Artículo publicado en la edición digital de El Salto diario con motivo de la publicación del cómic Ricardo Mella. El hombre nuevo
Muchas son las figuras que
jalonan la historia del anarquismo español, siendo como fue nuestro país bases
de las ideas libertarias y cuyos principios se mantuvieron mayoritarios entre
los trabajadores hasta muy avanzada la dictadura franquista. Solo una represión
de carácter inquisitorial como la que Franco implantó en España pudo hacer
disminuir en número los efectivos del anarquismo, no así las ideas que se
mantuvieron y mantienen no solo en las organizaciones que sobrevivieron a la
dictadura sino en innumerables rincones de la sociedad.
Sin
embargo uno de los grandes triunfos que tiene en su haber el franquismo es haber
sepultado bajo la represión no miles de cuerpos de derrotados en la Guerra
Civil sino la memoria de muchos de ellos que en muchos lugares se han
convertido en grandes desconocidos. Aquí estaría el caso de Ricardo Mella Cea,
aunque quizá deberíamos de matizar esta aseveración. Puede que a nivel general
casi nadie recuerde que fue Ricardo Mella, pues no aparece en los libros de
texto que los alumnos estudian en los institutos y hace falta profundizar en
muchos aspectos de la Historia de España en las facultades para que pueda
aparecer. Sin embargo en su Vigo natal si que le recuerdan con cariño. No solo
por sus ideas, porque Mella nunca ocultó su militancia y compromiso anarquista,
sino por las importantes obras públicas que impulsó, como por ejemplo la red de
tranvías de la ciudad.
Un
ejercicio de memoria histórica nunca viene mal para recuperar este tipo de
figuras, y hace pocas fechas José Trigo y el dibujando Ramón Trigo han
rescatado su figura a través de una novela gráfica (cómic) de alto valor, no
solo artístico y documental sino también histórico. Ricardo Mella. El hombre nuevo es un texto de algo más de 100
páginas que rescata la figura del anarquista vigués poniéndola en relación con
los datos generales de la historia del anarquismo. Un acierto de los autores y
de todos aquellos que fueron mecenas del crowfounding con el que ha sido
posible este texto.
Pero
a tenor de este cómic, merece la pena rescatar quien fue Ricardo Mella para que
el público pueda ubicarlo y conocer de cerca lo que fue su obra.
Una vida por el anarquismo
Ricardo
Mella, que había nacido en 1861 en Vigo, comenzó como muchos otros anarquistas
a militar primeramente en las filas del republicanismo federal antes de dar el
salto al obrerismo libertario. La diferencia de Mella con otros contemporáneos
de su época parten del acceso que el vigués tuvo a los estudios, conformando
una intelectualidad del anarquismo en la línea de la familia Urales (Juan
Montseny y Teresa Mañé) o los proyectos que Ferrer Guardia estaban pergeñando
en la época. Y es que Mella no solo fue un militante sino que fue un teórico.
Quizá el mejor que tuvo en el anarquismo en aquella época junto a Fernando
Tarrida de Mármol y otros. Esa vehemencia en las ideas se vio desde muy
temprano, cuando en su contacto con Serrano Oteiza comenzó a colaborar en
Madrid en la Revista Social, donde
polemizó con republicanos y socialistas y donde realizó una defensa enconada
contra el juicio que se había montado contra el anarquismo por los sucesos de
La Mano Negra en Andalucía. Mella, que posteriormente residió durante en
Sevilla, conocía bien las luchas del campo andaluz así como las miserias que
atenazaban a sus clases jornaleras. Así lo expresaba:
La tierra andaluza es la tierra de la
libertad. Desde el año 1812, fecha de la proclamación en Cádiz de la
Constitución española, hasta el día, el pueblo andaluz, el pueblo que trabaja y
paga no ha negado ni una sola vez en su sangre y su vida a todo movimiento a
favor del progreso de las ideas y de las instituciones. Pero la tierra andaluza
es también la tierra del despotismo gubernamental y capitalista, es la tierra
de la mayor riqueza y de la mayor miseria, y pobres y ricos viven una tensión
nerviosa que les conduce frecuentemente a la más brutal tiranía de un lado y a
la sedición constante del otro.
Mella
no solo fue un analista de su entorno sino que en contacto con las sociedades
obreras de la época optó por las tendencias colectivistas en el seno del
anarquismo, defendieron el bakuninismo, frente a otras doctrinas de la época
que como el comunismo o el individualismo, dirimían debates internos en el
anarquismo. Sin embargo, aunque colectivista, Mella tampoco fue un entusiasta
de estos debates pues creía, quizá en la propia línea de Tarrida de Mármol y su
“anarquismo sin adjetivos”, por un entendimiento entre corrientes que
priorizase la lucha contra las injusticias.
A
Mella se debe uno de los primeros compendios de los sucesos de Chicago de 1886,
que llevó a los trabajadores de dicha ciudad estadounidense a pedir la jornada
de 8 horas de trabajo y en medio de las luchas se encontraron con una reacción
por parte de los rompehuelgas que llevó a varios de ellos a la horca.
Igualmente,
Mella realizó todo un compendio ideológico de crítica contra el sistema parlamentario
y electoral en su obra La ley del número,
convertida desde entonces (junto a algunas obras de Malatesta) en las bases
sólidas del antiparlamentarismo y antielectorialismo de los anarquistas.
También, por esas fechas, polemizó con Cesare Lombroso, conocido criminalista
de la época, que había desarrollado una serie de teorías de cómo eran los
“terroristas anarquistas” por aspecto y patología. Mella, en su magnífico Lombroso y los anarquistas, desmontó
punto por punto todas las teorías lombrosianas, calificándolas de completamente
“acientíficas”.
Tampoco
olvidó el anarquista gallego la importancia que la educación tenía en la
conformación de un hombre nuevo. Por ello debatió con otros pedagogos de la
época como Ferrer Guardia. Para Mella el propio proyecto de la Escuela Moderna,
aunque con valores y con inmejorables avances, caía en contradicciones, optando
por la llamada “escuela neutra”, donde ningún tipo de dogma o ideología debía
interferir en la formación del alumnado, así como incluso la abolición de las
jerarquías profesor-alumno. Todo un compendio de modelo educativo que en el
futuro será determinante dentro los debates pedagógicos del anarquismo. Su Cuestión de enseñanza fue uno de los
libros más populares en los entornos libertarios, aunque no fuese la opción
favorita de los anarquistas españoles en sus desarrollos pedagógicos.
Todas
sus contribuciones le ponen a la cabeza de los pensadores anarquistas
españoles. No olvidó Mella la posibilidad de plantear alternativas en lo que
venía a ser un nuevo género literario como la utopía. En su Nueva utopía, desarrolló un acabado
modelo de sociedad perfecta donde no olvidó ningún detalle (político,
económico, social, cultural, urbanístico, etc.) haciendo un guiño a su Galicia
natal para poner allí la sociedad ideal.
También
gracias a las traducciones que hizo de personajes como Bakunin, Malatesta o
Kropotkin, las ideas de estos pensadores también se dieron a conocer en los
círculos obreristas. Los conocimientos que Mella tenía del inglés, francés e
italiano le posibilitaron tal posibilidad.
Las
aportaciones de Mella al campo teórico del anarquismo son innumerables. Desde
la defensa del colectivismo hasta la crítica a la idea de la ley de mayorías
como sinónimo de buen gobierno. Desde la educación neutra como muestra de
impulso renovador pedagógico hasta la coacción moral para la conformación de
las sociedades alejado del espíritu del pacto social que había legado Hobbes o
Rousseau. Además, Mella, por las distintas zonas donde vivió, fue un impulsor
del anarquismo en el mismo. A él se debe gran parte la conformación del
movimiento anarquista gallego y, sobre todo, Asturiano, donde influirá en
personalidades de renombre en el futuro como Eleuterio Quintanilla. Además fue
el valedor de otros personajes que marcaron la historia del sindicalismo
revolucionario de inicios de siglo XX como fue José Prat. Aunque Mella no fue
un entusiasta de la CNT en su nacimiento en 1910 siempre vio con buenos ojos la
existencia de una organización sindical a nivel nacional que articulase la
lucha de los trabajadores.
Tampoco
fue un personaje exento de polémicas. Mella se posicionó a favor del
“Manifiesto de los 16, firmado por Kropotkin o Malato entre otros, donde este
grupo de anarquistas consideraba que en los combates entablados durante la
Primera Guerra Mundial el bando menos malo era la Entente, donde estaba
Francia, cuna de la civilización y patria por antonomasia del socialismo. De
vencer los ejércitos centrales el retroceso de los trabajadores y de la
humanidad sería irreversible. En este caso Mella se quedó prácticamente solo en
España, pues la mayoría del movimiento obrero libertario se posicionó con las
tesis pacifistas y contra la guerra, que tuvieron en personajes como Malatesta
a sus más destacados defensores. En España solo el titubeo de la familia Urales
y la posición firme “aliadófila” de Mella rompieron esa posición. No participó,
por lo tanto, en el Congreso por la Paz de Ferrol de 1915, que más que hablar
sobre la Guerra Mundial, se abordó la cuestión de la reconstrucción de la CNT,
que había sido puesta fuera de la legalidad en 1911 y había vuelto a aparecer
con más impulso y potencia en 1914. Un congreso que se tornó en fracaso en sus
proposiciones pacifistas originarias por la escasa posibilidad que tuvieron los
delegados de llegar hasta el lejano Ferrol en muchos casos.
Por
último habría que hablar de la importancia que Mella tuvo para el desarrollo de
la obra pública en muchos rincones del país. A él se debe el desarrollo del
tendido ferroviario de Asturias o de los tranvías de Vigo, cuestión que le
valió el reconocimiento oficial de mucha gente, incluso de ideas políticas
opuestas.
Cuando
el 7 de agosto de 1925 fallecía en la ciudad de Vigo, decían los trabajadores
que “hasta los tranvías están tristes esta mañana”, convirtiéndose su entierro
en una enorme manifestación.
Coda
La
importancia de Ricardo Mella no se circunscribió solo a los años de su vida. Su
obra fue uno de los pilares básicos de los anarquista españoles y su figura una
de las más reconocidas. Además, su hija Urania Mella se convirtió en
continuadora de la obra y militante de su padre, participando activamente en el
movimiento obrero vigués y siendo una de las más destacadas resistentes al
golpe de Estado de julio de 1936. Condenada a muerte, su sentencia fue
conmutada por 30 años (no así su marido que fue ejecutado). Salió de la cárcel
y se alejó de Galicia, aunque volvió en los años 40 y solo encontró el
desprecio de su entorno hasta que falleció de un tumor cerebral en 1945.
Hoy
la ciudad de Vigo recuerda a Mella de muchas maneras. Una avenida lleva su
nombre en la ciudad y en el cementerio de la misma existe un mausoleo a su
persona. La obra de José y Ramón Trigo hace justicia con este pensador
anarquista.
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