domingo, 24 de mayo de 2020

COMO SALVADOR SEGUÍ GANÓ SU PRIMERA PESETA

Artículo publicado en "El Obrero"


Hace uno años, en una librería de viejo, di con una rareza poco conocida que no pude evitar la tentación de adquirir. El libro en cuestión se titulaba ¿Cómo y cuando ganó usted su primera peseta?, producto de la encuesta que el periodista Francisco Gómez Hidalgo realizó y la librería Renacimiento publicó en el año 1922. El libro, aunque anecdótico, es interesante por varias cuestiones. La primera por el autor, el periodista Francisco Gómez Hidalgo. Periodista muy afamado en la época, colaborador de periódicos muy importante del momento como El Liberal o El Heraldo de Madrid. Liberal y republicano, Gómez Hidalgo fue militante, ya en los años de la Segunda República, del proyecto de Diego Martínez Barrio, Unión Republicana, siendo diputado en 1936 por el Frente Popular. Debido a su militancia política tuvo que exiliarse tras el conflicto civil y murió en México en 1947. No solo queda ahí la importancia de Gómez Hidalgo, pues de su pluma salieron libros muy interesantes como biografías de toreros como Juan Belmonte o sus visiones sobre el conflicto de Marruecos. Entre las cuestiones poco conocidas de este periodista, ya de por sí poco conocido hoy día, esta la dirección y guion de una película de 1926 que se tituló La malcasada, un folletín de la época donde se une amoríos, toros y guerra de Marruecos, en una producción que viéndola no fue la mejor representante del momento. Sin embargo, en esa película, junto a los protagonistas de la obra aparecen personajes importantes y famosos del momento como el dictador Miguel Primo de Rivera, los escritores Wenceslao Fernández Flórez, Valle-Inclán o Azorín, el tenor Miguel Fleta, los políticos Luis Araquistáin o José Sánchez Guerra e, incluso, un joven Francisco Franco.
                La curiosidad del libro de Gómez Hidalgo publicado en 1922 radica en la amplia diversidad de personajes a los que le hizo la encuesta, lo que indica la popularidad e importancia del personaje en momento. En sus páginas nos relata como ganaron su primera peseta personajes como Carlos Arniches, Mariano Benlliure, Pedro Corominas, Jacinto Benavente, Alberto Insua, Concha Espina, Carmen de Burgos, Margarita Nelken, Santiago Ramón y Cajal, Julio Romero de Torres, José Millán Astray, etc. Hasta un total de 224 respuestas.
                El movimiento obrero también está representado en estas encuestas, y hay dos militantes de la CNT: Ángel Pestaña y Salvador Seguí. Ambos, en aquella fecha de 1921-1922 posiblemente los más importantes y relevantes del anarcosindicalismo. Reproducimos aquí la larga respuesta de como Salvador Seguí ganó sus primeras pesetas, y mostramos en grado de complicidad entre ambos personajes. Una historia anecdótica, pero que no deja de ser curiosa. En el momento de la respuesta Seguí estaba preso, tal como indica al final de su escrito. Pocos meses después de la publicación de este libro, Salvador Seguí fue asesinado por pistoleros pagados por la patronal catalana, poniendo fin a la vida de una de las figuras más emblemáticas del movimiento obrero español.


Estimado amigo Gómez Hidalgo:
                No puedo negarle lo que tan amablemente me pide. A otro, que no fuera usted, se lo hubiera negado, porque creo que estas cosas, en el fondo, no interesan a nadie y lo poco que tienen de interés es nocivo para la curiosidad del público, ya que determinan conformaciones morbosas en la opinión. Usted me entiende.
                Por otra parte, mis actos son harto corrientes y vulgares para que puedan despertar curiosidad alguna. Porque no interprete el amigo, a quien tanto le estoy obligado, como desaire mi negativa, voy a complacerle.
                La primera peseta, o las primeras pesetas, que gané – pues fueron más de una – fue de singular y caprichosa manera. Vera usted:
                No tenía mas de ocho años en la primavera de 1896. Era de vigilia del domingo de Ramos.
                ¡Domingo de Ramos! ¡Con cuanta ilusión lo esperaba siempre mi alma infantil, enamorada de la leyenda, de lo bello y lo majestuoso! ¡Con cuanta emoción lo recuerdo aun, cuando mi espíritu, reconcentrándose, aviva el recuerdo de aquellos tiempos, dulces y tranquilos, serenos y amables, de mi niñez! Es esta fiesta, sin disputa, una de las más bellas que celebra la Iglesia y la cristiandad toda. Fiesta de primavera y esperanza, fiesta de gentiles paganías y de fecundas promesas. Así la interpretaban los antiguos pueblos de Oriente, que hacían un culto de la Belleza y de la Vida. Siglos después, la Iglesia ofrendaba a esa fiesta en forma de glorificación y homenaje al legendario hijo de Galilea en su triunfal entrada en Jerusalem. Así fue creado el más bello mito de la leyenda cristiana por los padres de la Iglesia, y conservado, aunque transfigurado, uno de los ritos más hermosos del Paganismo. Que el buen gusto se lo paguen y se lo tengan en cuenta.
                Como queda dicho, estábamos en la vigilia de la referida fiesta del año citado; al paso de marcharse de casa mi padre a sus tareas, yo rogué a mi madre que me diera los céntimos precisos para ir a comprarme el ramo, la áurea y elegante palma que al día siguiente tenía que ofrecerse como tributo de admiración y de fe al divino hijo de Dios, por haber venido al mundo a redimir a los hombres. Mi madre se negó en principio a darme los céntimos que yo tan insistentemente le pedía, no solo porque tuviera el temor de que me los gastara en golosinas con los demás chicos de la calle, sino también porque les privara del placer de comprármelo ella, como hacia todos los años. Tanto insistí, tanto rogué, que mi madre, bondadosa como todas las madres – la mía lo era en grado superlativo –, me dio el dinero, ¡dos reales!, pero me los dio convencida de que me los gastaría en chucherías y no en aquello para que los reclamaba.
                Era el atardecer. Me fui, no sin antes me advirtiera mi madre de que a eso de las ocho estuviera en casa, pues, como de costumbre, tenía que llevar la cena a mi padre, que por aquel entonces aun los tahoneros trabajaban de noche. Yo, como es de suponer, di todas las seguridades a mi madre de que a la citada hora ya estaría de regreso en casa.
                Alcanzando mi primer propósito, me dirigí hacía el lugar hacía el lugar donde vendiase las ramas, que por aquellos tiempos hacíase en todo lo largo de la rambla de Cataluña. Una vez allí, me detuve frente a una de las muchas paradas que había en la feria. Se hacían transacciones entre compradores y vendedores, Me informaba, me informaba de los precios que era para mi los más interesante. ¡Desilusión! Las ramas que vendíanse más baratas costaban tres reales. Así y todo, intenté fortuna. Muy serio, muy formalito, pregunté al hombre que vendía que cuanto valía una palma que yo había escogido y que tenía en mis manos; respondióme él que una peseta. ¡Una peseta! No, no podía gastar yo tanto… Le ofrecí dos reales por ella, y el hombre, tomándome el ramo de las manos, díjome que los más baratos que tenía valían tres. En esta situación, ¿qué hacer? ¿Marcharme a casa sin conseguir mi objetivo, después de vencidas antas dificultades? ¡Oh, no! Mi orgullo de niño se oponía a ello. Además, ya no era el ramo en sí lo que más me preocupaba: era el sentimiento de mi impotencia, el fracaso de mi intento, las mismas chacotas que despertaría en la vecindad y que a mi me hubieran parecido como una humillación insoportable.
                No, no me fui; me quedé con la esperanza de reducir, de ablandar la terquedad del vendedor. ¡Triunfé! ¿Llegué yo a percibir el que aquel hombre cedería? ¿Llegó él, a su vez, a ver en mi un caso de tenacidad? ¿Por qué no me fui? ¡No sé! Hay cosas realmente inexplicables. ¡Ni aquel hombre ni yo éramos adivinos ni maestros de psicología! Lo cierto es que a la media hora que yo estaba allí aquel hombre me dio un ramo, yo le entregué los dos reales, y satisfecho y ufano me dirigí a mi casa rambla abajo.
                No hay llegado aun a la rambla de Canaletas, cuando una mujer, acompañada de un niño, preguntóme cuanto me había costado la palma. YO, sin vacilar, le contesté que tres reales. El niño demostró deseos de poseerla; entonces la mujer aquella me invitó a que se la vendiera, y por aquella cantidad se la cedí.
                Fuíme otra vez a la feria y al mismo lugar; el vendedor, al verme, me interrogó con una mirada. Le dije que el ramo que había adquirido antes era para un amigo mío. Después de algunas palabras más me dio otro, pagué, y en paz. Ya no me fui rambla abajo, me quedé en la feria, en la parte central del paseo. Pronto vendí mi segundo ramo por el mismo precio que el primero. Me presenté otra vez al vendedor. Entonces comprendió aquel hombre lo que yo hacía: revendía lo que a él le compraba. A partir de ese momento dispuse de cinco palmas cada vez. Cuando las había vendido las pagaba y me entregaba otras cinco. Concretando: aun no eran las once de la noche, cuando había vendido cerca de sesenta palmas y en mi bolsillo había doce pesetas con sesenta céntimos, todo ganancias. ¿Ganancias? ¿Eran realmente legítimas dichas ganancias? Siempre tuve mis dudas acerca de ello.
                La feria tocaba a su fin. Agotado, el género, retirábase ya los vendedores. Por otra parte, los compradores eran escasos, quedaban solo los rezagados. Me despedí de mi protector hasta el año siguiente.
                Inútil decir que no me acordé de cenar y menos aun de llevar la cena a mi padre. ¡Buena era la que me esperaba, buena! Ya había descendido por todas las ramblas e iba a internarme por la calle del Hospital, hacía mi casa, cuando me encontré, frente a frente, con mi madre. ¡Iba a la feria a ver si me encontraba! Estaba desesperada, indignada. Me reconvino y amonestó severamente. Quedé como petrificado; no me defendí, no chisté siquiera. ¡Sobrada razón tenía mi madre! Mas luego, acordándome de mi heroicidad, reaccioné. Saqué el dinero de mi bolsillo, se lo entregué todo a mi madre y le conté todos los episodios de mi hazaña. ¡Quedó asombrada, no me creyó! Preguntóme una y otra vez de donde había sacado tanto dinero; yo, sobrecogido de espanto, le repetía lo que había sucedido. Fue en vano, no daba crédito a mis palabras. Entonces le propuse que fuésemos a comprobar lo que decía. Aceptó. Hacia la feria nos dirigimos; a medida que nos acercábamos a ella, el rostro de mi madre iba serenándose y ¡bien lo notaba yo! Llegamos al lugar, presto estaba ya el vendedor de marcharse, cuando mi madre le interrogó. Aquel hombre le contó la verdad de lo ocurrido, añadiendo por su cuenta alabanzas a mi personita. Aquel buen sujeto se ofreció, cortés y amablemente, en todo a mi madre, rogándole que al año siguiente me dejara que fuera a ayudarle en la venta. Mi madre se excusó.
                Años después sostuve franca y leal amistad con aquel hombre. Se llamaba Salvador Mateu, era propietario y comerciante en Elche, persona tan activa como honrada y generosa. Ignoro si vive aun, pero siempre le recordaré con simpatía y gratitud.
                Convencida de lo que le había dicho y tranquilizada por lo sucedido, además de contenta por haberme encontrado, llegamos mi madre y yo a nuestra casa. Una vez en ella, preguntóme si había cenado: contéstele que no; encendió la hornilla para calentar mi cena. Ella también tomo un bocado. Mientras comíamos, le conté una vez más las incidencias de la jornada. Me lo perdonó todo, como saben perdonar las madres las travesuras de sus hijos: con sonrisas y besos. Me acosté.
                Al día siguiente, confundíase mi palma con la de los demás niños, en el atrio de la iglesia. Ramos de olivo, símbolo de la paz. Ramos de laurel, símbolo de la gloria. Graciosas y doradas palmas, fruto precioso de la palmera, reina del desierto y de los países del sol… Todo ello se ofrendaba al redentor del mundo, sin que el mundo se haya redimido aun…
                ¡Quien pudiera tener siempre las ilusiones y el corazón de niño!
                Siempre suyo,
Salvador Seguí
Cárcel de Barcelona, 1921

martes, 12 de mayo de 2020

La CNT en el Primero de Mayo de 1931

Artículo publicado en el periódico El Obrero


Tras los años de la dictadura de Primo de Rivera y la festiva llegada de la República en abril de 1931, la jornada del Primero de Mayo era fundamental para calibrar la fuerza de un movimiento obrero que había sido factor protagonista en la caída de la monarquía.
                La CNT, siguiendo el entusiasmo revolucionario que daba al momento histórico, celebró aquel Primero de Mayo reforzada y con una visión muy clara. La alegría por haber tumbado la monarquía tenía que continuar reforzando la organización obrera. Por ello, para los anarcosindicalistas aquella jornada no era una fiesta como lo había declarado el gobierno, sino un día de lucha para mostrar la desigualdad y la explotación del sistema económico capitalista. Muy en consonancia con el ideario del anarcosindicalismo, dejándolo plasmado en su editorial de Solidaridad Obrera y en vísperas de su trascendental congreso del Teatro del Conservatorio.
                Aquel Primero de Mayo acabó, en muchos lugares del país, con enfrentamiento entre los trabajadores y las fuerzas del orden público, lo que valió una contundente condena de la CNT en el mismo periódico dos días después.

UN NUEVO MAYO PARA LA CNT

El primero de mayo ha sido declarado fiesta oficial por el Gobierno de la República.
En el calendario republicano quedará consagrada la llamada fiesta del trabajo. Pero en el calendario de los trabajadores, de los desheredados de la riqueza socia, continuarán contándose hasta trescientos sesenticinco día de explotación capitalista, de robo legalizado, de vejámenes, de trabajos forzados, de miseria, de humillación y de oprobio. Y se contarán interminables los días sin pan y sin trabajo; las jornadas dolorosas del hambriento, de los obreros parados para los cuales todos los días fiestas y todas las fiestas de ayuno cruel y horripilante.
                Hoy será la fiesta del trabajo para los que nunca trabajaron; para los que sus manos no empuñaron jamás la productiva herramienta que sobre fecundantes surcos en la tierra, que taladra los montes y eleva monumentos al saber y a la laboriosidad; para lo que del trabajo ajeno vivieron; para los que transformaron el sudor de los trabajadores  en montones de oro y plata; para lo gandules, para los ociosos, para los ricos que hacen de la vida una eterna fiesta, el primero de mayo será el símbolo de sus placeres infinitos y sus hartazgos.
                Para los trabajadores que en el sistema capitalista en Monarquía o en República tiene que vender su esfuerzo muscular o intelectual como mercancía vil no puede haber fiesta del trabajo. Para el proletariado que vive sometido a la más abyecta condición de esclavo no puede haber mayo florido. Para los expoliados de la tortura que por razón de leyes inhumanas están vergonzosamente sujetos a las imposiciones de la oferta y la demanda no hay fiesta ni flores.
                Los que hemos de sufrir el trabajo como un castigo, como una vergüenza, como una condenación no podemos festejarlo ni en mayo ni en diciembre, ni en Monarquía ni en República.
                Festejar el trabajo cuando este representa una cadena para los obreros seria tan odioso y tan como besar el látigo que nos azota.
                Llevar en triunfo como símbolo de grandeza y prosperidad, lo que, hasta hoy, para los trabajadores, no es mas que el sello de miseria y de la servidumbre, sería tan indecente como santificar el vicio y la prostitución como símbolos de la virtud y honradez.
                Un homenaje a la esclavitud solo pueden rendirlo unos esclavos o los tiranos que se aprovechan de ella.
                El día primero de mayo no puede ser fiesta para los trabajadores. El primero de mayo, como todos los días, debe ser una jornada de lucha. Una jornada más de lucha que unida a todas, rompa las cadenas que oprimen a los hombres y que hacen del trabajo un estigma que reduce a la condición de seres inferiores a lo que de él no podemos sustraernos. Una jornada de lucha para dignificarlo; para elevarlo a la condición de creador de la felicidad universal; para manumitirlo de la tutela de los vampiros y rufianes de la sociedad; para librarle de esta prostitución capitalista y purificarlo con los castísimos besos de la libertad, igualdad y fraternidad humana.
                El proletariado internacional festejará el trabajo cuando libre de patrimonios particulares y privilegios irritantes sea la fuente de la riqueza y bienestar social.
                Los productores, entonces, celebraremos la fiesta del trabajo; y la celebraremos todos los días en el taller, en la fábrica y en el campo; porque cuando el trabajo sea libre, todos los días serán una fiesta y todas fiestas serán del trabajo.
                Ahora… ¡Celebrad vuestra fiesta del trabajo los que jamás trabajasteis! ¡Redid culto a la diosa laboriosidad que os ofrece su prostituido seno! ¡Holgad y festejar la abundancia que os proporciona el trabajo ajeno, mientras lo que lo ejecutan mueren de hambre! ¡También nosotros sabremos algún día librar el perfume de la gloria! Y lo haremos muy satisfechos porque será después de haber cumplido con nuestro deber.
                Mientras tanto no perdamos el tiempo. El proletariado español debe procurar que este mayo no sea simplemente un mayo más, sino un mayo nuevo.
                La CNT ha de empezar en este mayo su gigantesca obra. Ha de empezar a construir el edificio social que en los mayos futuros ha de cobijar a todos los trabajadores.
                En este mayo republicano, cuando los pechos rebosan entusiasmo y alegría, hemos de pensar en nuestro mayo social.
                La jornada será larga y penosa; pero ya que hemos conseguido ganar lo más difícil del camino, continuemos la marcha.
                La República del Trabajo no esta muy lejos, procuremos que la CNT pueda declarar cuanto antes la fiesta de la felicidad del proletariado.

lunes, 4 de mayo de 2020

LOS ANARQUISTAS DE CHICAGO

Artículo publicado en el diario El Obrero


Uno de los lugares comunes en la historia del movimiento obrero es no prestar la suficiente importancia al desarrollo del obrerismo en Estados Unidos, pues allí encontramos algunas de las claves fundamentales para entender el movimiento obrero internacional.
                Marx, al producirse la ruptura de la AIT en el Congreso de La Haya trasladó el Consejo General de la Internacional de Londres a Nueva York, donde ya existía una base del socialismo y en poco tiempo aparecieron organizaciones como Socialist Labour Party o los Caballeros del Trabajo. Importante fue la figura del profesor universitario y socialista Daniel De León que intentó acercar a las organizaciones socialistas al sindicalismo para poder reforzar el movimiento obrero.
                Sin embargo, el movimiento obrero estadounidense tenía un fuerte vínculo con el anarquismo, merced en parte a que la inmigración que llegaba a EE. UU. traía consigo sus propias prácticas obreras, muchas de ellas relacionas con el anarquismo.
                En ese crecimiento del movimiento obrero norteamericano es cuando se produjo los sucesos de Chicago de 1886.
                Aunque la ley Ingersoll aprobaba las 8 horas de trabajo, lo cierto es que era excesivamente laxa y no tenía un mecanismo de cumplimiento, por lo que las jornadas laborales en fábricas y talleres era superiores a lo establecido. A esto se unía una reivindicación histórica del movimiento obrero de reducción de la jornada laboral.
                En Chicago, el movimiento obrero contaba con fuerza y dinamismo lo que llevó a la convocatoria de una huelga general para pedir la reducción de la jornada y mejoras en las condiciones de vida los obreros. La huelga y manifestación quedó fijada para el primer día del mes de mayo.
                Una movilización que reunió a miles de obreros y que hizo ceder a muchas empresas ante su empuje. Sin embargo, aquella movilización iba a acabar en tragedia. Los trabajadores habían decidido realizar una manifestación en la Plaza de Haymarket el 4 de mayo para el cese de las actividades laborales y el cumplimiento de sus reivindicaciones. La fábrica McCormick seguía funcionado por los esquiroles y rompehuelgas, pagados por la patronal. La represión patronal había sido muy dura los días anteriores, y la protesta de Haymarket no iba a ser menos. Sin embargo, en medio de las cargas y mientras los huelguísticas lanzaban su mensaje hizo explosión una bomba. El caos se apoderó la situación.
                Rápidamente, las autoridades responsabilizaron a los anarquistas de haber cometido un atentado contra las fuerzas de orden público y las detenciones no tardaron en llegar. De manera indiscriminada la policía detuvo a dirigentes obreros acusados de haber sido los responsables del atentado, algunos acusados de haberlo perpetrado de forma material.
                Sin pruebas ninguna, se montó un macro juicio contra los anarquistas detenidos, que no gozaron de todos los derechos de defensa. Los ocho acusados fueron declarados culpables, de los cuales tres fueron condenados a distintas penas de prisión (Samuel Fielden y Michel Schawb a cadena perpetua y Oscar Neebe a quince años de trabajos forzados) y los cinco restantes fueron condenado a la pena de muerte: George Engel, Adolphe Fisher, Albert Parsons, August Spies y Louis Lingg.
                La pena de muerte fue ejecutada el 11 de noviembre de 1887 (Louis Lingg se había suicidado la noche anterior en su celda). El resto acudió al patíbulo entonando himnos revolucionarios y proclamando su inocencia.
                El impacto que supuso la ejecución para el movimiento obrero estadounidense e internacional fue capital. A claras luces, se había cometido una injusticia y la inocencia de los ejecutados y condenados fue reconocida. Detrás de los sucesos de Haymarket estuvieron agentes rompehuelgas de la agencia de detectives, de contraespionaje e infiltración Pinkernton, que tendría más actuaciones antiobreristas en los años sucesivos.
Junto a los ejecutados, las movilizaciones del primero de mayo dejaron también muchas víctimas obreras, lo que comenzó a conferir a la fecha un carácter simbólico a nivel internacional. No solo porque la Segunda Internacional fundada en París en 1889 aprobase el Primero de Mayo como día internacional de lucha de clase obrera por sus derechos, sino porque a partir de ese momento cada primero de mayo se iba a convertir en una jornada de lucha, con diferencia de estrategia entre socialistas y anarquistas. También para los anarquistas, el 11 de noviembre, fecha de la ejecución de los anarquistas de Chicago, se iba convertir en una fecha de reivindicación y conmemoración.
El movimiento obrero americano siguió siendo fuerte y poderoso. Tras la muerte del presidente McKinley en 1901 a manos del anarquista León Czolgozs, se aprovechó la circunstancia para endurecer las leyes con unas series de leyes antianarquistas, que prohibía la entrada de inmigrantes que llevasen esas ideas a territorio americano. Aun así, eso no impidió que en 1905 se fundase la IWW (Industries Workers of the World), un sindicato poderoso que basaba su estrategia en el sindicalismo revolucionario que tan buenos resultados estaba dando en Francia. Desde anarquistas como Emma Goldman o Alexander Berkman hasta socialistas como John Reed o Daniel De León se vincularon a la IWW, también conocido como “wooblies”. Un movimiento que no paró de crecer y que fue reprimido, primero al calor de las consecuencias de la Revolución rusa de 1917, que llevó al Secretario de Justicia de EE. UU. en 1919 Alexander Mitchell Palmer. En esa ola represiva contra el movimiento obrero americano hay que enmarcar la detención, juicio y posterior ejecución de los anarquistas italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti en 1927.
A pesar de todo ello, la huella indeleble que dejó la movilización de 1886 y sus consecuencias, así como la lucha emprendida por estos anarquistas, haría que el Primero de Mayo se convirtiese en una jornada de lucha internacional por los derechos de los trabajadores que aun hoy perdura.