Existen algunas lecturas que tendrían
que ser obligatorias para cualquier persona. Puede sonar un poco autoritario,
pero hay libros que se disfrutan leyéndolos y con los que aprendes de verdad. Hace
unos meses me regalaron el libro de Sergio del Molino La España vacía. Viaje por un país que nunca fue (Turner Noema,
Madrid, 2016) y no me ha defraudado. Aunque tenía muchas ganas de leerlo no
encontraba hueco y fueron las pasadas vacaciones de verano las que me
posibilitaron poder tomar el libro y leerlo con detenimiento. Puedo afirmar,
sin ningún género de dudas, que este libro lo he disfrutado línea a línea. Quizá
porque desde hace años tengo la suerte de poder ir con frecuencia a esos
lugares de la España vacía, te hace empatizar con multitud de cosas que
nos intenta trasmitir el autor.
Destacaría
algunas cuestiones de la obra. En primer lugar que esta escrita en una prosa
directa y hace que este ensayo enganche desde el primer momento. Sergio del
Molino trasmite un conocimiento exhaustivo de lo que quiere exponer, que es lo
que muchos hemos vivido en varias ocasiones, y eso hace que empatices desde el
primer momento con el entorno y la circunstancia. Además, y no menos importante,
recoge toda una tradición de antropología social que entronca la obra de Del
Molino con, por ejemplo, Julio Caro Baroja.
Al
mismo tiempo el autor utiliza en cada capítulo un leiv motiv, un hilo conductor
sobre el que asentar lo que quiere trasmitir. Unas veces son la historia, otras
el cine, otras personajes concretos, otras circunstancias literarias, etc. Gracias
a Sergio del Molino se puede recuperar el valor de películas como Surcos y lo que significó en el interior
de la sociedad franquista. También recupera, desde un punto de vista muy
particular, el viaje de Buñuel por Las Hurdes y todo lo que conllevó en el
futuro (y en el pasado). Se rescata la importancia de las Misiones Pedagógicas
de la República y lo pone en conexión con fenómenos actuales como los
profesores interinos rurales. Parece que lo coge por los pelos, pero el autor
lo justifica a la perfección. O recupera a literatos que hicieron de esa España
vacía la protagonista de sus obras, siendo el caso más flagrante el de Miguel
Delibes o anteriormente Gustavo Adolfo Becquer (aunque fuese casi sin querer en
este último punto según el autor). O como un grupo musical como Extremoduro
tiene tanto que decir en estas cosas. Y también, no quiero dejar de citarlo,
mencionar a un mítico Joaquín Luqui y la conexión entre la ruralidad navarra y
le cosmopolistismo madrileño. Además, el autor incide en más de una ocasión en el
libro en que muchas veces se tiene una visión de la España rural desde los ojos
de quien no conoce esa ruralidad. De ahí la mitificación de ese espacio. Una cuestión
que rompe, por ejemplo, Miguel Delibes, donde en muchas de sus novelas y
ensayos si que trasmite la dureza de una España interior castellana, aunque
existan muchas otras que no ha trasmitido nadie.
Quizá
si existe una salvedad que marcaría al libro de Sergio del Molino. Y lo hago, más
que nada, por “deformación profesional”. El libro esta lleno de datos y hechos
históricos y hay que decir que en ocasiones el autor abusa de los mismos, dando
por sentado algunos lugares comunes en la Historia que no se corresponden con
las investigaciones. Esto no es culpa del autor, pues en primer lugar no es un
historiador, y en segundo lugar los lugares comunes crean convenciones donde
todos, alguna vez, hemos caído. Pero no sería mala idea que este tipo de
ensayos de tan enorme calado tuviera en algún momento un visado de algún
historiador profesional, para que cuestiones como el tratamiento del
anarquismo, la Segunda República, el liberalismo, el carlismo, etc., que
jalonan muchos párrafos del libros no caigan en esas convenciones. Solo es una
salvedad desde la perspectiva de un historiador, que en ningún momento
desmerece la valoración general de la obra. Además el autor tiene conocimientos
literarios e históricos muy profundos, lo que indica que ha habido una
preocupación en documentarse para el resultado final.
En
líneas generales es un libro con el que se aprende mucho. Una lectura que ha
sido ágil pero al mismo tiempo pausada, disfrutando cada párrafo y con la “tristeza”
de saber que se acaba el libro y con él el aprendizaje y el disfrute. Sin duda
alguna mis amigos acertaron en regalarmelo. Ahora toca leer otro del que
tengo ganas desde hace tiempo: Patria
de Fernando Aramburu. Veremos cuando encuentro el hueco.
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