Este mes se ha cumplido el 75 aniversario del crimen de Casas Viejas. Durante este años se van a realizar algunos actos que recuerde el suceso, congresos de historia y artículos que pongan encima de la mesa las nuevas investigaciones. Que se una a los libros escritos sobre el tema, tanto los de la época, destacando los de Ramón J. Sender (Viaje a la aldea del crimen) o las crónicas de Eduardo de Guzmán editadas hace poco por VOSA (La tragedia de Casas Viejas, 1933. Quince crónicas de guerra, 1936), como a los escritos posteriores como los de Jerome Mintz (Los anarquistas de Casas Viejas) o el de Gerald Brey (Historia y mito de Casas Viejas) No hay que olvidar que hay investigadores actuales que trabajan estos acontecimientos. Me basta recordar la tesina inédita de María Losada Urigüen sobre el denominado ciclo insurreccional del primer bienio republicano, o los trabajos de campo de José Luis Gutiérrez Molina.
Pero sin embargo lo sucedido en Casas Viejas en enero de 1933 todavía hoy es objeto de disputa y de debates enconados en la historiografía, con lugares comunes que no cejan. Y todo revestido de un tinte académico y supuestamente objetivo que les hace tener credibilidad.
Pero desde luego el estudio pormenorizado de los acontecimientos, a través de las actas de los sindicatos, de las actividades de los grupos anarquistas, echan por tierra numerosas visiones del acontecimiento, que están muy lejos de lo que algunos historiadores dicen.
El pasado día 13 de enero el historiador Santos Juliá escribió en El País un artículo titulado “La aldea del crimen”, donde hace un repaso a lo sucedido en Casas Viejas. Y nuevamente comprobamos como un historiador de reconocido prestigio como es Juliá, habla del un supuesto vanguardismo de la FAI, de la “gimnasia revolucionaria” que aduce García Oliver en sus obras, del engaño de Rojas Feijespán a Azaña en la represión, de la descoordinación del movimiento, etc.
Hace falta hacer algunas aclaraciones al artículo de Santos Juliá. Empezando por la explicación del porque de Casas Viejas. Se puede hablar de muchas cosas, pero si se obvia la situación de miseria que vivía el campo español a la altura de 1933, que la joven República no había logrado paliar merced a una débil reforma agraria, poco se puede entender lo sucedido en Casas Viejas y el intento revolucionario. Si se esconde ese dato, para mi trascendental, estaríamos obviando la causa fundamental.
Lo segundo es que se habla constantemente en muchos círculos de historiadores (no solo Juliá) de un supuesto ciclo insurrecional anarquista. Mucho me temo que los ciclos revolucionarios no se predisponen, sino que es la convención posterior del investigador o narrador quienes lo impone. Y no es exactamente un ciclo. Como se dice mas arriba la reforma agraria estaba siendo insuficiente y los campesinos tenían hambre de pan. Esto le lleva a motines que en ningún momento están patrocinados por nadie pero donde se inscriben las diversas ideologías. Arnedo o Castilblanco eran pueblo de mayoría socialista que entraría dentro de ese supuesto ciclo. Aprobados propiamente por la CNT en sus comicios son los movimientos de enero de 1932 (que llega a la implantación del comunismo libertario en el Alto Llobregat) y el de enero de 1933 (que es donde se inscribe Casas Viejas) al que podríamos unir el de diciembre de 1933 una vez que la derecha a accedido al poder. Pero el resto no esta patrocinado ni aprobado por nadie sino por el pueblo que tiene hambre. Y en esos movimientos tanto anarquistas como socialistas se pueden sentir identificados. Movimientos revolucionarios por problemas estructurales de la República y no la obsesión de unos utópicos ultrarrevolucionarios que estaban fuera de la realidad. Y es que para hablar de determinadas cuestiones hay que investigar en las fuentes archivistas que lo generan. Y para ello los fondos de la CNT y la FAI son imprescindible. Y es curioso que casi nadie los consulte para hacer este tipo de artículos y libros.
Mas cuestiones son las relacionadas con García Oliver, el vanguardismo de la FAI o la “gimnasia revolucionaria” Es curioso que siempre que se va a hacer una crítica del anarquismo sale a relucir el nombre de García Oliver. Y todos hacen referencia a El eco de los pasos, como si las visiones de García Oliver fueran las representativas del anarquismo español. Se esta dando mucho este fenómeno, sobre todo en la represión. Hoy parece que el anarquismo era Felipe Emilio Sandoval o el pistolero de infralibro de Miquel Mir. La imagen del anarquismo que le conviene al sistema, ya sea para historiadores de derechas o de izquierdas. Por eso olvidan a otros personajes que si que son representativos. Pero sin perdernos en disquisiciones, el termino “gimnasia revolucionaria” es preconizado por García Oliver en sus memorias a posteriori. Lo mismo que ese vanguardismo que hablan de la FAI no era tal. De entrada porque ni García Oliver, ni Durruti ni ninguno de ellos era de la FAI. Las actividades de la FAI son mas amplias, si bien apoya los movimientos revolucionarios. Pero interesa mostrar una organización como la FAI fuera de lugar, descontrolada, sin criterio y con un odio cerril a todo lo que no sea ella. Sin embargo las actividades de a FAI están alejadas de la imagen que recibe. Sus debates son interesantísimos, lo que nos hace ver una organización dinámica y con las ideas muy claras en muchas posturas, que en zonas como Madrid marca incluso una línea entre lo que dice sus grupos y lo que dice la CNT. Y esto solo se observa consultando el Archivo del Comité Peninsular de la FAI, ese que nadie mira pero siempre se habla de la organización especifica del anarquismo.
Respecto a García Oliver pues poco mas se puede decir. Sus visiones son muy particulares (son sus memorias) y se querrá valorar y descontextualizar de ellas todo lo que se quiera y más. Pero estaría bien que acudieran a las memorias de otros para decir como eran las cosas y no siempre al mismo. Mas que nada porque el oficio de historiador tiene una parte que es el contraste de información, algo que algunos hacen muy poco.
Por último, leyendo el artículo de Juliá, da la sensación que el gobierno de la República era completamente ajeno a lo que sucedió en Casas Viejas o que la cruel represión se escapó de sus manos. Sin obviar logros que se pudo conseguir en dicho bienio, lo cierto es que el responsable de tal matanza no es otro que el gobierno. Dio rienda suelta a la represión, dejó que Guardias de Asalto y Guardias Civiles actuaran con impunidad. Es lógico que los trabajadores dieran la espalda a la República, esa que ellos mismos habían traído y que como vaticinaba Solidaridad Obrera el 15 de abril de 1931 “si no cuenta con los trabajadores, perecerá”
La CNT realizó valoraciones posteriores y vio que el movimiento estaba condenado al fracaso desde el principio. El enfrentamiento frontal del primer bienio contra las instituciones capitalistas no se repitió a posteriori. Por ello en mayo de 1936 se establece un proceso revolucionario donde el acuerdo con la UGT era imprescindible.
Pero la tragedia de Casas Viejas fue algo que no puede quedar en saco roto y hay que tratarlo en su medida. Los campesinos de Casas Viejas, lleno de una cultura obrera y anarquista, tenían hambre. Y salieron a pedir su pan, el pan de su trabajo y que las instituciones les negaba por sistema. Su osadía les costó la vida. Pero hay algunos que a día de hoy aun no entienden esto.
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2 comentarios:
Es labor para historiadores avanzados estudiar separadamente los motines surgidos por la falta de pan de las sublevaciones orquestadas directamente por la CNT.
O al menos separarlos claramente. Estoy seguro (sin haber estudiado el tema a fondo) de que las causas en ambos casos son similares (la escasez de alimentos, la perspectiva falseada de una mejora sustancial con la llegada de la II República, etc).
Solo que en unos casos bajo el paraguas de un sindicato potentísimo (CNT) y en otro bajo la espontaneidad de una serie de trabajadores en paro puestos de acuerdo para reivindicar sus empleos, y su pan.
Ah, de lo que no me cabe ninguna duda es que el final de todo esto fué similar: todos acabaron en la cárcel durante un tiempo, si no muertos.
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