Reproducimos la entrevista publicada en el periódico Diagonal al dramaturgo Ramón Paso, autor de diferentes obras alrededor de la memoria histórica
A Ramón Paso la pasión por las
artes escénicas y el teatro le viene de lejos. Lo lleva en la
sangre, podemos decir. Hijo de la actriz Paloma Paso, nieto del
dramaturgo Alfonso Paso y biznieto del también dramaturgo Enrique
Jardiel Poncela. Con estos antecedentes era fácil que Ramón viese
en el teatro y las artes escénicas un medio al que dedicar su vida.
Y por los proyectos en los que ha parcipado lo ha hecho con nota.
Pero aquí vamos a destacar una de
las temáticas que le ha dedicado espacio en los últimos tiempos. La
memoria histórica. Ramón ha puesto en escena tres obras de teatro
en la que denuncia la represión franquista generada tras el golpe de
Estado contra la República en julio de 1936. Y lo ha hecho bajo
varios ejes temáticos y poniendo a la mujer como principal
protagonista.
Hay quien considera que la Guerra Civil es un tema manido. Pero
sin embargo en tus obras el tema principal. Resistencia 36, Matadero
36, El mono azul. ¿Por qué la temática de la Guerra Civil en tus
obras?
Es cierto que hay quien considera que ya se ha hablado mucho de la
Guerra Civil – sobre todo, esto lo consideran en el PP – pero la
realidad es que es un tema del que apenas se ha hablado en
profundidad. Hay muchas cosas que se desconocen de nuestra guerra.
Para empezar, se comparan los crímenes cometidos en un bando y en
otro, cuando en la República matar a alguien de derechas era
considerado algo ilegal, algo punible, y, en cambio, en la zona
rebelde, asesinar a un rojo se consideraba un mérito de guerra.
Prueba de esto, los discursos de Queipo de Llano alentando a sus
tropas a que cometiesen violaciones y asesinatos. Tampoco se habla
apenas de los experimentos psicológicos realizados por los doctores
Vallejo Nájera y López Ibor con prisioneros internacionales y con
mujeres españolas. Estos son ejemplos, pero me parecen muy
relevantes. La Guerra Civil es una herida en España. Y la única
forma de limpiar las heridas para que no se infecten es abrirlas y
sacar todo el pus. El silencio es el pus de nuestro país.
Igualmente en tus obras las protagonistas principales son
mujeres. ¿Lo consideras un homenaje a esa parte de la historia que
ha sido más olvidada aún?
Las mujeres son parte imprescindible de mi teatro. En las últimas
obras que he estrenado los repartos han sido mayoritariamente
femeninos. En el caso de la Guerra Civil, porque creo que la
violencia que se ejerció contra las mujeres fue aún más salvaje
que contra los hombres, y porque ellas han sido a todas luces las
grandes víctimas del golpe de Estado de Franco. En el caso de las
obras que tienen que ver con otros temas, principalmente porque se
suele escribir menos para mujeres, y a mí me parecen más
interesantes, tal vez con más matices que los hombres... Ya están
Hamlet, Fausto y Tartufo... Yo busco más en la línea de las Noras,
las Julias o las Sonias... Además, cuando dirijo, me interesan más
las actrices por resultarme más dúctiles y expresivas. En el
montaje que ahora mismo se representa en la Sala El Montacargas, “El
mono azul”, he tenido la suerte de contar con cuatro actrices
maravillosas: Ana Azorín, Inés Kerzan, Nala Fernández y Sandra
Saulnier.
Junto a ese eje de la Guerra Civil y las mujeres, la tercera
gran temática es la represión. ¿Consideras al teatro un medio
pedagógico para mostrar la dimensión de la represión franquista
durante la Guerra Civil y la Dictadura?
El teatro es el principal medio que existe para ponerle la verdad a
la gente delante de la cara. El teatro no es pedagógico, el teatro
es catártico, que va mucho más allá de la simple pedagogía.
Nosotros lo vemos en todas las funciones. El público llora a lo
largo de la función, siente rabia, se enfada, se identifica con los
personajes... En definitiva, comprende lo que ocurrió y entiende por
qué no debe volver a ocurrir.
En las protagonistas de tus obras muestras distintas visiones
psicológicas. Desde la mujer militante y consciente, la mujer
descreída o la que quiere luchar solo por vivir. ¿Fue complicado
encontrar información para mostrar esas facetas ideológicas y
psicológicas de las protagonistas?
En general es muy difícil encontrar documentación en este país. Se
publican bastantes libros, pero con tiradas muy cortas. Hay mucha
gente luchando por que se sepa la verdad, pero viendo lo que ha
pasado con la Ley de la Memoria Histórica y cómo se ha tratado al
juez Garzón en este país, aún no es suficiente.
¿Como te documentas para tus obras? ¿Has consultado a
historiadores y fuentes primarias para las mismas?
He leído mucho, muchísimo, y he hablado con todo el que ha querido
hablar conmigo del tema. Principalmente, yo recomendaría para
empezar a informarse “El holocausto español” de Paul Preston,
porque da una idea muy precisa de lo que ocurrió durante la guerra.
Obras como esta no se ven en las grandes salas de teatro. ¿Has
encontrado dificultades para poder representar estas obras?
Todas. He encontrado todas las dificultades. Para empezar, el teatro
llamado comercial sólo busca comedias con caras conocidas de
televisión. Y los teatros del Estado huyen de temas comprometidos
como lo es la Guerra Civil. Al final, las únicas que dan salida a
este tipo de obras son las salas alternativas, y no todas. Yo he
tenido la suerte de poder contar con El Montacargas – en la que
estrenamos, primero “Resistencia 36”, y ahora “El mono azul”
– y con la Sala TÚ – donde pude estrenar “Matadero 36/39”.
¿Que puede aportar el teatro a la recuperación para la
memoria histórica? ¿Crees que se esta haciendo suficientes desde
las artes escénicas para este cometido?
El teatro puede aportarlo todo para la libertad. Dentro de esa
libertad está el derecho a enterrar a nuestros muertos decentemente,
a que se juzgue a los asesinos que aún viven entre nosotros y a
rehabilitar la memoria de todos los represaliados por el Franquismo.
Desde las artes escénicas se hace lo que se puede. No tanto como se
podría hacer desde el Congreso, si les diese la gana. Hay muchas
figuras del teatro que luchan por la recuperación de la Memoria
Histórica. Un ejemplo es Vicente Cuesta, que hizo todo lo que pudo
para apoyar este asunto mientras estuvo al frente de la Unión de
Actores, como secretario general.
Por último. ¿Nos podrías adelantar en que estas trabajando
ahora?
Ahora mismo estoy trabajando en “La ramera de Babilonia”, una
comedia crítica sobre cómo ha tratado – o maltratado – la
Iglesia Católica a la mujer a lo largo de la Historia. Esta comedia
la estrenamos el 03 de diciembre en la Sala TÚ, con un reparto, otra
vez, de mujeres: Ana Azorín, Inés Kerzan, Eva Chocrón y Nala
Fernández. Es una comedia que podría gustarle a Dios – o no –
pero que seguro que no va a hacer gracia a la Iglesia.
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