martes, 31 de diciembre de 2019

ANARQUISTA, PERIODISTA, PANADERO Y MASÓN. MAURO BAJATIERRA MORÁN

Artículo publicado en el periódico digital El Obrero

Existen algunas personalidades y figuras de la historia contemporánea en España que han caído en el ostracismo a pesar de la importancia que tuvieron en el momento histórico que les tocó vivir. La razón fundamental de este olvido intencionado fueron los largos años de dictadura que no solo provocaron la eliminación física de sus oponentes sino que los borró de la historia.
            Un ejemplo de ello es la figura de Mauro Bajatierra Morán. Este madrileño nacido en el año 1884 se convirtió con el paso del tiempo en una de las figuras clave del movimiento obrero madrileño y del anarquismo. Panadero de profesión (su padre, Ramón Bajatierra, era dueño de una tahona) desde muy temprano, a inicios del siglo XX, ya localizamos su pluma en periódicos denunciando la situación de la clase obrera. Por la conciencia de clase que tenía, Bajatierra se afilió a la sociedad de obreros panaderos de la UGT madrileña, si bien su actividad política y sindical también estuvo en la fundación del Ateneo Sindicalista de Madrid en 1913 y en la representación que se le confirió a entidades como la Federación de Obreros Peones y Braceros de España de la FNOA (Federación Nacional de Obreros Agricultores) o en la Unión Tranviaria. Porque Bajatierra fue un militante incansable del movimiento obrero de su época. Como militante de la UGT asistió al XII Congreso de la misma, donde pidió de forma expresa la separación de la entidad sindical de la tutela del PSOE. No era un hecho aislado el militar en la UGT a pesar de tener ideas libertarias. En aquellos lugares donde no había capacidad para desarrollar los sindicatos de la CNT, los obreros libertarios se adherían a las sociedades obreras de su oficio aunque fuesen de la central rival.
            Su actividad en aquella década de 1910 no se ciñó solo en el movimiento obrero sindical. Bajatierra fue el fundador e impulsor de grupos anarquistas como Los Iguales, base sobre la que en 1927 se fundó la Federación Anarquista Ibérica, de la que Bajatierra fue fundador. Igualmente, su militancia también estuvo en la masonería, e ingresó en la logia La Cantoniana con el nombre simbólico de “Justicia” alcanzando el Grado 3 de Maestro.
            La personalidad de Bajatierra, su múltiple militancia y su prestigio entre los círculos obreros, fue una de las razones por las que se le intentó vincular con el atentado contra Eduardo Dato que acabó con su vida en 1921. Se acusó a Bajatierra de haber comprados las armas del atentado en Eibar y de haber dado cobertura a Pedro Mateu, Luis Nicolau y Ramón Casanellas, que fueron quien ejecutaron al presidente del Gobierno. Tras un sonado juicio, fue absuelto de todo cargo, siendo su abogado el republicano Pedro Rico, que posteriormente sería alcalde de Madrid.
            Durante los años de la dictadura de Primo de Rivera, Bajatierra se exilia a Francia y desde allí participa de las numerosas conspiraciones y acuerdos para acabar con la dictadura y con la monarquía de Alfonso XIII. Partidario de llegar a una inteligencia con los republicanos para derrocar el régimen, Bajatierra fue incluso designado para ofrecer a Miguel de Unamuno la presidencia de la República en caso del triunfo insurreccional. Política que se repitió un poco más adelante cuando el también anarquista Manuel Buenacasa se la ofreció a Santiago Ramón y Cajal. Expulsado de Francia por sus actividades políticas, fue recibido en Bélgica gracias a la colaboración de sus hermanos masones.
            Con la proclamación de la República en 1931, Bajatierra volvió a España. Participó de las actividades sindicales en la UGT y siguió activo dentro de la CNT, compartiendo una doble militante (la primera puramente sindical y la segunda más ideológica). A pesar de su participación en la llegada de la República, las disposiciones del gobierno republicano-socialista fueron duramente criticadas por el anarcosindicalismo y la extrema izquierda republicana. Bajatierra escribió encendidos artículos, primero en La Tierra coincidiendo junto al republicanismo federal, y luego desde el CNT cuando se fundó en 1932, contra las políticas del gobierno y denunciando la represión que se había dado en lugares como Alto Llobregat o Casas Viejas.
            La victoria de la derecha en noviembre de 1933 sirvió para que Bajatierra se alineara con la posición de reorganización y unidad del movimiento obrero y de llegar a acuerdos y entendimientos que allanaran un camino revolucionario. Escribió en ese tiempo numerosos folletos, entre los que destaca su posición sobre el comunismo libertario en Hacia la República social.  Durante este tiempo, Bajatierra se enfrentó a distintas penas por delitos de prensa y por actividades políticas.
            Con la victoria del Frente Popular, Bajatierra participó de numerosos mítines y movilizaciones Destacaríamos el que participó en Tenerife con motivo del Primero de Mayo de 1936.
            El golpe de Estado y el inicio de la Guerra Civil sorprendieron a Bajatierra en Madrid. Desde ese momento se convirtió en uno de los cronistas de guerra más populares de la zona republicana gracias a las crónicas diarias que realizaba para el periódico CNT. Con un estilo propio y mordaz, las crónicas de Bajatierra fueron de las más peculiares y apreciadas en la época y muchas de ellas eran reproducidas en otros periódicos.
            Su muerte se produjo cuando las tropas franquistas ocuparon la capital de España el 28 de marzo de 1939. Sobre su muerte existen varias versiones. La más romántica que esperó en la puerta de su casa a los falangistas y militares que venían a por él. Otras hablan que al no querer abandonar la ciudad, Bajatierra regresó a su casa y allí le estaban esperando los que le ejecutaron. Sea como fuere, su cadáver fue encontrado en un garaje cercano a su domicilio en la madrileña calle de Torrijos, en el barrio de la Guindalera. Días después fue enterrado en una sepultara de cuarta en el cementerio municipal de Madrid. Su certificado de defunción es un ejemplo de cómo trató el franquismo a las víctimas que provocó. Aunque fue acribillado en el certificado pone que murió de un “síncope”.
            A su figura oronda, con sus bigotes prominentes y su presencia siempre sensible, Bajatierra unió una pasión por la escritura que se plasmó en centenares de artículos periodísticos desde inicios del siglo XX y en una amplía obra de carácter político social donde plasmó su ideario anarquista. No solo utilizó la prensa y la obra política. Bajatierra fue también un novelista, autor de numerosos títulos de novela corta editados la mayoría de ellos en la colección “La Novela Ideal”, impulsada por la familia Montseny. También se lanzó al campo teatral, con algunas piezas literarias estrenadas en numerosos lugares de España así como una serie de cuentos morales e infantiles. Durante su exilio en la dictadura de Primo de Rivera, militó en una logia masónica francesa con el nombre de Plus Ultra. Mismo nombre que le dio a un proyecto editorial que el mismo desarrolló.
            Un personaje peculiar y trascendental en su época, militante obrero y escritor, panadero y periodista, masón y anarquista, cuyo asesinato con la llegada del fascismo a Madrid lo enterró también en el ficticio “Panteón de Hombres y Mujeres Olvidados”.

martes, 10 de diciembre de 2019

La mujer en el movimiento obrero

Artículo publicado en el periódico digital El Obrero


El desarrollo de las ideas socialistas significó un avance y un campo importante para la lucha de la emancipación femenina. A diferencia de otros movimientos políticos y filosóficos, el socialismo si reclamaba una participación decidida de todos los seres humanos en la emancipación social. Y en esa lucha la mujer encajaba perfectamente.
            Aun así esto no quiere decir que no hubiese distintas escuelas dentro del propio socialismo. No hay que dejar de pensar que muchos de aquellos primeros socialistas eran hijos de una época donde la situación de la mujer era de estar en un segundo lugar.
            Pero el desarrollo de ese primer socialismo, cuyos orígenes hay que rastrearlo en los albores de la Revolución francesa, sirvió para poner en primera línea del debate la situación de la mujer dentro de la sociedad. A medida que las teorías socialistas fueron perfeccionando su discurso y fueron fundando organizaciones de muy amplio alcance la participación de la mujer se tornó fundamental para entender su desarrollo.
            El denominado socialismo utópico por Marx, ya comenzó a trabajar estos aspectos. Charles Fourier, Saint Simon, Cabet, etc., ya comenzaron a hablar de sociedades igualitarias, en lugares ficticios o reales, donde la cooperación entre todos los integrantes era fundamental. La mujer pasaba a tener un protagonismo que hasta entonces no había conocido, pero todavía quedaba mucho camino por recorrer. Sin ir más lejos esas sociedades ideales tenían que ser un ejemplo de cómo el sistema capitalista era injusto. No hablaban de una organización que derribase el modelo económico capitalista con lo que para socialistas posteriores muchas de estas propuestas se quedaron cortas. La cuestión no era solo demostrar que el capitalismo era injusto. El objetivo era una transformación social a gran escala donde la emancipación femenina era parte imprescindible del programa revolucionario.
            En estas últimas cuestiones irrumpió una mujer que imbuida por esas corrientes socialistas incipientes y marcando la impronta de lo que será el posterior desarrollo del obrerismo, marcó un antes y un después en el proceso de toma de conciencia de la mujer y su vinculación al obrerismo militante. Flora Tristán nació en París en 1803. Aunque su padre no la reconoció como tal (un militar peruano), adoptó su apellido. La vida de Flora Tristán no fue sencilla. Se instaló con su madre en París y desde muy temprano comenzó a trabajar. Con apenas 17 años se casó con el dueño de la litografía donde trabajaba, André Chazal, con el que tuvo tres hijos. Debido a los malos tratos, Flora se separó de su marido. Nunca acepto esta situación su marido. Un juzgado determinó que el hijo varón de Flora se tenía que ir con el padre, quedando de esa manera ella completamente libre. Flora se quedó con su hija Aline, que será la madre del pintor Paul Gauguin. Otro de sus hijos había fallecido poco después de nacer.
            Tras un viaje a Perú, volvió a Francia y se entregó de lleno a la lucha obrera y por la emancipación de la mujer. En 1840 publicó su obra La Unión Obrera, uno de los programas más avanzados del socialismo, del que pensadores posteriores como Marx, Proudhon o Bakunin se basaron. Para Flora Tristán la emancipación del proletariado solo podía ir unida a la emancipación de la mujer. Solo de esa manera se conquistaría una sociedad socialista que de lo contrario quedaría incompleta. Sin embargo esta trayectoria de Flora Tristán se vio truncada cuando en 1844, con apenas 41 años de edad, falleció víctima del tifus.
            La figura de Flora Tristán ya marcó las pautas del comportamiento del socialismo en general con la cuestión de mujer. Las figuras de Karl Marx y Friedrich Engels vieron en el programa de Flora Tristán uno de los antecedentes para aplicar a su propia ideología. Sin embargo el marxismo entendía la lucha de las mujeres englobada en la lucha general del proletariado. No se detuvo de forma concreta en este aspecto salvo en algunos pasajes de sus obras. Una de estas obras que realiza una radiografía de la sociedad de la segunda mitad del siglo XIX y muestra la situación de la mujer, es la obra de Friedrich Engels Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado. Para Engels el modelo de familia estaba íntimamente relacionado con el modelo económico imperante. Los esquemas de la familia y del rol de la mujer en la misma eran producto del sistema de explotación capitalista y del modelo social que él legaba. Pero esta radiografía social del marxismo no iba acompañada de ninguna medida concreta por parte del análisis marxista. Tuvo que pasar un tiempo para que el marxismo fuese adquiriendo un discurso femenino propio con el desarrollo de grandes figuras en las organizaciones marxistas internacionales.
            La otra gran corriente del movimiento obrero, el anarquismo, tuvo distintas visiones de este mismo asunto. Por una parte de situó la posición de Pierre-Joseph Proudhon. El padre del federalismo libertario y uno de sus más importantes pensadores dejó constancia de su visión de la mujer en su obra La pornocracia o la mujer en nuestros tiempos. Proudhon parte de un punto similar del aplicado anteriormente a la obra de Engels (teniendo en cuenta que la obra de Proudhon es previa). La sociedad capitalista mantiene a la mujer en una posición de inferioridad respecto al varón. Sin embargo, para Proudhon la mujer tiene que tener el rol de la compañera del revolucionaria en el proceso de emancipación. No le concede una posición de primer orden.
            Si bien las teorías de Proudhon en lo que se refiere a organización política y social tuvieron una gran acogida en el seno del anarquismo internacional, la posición de la mujer no fue la más seguida en el mismo. En este sentido las aportaciones de Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin fueron decisivas. Para estos dos anarquistas el papel de la mujer era equivalente al del hombre. Incluso más teniendo en cuenta la posición de inferioridad social con la que parte en el seno del capitalismo. Para Bakunin y Kropotkin la mujer es un sujeto revolucionario al igual que el hombre. Su participación en las organizaciones de transformación social así como en el propio proceso revolucionario tiene que ser decisiva para conseguir su completa emancipación. De esta manera el anarquismo recogía toda la tradición legada desde la Revolución francesa por Olimpia de Gouges pasando por todas las aportaciones del feminismo anglosajón, sobre todo de la figura de Mary Wollstoncraft, o la de Flora Tristán.
            Pero el mejor ejemplo de este avance se comprobó en la participación de la mujer tanto en las organizaciones obreras emergentes, como la Asociación Internacional de los Trabajadores, o en procesos revolucionarios como la Comuna de París de 1871. En este último caso la participación de la mujer fue fundamental. Los nombres de Louise Michel o Nathalie Lemel destacaron por encima de muchos otros. La maestra Louise Michel nacida en 1830 comenzó a tomar contacto con los círculos revolucionarios parisinos desde muy temprano, sobre todo con la figura de Jules Vallès. Adscrita en un principio a las corrientes revolucionarias de Auguste Blanqui y unida sentimentalmente al también blanquista Theopile Ferré, participó activamente en la Comuna de París como propagandista, integrante del 61 Batallón, enfermera y asesora de instrucción y educación. Louise Michel combatió en las barricadas. Detenida fue juzgada y condenada por los versalleses a la pena de deportación perpetua en Nueva Caledonia. Su compañero Theopile Ferré fue fusilado en noviembre de 1871. En su deportación, Louise Michel aprendió la lengua de lo canacos, aborígenes de la zona donde estaba recluida y les animó a la iLe Libertaire. La “Virgen Roja” como era conocida, falleció en 1905 mientras realizaba una gira propagandistica a favor del anarquismo.
nsurrucción contra el colonialismo. A su regreso a Francia en 1880 comenzó a tomar contacto con los círculos anarquistas y fue nuevamente detenida tras la manifestación contra el paro y la carestía convocada en 1883. Liberada en 1886, fue objeto de un atentado en 1887 por parte de un reaccionario. Tras la participación en una revuelta en Vienne, Louise Michel fue detenida y tras su liberación se estableció en Londres. Regreso a Francia en 1895 para participar junto a Sebantian Faure en el periódico
            Nathalie Lemel fue una de las primeras mujeres afiliadas a la Internacional en 1866. Fue una de las impulsoras de la cooperativa “La Marmita” que distribuía alimentos entre las clases más necesitadas. Con el estallido de la Comuna de París, Nathalie Lemel fundó la Unión de Mujeres, y fue una de las defensoras más activas de los principios revolucionarios de la Comuna y una de sus últimas resistentes. Adscrita ideológicamente al anarquismo, Lemel fue detenida, juzgada y condenada a la deportación en Nueva Caledonia, al igual que Louise Michel. De regreso a Francia siguió participando de las actividades obreras hasta su fallecimiento en 1921.
            Pero la participación de las mujeres en la Comuna fue mucho más allá que alguno nombres. Durante las jornadas de la Comuna las mujeres participaron en igualdad de condiciones junto a los hombres en la defensa de París y en la construcción del modelo revolucionario. Fueron soldados, enfermeras, maestras, cocineras, doctoras, etc. Todos los servicios fueron representados también por mujeres. Pasaron a la historia las llamadas petroleras, que aunque se decía que su objetivo era quemar París, en realidad fueron grupos de obreras que defendieron los principios de la Comuna hasta sus últimos días de la Semana Sangrienta de mayo de 1871. Muchas de ellas fueron fusiladas en Père Lachaise. La Unión de Mujeres por la defensa de París y mujeres como Elisabeth Dimitriev pasaron a la historia del movimiento obrero.
            Con la represión de la Comuna de París, el movimiento obrero internacional mostró sus posibilidades reales de tomar el poder de forma efectiva. Y en ese primer ensayo las mujeres, que se habían ido vinculando a la Internacional y a los distintos organismos obreros de forma paulatina, tuvieron un papel destacado y protagonista.

viernes, 8 de noviembre de 2019

LA CNT, LA HUELGA DE LA CANADIENSE Y LAS OCHO HORAS DE TRABAJO

Artículo publicado en el diario El Obrero


En el centenario de la conquista por ley de la jornada laboral de ocho en España no puede quedar en el olvido el origen de tal decreto y el protagonismo sin discusión del anarcosindicalismo y de la CNT en el mismo, cuestión que ha quedado desdibujada cuando no olvidada.
            La CNT, como organización sindical, había nacido en octubre-noviembre de 1910 con la intención de estructurar a las sociedades obreras que estaban diseminadas por el territorio español y que no se sentía conformes con el modo de funcionamiento de la UGT. Una organización nacida bajo los auspicios del movimiento libertario que llevaba años buscando una organización nacional que coordinase sus actividades. Aunque en un principio su actividad se circunscribió al ámbito catalán, en pocos años el objetivo de la CNT (que lo fue previamente de Solidaridad Obrera, su embrión) era extenderse por todo el territorio nacional y estructurar un sindicato horizontal.
            A pesar de los altibajos de los primeros momentos (legalización e ilegalización), lo cierto es que a partir de 1915-1916 la CNT despegó como organismo sindical, rivalizando con su homologa socialista y copando puestos de influencia y hegemónicos en muchos lugares entre la clase obrera.
            La huelga de La Canadiense (también llamada La Canadenca o Riegos y Fuerzas del Ebro) no solo significó la chispa que provocó la consecución de las 8 horas de trabajo, sino también mostró la mayoría de edad de la CNT como organismo sindical y moderno de España y Europa. Este conflicto huelguístico hay que enmarcarlo en el contexto del ciclo revolucionario que se había abierto en España en 1916 con el primer pacto entre la CNT y la UGT y que tuvo su punto álgido con la huelga general revolucionaria de agosto de 1917.
            El conflicto de La Canadiense estalló cuando un grupo de trabajadores de la administración de la empresa fueron despedidos y acudieron a la CNT para que les apoyase en sus peticiones de readmisión. La intervención de la CNT hizo movilizar a las fuerzas del orden y políticas de Barcelona, que vieron como la huelga se iba extendiendo. Primero entre todo el personal de la fábrica y, finalmente, con un llamamiento a la solidaridad, en todo el sector eléctrico de Barcelona. Lejos de quedarse ahí, la CNT puso en marcha un modelo de huelga moderno: la huelga solidaria. Muchos otros sectores comenzaron a solidarizarse con los trabajadores de La Canadiense y con el conflicto, con lo que Barcelona quedó paralizada durante 44 días. A pesar de los intentos de las fuerzas del orden público por desactivar la movilización, con la detención de los integrantes del comité huelga, lo cierto es que el pulso que la CNT planteó consiguió los objetivos finales: libertad de los detenidos, readmisión de los despedidos, aumento de los salarios, reducción de la jornada laboral y pago de los salarios a los obreros en huelga. Un éxito sin precedentes en una movilización, que se llegó a plasmar con el decreto ley de la jornada de 8 horas de trabajo firmada por el gobierno y con la intervención de una comisión delegada de la CNT. El modelo de acción directa del anarcosindicalismo había triunfado.
            Pero el cumplimiento de los acuerdos fueron boicoteados por los patronos desde el primer momento, que vieron un crecimiento del poder sindical y no pudieron desgajarlo de los movimientos revolucionarios europeos de la época, sobre todo la Revolución rusa. Ante el incumplimiento de acuerdos, la CNT volvió a hacer un llamamiento a la huelga general, que se hizo extensiva, y que generó una mayor organización de la Federación Patronal Catalana.
            El éxito de la CNT se debió a varios factores. El primero que su modelo de organización había cambiado tras el congreso de Sans de diciembre de 1918, pues pasó de una estructura de sociedades obreras, típica de un sindicalismo más arcaico, a un modelo de sindicatos únicos adaptados a la realidad económica del país y al avance que había tenido el modelo capitalista. Algo inédito en Europa y que la CNT adaptó a nivel nacional en su congreso nacional celebrado en Madrid en diciembre de 1919. Este modelo sindical hizo más efectiva la movilización. Por otra mostraron que el modelo de acción directa era efectivo frente a la acción delegada, lo que hizo ganar enteros frente a su rival sindical UGT, a la que arrastró en muchas ocasiones hacía sus posiciones de influencia. Por último, la huelga solidaria que hizo que no solo un sector sino todos se sintieran identificados con las reivindicaciones de los obreros.
            Este influyente poder del sindicalismo hizo reaccionar a los patronos, que ante el temor del avance del anarcosindicalismo y el contexto revolucionario europeo decidió aplicar una política de acción terrorista contra la organización obrera. Fue el comienzo del periodo del pistolerismo que se cobró la vida de cientos de obreros y de algunos de los máximos exponentes del anarcosindicalismo español del momento como Evelio Boal o Salvador Seguí.

martes, 5 de noviembre de 2019

Notas al último libro de Ángel Viñas ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de la una conspiración


Si existe en la actualidad un historiador capaz de concentrar en una investigación todos los avatares de un periodo histórico tan importante como la Segunda República, ese es el profesor Ángel Viñas. Su ardua tarea de investigación le han permitido publicar en las últimas décadas libros de enorme trascendencia para las nuevas generaciones de historiadores y ha marcado un modo de entender el periodo de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo, que han roto los lugares comunes a los que durante generaciones se adhirieron multitud de investigadores y público en general. Viñas pertenece a esa generación de historiadores que como Paul Preston, Julio Aróstegui, Ángel Bahamonde  y otros nos han motivado y han sido pilares de formación. En la misma línea se encuentran otros como Fernando Hernández Sánchez, Juan Pablo Calero Delso, Chris Ealham, Eduardo González Calleja, Francisco Sánchez Pérez, Matilde Eiroa, Sandra Souto y un largo etcétera donde mi generación se ha formado.
            Desde hace años he leído la obra del profesor Viñas y en todos de sus trabajos saco la mismo conclusión: cuando termino el libro tengo la certeza que he aprendido mucho. Me pasó con su trilogía sobre la Guerra Civil (La soledad de la República, El escudo de la República y El honor de la República). También con la obra escrita a la par con Fernando Hernández Sánchez sobre el final de la Guerra Civil (El desplome de la República) y lleva un tiempo aportando cuestiones de interés sobre el origen y desarrollo de la Guerra Civil, como fue su aportación en la obra coral Los mitos del 18 de julio o Sobornos donde nos habla del papel de Inglaterra y su compra de voluntades para impedir que España entrase de lleno en la Segunda Guerra Mundial.
            Recientemente, nos ha sorprendido con otro voluminoso libro donde aborda algo que ya esbozó en su aportación a Los mitos del 18 de julio. Con su obra ¿Quién quiso la guerra civil? Historia de una conspiración, Ángel Viñas nos adentra en los movimientos de pieza, negocio y contacto que los monárquicos, encabezados por José Calvo Sotelo, llevaron a cabo desde la temprana fecha de 1933 para promover un golpe de Estado que pusiera fin a la experiencia republicana en España. El elenco de personajes que circundan el libro de Viñas es impresionante donde, en ocasiones, de forma casi detectivesca, nos adentra en un mundo de contactos intentado localizar todas las fuentes que sujeten su hipótesis. Un libro extremadamente minucioso e investigado que coloca en su lugar no solo a Calvo Sotelo sino a una serie de personajes a su alrededor que sirvieron como enlace entre los monárquicos españoles y los fascistas italianos, como Antonio Goicoechea o Pedro Sainz Rodríguez.
            Es muy interesante el trazo que Viñas nos da de un personaje como Calvo Sotelo, que por su trágico final y todo lo que posteriormente aconteció se perdió la perspectiva de quien era realmente. Un personaje que fue ministro de la dictadura, que nunca abandonó las posiciones más puramente monárquicas y que se fue “fascistizando” poco a poco. Aunque el profesor Viñas no lo analiza de lleno en su libro, muchas de las medidas ministeriales que implementó en la década de 1920 durante la dictadura tienen una semejanza con el naciente poder de Mussolini en Italia, así como las que Eduardo Aunós también desarrolló.
            No solo es la figura de Calvo Sotelo lo que analiza Viñas de forma pormenorizada. También lo hace con otros personajes como Goicoechea o Ansaldo, el piloto que intentó trasladar a Sanjurjo de Portugal a España tras el golpe del 18 de julio y que se estrelló en su avión.
            Viñas demuestra empíricamente algo que ya se conocía. La llegada de Franco al poder de la zona sublevada solo vino determinada por una serie de circunstancias que van a despejar el camino a su cúspide. El asesinato de Calvo Sotelo, verdadero cerebro de un golpe y de un modelo alternativo político, la muerte de Sanjurjo como jefe de la sublevación militar y la posterior desaparición del general Mola, allanaron un camino a Franco que hasta ese momento no estaba tan claro.
            El eje de los monárquicos es algo que siempre se analizó pero nunca se le dio la trascendencia que realmente tuvieron de cara al golpe de Estado. Viñas también analiza la participación carlistas y falangistas y como estos dos grupos también tenían contacto con la Italia fascista, país que intervino de forma directa en el golpe de Estado contra la República española.
            De forma muy acertada, el profesor Viñas lanza el reto a la historiografía más conservadora y revisionista que realicen un trabajo similar para encontrar los contactos que siempre se le han achacado a la República con la URSS, acusaciones sin pruebas documentales. Por el contrario, toda la información alrededor del contacto de la Italia de Mussolini con los grupos monárquicos en España ya está fuertemente documentada. En ese caso, la respuesta a la pregunta que efectúa el libro es muy clara.
            Un libro imprescindible el que nos ofrece el profesor Viñas. Quizá, la única crítica que podría hacer, que básicamente la hago extensiva a toda la obra de Viñas, es el excesivo peso negativo que muestra respecto al anarcosindicalismo y la CNT, en su relación con la República y posteriormente con la Guerra Civil. Una cuestión que no deja de ser un debate historiográfico donde mis conclusiones son distintas.
            Desde luego, que si tienen la oportunidad, no dejen de leer este libro de Ángel Viñas. Una pieza más en esos fundamentos para establecer una sólida historiografía sobre la Segunda República y los orígenes de la Guerra Civil

martes, 15 de octubre de 2019

Seminario "Memoria del exilio español en Argelia"

Entre los días 20 y 23 de octubre de 2019  se va a celebrar en Argelia un seminario sobre el exilio republicano español, entre las ciudad de Argel y Orán. Aquí pegamos su programa de actividades.


Domingo, 20 de octubre de 2019, Argel.

8,30-9,00h.: Inauguración oficial del Seminario.

9,00-12,30h.: Españoles en Argelia: Migración y exilio político,
         (Sesión en homenaje al historiador Juan Bautista Vilar).

-          Karima Ait Yahia: “La dinámica migratoria de los españoles en la Argelia francesa”
-          Juan Ramón Roca: “Tipología de las migraciones españolas a Argelia”.
-          Farid Sahbatou: “La guerra civil española en la prensa argelina”.
-          Emilio Sola y Julián Vadillo: "Anarquismo y cervantismo en el exilio argelino".
-          Eloy Martín Corrales: “El exilio socialista en Argelia”.
-          Ángela Rosa Menaches: "Lengua y cultura de la emigración y el exilio español en Argelia".

13,00h.: Almuerzo

15,00-17,30h.: Vivir en Argelia: de la guerra civil española a la independencia argelina.

-          Nadia Bouzekri:"Los españoles en  Argelia: una historia entre el silencio y la memoria".
-          Tramor Quemeneur: “La guerra de liberación argelina y los españoles del exilio”.
-          Héctor Perea: “Argelia, trampolín para el exilio republicano en México”.
-          Gerardo Bernabéu: “Españoles y argelinos: Vivencias y relaciones de una familia de españoles exiliados”.
-          Eliane Ortega: “Represión y concentración: los campos de concentración en Argeliade 1939 a 1943”.

17,30h.: Conclusiones finales, por Bernabé López García.


Lunes, 21 de octubre de 2019, Argel.

9,30h.: Visita a la Cueva de Cervantes.

Martes, 22 de octubre de 2019, Orán.

9,00-12,30h.: Memoria de emigración y exilio.

-          Palabras de apertura del seminario en la ciudad de Orán.
-          Alfred Salinas: "Oran, tierra de asilo. Entre colonización y confinamiento".
-          Djamel Latroch: “Las geografías (origen y destino) y la historia de las migraciones españolas hacia Argelia”.
-          Juan Ramón Roca: “Recorrido gráficopor las migraciones españolas a Argelia”.
-          Juan Martínez Leal: “Vencidos, evacuados y desterrados: la emigración a Argelia de los últimos resistentes republicanos”.
-          Wafa Elfekair: “La acogida de los refugiados en Orán: el centro de internamiento número 2”.

13,00h.: Almuerzo.

                        Al término del almuerzo desplazamiento a la Biblioteca de Orán.


17,00-18,00h.: Mesa redonda sobre “Antifranquismo en Argelia”.

-          Intervienen: Emilio Sola, Larbi Belazzouz, Saliha Zerrouki, Héctor Perea. Modera: Juan Martínez Leal.

18,30h.: Inauguración de la exposición de prensa española oranesa y exposición gráfica sobre la memoria del exilio español en Argelia en la Biblioteca de Orán.


Miércoles, 23 de octubre de 2019, Orán.

9,00-13,00h.: El exilio español en Argelia (1939-1975).

-          Yenia Camacho Samper: “Argelia en la memoria del exilio comunista español”.
-          Eliane Ortega: “Los lugares de la memoria del exilio español en Orán en 1939”.
-          Gerardo Bernabéu: “La memoria vivida de los españoles en Orán”.
-          Daniel Moñino: "Andalucía en el exilio argelino de 1939".
-          Saliha Zerrouki: “Max Aub y su memoria de Djelfa”.
-          Bernard Sicot: "Dos españoles en el Magreb colonial: Antonio Blanca y Antonio Gassó Fuentes"
13,00-13,30h.: Debate final
13,30h.: Conclusiones dirigidas por Bernabé López García.
13,50 h.: Clausura oficial.
14:00: Almuerzo

miércoles, 9 de octubre de 2019

LA RENOVACIÓN PEDAGÓGICA FRENTE A UN PIQUETE DE FUSILAMIENTO

Artículo publicado en el número 421 del periódico CNT (Octubre-Diciembre 2019)

El 13 de octubre de 1909 era fusilado en el Castillo de Montjuich el pedagogo Francisco Ferrer Guardia. Un Consejo de Guerra le había condenado a dicha pena como “cerebro” de la conocida como Semana Trágica de Barcelona. Un pretexto falso que servía como excusa a unas causas más profundas y que tenían a Ferrer en el punto de mira desde hacía muchos años. El odio que los sectores conservadores, clericales y pudientes de la sociedad española tenían contra Ferrer necesitaba un pretexto para poder eliminarlo.
            ¿Pero quien era ese Francisco Ferrer que tanto odio despertaba en los sectores clericales de la sociedad? Nacido en Alella en 1859 y a pesar de haber tenido un entorno muy próximo al catolicismo, desde muy temprano Francisco Ferrer comenzó a tener contacto con los círculos republicanos y anticlericales, ingresando en una logia masónica y estudiando de forma autodidacta.
            Como muchas personas avanzadas de la época, la primera opción de Ferrer fue el republicanismo, conociendo la obra de Francisco Pi i Margall. Sin embargo, su trabajo le permitirá viajar con frecuencia entre España y Francia, tomando contacto con los círculos de Manuel Ruiz Zorrilla, del que fue su secretario, y su Partido Republicano Progresista. Las estrategias del zorrillismo consistían en promover movimientos revolucionarios que trajeran a España la República. Esto llevó a Ferrer a participar u apoyar levantamientos republicanos como el de Santa Coloma del Farnés en 1884 o el pronunciamiento del general Villacampa en 1886.
            Pero Ferrer, en contacto con círculos internacionalistas y anarquistas, comienza a matizar sus posiciones respecto a la República, adhiriéndose a distintas iniciativas y congresos de librepensadores. Junto a una turbulenta vida sentimental, Ferrer comienza a estudiar de forma más profunda las iniciativas de renovación pedagógicas que se están dando en Europa y que tiene a los anarquistas como principales protagonistas. Las aportaciones de Charles Malato o la aplicación práctica del Orfelinato de Cempuis de Paul Robin fueron cuestiones que impactaron mucho a Ferrer.
            Ello le llevó a concebir la idea de fundar una escuela donde poder introducir dichos valores. Algo que se materializó cuando en agosto de 1901 fundó en Barcelona la Escuela Moderna en la calle Bailén, producto de una herencia recibida de una antigua alumna de Ferrer (Ernestina Meunier). Ferrer concibió su Escuela Moderna con los conceptos pedagógicos más renovadores. La coeducación de sexos, el racionalismo, el cientificismo, el contacto del alumno con la naturaleza, el desarrollo libre de la mentalidad del alumno, laicismo, abolición del examen y del premio y el castigo, etc., fueron valores trasmitidos por Ferrer en su iniciativa. Al calor de la Escuela Moderna se fundó una editorial con el mismo nombre, donde trabajaron como traductores intelectuales del movimiento obrero libertario como Anselmo Lorenzo y desde donde se dieron a conocer las obras más revolucionarias del pensamiento científico como las de Elisée Reclus o Piotr Kropotkin. Además, la Escuela Moderna editó un boletín y realizó actividades como las conferencias de los domingos. Por sus aulas e institución pasaron y participaron los intelectuales más prestigiosos de la época como Pompeyo Gener u Odón de Buen.
            Su proyecto pedagógico pronto fue imitado por otros centros y la Escuela Moderna comenzó a crecer exponencialmente. Si el primer curso lo cerraron con 32 alumnos, en 1903-1904 ya alcanzaban los 114. Un crecimiento que fue visto como un peligro por los sectores clericales de la ciudad de Barcelona, que vieron en Ferrer un enemigo a batir. Por ello comenzaron a perseguir a Ferrer, intentado con ello acallar su obra en la Escuela Moderna. No era un secreto que Ferrer era partidario del desarrollo del movimiento obrero y que había participado en él con apoyo económico a muchas de sus iniciativas.
            El primer intento serio de acabar con Ferrer se presento tras el atentado que Mateo Morral perpetró contra el rey Alfonso XIII el día de su boda el 31 de mayo de 1906. El hecho que Morral fuese bibliotecario de la Escuela Moderna fue razón suficiente para vincular a Ferrer con el atentado. Detenido y juzgado fue absuelto por falta de pruebas, pero las actividades pedagógicas de la Escuela Moderna fueron suspendidas.
            El segundo intento consiguió su objetivo. La movilización obrera que se produjo en Barcelona entre julio y agosto de 1909, por oposición al embarque de soldados para la guerra de Marruecos y la conflictividad social por las carestías que se daba en la ciudad, provocó un movimiento revolucionario que ha pasado a la historia con el nombre de Semana Trágica. La dura represión que se ejerció contra la misma alcanzó a Ferrer, que fue acusado de ser el inductor del movimiento a pesar de no tener ninguna vinculación con el mismo. En esta ocasión un Consejo de Guerra le llevó al paredón, a pesar de la inexistencia de pruebas y de que poco después de su fusilamiento fue reconocida su inocencia.
            Una oleada de protestas en España y Europa dieron a ver la dimensión que las aportaciones de Ferrer habían ofrecido al movimiento de renovación pedagógica y cultural. La monarquía de Alfonso XIII quedó erosionada, así como la figura de personajes como Antonio Maura que tuvieron especial inquina contra el pedagogo.
            La desaparición de Ferrer no significó el fin de su legado. Su obra póstuma La Escuela Moderna sirvió para dar a conocer sus postulados pedagógicos que se extendieron no solo por España sino por el mundo con iniciativas y experiencias. En 1911 fue erigida una estatua en Bruselas en recuerdo de Ferrer que ya en la década de 1990 fue reproducida en Barcelona.
            Lo interesante de Ferrer no es solo su vida sino comprobar como 110 años después de su fusilamiento sus presupuestos pedagógicos aun tiene vigencia y aplicación para la renovación de nuestro sistema educativo. Ese es el mejor homenaje a Ferrer y su obra.

miércoles, 2 de octubre de 2019

El franquismo y algunas novelitas del oeste


Revisando algunos libros que aun tengo en casa de mis padres me tope con tres novelas que, quizá, si alguien ve el resto de títulos en marcados en la historia política del siglo XIX y XX, podría considerar como fuera de lugar. En las estantería repletas de obras localiza una obra de Hazañas Bélicas con el título Loz, el partisano escrita por Harry Cowerland en 1959 y dos novelas policíacas de la editorial Rollán, de la serie “Selección FBI”, escritas por Eddie Thorny con el título Réquiem por Larry y Prisión de oro. Creo recordar que tengo alguna más, que no localicé en ese momento, de temática de western escritas por Edward Goodman. Una literatura de quiosco que se vendió en España en los años de la dictadura y que tenía como finalidad el entretenimiento.
            La razón de que ese tipo de obras formen parte de mi biblioteca no es tanto por la temática sino por lo autores. Esos nombres anglófonos y americanizados no son sino seudónimos de personajes muchos más conocidos pero que la censura y la persecución política de la dictadura les impedía firmar obras con su nombre.
            Tras el nombre de Eddie Thorny o Edward Goodman se esconde la personalidad de Eduardo de Guzmán Espinosa, uno de los más influyentes personajes de la España de la década de 1920 y de 1930. Afiliado a la CNT, simpatizante del movimiento libertario y perteneciente a una corriente a caballo entre el republicanismo más radical y el anarquismo, Eduardo de Guzmán fue uno de los redactores del periódico La Tierra, escribió en la páginas de La Libertad y durante la Guerra Civil fue el director de Castilla Libre, uno de los órganos de expresión de la CNT. Al acabar la Guerra, Eduardo de Guzmán fue apresado en el puerto de Alicante y trasladado a distintos centros de internamientos (campos de concentración y prisiones) hasta que un Consejo de Guerra lo condenó a muerte, pena que fue conmutada por la inferior de 30 años y que al final logró salir de la cárcel en una libertad vigilada. Guzmán, periodista y escritos profesional, no pudo firmar durante el franquismo ningún artículo ni ningún libro. Fue completamente expulsado del círculo de escritores y periodistas y se tuvo que ganar la vida escribiendo novelas policíacas y del oeste que firmaba con seudónimo (a los ya citados hay que unir otros como Richard Jackson, Anthony Lancaster o Charles G. Brown). Muchos de esos nombres no pasaban desapercibidos. Edward Goodman es muy claro, pero Eddy Thorny se podía traducir por Eduardo Negro, ya que Thorny es la trascripción de negro en lengua rusa (черный). Aunque Eduardo de Guzmán volvió a ejercer su profesión y escribir libros de enorme calado (como ejemplo La muerte de la esperanza, El año de la victoria, Nosotros, los asesinos, Historias de la prensa o la Segunda República fue así) este periodo lo recordaba el protagonista como de enormes agobios económicos pues no ganaban mucho dinero con esta literatura barata y, además, no ejercía el talento que siempre caracterizó la pluma de Eduardo de Guzmán.
            El otro título, Loz, el partisano, tengo que reconocer que lo adquirí por el título, por la
ubicación de la obra (Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial) y porque me parecía curioso que durante la dictadura se escribiese algo relacionado con la lucha del antifascismo yugoslavo contra los nazis, aunque fuese en una novela. El libro está impreso en Argentina, pero la Editorial Toray que lo publicaba tenía distribución tanto en Buenos Aires como en Barcelona. Tiempo después averigüé que tras el nombre de Harry Cowerland se escondía la personalidad de Enrique Sánchez Pascual, escritor que durante la Guerra Civil había estado en la zona republicana y comprometido con ella. Al finalizar la guerra se exilió a Francia, pero decidió regresar, cumpliendo penas de prisión. Al igual que Eduardo de Guzmán, Enrique Sánchez no podía firmar con su nombre las novelas de aventuras que realizaba y tuvo infinidad de seudónimos (Isaías Bronstein, Alex Simmons, Oskar Soren, etc.). Llegó a fundar una editorial en 1955 con el nombre de Mando y dirigió la agencia de cómics Comundi. Su hijo, Enrique Sánchez Abulí, siguió la estela de su padre.
            Habría que citar en este sentido a un último personaje, muy famoso en las novelas del periodo dictatorial como fue Marcial Lafuente Estefanía. Marcial Lafuente, hijo de periodista y escritor, también estuvo comprometido con la causa republicana, alcanzado incluso grados de oficial en el Ejército Popular de la República. Al acabar el conflicto, Marcial Lafuente decidió no exiliarse y esto le costó penas de prisión en numerosas ocasiones. Sin embargo, fue en ese tiempo cuando cogió afición por la lectura, y pasado unos años comenzó a escribir novelas del oeste y de amor que se iban a popularizar en la España del momento. Aunque utilizó seudónimos (Tony Spring, Cecilia de Iradulce, Dan Luce, etc.), Marcial Lafuente si firmó obras con su nombre, gracias al contrato firmado con la editorial Bruguera (editorial con una historia muy interesante) que le convirtió en el más prolífico escritor de novelas del oeste. Tal fue su fama que Marcial Lafuente Estefanía se convirtió prácticamente en una marca, pues los propios hijos del escritor se dedicaron a ello y firmaban con el nombre de su padre.
            Lo que tiene en común todos estos personajes fue su pasado republicano y de izquierdas y la represión que sufrieron durante la dictadura que les impidió en muchos casos poder firmar con su propio nombre. Ahora que es tiempo de ferias de libro viejo y de ocasión busquen algunas de estas novelas, que son de bajo precio, pero piensen que detrás de ella existe una historia de represión de un régimen que cortó las alas y expulsó de la vida social (en muchos sentidos) a una generación de intelectuales y escritores que fue la flor y nata del país. Algunos siguieron escribiendo aunque fuese en una literatura barata y de consumo.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

“CÚMPLASE LA VOLUNTAD NACIONAL”. Una biografía de Baldomero Espartero


Breve reseña de libro de Adrián Shubert, Espartero, el Pacificador (Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2018)

Uno de los lugares comunes que la historia reciente de España ha formado, y donde el franquismo tiene una responsabilidad enorme, es el papel del ejército en la historia del país. Que las armas en la Guerra Civil (1936-1939) fueran favorables a los elementos más reaccionarios y antiliberales del ejército, determinó un modo de entender el mismo. El franquismo nutrió la idea de un Ejército formado sobre los valores del tradicionalismo más atrasado y retrógrado, vinculando todas las acciones del mismo con esas ideas y lanzando al sumidero de la historia a otra parte del ejército que quedó desdibujado, manipulado o prácticamente desconocido para las generaciones venideras. La historiografía progresista tampoco fue, en líneas generales, generosa con el ejército, centrándose en los procesos más ominosos del mismo (guerras de Marruecos, represión ejercida por los militares contra el movimiento obrero, etc.) y dejando en un segundo plano el papel del ejército en el desarrollo de numerosos procesos revolucionarios. A pesar de ello, han existido grandes historiadores que, como Gabriel Cardona o Carlos Blanco Escolá, han tenido mucho empeño en recuperar una parte muy desconocida de los militares.
                Quizá en esto no hay culpas que valgan. Ciertamente, una parte del ejército participó de forma activa en los procesos más ominosos de la historia de España reciente, sus actuaciones en lugares como Filipinas o Cuba fueron de nefasto recuerdo, las guerras en Marruecos tiene episodios de crueldad inusitada y sirvieron para que un grupo de militares tomaron privilegios dentro del ejército (los africanistas) y, para rematar, los militares fueron los protagonistas de dos dictaduras que ha sufrido España en el siglo XX, siendo la de Franco especialmente virulenta y represiva. Fueron este grupo de militares los que imprimieron una visión unilateral de lo que era el Ejército y, por extensión, de España.
                Sin embargo, esos largo años de dictadura ocultó la faceta del ejército más liberal, aquella que sirvió como contraparte y, en muchas ocasiones, como apoyo para las trasformaciones progresivas de la sociedad española. Hoy apenas son conocidas las facetas que militares como Nicolás Estévanez dieron a la causa republicana. O como el general Villacampa, junto a la política desarrollada por Ruiz Zorrilla, intentaron proclamar la República en España. Tampoco como militares como Tomás de la Llave, expulsado incluso del cuerpo de ejército, promovió en el interior del mismo las juntas de suboficiales en el periodo de crisis iniciado en 1917 y que llegó a vincularse con el movimiento republicano e, inclusive, anarquista. Como ese ejército, descontento con la dictadura de Primo de Rivera, pactó con los republicanos y los anarquistas la necesidad de expulsar del país al dictador y al propio rey Alfonso XIII. No olvidemos que Fermín Galán y Ángel García Hernández eran militares que fueron fusilados por intentar proclamar la República en España en diciembre de 1930. Lean la obra de Galán Nueva creación y verán como ese militar tenía unas ideas enormemente avanzadas. También es justo rescatar que la sublevación de 1936 la hizo una parte del Ejército, porque otra se mantuvo leal a la República, que crearon organismo como la UMRA (Unión Militar Republicana y Antifascista) y que algunos de esos militares, como Juan Perea Capulino o Enrique Pérez Farrás, estuvieron con las milicias libertarias y muy cerca de la CNT. Sin hablar de personajes como Vicente Rojo o José Miaja, o, incluso, ya en las postrimerías de la dictadura franquista, la existencia y la represión contra la UMD (Unión Militar Democrática) de la que todavía se espera un restablecimiento. Muchos de estos militares pagaron con su vida, con el exilio o el ostracismo su lealtad republicana y su visión diferente de la sociedad.
                Esta tradición liberal del ejército parte del siglo XIX. Allí existieron personajes como Juan Prim y, sobre todo, Baldomero Espartero. Espartero es, con diferencia, el personaje más importante y trasversal de la política española del siglo XIX. Y gracias a la obra del historiador Adrián Shubert se ha recuperado la figura de Espartero poniéndola en su justa medida en la historia de España del siglo XIX.
                El libro de Shubert es muy completo y muy trabajado, haciendo una biografía total del personaje en cuestión, desde su nacimiento en el manchego pueblo de Granátula de Calatrava en 1793 hasta su muerte en Logroño en 1879. Pero Shubert no solo que queda en una historia lineal y una biografía al uso, sino que incluye al personaje en su época, haciendo un ejercicio prosopográfico con nota.
                De Espartero conocíamos muchos aspectos, pero Shubert ha logrado darle la dimensión que realmente tuvo. Su origen militar, su participación en las guerras en América, el ascenso de su popularidad con las guerras carlistas y la derrota de los tradicionalistas, su posición influyente de poder en el interior de la monarquía y su forma particular de entender las cosas. Un militar que fundamenta el progresismo liberal político, que siempre fue monárquico (era lo que tocaba en la época) pero que respeto la proclamación de la República en 1873. A pesar de sus exilios, Espartero se convirtió en un auténtico héroe nacional y su figura circulaba por distintos lugares de España con el sobrenombre de “El pacificador”. Un verdadero culto a la personalidad en el siglo XIX que valió a Espartero a ser comparado con George Washington o Napoleón Bonaparte. Pero también alabado, como cuando supo que poco podía hacer por la nación se retiro cual Cincinato a Logroño, donde se le seguía consultando y tentando. Un defensor acérrimo de la constitución y del liberalismo progresista que no dudó en afear a los suyos cuestiones en las que no estaba de acuerdo (especiales polémicas con Salustiano Olózaga), ya tuviera o no razón. Autor de medidas populares y también impopulares, que le granjearon fama de duro y autoritario (como el bombardeo de Barcelona, el de Sevilla o el fusilamiento de Diego de León). Un personaje que consiguió que fuese reclamado por monárquicos, republicanos e inclusive por socialistas como Fernando Garrido que veían en él, a pesar de su oposición, la única persona capaz de poner orden en el país antes de acometer transformaciones más profundas. Además, Espartero fue acumulando títulos y menciones a lo largo de su trayectoria (Duque de la Victoria, Príncipe de Vergara, etc.), convirtiéndose en uno de los pocos españoles que tuvo la denominación de príncipe sin pertenecer a ninguna dinastía reinante junto a Manuel Godoy, que también la tuvo. Y eso que rechazó en varias ocasiones la corona española. Nunca quiso ser Rey o Presidente de la República.
                Pero Shubert no solo ha rescatado la figura de Espartero en el contexto político. Al tener acceso al archivo particular del personaje, ha logrado reconstruir su vida privada y ha podido comprobar la enorme importancia que tuvo para Espartero su mujer Jacinta Martínez de Sicilia y Santa Cruz, de la que estaba profundamente enamorado. Jacinta, además, era una perfecta conocedora de la política de la época, culta y leída, que daba consejos y despachaba con las personalidades más influyentes de la época. Pocos meses separaron la muerte de Jacinta de la de Espartero.
                A esta obra magnífica de Shubert solo le pondría alguna matización sin importancia. La primera es que en los momentos que Espartero está en Cádiz (en plenos debates de las Cortes durante la Guerra de la Independencia), los datos de su vida son menores, y el autor vincula muchos supuestos de donde pudo estar Espartero en aquello momentos. Por otro, que al calor de algunos acontecimientos como el bombardeo de Barcelona de 1842 o las movilizaciones de la revolución de 1854 (tanto en las causas como en las consecuencias) el papel del movimiento obrero apenas es abordado, y tuvo una participación fundamental en el mismo. Dos apreciaciones sin importancia.
                Igualmente, Shubert realiza un necesario ejercicio de memoria histórica y nos muestra como la memoria de Espartero ha sido borrada de muchos lugares. El franquismo tuvo mucho que ver en ello, ya que un personaje como Franco no estaba cómodo con otro como Espartero, vencedor del tradicionalismo (al que Franco se sentía vinculado) y principal protagonista de la derrota del carlismo (grupo que apoyó a Franco durante la Guerra Civil y la dictadura). Se puso en relieve personajes como Tomás de Zumalacárregui frente a Espartero.  También por las distintas maneras de afrontar el final de una guerra civil. Frente al Abrazo de Vergara de Espartero, la política represiva sin límites de Franco. El dictador y su grupo más cercano siempre criticaron esa forma de acabar una guerra. Su objetivo era exterminar a su enemigo. Además, se popularizo la leyenda urbana errónea de que Espartero dijo una frase que jamás pronunció: “Hay que bombardear Barcelona cada 50 años”. Al final la impronta que quedó de Espartero en el siglo XX, plagado de dictaduras militares, fue desdibujada, falseada y manipulada.
                Si tienen ocasión no se pierdan la biografía de Espartero de Adrián Shubert. No se van a arrepentir. Bien trabajada, muy investigada y contrastada en la línea de un gran historiador como siempre ha sido Shubert. Yo la he disfrutado.