “Reúna Junta Autoridades y entregue mando a autoridad militar”[9].

En ese momento se hace público dos bandos. Uno del alcalde Francisco Rajas Gómez que dice así: “HAGO SABER: Qué en cumplimiento de orden emanada del Excelentísimo Señor Gobernador Civil de la provincia y a los dispuesto en los artículos 12 y 14 de la Ley del 23 de Abril de 1870, la Junta de Autoridades militar, judicial y civil ha acordado que por la Autoridad militar se adopten las medidas que crea convenientes para la conservación del orden. Alcalá de Henares, 8 de mayo de 1898”[10]. Es decir, la autoridad pasa al Ejército por lo que la ciudad esta bajo estado de guerra. Automáticamente Federico Monleón García saca el siguiente bando:

 

“HAGO SABER: Que habiendo cesado en sus facultades el Señor Alcalde de este Ayuntamiento y correspondiendo a mis atribuciones, sostener el orden público, haciendo uso para ello de las facultades que me conceden las reales ordenanzas del Ejército.

ORDENO Y MANDO

Art. 1º Queda declarado el estado de guerra en esta Ciudad

Art. 2º No se permiten reuniones ni manifestaciones públicas. Las que se organicen sin mi consentimiento, serán disueltas por la fuerza y los manifestantes sujetos a la responsabilidad que determinen las leyes.

Art. 3º El Ayuntamiento de esta localidad y el Juzgado del partido continuaran funcionando en todos los asuntos  propios de sus atribuciones que no se refieran al orden público.

Alcalá de Henares, 8 de mayo de 1898”[11].

 

La movilización pidiendo un abaratamiento de los productos de primera necesidad y mejores condiciones de vida acababa con el poder del orden público municipal en manos del Ejército. Y no solo quedó ahí. El mismo 5 de mayo el Juez de Primera Instancia e Instrucción de Alcalá de Henares abrió una causa criminal por desórdenes públicos y daños. La lista de las participantes en dicho movimiento son las siguientes:

 

“Elisa Siles, (a) la Escabechera y su criada. (Cerrajeros, 14)

María y Rafaela Alonso García (Roma, 3 y 11)

Ramona Lacalle (Pescadería, s/n)

Manuela Bustamante (Claras, 12)

Juliana Pol Martín (Escritorios, 18)

Josefa Montes de la Torre, (a) La Coja del Palo (Salinas, 5)

Encarnación Barrero (Cruz de Guadalajara, 2)

María Redondo Palencia, (a) Bacala (Damas, 20)

Gregoria Calvo (Reñidero de Gallos)

Natalia Rojo (Laguna, 1)

Rosa Subirana (Roma, 11)

Cruz Téllez (Arratia, 11)

Victoria Rodríguez López, (a) La de Perete (Vallés, 11)

Petra Badillo (Redondilla de San Diego, 4)

Ángela Pinós (Casilla férrea camino de Meco)

Inés Calvete Díaz, (a) La Quila (Ronda Ancha)

María Alcalde, (a) la Cuca (Don Juan I, 16)

Silvestra Elvira, (a) La Cocola (Damas, 18)

Benita Arrabal (Portilla, 13)

Antonio Elvira (Ventorro Esperanza)

Ángela María (Diego Torres, 5)

Agapita Ochoa

Paulina Calleja”[12]

            La aparición de banderas y algunas declaraciones del alcalde podrían indicar la existencia de algún grupo organizado tras las movilizaciones. Un nuevo bando del alcalde dice así en uno de sus párrafos: “Así espera suceda el que siempre se halla dispuesto a sacrificarse por sus convecinos, pero sí personas extrañas a la localidad, y en la que no tienen intereses ni maneras de vivir, tratasen de renovar escándalos buscando medio para soliviantar los ánimos y quizá un día de luto para nuestra querida ciudad reproduciendo los hechos deplorables acaecidos, ruego y encargo a los vecinos honrados se separen de ellos, retirándose a sus casas, para que dejándolas solas, pueda emplearse la fuerza armada y se restablezca el orden que en cumplimiento de mi deber, como autoridad, estoy dispuesto a sostener”[13].

            Tras investigaciones se dicta procesamiento contra María Redondo Palmar, Elena Burriel Ibáñez e Inés Calvete Díaz[14]. El juicio se extendió hasta octubre de ese mismo año, pero desgraciadamente no se han conservado las sentencias condenatorias. Igualmente se abrió otro juicio por el incendio de la finca del alcalde Francisco Rajas[15].También relacionado con estos sucesos es el proceso contra el industrial Lorenzo Machicado, por desobedecer al abastecimiento del pan[16].

            Los acuerdos adoptados no convencieron a nadie. La población se quedó como estaba. Los concejales criticaron al alcalde alguna de las actitudes que se habían tomado, como por ejemplo no informar de la declaración del estado de guerra.

            Aun así en las siguientes semanas se siguió debatiendo sobre la cuestión del precio del pan y las posibles soluciones al respecto. El 24 de mayo de 1898, en una sesión extraordinaria, se aprueba un proyecto de subsistencia con estos puntos:

 

“Artículo 1º. Notificar al Gremio de Panaderos que desde el día que comienza a elaborar el pan el Ayuntamiento que será seguidamente, cesará la condonación de los Derechos de Consumo así como la moliente gratis.

Artículo 2º. Que si verdaderamente, como esta demostrado, no pueden dar el pan a cuarenta céntimos las dos libras, que lo vendan como puedan pero procurando ceñirse a las actuales circunstancias.

Artículo 3º. Que el pan deberá estar elaborado y cocido con arreglo a las necesidades de la higiene.

Artículo 4º. Que el pan llamado de encargo no estará sujeto a repeso, no vendiéndose sino en la tahonas o tiendas”[17].

           

Las medidas que se habían tomado para aplacar el motín, como por ejemplo dejar exentos a los comerciantes de pagar determinados impuestos de consumos quedan suspensa, volviendo a la situación de normalidad. Igualmente durante largo tiempo se estuvo hablando de poder establecer una tahona municipal, cuyo reglamento de funcionamiento se aprobó en dicha sesión extraordinaria:

 

“1º La venta se hará en el sitio o sitios que se designen.

2º La venta se hará mediante bonos que se facilitarán con arreglo al padrón de Beneficencia, marcando a cada familia y respectivo bono el número de panes para evitar abusos, dándosele por mes completo para que le interesado los corte diariamente llevando todos una letra de algún señor Concejal o Presidente como contraseña no dándose por ningún concepto por duplicado.

3º El sello que marque el pan deberá contener Panadería Municipal = Beneficencia.

4º El sello de los bonos dirá Ayuntamiento de Alcalá de Henares = Bono de… panes = Beneficencia.

Aclaración importante. Si por falta de pan en las panadería locales se presentarán en la Municipal compradores sin bono, el Ayuntamiento debería vendérselo previo pago del precio de 45 cts., o sea su corte neto”[18]          

Así acaba esta sublevación de mujeres por el precio del pan. La represión se ciñó contra las participantes en las movilizaciones. Y las medidas que toma a posteriori el Ayuntamiento van en la línea de evitar un nuevo motín. Y no volvieron a suceder en la ciudad motines de este estilo, pues las movilizaciones que se producen durante el siglo XX si tienen un claro componente político con sociedades obreras organizadas tras de ellas. Igualmente determinadas personalidades de la ciudad con pretensión de evitar sucesos como los narrados tiende a la creación de sociedades cooperativas como “La Económica Complutense”, nacida en octubre de 1899[19].

            El motín de mujeres por el precio de pan se mantuvo en la memoria colectiva de la ciudad durante mucho tiempo, por el cariz que tomo el acontecimiento. Luis Madrona lo describía, con todas las inexactitudes del mismo, años después:

 

“En Alcalá se ha declarado muchas veces el estado de guerra debido a las agitaciones políticas del país; pero por sucesos acaecidos en la población solo ha sucedido una vez, a primeros de siglo. Las mujeres alcalaínas, ofendidas porque había subido el precio del pan en unos céntimos, se amotinaron, asaltaron las tahonas y vertieron unos sacos de harina que estaban en el muelle de la estación. Una nutrida manifestación de mujeres, al frente de las cuales iba una tal Angelita la Andaluza, se encontró, cerca de mi casa, con el entonces alcalde. Este, que era de genio suave y apacible, no se sabe por qué, se sintió enfurecido al ver a las tales, y violentamente les arrancó una bandera negra que llevaban. ¡Nunca lo hubiera hecho! Aquellas fieras se lanzaron hacia él, le apabullaron su sombrero de media copa, le rompieron el bastón y de propina le atizaron unos capones en su espaciosa calva. La fuerza pública, representada por el venerable Juan Grande, que le acompaña, en unión del señor Jesús, impotentes para sujetar la avalancha, se limitaron a una prudente retirada a un portal inmediato. Seguramente allí el señor alcalde decidió resignar el mando, y a los pocos momento se encargaba la autoridad militar del mantenimiento del orden, después de pregonar por las esquinas la ley marcial”[20] .

Con todas las inexactitudes, pues ni el alcalde fue agredido ni decidió de tal manera el declarar el estado de guerra, habla Madrona de cosas ciertas como las banderas (que él dice negras, pudiendo en ese caso ser de algún grupo anarquista o simplemente la bandera del hambre) así como del protagonismo de las mujeres.  Lo que demuestra cual profunda fue la huella que este movimiento dejó en la población de Alcalá de Henares.



[1] Labrousse, Ernest y Braudel, Fernand (dir). Histoire economique et sociale de la France, París, 1976 (T. III), Pág. 1000

[2] Serrano, Carlos. El turno del pueblo. Crisis nacional, movimientos populares y populismo en España (1890-1910), Península, Barcelona, 2000. Pág. 50

[3] Figuero, Javier y Santa Cecilia, Carlos G. La España del desastre, Plaza & Janes, Barcelona, 1997. Pág. 73-74.

[4] AMAH. Leg. 103/14

[5] Ídem.

[6] Ídem

[7] AMAH. Libro de actas municipales de 1898. Leg. 11052/2

[8] Ídem. Leg. 103/14

[9] Ídem.

[10] Ídem.

[11] Ídem

[12] Consta el nombre, el alias y la dirección. Lista elaborada por Manuel Vicente Sánchez Molto. Ver también Sánchez Moltó, Manuel Vicente, "Alcalá de Henares, 1898: el motín de mujer por el precio del pan y la declaración del estado de guerra", VIII Encuentro de Historiadores del Valle del Henares, Guadalajara, 2001

[13] AMAH. Leg. 103/14

[14] Archivo General de la Administración (AGA). Justicia. Caja 44/14155. Nº 110

[15] AGA. Justicia. Caja 44/14155. Nº 111

[16] AGA. Justicia. Caja 44/14155. Nº 132

[17] AMAH. Libro de actas municipales de 1898. Leg. 11052/2

[18] Ídem.

[19] Ídem. Leg. 98/39

[20] Madrona, Luis. Bagatelas, Hijos de Fernando Sancho, 1988. Pág. 32-33

miércoles, 21 de julio de 2021

Un ejercicio de memoria de nuestra historia reciente

 

Reseña del libro Aquí no hemos venido a estudiar (Arpa, Barcelona, 2020) publicada en El Obrero digital

Reconstruir la historia de nuestro pasado traumático reciente es una de las tareas pendientes que en los últimos ha dado como resultado trabajos de investigación de enorme calidad. Desde historiadores consagrados como Fernando Hernández Sánchez, que esta reconstruyendo todos los vericuetos del PCE en la dictadura y el exilio como la de otros autores más noveles, pero no por ello menos importantes, que están trabajando distintos aspectos de aquella época y la Transición (Pablo Alcántara, Héctor González Pérez, Cristián Ferrer y un largo etcétera).

Sin embargo, hace unos meses, el periodista Enric Juliana publicaba un interesante libro que abarcaba la historia del franquismo y la Transición a partir de una serie de personalidades afiliadas al PCE, aunque con distintas visiones de como acometer esa oposición al franquismo. Aunque tenía constancia de este libro de Juliana, fue uno de mis mejores amigos el que sin esperarlo me lo regaló y tuve el placer de leerlo y disfrutarlo.

El libro de Juliana reúne todos los condicionantes para ser una buena introducción a determinados temas fundamentales y espinosos de la oposición al franquismo, de los debates en el interior del PCE y de las posiciones en la Transición. Aunque los ejes sobre los que pivota el texto son Ramón Ormazábal y Manuel Moreno Mauricio (militantes del PCE y del PSUC), en realidad el escenario protagonista es la Prisión de Burgos. Allí, en base al libro de Juliana, se vieron las posiciones de Ormazábal, de acción y de ser un lugar de lucha (no de estudio), y la de Moreno Mauricio, para quien aquel lugar no dejó de ser una universidad (un lugar de estudio). Todo esto, desde luego, desde una visión metafórica.

Sin embargo, el libro de Juliana no solo es destacable por estas cuestiones, que podemos encontrar en libros de investigación histórica. Lo que hace el periodista de La Vanguardia y tertuliano de la Cadena SER, es una retrospectiva general. Nos plantea el escenario de fondo de la Guerra Fría, esa lucha entre la URSS y los EEUU, entre dos modelos que, aunque antagónicos, contemporizaron sus posiciones diplomáticas y marcaban jugadas que solo ellos entendían en el tablero de ajedrez. Posiciones o no entendidas o condenadas por otros agentes. Igualmente, nos presenta el panorama general de las tendencias de un movimiento como el comunista, que hasta 1939 parecía un muro de granito, pero que se fue resquebrajando con el paso de los años. Las tendencias sovietistas, maoístas, titistas, el nacimiento del eurocomunismo, etc., son protagonistas en este libro, así como sus defensores. También los debates internos del PCE, entre su vieja guardia, su secretario general Santiago Carrillo, los del interior de España o las nuevas voces que, como Jorge Semprún, Fernando Claudín, Javier Pradera, etc. Pero no solo se ciñe a los comunistas. Por sus páginas también se habla de los catalanistas, de los socialistas y de sus enormes debates, de los anarquistas, etc. De la muerte e impacto de personajes de primer nivel como Heriberto Quiñones o Julián Grimau. Y también la evolución política o las raíces familiares de algunos de los políticos más famosos en la actualidad.

Un compendio total, de las ilusiones, de la lucha y de la decepción. De las disputas, de los errores de cálculo y las luchas de poder. Una explicación de las razones por las que el PCE, siendo el partido de la oposición al franquismo, quedó relegado a un papel secundario en la democracia española frente al PSOE.

Al libro de Juliana le podemos hacer algunas críticas. Críticas de historiadores que puede incluso que sean injustas, porque Enric Juliana no ha realizado un manual de historia, sino que ha marcado un ejercicio de memoria de nuestro pasado traumático. Algunas informaciones pueden quedar cortas o incompletas. Otras historias merecería la pena desarrollarlas más.

Por lo que a mi respecta, este libro lo incorporo a la bibliografía de mis asignaturas de historia de España contemporánea y del siglo XX. Y desde luego que invito a todos y todas que puedan que lo lean, aunque sea para realizar un ejercicio de reflexión.


miércoles, 16 de junio de 2021

JUAN GÓMEZ CASAS O EL ANARCOSINDICALISMO. CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JUAN GÓMEZ CASAS

 


Artículo publicado en El Obrero

Este 2021 esta siendo un año de muchas conmemoraciones. Hace unos días se recordaba el 90 aniversario de la Segunda República. También este año es el centenario del desastre de Annual que marcaba el inicio del fin de la Restauración.

Como hitos del movimiento obrero, este 2021 se cumplen 150 años de la Comuna de París, el centenario de la Comuna de Kronstadt o el centenario de la muerte de Piotr Kropotkin. No son datos menores y es labor del historiador recuperarlos y situarlos en su contexto histórico. Numerosos actos, dentro de esta situación complicada que nos ha tocado vivir, se están realizando en esta línea.

Pero este año 2021 también se cumple 100 años del nacimiento de uno de los personajes que marcó la vida de la CNT en los duros años de la dictadura y en la Transición democrática. No puede pasar desapercibido que el 16 de abril de 1921 nacía Juan Gómez Casas, el que fuese el primer secretario general de la CNT tras la legalización en 1977 y que marcó toda una época en un momento de crisis del anarcosindicalismo español. Además, el destino quiso que su vida se apáguese en 2001, por lo que este año también se cumple veinte años desde su fallecimiento. Valgan estas líneas para comprobar la importancia de Gómez Casas y su labor fundamental en la reconstrucción de la CNT.

Una vida dedicada al movimiento obrero

                Juan Gómez Casas nació en Burdeos, el 16 de abril de 1921. Hijo de la emigración, su familia que se tuvo que trasladar al país vecino para buscar mejor suerte. Ya entonces, el padre de Gómez Casas era un activo militante de la CNT, lo que hace que desde muy temprano la vida se vincule al movimiento obrero.

                Con la proclamación de la Segunda República en abril de 1931, gran parte de la emigración y exilio libertario regresó a España, entre ellos la familia de Gómez Casas. Siendo joven se afilia a la CNT y pasa también a formar parte de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias, organización juvenil anarquista fundada en 1932. En ambas organizaciones Juan Gómez Casas sería un destacado militante.

                Al producirse el golpe de Estado contra la República, Gómez Casas es aun menor de edad por lo que no puede pasar a engrosar las filas del ejército republicano. Aun así, tuvo una actividad protagonista en las industrias socializadas y participó de proceso revolucionario que se abrió en diversos lugares de la retaguardia republicana. Fue en 1938 cuando fue movilizado en la 39 Brigada Mixta, siendo uno de los integrantes de la llamada “quinta del biberón”.

                Al finalizar el conflicto, Gómez Casas evitó la cárcel por su minoría de edad, pero eso no le impidió lanzarse a la lucha clandestina contra el franquismo, siendo uno de los que reconstruye las estructuras del movimiento libertario en la clandestinidad. Esa actividad que mantendría durante años finalizó con su detención y encarcelamiento en 1948, en el contexto del Trienio del Terror del franquismo, donde casi la totalidad de las estructuras clandestinas de los organismos de izquierda fueron desarticuladas.

                Aunque evitó la pena de muerte, Gómez Casas fue condenado a 30 años de prisión, pasando por distintos penales, algunos de ellos los más duros del franquismo: San Miguel de los Reyes, Ocaña, Burgos. Aquel largo tiempo en prisión sirvió como escuela para Gómez Casas. La prisión de Burgos era considera una “universidad” para los opositores políticos al franquismo. Allí Gómez Casas conoció a diversos personajes de las mas variadas ideologías y siguió forjando su pensamiento libertario. Incluso en el interior de las ergástulas del franquismo Gómez Casas no dejó de reconstruir los organismos libertarios.

                Catorce años estuvo Gómez Casas en prisión, hasta que fue liberado en 1962. A partir de entonces, Juan Gómez Casas inicia varias actividades. Siguió en la clandestinidad participando de la reconstrucción de los organismos del movimiento libertario, manteniendo contacto con las estructuras del exilio y oponiéndose a iniciativas como las del cincopuntismo. Por otra parte, y junto a su trabajo de pintor de brocha gorda, se convierte en uno de los intelectuales más importantes del campo del obrerismo. Después de su liberación, Gómez Casas escribe Cuentos carcelarios, donde recuerda su vida en el interior de la cárcel. Igualmente, para ganarse la vida escribe diversas obras que no puede firmar con su nombre, actuando a veces con el seudónimo de Jacques de Gaulle. Algo usual en la época, pues muchos periodistas y escritores se ganaban la vida escribiendo con seudónimos o escribiendo para otros (un ejemplo fue también Eduardo de Guzmán). Sus conocimientos de idiomas, hace que Gómez Casas realicé también traducciones para algunas editoriales, como Zero ZYX o, incluso la Editora Nacional, cuando en 1977 traduce y prologa la obra de Proudhon El principio federativo.

                En la década de 1970, cuando se establece que la CNT se tiene que reconstruir, Gómez Casas participa de varias iniciativas como la creación y desarrollo en Madrid del grupo Anselmo Lorenzo, que sería uno de los embriones de la futura reconstrucción del anarcosindicalismo madrileño. En esta reconstrucción su nombre es fundamental, junto a de otros militantes de la época como Fidel Gorrón, Pedro Barrios o Luis Andrés Edo.

                La actividad de Gómez Casas en aquellos años de estertores del franquismo político es fundamental. Participó de numerosas asambleas y mítines, destacando el que se realizó el 27 de marzo de 1977 en la localidad de San Sebastián de los Reyes, primer acto público masivo del movimiento libertario desde le final de la Guerra, o el también importante mitin de Valencia. SU participación en actos en Francia también fue muy importante.

                La foto más famosas de la época de Gómez Casas, fue la que se realizó junto a Pedro Barrio cuando el 7 de mayo de 1977 depositaban los estatutos de la CNT en el registro de asociaciones y ponían fin a 39 años de clandestinidad del anarcosindicalismo. Gómez Casas pasaría a ser el primer secretario general de la CNT en esta nueva etapa.

                Su labor sindical es fundamental para entender aquellos años del anarcosindicalismo donde Gómez Casas vio que el proyecto planteado comenzaba a resquebrajarse con motivo de las escisiones de 1979 y 1983 y al calor de sucesos como el Caso Scala y las consecuencias que tuvo, si bien esto último no es el único factor determinante en la crisis del anarcosindicalismo.

                En aquella época, como en otras, una mente sindicalista como la de Gómez Casas establecía, establecía tres tendencias dentro del organismo sindical. Una “izquierdista” que hablaba de una CNT global y anarquista, una de “derechas”, que hablaba de la CNT como un organismo meramente sindical vaciado de contenido ideológico y una anarcosindicalista, que él mismo defendía, donde la CNT era concebida como un organismo de defensa de los trabajadores en busca de la mejora de sus condiciones materiales, pero sin dejar de lado el futuro revolucionario, partiendo de las bases fundacionales y estructurales de una organización libertaria.

                Fue un personaje con las ideas claras y un interlocutor preciado no solo por la CNT sino por otros personajes de la época. Intento mediar en todo momento entre los distintos sectores de la CNT para que la organización no se rompiese, pues era consciente que, en todos los momentos históricos, la CNT tuvo diversidad de opiniones y eso enriqueció el debate. Sin embargo, en esta ocasión, las posiciones fueron enconadas, el choque y ruptura generacional del franquismo se dejó sentir, y la CNT acabó escindida. Igualmente, como sindicalista, Gómez Casas no desdeñó hablar y dialogar con otras organizaciones sindicales para establecer acuerdos puntuales. Su relación con Nicolás Redondo, líder de la UGT, fue cordial.

                Sin embargo, las escisiones de 1979 y 1983 redujeron la influencia de la CNT, que prácticamente quedó en cuadro en la travesía de los ochenta. Gómez Casas siguió en la organización, participando de sus estructuras y de numerosos actos, hasta que su salud se fue debilitando. Falleció en Madrid el 27 de agosto de 2001.

Intelectual de la brocha y la pluma. Gómez Casas como historiador obrero

                Ya se ha remarcado la impronta intelectual que Gómez Casas va a desplegar una vez que salió de prisión en 1962. Sin embargo, su labor va a ser ingente y sus obras de carácter histórico se van a convertir en referencia para el estudio del movimiento obrero en la historia de España. Esa labor de Gómez Casas tampoco era nueva, pues lo que hizo fue seguir la estela de otros militantes obreros que hicieron historia obrera para la clase obrera. Así, Gómez Casas se enmarca en la tradición que abrió Anselmo Lorenzo con El proletariado militante, Manuel Buenacasa con El movimiento obrero español, 1886-1926 o José Peirats con La CNT en la Revolución española, entre otras muchas obras históricas de estos autores. Todos ellos tienes unas características básicas: utilizan las fuentes históricas para componer sus obras. No son memorias, sino que intentan justificar sus conclusiones a partir de los documentos y experiencias. Gómez Casas siguió los mismos recursos en su ingente obra. Y la muerte de Gómez Cosas rompió esa línea de historiadores obreros que se había iniciado en el siglo XIX.

                Numerosas fueron las obras que Gómez Casas aportó, algunas de ellas fundamentales para el entendimiento del movimiento obrero en general y del anarquista en particular. Junto a España 1970, La Primera Internacional (1974), Los anarquistas en el gobierno (1977) o Nacionalimperialismo y movimiento obrero en Europa hasta la Segunda Guerra Mundial (1985) hay que destacar tres obras clave: Historia del anarcosindicalismo español (1968), Historia de la FAI (1977) y Relanzamiento de la CNT (1984).

                Historia del anarcosindicalismo español e Historia de la FAI se convierten en dos obras clave. La primera porque reconstruyó el movimiento que dio como fruto el nacimiento de la CNT hasta el final de la Guerra. Y la segunda porque hasta hace poco era la única monografía dedicada a la organización anarquista específica. Aun hoy estas obras siguen siendo referencia, lo que llevó a que en 2006 se reeditase la primera y en 2002 a que se reimprimiese la segunda. Es evidente que hay cuestiones en estas obras que a nivel historiográfico o están superadas o no se sostienen, pero son de una rigurosidad impecable, gran parte de sus conclusiones son clave para entender el movimiento anarquista en España y en el caso de la obra de la FAI nos encontramos ante una obra ecuánime sobre esta organización, alejada de lugares comunes.

                Además, a pesar de que se ha querido minusvalorar sus aportaciones calificando estas obras como “historia militante”, lo cierto es que muchas de ellas cumplen los criterios básicos de la historia científica, con un riguroso tratamiento de las fuentes primarias, muchas de las cuales son desconocidas aun hoy en algunas historias generales del anarquismo. Y eso estructura una cohesionada historiografía obrera, donde también entrarían algunos nombres propios del campo del socialismo o del comunismo.

                No se podía dejar pasar la oportunidad de recordar a Juan Gómez Casas en el centenario de su nacimiento y en el veinte aniversario de su muerte. Un personaje central en la historia del anarcosindicalismo cuyas aportaciones en distintos aspectos son indelebles a la historia obrera en España.


jueves, 8 de abril de 2021

DOS COMUNAS EN LA MEMORIA


 Artículo publicado en el número 381 del periódico Tierra y Libertad

En este año 2021 se conmemora dos acontecimientos que marcaron un antes y un después en la historia del movimiento obrero en general y del anarquismo en particular. La historia de dos movimientos revolucionarios que cambiaron la forma entender algunos procesos políticos y sociales, que marcaron las diferencias entre revolucionarios y que iniciaban, en todas sus variables, momentos diferentes. Ambos se produjeron con 50 años de diferencia, en espacios geográficos alejados, pero compartían muchas similitudes así como sus diferencias: la Comuna de París de 1871 y la rebelión de los marinos de Kronstadt en 1921. Han pasado 150 y 100 años respectivamente de ambos acontecimientos. Sin embargo, su memoria indeleble sigue estando presente y es objeto de debate.

Cuando en París estalló la revolución

                Si algo distinguió a Francia desde el final del siglo XVIII y a lo largo del XIX fue que se presentó como un laboratorio de ideas y movimientos que eran vistos con admiración y temor por el resto del continente y del mundo. Si la Revolución Francesa iniciada en 1789 significó la puesta en práctica de gran cantidad de teorías políticas que habían mostrado su oposición al Antiguo Régimen así como la irrupción de las masas obreras en los procesos revolucionarios también fueron derrotadas por la fuerza de las armas por diversas circunstancias. El poso dejado por aquellos revolucionarios no fue desechado por sus defensores en el siglo XIX. Si en 1830 Francia conquistó sus derechos liberales en 1848 hizo lo mismo con los democráticos. Y aunque se produjeron flujos y reflujos en el proceso, lo cierto fue que aquellas jornadas la conciencia del obrerismo incipiente fue conformando todo un movimiento que se preparaba para el asalto.

                La fundación de la Primera Internacional bajo parámetros franceses e ingleses posibilitó al movimiento obrero francés conformar una herramienta supranacional que articulase y estructurase sus actividades. La figura de Proudhon fue capital en todo aquel proceso.

                Pero Europa estaba dirimiendo un conflicto entre potencias que estaba conformando el futuro mapa político que llevó al mundo a la Primera Guerra Mundial. Uno de esos episodios fue el enfrentamiento abierto entre la Francia de Napoleón III y la Prusia de Bismarck y el Kaiser Guillermo. La guerra franco-prusiana de 1870 y la derrota en Sedan de las fuerzas imperiales francesas abrió un escenario en Francia que intentó en muchos puntos retomar el proceso que se había abierto en 1848. Mientras algunos reivindicaron la vuelta a la República otros consideraron que aquella moderada tenía que ser superada por una social. Con un movimiento obrero mejor estructurado, muchas ciudades francesas se lanzaron a la constitución de organismo revolucionarios que pusieran en práctica los modelos de democracia directa. Lyon fue la primera pero donde más trascendencia tuvo el acontecimiento fue en la ciudad de París.

                Con una Francia sitiada por las fuerzas del Kaiser, un gobierno nacional que buscaba una capitulación y que veía mayor peligro en las fuerzas revolucionarias del interior del país, los revolucionarios parisinos se hicieron con el control de la ciudad, la Guardia Nacional controló los cañones del Montmartre y neutralizó a las fuerzas del gobierno de Thiers. Unos días después celebraron unas elecciones donde la victoria fue sin paliativos para las fuerzas partidarias de proclamar a París en Comuna, estableciendo un autogobierno de la ciudad, la supresión de los consejos de guerra, la amnistía para los presos políticos y la libertad de prensa. Un movimiento encabezado por trabajadores e intelectuales, con representación de todas las escuelas del socialismo y de las ideas más avanzadas. Allí había proudhonianos o bakuninistas como Benoît Malon, Eugène Varlin, Jules Vallès o Charles Longuet. Había blanquistas (seguidores de Auguste Blanqui) como Théophile Ferré o Raoul Rigalt. Jacobinos como Charles Delescluze o Gustav Flourans. O marxistas como Leo Frankel o Auguste Serrailler.

                Aquel grupo diverso dio como resultado una serie de medidas que fueron inéditas en la historia de la Francia y del movimiento revolucionario internacional. Lo primero que aplicaron los comuneros parisinos fue una política de representación federal, donde cada arrondisement (distritos) tenía su comité y sus órganos decisorios.  Un federalismo que bebía directamente del modelo de Pierre Joseph Proudhon.

                La Comuna optimizó los recursos de primera necesidad creando comedores populares al estilo de las clásicas Marmitas. Se vació de contenido político al funcionariado parisino y se estableció que serían de designación directa por el pueblo de París y con cargo revocables. Las condiciones de vida de la clase obrera fueron mejoradas, con el establecimiento de la jornada de 8 horas y la regulación del trabajo, en influencia directa de la Primera Internacional. Se reconoció el matrimonio civil y las uniones libres, dando carta de naturaleza jurídica los hijos que naciesen de estas uniones en igualdad de condiciones. Igualmente, impulsados por personajes como Édouard Vaillant o Louise Michel, se aprobó un modelo educativo laico, dando carta de naturaleza a la separación total entre la Iglesia y el Estado, con el fomento de la educación obligatoria, las formaciones profesionales y la coeducación de sexos.

                Durante las jornadas de la Comuna, la mujer tuvo una participación activa. Proliferaron clubs y asociaciones de mujeres, al frente de las cuales estaban Louise Michel, Nathalie Lemel, André Leó o Elisabeth Dmitriev. Las mujeres tuvieron un papel protagonista en la formación política y en la defensa de la ciudad París. Por ello pasaron a la historia con el apelativo peyorativo de las petroleuses (las petroleras) en resonancia a las tricoteuses de la Revolución de 1789.

                La Comuna de París abolió el culto obligatorio de la Iglesia aunque dejó libertad a cada habitante de profesar la religión que quisiera. Igualmente, abolieron la pena de muerte, con la destrucción simbólica de guillotinas a los pies del filósofo y escritor Voltaire. Retomaron el calendario de la revolución y algunos monumentos simbólicos, como la Columna Vendôme o la casa de Thiers fueron destruidas como inicio de una nueva era.

                Los organismos de gobierno estaban basados en la democracia directa, con la proliferación de clubs de todas las ideologías, así como que la defensa de la Comuna correspondió a la Guardia Nacional. Se fomentó las artes y la cultura, lo que hizo que artistas de primer nivel como Gustav Courbet participasen de forma activa.

                Sin embargo, la Comuna tuvo tres elementos en contra que determinó su derrota. El primero que el movimiento no se extensivo a todo el territorio francés y los intentos de articulación de comunas similares en lugares como Marsella, Lyon. Narbonne, etc., fracasaron. Por otra parte, Francia estaba en guerra con los prusianos, y para estos los ideales de la comuna tenían que ser derrotados. Y, por último, en consonancia con los prusianos, el gobierno que había salido de París hacia Versalles también quería la derrota total del movimiento revolucionario. Thiers desde el gobierno, Gallifet y MacMahon al frente del ejército emprendieron una ofensiva contra el París revolucionario que liquidó la experiencia en la llamada “Semana Sangrienta”, y donde perdieron la vida un gran número de comuneros. EL 28 de mayo de 1871, las ultimas resistencia de la Comuna de París en el cementerio de Pere Lachaise sucumbían.

                La represión contra la Comuna se saldó con 30000 fusilados, miles de encausados, condenados a distintas penas y deportados a las colonias francesas. Durante muchos años hablar de la Comuna estuvo prohibido en Francia, aunque sus ecos, sus simbologías y su trascendencia marcó el dinamismo del movimiento revolucionario internacional.

La flor y nata de la Revolución rusa. Kronstadt


                La historia quiso que cuando se conmemoraba el 50 aniversario de la Comuna de París que había sido antorcha de muchos movimientos, se produjera el trágico final de otro intento de hacer variar el curso de la revolución.

                A muchos kilómetros de París, en la isla de Kotlin, frente a Petrogrado (hoy San Petersburgo), unos marinos revolucionarios quisieron continuar con el legado aportado por la Revolución de octubre de 1917 y fueron aplastados por ello.

                Hay que ponerse en situación. En Rusia, en octubre de 1917, las fuerzas revolucionarias se habían hecho con el control pero la reacción contra las mismas hizo que estallase una larga Guerra Civil (1918-1921). La ciudad de Kronstadt era una de las plazas fuertes del Báltico, donde los marinos a ella adscrita había participado de todos los movimientos revolucionario desde inicios del siglo XX.

                Kronstadt había tenido unas características peculiares y aquella plaza era un hervidero de ideas. El soviet de Kronstadt se caracterizó por su pluralidad: bolcheviques, socialistas revolucionarios, mencheviques, anarquistas y un largo etcétera. Durante la Revolución de febrero, Kronstadt actuó como una república independiente, pues no reconocía al gobierno provisional y presionaba a la revolución socialista. Un marino anarquista, Efim Yarchuk, formado en la ciudad de Bialystok era uno de sus más dinámicos impulsores. La revolución de octubre no habría sido posible sin esos marinos de Kronstadt como tampoco su resistencia numantina cuando la revolución fue atacada por las tropas blancas. Fue un también un marino anarquista de Kronstadt, Anatoli Zhelezniakov, quien puso fin a las actividades de la efímera Asamblea Constituyente Rusa.

                El objetivo de los marinos Kronstadt al igual que los comuneros parisinos, era una democracia obrera directa. Pero la guerra civil impidió cualquier intento o desarrollo de debate entre las escuelas revolucionarias, cuestión que fue aprovechada por los bolcheviques para reforzar su poder en el gobierno soviético.

                Cuando la Guerra Civil tocaba a su fin, esos marinos que habían estado tres años combatiendo a los blancos y muchos de ellos habían perdido la vida, creyeron que era el momento de volver a plantear el modelo de revolución que se tenía que implementar. Además, habían denunciado que la política bolchevique había actuado en muchas ocasiones en contra de los intereses de los obreros. Eso hizo que los bolcheviques de Kronstadt fuesen perdiendo influencia o bien se posicionasen en los sectores críticos al gobierno.

                Las políticas gubernamentales y el modelo revolucionario hicieron que los marinos de Kronstadt emitiesen en febrero de 1921 un documento con una serie de reivindicaciones, amparándose en la potestad del plural soviet de su zona de influencia. Los marinos de Petropavloks y del Sebastapol pedían libertad de expresión para todas las corrientes de la izquierda, soviets libres sin control de ningún partido político y corrección de la política económica impulsada por el comunismo de guerra. No dejaban de ser reivindicaciones en consonancia con otros movimientos como el de Majnó en Ucrania o el de Antonov en la región de Tambov.

                Al frente de aquellos marineros estaba un antiguo militante del Partido Bolchevique que la había abandonado por divergencias con la dirección del partido: Stepan Petrichenko. Junto a él, un simpatizante del anarquismo: Perepelkin.

                La rebelión de los marinos de Kronstadt no es una revuelta de ninguna ideología en concreto y lo fueron de todas que criticaban desde la izquierda la política de los bolcheviques. A pesar de la propaganda de la prensa gubernamental, que trataba de vincular el movimiento de Kronstadt a las fuerzas blancas y contrarrevolucionarias, el gobierno de Lenin era consciente que aquello era otra cosa. Era una revuelta de la izquierda revolucionaria, pedían la vuelta al modelo plural de octubre de 1917 y no se sentían identificados con la dictadura de un solo partido. Si la idea era la negociación, aquello tenía visos de extenderse demasiado en el tiempo y se podía poner en peligro el poder de los bolcheviques. A pesar de los intentos de mediación, la opción gubernamental fue la represión contra los marinos de Kronstadt. Zinoviev, Trotsky y Tujachevsky encabezaron el ataque que en apenas una semana liquidó la resistencia del Comité Revolucionario del Petropavlosk.

                La idea de una Tercera Revolución de aquellos marinos, que conformaban una puzzle y caleidoscopio de ideas y iniciativas, fracasó por la fuerza de las armas. Anarquistas, socialistas revolucionarios o bolcheviques de izquierdas acabaron juzgados y presos por su apoyo a Kronstadt. Trostky, que había definido Kronstadt como “la flor y nata de la revolución” varió su visión para catalogarla en 1921 como “la canalla contrarrevolucionaria”. Esos bolcheviques que reprimieron a Kronstadt fueron víctimas unos años después de las persecuciones estalinistas: Trostsky, Zinoviev, Piatakov, Tujachevsky, Dybenko, etc.

                Kronstadt no fue una revuelta antibolchevique, como pudo ser la de Antonov. Lo que buscaron aquellos marinos fue articular una nueva base de poder revolucionario y continuar con el proceso que se abrió en 1917. Sus resultados fueron catastróficos.

                Mismo final para dos comunas, la de París y la de Kronstadt, que creyeron en todo momento en la necesidad de un movimiento revolucionario plural y donde el anarquismo tuvo un papel protagonista.