martes, 29 de marzo de 2016

MUCHOS MITOS ROTOS Judíos sin dinero (Una historia del Lower East Side)

Artículo aparecido en la edición digital del periódico Diagonal

En demasiadas ocasiones nos dejamos llevar por los cliclés, por los lugares comunes. Es una forma muy cómoda de dar una visión de la realidad sin reparar en la complejidad de la misma. Y en estos lugares comunes es muy fácil encontrarse la típica visión del judío rico, emprendedor, especulador, avaro, usurero, integrante de un lobby, etc. “Todos los judíos son ricos” es una frase muy común escuchar. Pero la realidad dista mucho de esas afirmaciones. Alguna de ellas no dejan de tener el sabor de un pasado que , entroncado en la tradición católica (o cristiana para más extensión), donde se condenó la usura de algunos judíos para favorecer la suya propia. Entre el control religioso y el control económico se encuentra la razón de las duras persecuciones que los judíos han sido víctimas a lo largo de la historia, con hitos como la expulsión de 1492 por los Reyes Católicos, los progroms de la Rusia zarista o el Holocausto de los nazis. Unas persecuciones que en ningún caso justifica la política estatal de Israel comentiendo contra los palestinos las mismas injusticias a las que fueron sometidos en otros momentos de la historia. Sin embargo aquí habría que hablar de la aparición del sionismo, las diferencias entre sionismo y judío, y eso nos alejaría del objetivo de este artículo.
Hace pocas fechas un companero de trabajo me pasó una obra que no conocía de nada. Su título es Judíos sin dinero (Una historia del Lower East Side) y su autor fue Michael Gold. Una novela semi-biográfica que sirve para romper algunos moldes. Por lo que dice y por su intrahistoria.
El libro nos acerca al barrio newyorkino de Lower East Side. Un lugar habitado por la fuerte inmigración judía llegada de Centroeuropa a Estados Unidos desde finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Unos judíos que huían de las persecuciones de sus propias zonas y de la miseria. Unos judíos que esperaban encontrar en EEUU la oportunidad de prosperidad que les negaba su tierra de origen por diversos motivos. Algunos lo consiguieron. Otros, la mayoría, siguieron engrosando las filas de los clases pobres. Una historia que no es nueva y que hoy día sigue sucediendo, cuando miles y miles de personas buscan en otros lugares unas mejores condiciones de vida. Una población, la de los judíos de este barrio newyorkino, que se convirtió, como dijo el propio Michael Gold, en un enorme ghetto en Nueva York.
Por la obra circula todo tipo de personajes. Ganapanes, rateros, trabajadores, prostitutas, fanáticos religiosos, especuladores de la pobreza, etc. La historia de un barrio pobre donde algunos consiguieron fortuna, otros siguieron postrados en la miseria y algunos especularon con esa misma miseria. En ese contexto se ve como algunos de los innumerables protagonistas siguen creyendo en el falso sueño americano de prosperidad (como el padre del protagonista de la novela), como los fanáticos religiosos se valen de esa miseria para canalizar el descontento de la población judía del barrio y como se van viendo los incipientes movimientos de protesta por la dignificación de las condiciones de trabajo y de la vida: el desarrollo de la conciencia de clase y de los sindicatos. También los importantes lazos de solidaridad que se tejen. Porque si bien el padre de Mike, el protagonista de la novela, no deja de ser, como se ha dicho, un soñador que quiere llegar a ser rico a pesar de que solo es un pintos de brocha gorda, la madre de Mike representa, desde una concepción religiosa, un lazo de solidaridad y apoyo mutuo con aquellos que más los necesitan, sin tener nada tampoco ellos. Y el título de la obra se va reforzando a medida que se pasan que sus páginas. Porque en ese gran ghetto llamado Lower East Side casi nadie tiene dinero. Todos son pobres. Judíos pobres y sin dinero.

El autor

No se puede pasar por alto quien es el autor de este libro. Michael Gold es una de las máximas autoridades literarias y de la edición en EEUU. Y su única novela, Judíos sin dinero, no deja de ser autobiográfica.
Gold (que en realidad se llamadaItzok Isaac Granich) nació en 1894 en el propio barrio de Lower East Side, hijo de un matrimonio de inmigrantes rumanos judíos. Aunque sus primeros artículos escribió con el nombre de Irwin Granich, tras las persecuciones que el Fiscal General Palmer dirigió contra el movimiento obrero adoptó el nombre de Michael Gold.
Gold se había vinculado antes al movimiento obrero socialista, haciendo campañas en favor de presos anarquistas, con colaboraciones en periódico como The Masses y con una defensa total a la Revolución rusa de 1917. Su compromiso y militancia en el Partido Comunista le llevó a visitar Moscú en 1925 y a su regreso comenzó su ardua tarea como editor y escritor consagrado, haciendo ácidas y fuertes críticas a escritores consagrados como Marcel Proust o la escritora Gertrude Stein.
Su novela Judíos sin dinero le deparó una gran popularidad y fue un columnista asiduo en el Daily Worker. En esa época Gold no dejó de pertenecer al aparato del Partido Comunista siendo un firme defensor del mismo y un crítico con todos aquellos que se desviaban de la línea oficial. Un compromiso de escritor y político que continuó hasta su muerte en 1967. Su importe aportación documental se encuentran depositidas en el Biblioteca Tamiment y Archivos Robert F. Wagner de la Universidad de Nueva York.

Otro mito roto: el movimiento obrero norteamericano

Es común también considerar al movimietno obrero norteamericano como marginal y minoritoria. Ver en EEUU un país de ámbito conservador donde las ideas socialistas no tuvieron cabida. Y esa afirmación solo forma parte del desconocimiento absuloto de la historia norteamericana de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX.
Recuerdo perfectamente como durante la carrera de historia debatía con uno de mis profesores sobre este asunto. Para él movimiento obrero norteamericano fue fuerte a partir de la llegada de Roosvelt al poder. Mi visión era muy otra. Roosvelt lo que consigue es llegar a los sindicatos a la sectorialización y con su política romper la hegemonía que querían establecer los grandes sindicatos de clase. El movimiento obrero norteamericano se forja desde finales del siglo XIX. No hay que olvidar que Karl Marx traslada el Consejo General de la AIT marxista de Londres a Nueva York en 1872, donde desaparecería en 1876. Un gesto simbólico pero marcó bastante. Tampoco podemos dejar pasar que tanto los norteamericanos como los inmigrantes que van llegando al país comienzan a extender las luchas obreras en las fábricas. Así se convocó en 1886 una gran manifestación para reivindicar las 8 horas de trabajo en Chicago, donde unas bombas de oscura procedencia posibilita una fuerte represión contra un grupo de trabajadores anarquistas que son conducidos a la horca.
El importante desarrollo de los sindicatos y del movimiento anarquista sirve de base para que en 1903 se aprueba una Ley Antianarquista para impedir la llegada de inmigrantes anarquistas. Una ley promulgada tras el asesinato del presidente William MacKinley por Leon Czolgosz. A pesar de ello la influencia tanto de la IWW (Industrial Workers of the World) de carácter sindicalista revolucionario y del Partido Socialista de América no paró de crecer, y fueron protagonistas de numerosas huelgas y conflictos laborales. Es el momento en que comienzan a despuntar figuras claves en el movimiento obrero norteamericano como Emma Goldman, Alexander Berkman, John Reed, Eugene Debs o Norman Thomas.
Con el estallido de la Revolución rusa de 1917 y el estímulo que significó para el movimiento obrero internacional, las autoridades norteamericanas comenzaron una campaña contra el movimiento obrero, encabezada por el fiscal Palmer, que acabó con la muerte en comisaria del anarquista Andrea Salcedo, la deportación de centenares de militantes obreros y la detención de los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, acusados de un atraco con víctimas que no cometieron, y que les llevó a la silla eléctrica en agosto de 1927. En ese tiempo ya había hecho también su aparición el Partido Comunista de América.
Durante los años 30 el movimiento obrero siguió actuando, aunque bajo enorme vigilancia, y el estallido de la Guerra Civil española sirvió para movilizar a muchos de sus efectivos que realizaron campañas de solidaridad y se alistaron voluntarios en las Brigadas Internacionales. Fue tras la Segunda Guerra Mundial y la represión del macarthismo cuando el movimiento obrero revolucionario norteamericano comenzó a declinar.
Y en este contexto político desarrolló su actuación Michael Gold.

La novela Judíos sin dinero y España

La primera vez que vio la luz la novela de Michael Gold en España fue poco después de su publicación en EEUU. En 1930, la editorial Cenit, la publicaba por primera vez en castellano. Hoy apenas conocida la editorial Cenit nació en 1928 de la mano de Rafael Giménez Siles y Graco Marsá. Ambos estaban en la cárcel por su compromiso contra la dictadura de Primo de Rivera y ya habían participado de otros proyectos como la revista Post-Guerra (donde también estaba Jose Antonio Balbontín) o la editorial Oriente, que publicó numerosos títulos de carácter marxista. La editorial Cenit nació en la carcel Modelo de Madrid y su primer libro fue El problema religioso en Méjico. Católicos y cristianos de Ramón J. Sender y con prólogo de Ramón María del Valle-Inclán. En el desarrollo de la editorial hubo otros personajes importantes de la política del momento como Juan Andrade.
La editorial existió hasta 1936 y sacó más de 200 títulos. Durante la Segunda República la editorial dio a conocer un buen número de publicaciones teóricas de marxismo, pero también novelas e incluso cuestiones médicas. Esta editorial tuvo el mérito de dar a conocer en España obras de autores como Hermann Hesse, John Dos Passos, Upton Sinclair, Sinclair Lewis, Fedor Gladkov, etc. Todo un número de autores norteamericanos y soviéticos hoy casi desconocidos para el gran público (alguno de estos autores y títulos han sido rescatados recientemente por la editorial Capitán Swing). Pero también Cenit dio a conocer biografías de personajes como Isadora Duncan, León Trotsky o Charles Chaplin, así como dio cobertura a jóvenes autores como César Vallejo o a escritores como Ramón J. Sender.
No fue un proyecto novedose el de Cenit. Desde inicios del siglo XX se venía desarrollando en España todo un componente de editoriales que ponían a disposición del gran público títulos o autores de carácter progresista y revolucionario. Los anarquistas aquí tuvieron un papel protagonista, así como los republicanos y posteriormente los comunistas. Proyectos como Cuento Semanal de Eduardo Zamacois, La novela roja, La novela ideal de Federico Urales y Soledad Gustavo, La novela política, La novela proletaria, etc. Todo un compendio donde autores como Eduardo Barriobero, Salvador Sediles, Ángel Samblancat, Ceferino González Avecilla, Joaquín Arderiús, Hildegart Rodríguez, Ricardo Baroja, Alardo Prats, etc., se dieron cita.
No sabemos el impacto que tuvo la novela de Gold cuando fue publicada en España en 1930, pero los canales abiertos por Cenit nos hace intuir que tuvo aceptación. La novela fue reeditada en 1973 por la editorial Zero, otro proyecto que tuvo un importante papel en el final del franquismo.

  Sin embargo, la edicion de Dirección Única, nos la vuelve a aproximar y rescatar del ostracismo. Y a su vez para sacar del ostracismo muchas otras cosas. Un gran acierto volver a poner al alcance de todos esta pequeña joya que nos legó Michael Gold.

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