Artículo de Shlomo Vlasov, extraído de la página web del periódico Diagonal
El falangismo celebra en estos días su 80 aniversario dividido.
Dividido y marginal. Entre aquellos que se hacen llamar los
históricos, otros que se dicen el falangismo auténtico y verdadero
o la suerte de falangistas cercanos al movimiento nazi. Todos ellos
defensores de un exacerbado nacionalismo, de unas estructuras
políticas totalitarias y defensores de un pasado ominoso repleto de
crímenes contra quienes no pensaban y piensan como ellos.
El
29 de octubre de 1933, en el Teatro de la Comedia de Madrid, tras un
acto organizado por personajes como José Antonio Primo de Rivera,
Julio Ruiz de Alda o Alfonso García Valdecasas, nacía la
organización Falange Española. Defensora del llamado
“nacionalsindicalismo” la Falange seguía los criterios del
fascismo europeo en su formación. Organización populista, intento
de enraización en la clase obrera, intento de captación de los
integrantes de los movimientos obreros. No podemos olvidar que el
fascismo italiano surgió tras la Primera Guerra Mundial como una
suerte de unión de un exacerbado nacionalismo junto a la implicación
de varios ex del movimiento obrero, empezando por su líder Benito
Mussolini. En Alemania el Partido Nazi no se denominaba
nacionalsocialista de forma baladí, teniendo en cuenta que era
precisamente el movimiento obrero socialista el mayoritario entre los
trabajadores alemanes.
Demagogia
y captación
La organización de grupos de carácter fascista en España no era
nueva ni Falange fue algo novedoso. Los comportamiento de los
Sindicatos Libres y de la patronal durante los años que mediaron
entre el final de la Primera Guerra Mundial y la dictadura de Primo
de Rivera, anticipaban los tiempos. La patronal no paraba de pedir
mano dura contra el movimiento obrero y ante la situación
internacional generada tras la Revolución rusa, veían en el ejemplo
italiano una posible salida.
El golpe de Estado de Miguel Ángel Primo de Rivera, con la venía y
participación del rey Alfonso XIII, seguía casi literalmente el
ejemplo italiano. Una monarquía en descomposición que apoya un
golpe de fuerza por parte de militares y grupos armados para
“reconducir” la situación nacional. El objetivo: reprimir la
luchas obreras, ya sea por la captación o por la represión.
Aun así no se puede catalogar de fascista estos movimientos, si
bien fueron claros preludios a lo que iba a suceder con posteridad.
Quizá el primer intento de articulación de un movimiento de extrema
derecha lo tuvo el doctor José María Albiñana con el Partido
Nacionalista Español (PNE), también conocido como la Partida de
la porra al tener grupos de rompe mítines contra los grupos de
izquierda. Su lema fue “Religión, patria y monarquía”. Si bien
tenían presente el ejemplo de Italia, Albiñana también conoció a
la extrema derecha mexicana como los “cristeros”, en la estancia
que pasó allí.
El primer grupo abiertamente fascista en España lo constituyó por
una parte el vallisoletano Onésimo Redondo Ortega, fundador de las
Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, y el zamorano Ramiro
Ledesma Ramos a través del grupo surgido alrededor del periódico La
conquista del Estado. Dicho periódico pudo ver la luz gracias a
la ayuda económica que le ofreció el Banco de Vizcaya y la Italia
fascista. El grupo de Ledesma Ramos llegó incluso a hacer una
incursión de venta de su periódico en el congreso que la CNT
realizó en el teatro del Conservatorio de Madrid en mayo de 1931,
que acabó con enfrentamientos entre ambos grupos.
Tanto Ledesma Ramos como Onésimo Redondo eran seguidores de los
movimientos italianos y alemán de Hitler. Por indicación de
Mussolini el objetivo era hacer una incursión en el propio
movimiento obrero revolucionario para provocar un vuelco de la
situación, tal como sucedió en muchos casos en Italia. Incluso
Mussolini veía en un sindicalista como Ángel Pestaña el mejor
iniciador de ese movimiento. Pero el histórico dirigente cenetista
tenía las ideas muy claras y siempre fue un antifascista convencido.
La literatura posterior ha desfigurado su persona y la han situado
cercana a José Antonio Primo de Rivera. Falsedad histórica que ha
perdurado hasta ahora.
En vista de la sintonía entre los grupos de Onésimo Redondo y
Ledesma Ramos, en octubre de 1931 en el Teatro Calderón de
Valladolid se produce la unificación de ambos grupos, y surgen las
Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS). El primer movimiento
genuinamente fascista en España y que nunca pasó de ser residual en
muchos aspectos, aunque extremadamente violento en las calles.
A nivel intelectual el fascismo español siempre fue muy pobre (como
en el resto de la derecha española). A excepción de personajes como
Ernesto Giménez Caballero o José María Pemán, cuya producción no
es para nada destacable, poco más se puede encontrar en las filas de
la ultraderecha en aquellos primeros años.
La
fundación de Falange
Pero el fascismo español no pasó de embrionario en aquellos
primeros años de República. Si algo le caracterizó fue su retorica
y práctica puramente violenta y de enfrentamiento con las
organizaciones obreras y de izquierda.
Para un personaje como José Antonio Primo de Rivera el intento de
articulación de un partido a gran escala era objetivo fundamental.
Conocedor y seguidor del fascismo italiano, defensor a ultranza del
totalitarismo e hijo de un dictador, la idea de creación de un
partido fascista era fundamental para él.
Pero era consciente que ese partido tenía que tener un banderín de
enganche para poder extenderse. A ese proyecto se acercaron
personajes como Julio Ruiz de Alda. Considerado un héroe nacional
por haber cruzado el Atlántico a bordo del Plus Ultra (junto
con Ramón Franco), la presencia de Ruiz de Alda era algo exótico a
dicho movimiento. Junto a ellos se situó un intelectual segundón
pero que daba algo de prestigio a lo que estaban fundando, Alfonso
García Valdecasas. Este había sido seguidor de Ortega y Gasset (una
de las razones por la que se desfigurará también la obra de Ortega)
y provenía del grupo de intelectuales que habían formado la
Agrupación al Servicio de la República en 1931 y que muy pronto se
separaron de ellas para caer en manos del fascismo.
Igualmente hubo personajes que con el tiempo tomarían importancia
como Dionisio Ridruejo, Rafael Sánchez Mazas, etc.
Antes de la fundación de Falange y ya imbuido por el fascismo, José
Antonio Primo de Rivera fundó, junto al colaborador de su padre
Manuel Delgado Barreto, el periódico El Fascio. Poco después,
ya con García Valdecasas y Ruiz de Alda, fundaron el Movimiento
Español Sindicalista, que se denominaba como fascismo español.
Todo desembocó cuando el 29 de octubre de 1933 fundaron en el
Teatro de la Comedia de Madrid Falange Española (FE)
La
dialéctica de los puños y las pistolas
La unión de los componentes del fascismo junto con el
tradicionalismo católico será lo que fundamentará Falange. La idea
de vertebración nacional frente a los que consideraban el enemigo
separatista, marxista o anarquista, marcó la propaganda marginal
falangista.
Pero sobre todo dejaron muy claro cual iba a ser su componente
fundamental: la violencia y el terrorismo. Ya Primo de Rivera lo
marcaba así en el discurso inaugural en el Teatro de la Comedia:
“Si nuestros objetivos han de lograrse en algún caso por la
violencia, no nos detengamos ante la violencia. [...] Bien está la
dialéctica como primer instrumento de comunicación, pero no hay más
dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las
pistolas cuando se ofende a la justicia y a la Patria”
A
pesar de todo, los primeros tiempos, debido a la extrema debilidad,
fueron de zozobra. Se disputaban el espacio con las JONS, lo que
llevó a que en 1934 ambos movimientos se unificasen en la llamada
Falange Española de la JONS (FE-JONS).
La
simbología para Falange no fue baladí. Si se denominaron
nacionalsindicalistas y adoptaron el color rojo y negro en su bandera
no fue casualidad. Como se dijo más arriba el fascismo siempre
miraba a los movimientos obreros de sus países para emularles y
poder captar la atención. La bandera del partido nazi era roja no
por casualidad. El rojo y negro de Falange lo toman del movimiento
libertario (confesado por los propios falangistas). Y la denominación
de sindicalitas viene porque es precisamente ese movimiento el
mayoritario entre la clase obrera española. Aun con todo el fascismo
español fracasó en sus propósitos y la captación que pretendieron
fue escasa por no decir nula.
Aun
así el fascismo español comenzó a tejer su urdimbre y a crear
diversos organismos de captación entre la juventud. En noviembre de
1933 fundaron el SEU (Sindicato Español Universitario) con el
objetivo de amedrantar y cortar la influencia que tanto la FUE
(Federación Universitaria y Escolar) como las Juventudes
Socialistas, las Juventudes Comunistas o las Juventudes Libertarias
tenían entre los jóvenes españoles. La violencia fue una vez la
característica de este grupo. Entre ellos destacó Matías Montero,
estudiante de medicina e integrante del SEU y autor de asaltos a los
locales de la FUE, que fue asesinado el 9 de febrero de 1934.
Convertido en mártir por sus compañeros la reacción de los
falangistas fue atroz. Numerosos enfrentamientos y reyertas con
jóvenes socialistas, comunistas y libertarios en las calles.
Enfrentamientos que le costó la vida a la militante de la Juventudes
Socialistas Juanita Rico el 10 de junio de 1934 y al militante de las
Juventudes Comunistas Joaquín de Grado el 29 de agosto de 1934.
La
dialéctica de los puños y las pistolas comenzaba a tomar cuerpo. De
hecho en las cartillas de afiliación de Falange aparecía una
casilla donde preguntaba al militante si tenía “bicicleta”,
nombre en clave para preguntar si tenían pistolas. Los grupos de
pistoleros falangistas tuvieron concienzuda instrucción militar por
personajes como el militar retirado Luis Arredondo o el aviador Juan
Antonio Ansaldo.
Igualmente
estos grupos de pistoleros falangistas se vieron reforzandos por la
paulatina fascitización de otros grupos juveniles de la derecha que
como las JAP, comenzaron a tener un desarrollo entre la juventud.
Participación
activa en el golpe de julio de 1936
La victoria del Frente Popular en febrero de 1936 fue un duro revés
para la derecha española en su más amplio espectro. Si la idea
golpista sobrevolaba las mentes de todos los derechistas, con la
izquierda en el gobierno la idea de un golpe de Estado la tenían
tomada. Falange no fue menos en este cometido. Durante todo 1935
siguieron los episodios de enfrentamiento entre ellos y las
organizaciones de izquierdas. Tiroteos que acababan con numerosos
heridos en las filas de izquierda. Su fuerza electoral era escasa y
el objetivo era derribar a la República, a la que consideraban
infectada de marxismo y separatismo. En conexiones permanentes con
Italia, Primo de Rivera aseguraba que si el gobierno lo tomaba la
izquierda colaborarían con las fuerzas de seguridad y los militares
para desalojarlos del poder. Esto indica la conexiones que Italia
tenían tanto con los fascistas españoles como con los monárquicos,
asi como la preparación y ayuda al golpe militar.
Al producirse la victoria del Frente Popular, el gobierno que se
forma fue de cariz republicano, sin participación de las
organizaciones obreras. A pesar de ello se conocía las intenciones
de Falange que fue ilegalizada, sus locales clausurados y Primo de
Rivera detenido. En los locales falangistas se incautaron gran número
de armas.
Cuando el 17-18 de julio se produjo el golpe de Estado contra la
República los falangistas estaban en conexión con los militares
para proceder a su ayuda. En los lugares donde el golpe triunfo la
política de represión y exterminio que el general Mola había
marcado tuvo a los falangistas sus más entusiastas seguidores.
Entrenados específicamente para ello, la Falange se ocupó de la
represión en la retaguardia. Incluso algunos militares golpista,
como el caso de Yagüe, eran de militancia falangista. Eso, unido a
la formación militar africanista, hace de la represión uno de los
episodios más terribles de la historia de España.
Las
disputas con Franco
Falange, como partido fascista, se consideraba vanguardia. Y
hablaban de una Revolución Nacional-Sindicalista como factor de
cohesión. Algo que chocó desde los inicios con la idea de muchos
militares golpistas o con la idea que sobre la guerra tenían, por
ejemplo, los carlistas. Aquí se rompe otro lugar común de la
historiografía que consideraba que la desunión de la parte
republicana se diferenciaba de la unión de la parte rebelde. La
división de tendencias en el lado rebelde fue solucionada por Franco
con mano totalitaria cuartelera.
Lo que Franco realizó fue toda una maniobra para controlar a las
llamadas “familias” que apoyaron el golpe de Estado (monárquicos
alfonsinos, monárquicos carlistas, falangistas, cedistas, etc.).
Manteniéndolos a todos bajo control sería más sencillo controlar
la zona y hacerse con el poder absoluto. La manera de neutralizar las
ansias de los falangistas fue unificarlos en un partido único junto
con tradicionalistas (carlistas) y los cedistas. Todo ello favorecido
por la desaparición física de Jose Antonio Primo de Rivera, que
había sido fusilado en Alicante el 20 de noviembre de 1936, o la de
otros dirigentes fascistas como Onésimo Redondo o Ramiro Ledesma
Ramos. Una unificación que no contentó a muchos sectores ni de los
carlistas (que consideraban a los falangistas como advenizos) ni
entre los falangistas (que veían como su revolución pendiente
quedaba completamente desarticulada). El Decreto de Unificación se
aprobó el 19 de abril de 1937 surgiendo la Falange Española
Tradicionalista de la JONS (FET-JONS). Los opositores a dicha
unificación fueron perseguidos. Desde el líder de los requetés
Manuel Fal Conde, que se tuvo que marchar a Portugal, hasta el
falangista Manuel Hedilla que fue encarcelado. Otros como Tomás
Domíguez Arévalo (Conde de Rodezno) o Raimundo Fernández Cuesta la
aceptaron de buen grado.
Las querellas entre carlistas y falangistas no pararon en ese
momento, llegando a trascender la propia Guerra Civil, con
enfrentamiento violentos como los sucesos de Begoña (en Bilbao) el
16 de agosto de 1942, cuando un grupo de falangista atacó a unos
carlistas a la salida de misa.
Fin
de la guerra y apoyo a la dictadura
A pesar de las disputas la Falange es uno de los triunfadores de la
Guerra Civil. Los integrantes de FET-JONS se adhieren al aparato
franquista y fueron los protagonistas de crueles casos de represión.
La impunidad fue lo que caracterizó a los integrantes de Falange.
Además en los primeros años de franquismo se vieron reforzados por
la Segunda Guerra Mundial y su apoyo tácito a las fuerzas de Eje
(Hitler y Mussolini). Falange organizó a la División Azul y era
partidaria de entrar en la Guerra junto a Hitler. El apoyo a las
potencias fascistas fue claro y tuvo en los falangistas a sus mejores
representantes. La figura del cuñado de Franco, Ramón Serrano
Suñer, tomó importancia por las estrechas relaciones diplomáticas
entre España y la Alemania nazi y la Italia fascista.
Pero la derrota del fascismo en Europa hace que Franco tenga que
remozar un poco su imagen. Muchos dirigentes falangistas son
relegados para dar una cara “más amable” de la dictadura. Aun
así los falangistas siguieron manteniendo importantes cuotas poder,
como el control total de los sindicatos verticales o la importancia
de personajes como Raimundo Fernández Cuesta o José Luis Arrese.
El falangismo siempre estuvo representado en el gobierno franquista.
Otros falangistas se sintieron traicionados al volver a fracasar su
Revolución Nacional-sindicalista pendiente. Algunos siguieron con un
discurso fascista puro. Otros fueron abandonando sus fracasadas
posiciones y se intentaron mostrar como opositores democráticos al
régimen (caso de Dionisio Ridruejo, que aun siendo un camisa vieja
estuvo preso durante mucho tiempo)
FET-JONS fue una de las grandes beneficiadas de las incautaciones
que se realizaron contra los organismos obreros y de izquierda tras
la Guerra Civil. Muchos locales pertenecientes a los sindicatos de
clase (UGT y CNT) fueron ocupados por los falangista.
La oposición antifranquistas tanto en el interior como en el exilio
tuvo siempre al falangismo como su máximo enemigo.
La
muerte de Franco y la impunidad de la democracia
La muerte de Franco dejó un panorama dividio en el fascismo
español. Los grupos de ultraderecha proliferaron pero a excepción
de Fuerza Nueva de Blas Piñar, pocos partidos lograron aglutinar una
cantidad importante de gente y votos. Los grupos falangistas fueron
marginales y quedaron divididos entre aquellos que habían apoyado
abiertamente al franquismo y los que consideraban que tal apoyo había
sido una traición a las ideas de la propia Falange.
A pesar de ello el proceso de Transición no revisó la actuación
de la Falange durante la República como agente desestabilizador, ni
durante la Guerra ni el franquismo donde fue autora de numerosos
crímenes. Muy por el contrario sus estructuras quedaron legalizadas
y la mayoría de sus componentes se pudieron presentar a las
elecciones. Desde el propio presidente del gobierno Adolfo Suárez
(que fue vicesecretario general del Movimiento – denominación de
Falange durante el franquismo – durante la dictadura), hasta
Raimundo Fernández Cuesta, que se presentó por la provincia de
Guadalajara (sin resultado alguno), Carlos Arias Navarro, Manuel
Fraga Iribarne, etc. No solo en las altas esferas. En los cargos de
la administración muchos falangistas mantuvieron su puesto,
demostrando que en España no hubo depuración de ningún tipo.
Además partidos como las Falange fueron participe de actos de
violencia contra integrantes de organizaciones de izquierda y contra
actos y manifestaciones.
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