miércoles, 1 de julio de 2015

LA HISTORIA DE EUROPA VISTA POR UN INTELECTUAL

Hace unos meses uno de mis mejores amigos me regaló un libro (gracias Eduardo). Un libro que conocía pero que en ningún momento me convenció para poder leer. Se trataba de las memorias de Stefan Zweig. Llevan por título El mundo de ayer. Memorias de un europeo (Acantilado, Barcelona, 2002. 546 págs.)
                Tengo que reconocer que conozco poco la obra de Zweig. Pero su libro de memorias  me ha resultado muy interesante. El estilo de Zweig es sencillo y cercano. Su pluma engancha a cualquier lector que le interese la historia mundial que gira entre el final del siglo XIX y el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
            La historia hay muchas formas de estudiarla. Lo podemos hacer con grandes manuales escritos por los mejores historiadores. La podemos conocer a través de la documentación de primera mano, de los documentos generados en el periodo histórico que nos interese conocer. O la podemos conocer a través de la vida de algún personaje que ha vivido el momento. Unas memorias. Pero este género tiene muchos inconvenientes. Las memorias no dejan de ser, en la mayoría de las ocasiones, un instrumento de justificación de las acciones del personaje en cuestión. Lo vemos en la cantidad de memorias que han generado los conflictos bélicos. En el caso de la Guerra Civil es más que evidente. Aunque hay memorias mejores y peores, todas tienen ese punto en común. Y aunque Zweig también tiene un poco de eso, como es lógico, este libro de memorias tiene algo que he encontrado en pocos.
                Stefan Zweig (Viena, 1881 – Petrópolis, Brasil, 1942) nos lleva de la mano al cambio de un mundo. Como vienés había nacido en el seno del Imperio Austrohúngaro. Una estructura anquilosada que se mantuvo en esos momentos por las políticas de alianzas internacionales secretas ideadas por Bismarck. Pero la desaparición del Canciller de Hierro, la enorme conflictividad interior del propio imperio con nacionalidades en pujanza y una conflictividad social en avance merced al desarrollo de un incipiente movimiento obrero, hacía que el futuro del Imperio Austrohúngaro fuese su desintegración. El estallido de la Primera Guerra Mundial en julio-agosto de 1914 (el pasado año celebramos su centenario) fue la puntilla para ese imperio, que tras la Paz de París quedó desintegrado. Zweig nos muestra desde su visión como se produjo ese cambio. Como el mundo en que había crecido se desmoronó y surgió algo nuevo. La prueba que mejor marca ese cambio es el pasaje en el que autor habla en su regreso a Austria (ya República) como un tren se paró en la estación de un pueblo. Dentro del mismo, de pie junto a la ventanilla, estaba el último emperador austrohúngaro, Carlos I. El tren partió y con él la desintegración total del Imperio.
                Pero también Zweig nos muestra cómo era la Europa cultural del momento. Como se codeó con las grandes figuras. Como siempre estuvo más cercano a las posiciones de la izquierda política por encontrar ahí un espacio donde poder desarrollar su literatura. Pero Zweig no se integró en ningún partido. Aunque su simpatía iba hacia los socialistas no fue, por ejemplo, un escritor adscrito al comunismo, como fueron otros integrantes brillantes de su generación. La política para Zweig era colateral si bien no se mantenía independiente de ella.
                Son más de 500 páginas de un impresionante recorrido histórico, que finaliza para Zweig con su salida de Austria por el ascenso del nazismo. Su condición de judío le convertía en un proscrito por las leyes racistas de los nazis. Vio cómo cuando parecía que se volvía a establecer, que encontraba un hueco, nuevamente un cataclismo social le hacía romper vínculos con su tierra. Marchó a Inglaterra hasta que decidió partir a América, donde se suicidó en Brasil, junto a su esposa, en 1942.
                No quiero terminar este pequeño comentario sin reproducir los párrafos que Zweig le dedicó a España. En su huida en barco de Europa hizo escala en Vigo, cuando las tropas rebeldes de Franco ya controlaban la ciudad gallega. Así muestra Zweig la Guerra Civil española:
“En aquel verano de 1936 había estallado la Guerra Civil española, la cual, vista superficialmente, solo era una disensión interna en el seno de ese bello y trágico país, pero que, en realidad, era ya una maniobra preparada por las dos potencias ideológicas con vistas a su futuro choque. Había salido yo de Southampton en un barco inglés con la  idea de que el vapor evitaría la primera escala, en Vigo, para eludir la zona en conflicto. Sin embargo, y para mi sorpresa, entramos en ese puerto e incluso se nos permitió a los pasajeros bajar a tierra durante unas horas. Vigo se encontraba entonces en poder de los franquistas y lejos del escenario de la guerra propiamente dicha. No obstante en aquellas pocas horas pude ver cosas que me dieron motivos justificados para reflexiones abrumadoras. Delante del ayuntamiento, donde ondeaba la bandera de Franco, estaban de pie y formados en filas unos jóvenes, en su mayoría guiados por curas y vestidos con sus ropas campesinas, traídos seguramente de los pueblos vecinos. De momento no comprendí para qué los querían. ¿Eran obreros reclutados para un servicio de urgencia? ¿Eran parados a los que allí daban de comer? Pero al cabo de un cuarto de hora los vi salir del ayuntamiento completamente transformados. Llevaban uniformes nuevos y relucientes, fusiles y bayonetas; bajo la vigilancia de unos oficiales fueron cargados en automóviles completamente nuevos y relucientes y salieron como un rayo de la ciudad. Me estremecí. ¿Dónde lo había visto antes? ¡Primero en Italia y luego en Alemania! Tanto en un lugar como en otro habían aparecido de repente estos uniformes nuevos e inmaculados, los flamantes automóviles y las ametralladoras. Y una vez más me pregunté: ¿quién proporciona y paga esos uniformes nuevos? ¿Quién organiza a esos pobres jóvenes anémicos? ¿Quién les empuja a luchar contra el poder establecido, contra el parlamento elegido, contra los representantes legítimos de su propio pueblo? Yo sabía que el tesoro público estaba en manos del gobierno legítimo, como también los depósitos de armas. Por consiguiente, esas armas y esos automóviles tenían que haber sido suministrados desde el extranjero y sin duda había cruzado la frontera desde la vecina Portugal.”
                Termina Zweig concluyendo que el fascismo surge en los despachos y consorcios de grandes capitalistas con ambición de poder. Y que están detrás de las potencias fascistas, que como Alemania o Italia, apoyaron el golpe de militar de julio de 1936. Aunque establecer la causa de la Guerra Civil en el choque entre la Alemania nazi y la URSS es simplificar y no establecerse a la verdad, lo cierto es que Zweig da en blanco en el surgimiento y financiación del fascismo español que promovió el golpe contra la República y contra los avances revolucionarios de la España de la década de 1930.

                Un clarividente libro el de Zweig. Recomendable por la facilidad de lectura, por la cantidad de temas que aborda y por la lucidez de análisis que Zweig muestra a lo largo de todo el libro.

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