miércoles, 21 de agosto de 2013

MANUEL BUENACASA TOMEO. PASIÓN POR EL ANARCOSINDICALISMO

Tras el parón veraniego, retomamos la actualización del blog, recuperando una reseña que en el año 2006 escribí para la revista Germinal sobre un libro que se editó de recopilación de textos de Manuel Buenacasa Tomeo, anarquista nacido en Caspe, que realizaron Jesús Cirac Febas y José Luis Ledesma.

Jesús Cirac Febas y José Luis Ledesma Vera:
Manuel Buenacasa Tomeo. Militancia, cultura y acción libertarias
(Centro de Estudios Comarcales del Bajo Aragón-Instituto Fernando el Católico, Zaragoza 2006). 323 páginas.

Recomponer una parte histórica en su más amplio contexto es una tarea trabajosa, pero que con las fuentes bien ordenadas puede resultar más sencilla. Pero recomponer la vida de una persona, su ámbito biográfico, es algo más complicado. Más si en esa recomposición hay dificultades para casar la vida de una persona.
Esta biografía de Manuel Buenacasa pasa con nota la recomposición. Nos encontramos ante un libro de elaboración pormenorizada, de investigación concienzuda, a base de documentos, hemerografía y entrevistas con personas que conocieron la figura de Manuel Buenacasa. Y esto gracias a la labor de investigación de Jesús Cirac Febas, periodista del pueblo del propio Buenacasa, Caspe, preocupado por rescatar la memoria de los que perdieron la guerra, y del historiador José Luis Ledesma, conocido por su obra “Los días de llamas de la revolución. Violencia y política en la retaguardia republicana en Zaragoza durante la Guerra Civil”, donde analiza los fenómenos de represión en la retaguardia aragonesa y desvela bastantes mitos. Ambas partes, la del periodista y la del historiador, se complementan perfectamente en la obra. Cirac nos aproxima a su labor de investigación en la primera parte de la obra, donde relata de seguido tanto la vida de Buenacasa como algunos acontecimientos de su propia investigación. Con un estilo llano y fácil de comprender, propio del periodismo, nos acerca a una figura poco conocida, no sólo por el movimiento obrero en general sino por el propio movimiento libertario. Las entrevistas con personajes que le conocieron, con la hija del propio Buenacasa, y su labor de investigación nos aproxima a dos cosas. Por una parte lo apasionado que fue para el autor el descubrimento de un paisano suyo y el interés que pone en su figura. Por otra la importancia que en muchos períodos de la dilatada historia del movimiento libertario tuvo Manuel Buenacasa. En la segunda parte de la obra encaja la labor de complementación de José Luis Ledesma. Tras una selección de artículos y textos del propio Buenacasa y algunos que hablan sobre él, Ledesma hace una introducción a cada uno de ellos, poniendo al lector en contacto con el momento histórico en el que se escribe tal artículo o texto.
Destaquemos alguna de las cuestiones que nos revela esta aproximación biográfica a la vida y obra de Buenacasa. En primer lugar nos ofrece una definición fisiológica de la figura que estudian extraída de su ficha carcelaria: “Metro setenta y un centímetros de estatura. Pelo rubio castaño. Cejas de igual color. Ojos pardos, nariz intermedia. Cara oval. Boca regular. Barba rubia. Cráneo corto. Cicatriz deforme que abarca todo el dedo pequeño de la mano izquierda incluyendo la uña. Un poquito sordo”.
La figura de Buenacasa fue intermedia entre dos generaciones de anarquistas. Se sitúa entre la primera generación de internacionalistas y anarquistas como Anselmo Lorenzo, Teresa Claramunt, Soledad Gustavo, Federico Urales o Francisco Ferrer Guardia y una generación en la que aparecen Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Cipriano Mera, Juan García Oliver o Federica Montseny. La importancia de esta generación de Buenacasa, que es la de Seguí, la de Peiró, la de Negre y otros radica en que es la que funda la Confederación Nacional del Trabajo. Si los primeros preparan el camino y los terceros participan de la situación prerrevolucionaria, la generación de Buenacasa en la culminación y desarrollo de ambas generaciones.
Pero lo mismo que la posición de Buenacasa fue intermedia en la historia del movimiento libertario, intermedia fue casi siempre su actividad en la CNT y la FAI. Siempre quiso mediar entre partes en conflicto, lo que dio lugar a importantes textos como el nacido en 1933 “La CNT, los treinta y la FAI (La crisis del sindicalismo en Cataluña. Sus causas, sus efectos, sus remedios”. No olvidó Buenacasa la historia del propio movimiento obrero e intentó continuar la importante obra de Anselmo Lorenzo “El proletariado militante” con su “Movimiento obrero español. 1886-1926. Historia y crítica” que si bien fue criticado por Soledad Gustavo desde las paginas de La Revista Blanca, significa un intento de aproximación a la historia del movimiento obrero en esos tiempos. De importancia también es su obra “Figuras ejemplares que conocí”, donde establece una lista de de personajes que tuvieron algún tipo de relación con Buenacasa, como Dicenta, Barriobero, Seguí u Orobón Fernández. Gracias a esta pequeña obra conocemos que fue Manuel Buenacasa el intermediario para pedir a Santiago Ramón y Cajal que aceptará la presidencia de la República en uno de los numerosos intentos de derrocar a la dictadura de Primo de Rivera.
También Buenacasa se revela como un perfecto conocedor de la organización CNT y de sus necesidades según el momento histórico. Crítico con los pactos con la UGT, a la que consideraba reformista, durante la década de 1910 y 1920 (donde la UGT llegó a pactar con la dictadura de Primo de Rivera a través de Largo Caballero), fue defensor a ultranza de la alianza con la central sindical socialista desde el congreso de Zaragoza de 1936, donde sale tal dictamen, y sobre todo en los intentos de ganar la Guerra Civil y la Revolución,así como en derrocar la dictadura de Franco.
La figura de Buenacasa adquiere también gran importancia por ser quien encabeza la llamada “Escuela de Militantes”, que aprobó la CNT siendo secretario general de la misma Mariano Rodríguez Vázquez “Marianet”. De esta iniciativa, que aceptó Buenacasa, salió un pequeño “Manual del Militante” en 1937.
El exilio fue el trágico final de Manuel Buenacasa. El sentimiento de desarraigo, la añoranza por su tierra y el deseo de volver a la misma para poner en práctica los ideales libertarios en los que se había formado, se juntaba con el dolor por ver desde 1945 a la CNT dividida, en la que también medió para poder volver a unirla.
Todos estos aspectos y muchos más, como su visión de la Revolución rusa, nos los muestra tanto Jesús Cirac como José Luis Ledesma en las páginas que presentamos.
El libro tiene un estilo fácil y sencillo, con una buena recopilación de artículos y unos buenos comentarios aproximativos. Se remarca muy bien la obra constructiva y el pensamiento de Buenacasa. Quizá lo que sigue manteniendo son algunos tópicos como el llamado problema entre “treintistas” y “faístas” durante la República, cuando esa esquematización no es tal, siendo Manuel Buenacasa un ejemplo de ello al ser militante y fundador tanto de la CNT como de la FAI. Igualmente la imagen de un exilio dividido entre “ortodoxos” y “colaboracionistas” que dicho de forma tan esquemática deja muchas dudas sobre los problemas reales del movimiento libertario en el exilio. Pero son cuestiones secundarias.
Con esta nueva biografía se rescata del pabellón de los olvidados a una figura trascendental para la historia del movimiento obrero como fue el caspolino Manuel Buenacasa Tomeo.

Julián Vadillo
Esta recensión fue publicada por primera vez en Germinal. Revista de Estudios Libertarios núm.2 (octubre de 2006)

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