martes, 31 de diciembre de 2019

ANARQUISTA, PERIODISTA, PANADERO Y MASÓN. MAURO BAJATIERRA MORÁN

Artículo publicado en el periódico digital El Obrero

Existen algunas personalidades y figuras de la historia contemporánea en España que han caído en el ostracismo a pesar de la importancia que tuvieron en el momento histórico que les tocó vivir. La razón fundamental de este olvido intencionado fueron los largos años de dictadura que no solo provocaron la eliminación física de sus oponentes sino que los borró de la historia.
            Un ejemplo de ello es la figura de Mauro Bajatierra Morán. Este madrileño nacido en el año 1884 se convirtió con el paso del tiempo en una de las figuras clave del movimiento obrero madrileño y del anarquismo. Panadero de profesión (su padre, Ramón Bajatierra, era dueño de una tahona) desde muy temprano, a inicios del siglo XX, ya localizamos su pluma en periódicos denunciando la situación de la clase obrera. Por la conciencia de clase que tenía, Bajatierra se afilió a la sociedad de obreros panaderos de la UGT madrileña, si bien su actividad política y sindical también estuvo en la fundación del Ateneo Sindicalista de Madrid en 1913 y en la representación que se le confirió a entidades como la Federación de Obreros Peones y Braceros de España de la FNOA (Federación Nacional de Obreros Agricultores) o en la Unión Tranviaria. Porque Bajatierra fue un militante incansable del movimiento obrero de su época. Como militante de la UGT asistió al XII Congreso de la misma, donde pidió de forma expresa la separación de la entidad sindical de la tutela del PSOE. No era un hecho aislado el militar en la UGT a pesar de tener ideas libertarias. En aquellos lugares donde no había capacidad para desarrollar los sindicatos de la CNT, los obreros libertarios se adherían a las sociedades obreras de su oficio aunque fuesen de la central rival.
            Su actividad en aquella década de 1910 no se ciñó solo en el movimiento obrero sindical. Bajatierra fue el fundador e impulsor de grupos anarquistas como Los Iguales, base sobre la que en 1927 se fundó la Federación Anarquista Ibérica, de la que Bajatierra fue fundador. Igualmente, su militancia también estuvo en la masonería, e ingresó en la logia La Cantoniana con el nombre simbólico de “Justicia” alcanzando el Grado 3 de Maestro.
            La personalidad de Bajatierra, su múltiple militancia y su prestigio entre los círculos obreros, fue una de las razones por las que se le intentó vincular con el atentado contra Eduardo Dato que acabó con su vida en 1921. Se acusó a Bajatierra de haber comprados las armas del atentado en Eibar y de haber dado cobertura a Pedro Mateu, Luis Nicolau y Ramón Casanellas, que fueron quien ejecutaron al presidente del Gobierno. Tras un sonado juicio, fue absuelto de todo cargo, siendo su abogado el republicano Pedro Rico, que posteriormente sería alcalde de Madrid.
            Durante los años de la dictadura de Primo de Rivera, Bajatierra se exilia a Francia y desde allí participa de las numerosas conspiraciones y acuerdos para acabar con la dictadura y con la monarquía de Alfonso XIII. Partidario de llegar a una inteligencia con los republicanos para derrocar el régimen, Bajatierra fue incluso designado para ofrecer a Miguel de Unamuno la presidencia de la República en caso del triunfo insurreccional. Política que se repitió un poco más adelante cuando el también anarquista Manuel Buenacasa se la ofreció a Santiago Ramón y Cajal. Expulsado de Francia por sus actividades políticas, fue recibido en Bélgica gracias a la colaboración de sus hermanos masones.
            Con la proclamación de la República en 1931, Bajatierra volvió a España. Participó de las actividades sindicales en la UGT y siguió activo dentro de la CNT, compartiendo una doble militante (la primera puramente sindical y la segunda más ideológica). A pesar de su participación en la llegada de la República, las disposiciones del gobierno republicano-socialista fueron duramente criticadas por el anarcosindicalismo y la extrema izquierda republicana. Bajatierra escribió encendidos artículos, primero en La Tierra coincidiendo junto al republicanismo federal, y luego desde el CNT cuando se fundó en 1932, contra las políticas del gobierno y denunciando la represión que se había dado en lugares como Alto Llobregat o Casas Viejas.
            La victoria de la derecha en noviembre de 1933 sirvió para que Bajatierra se alineara con la posición de reorganización y unidad del movimiento obrero y de llegar a acuerdos y entendimientos que allanaran un camino revolucionario. Escribió en ese tiempo numerosos folletos, entre los que destaca su posición sobre el comunismo libertario en Hacia la República social.  Durante este tiempo, Bajatierra se enfrentó a distintas penas por delitos de prensa y por actividades políticas.
            Con la victoria del Frente Popular, Bajatierra participó de numerosos mítines y movilizaciones Destacaríamos el que participó en Tenerife con motivo del Primero de Mayo de 1936.
            El golpe de Estado y el inicio de la Guerra Civil sorprendieron a Bajatierra en Madrid. Desde ese momento se convirtió en uno de los cronistas de guerra más populares de la zona republicana gracias a las crónicas diarias que realizaba para el periódico CNT. Con un estilo propio y mordaz, las crónicas de Bajatierra fueron de las más peculiares y apreciadas en la época y muchas de ellas eran reproducidas en otros periódicos.
            Su muerte se produjo cuando las tropas franquistas ocuparon la capital de España el 28 de marzo de 1939. Sobre su muerte existen varias versiones. La más romántica que esperó en la puerta de su casa a los falangistas y militares que venían a por él. Otras hablan que al no querer abandonar la ciudad, Bajatierra regresó a su casa y allí le estaban esperando los que le ejecutaron. Sea como fuere, su cadáver fue encontrado en un garaje cercano a su domicilio en la madrileña calle de Torrijos, en el barrio de la Guindalera. Días después fue enterrado en una sepultara de cuarta en el cementerio municipal de Madrid. Su certificado de defunción es un ejemplo de cómo trató el franquismo a las víctimas que provocó. Aunque fue acribillado en el certificado pone que murió de un “síncope”.
            A su figura oronda, con sus bigotes prominentes y su presencia siempre sensible, Bajatierra unió una pasión por la escritura que se plasmó en centenares de artículos periodísticos desde inicios del siglo XX y en una amplía obra de carácter político social donde plasmó su ideario anarquista. No solo utilizó la prensa y la obra política. Bajatierra fue también un novelista, autor de numerosos títulos de novela corta editados la mayoría de ellos en la colección “La Novela Ideal”, impulsada por la familia Montseny. También se lanzó al campo teatral, con algunas piezas literarias estrenadas en numerosos lugares de España así como una serie de cuentos morales e infantiles. Durante su exilio en la dictadura de Primo de Rivera, militó en una logia masónica francesa con el nombre de Plus Ultra. Mismo nombre que le dio a un proyecto editorial que el mismo desarrolló.
            Un personaje peculiar y trascendental en su época, militante obrero y escritor, panadero y periodista, masón y anarquista, cuyo asesinato con la llegada del fascismo a Madrid lo enterró también en el ficticio “Panteón de Hombres y Mujeres Olvidados”.

martes, 10 de diciembre de 2019

La mujer en el movimiento obrero

Artículo publicado en el periódico digital El Obrero


El desarrollo de las ideas socialistas significó un avance y un campo importante para la lucha de la emancipación femenina. A diferencia de otros movimientos políticos y filosóficos, el socialismo si reclamaba una participación decidida de todos los seres humanos en la emancipación social. Y en esa lucha la mujer encajaba perfectamente.
            Aun así esto no quiere decir que no hubiese distintas escuelas dentro del propio socialismo. No hay que dejar de pensar que muchos de aquellos primeros socialistas eran hijos de una época donde la situación de la mujer era de estar en un segundo lugar.
            Pero el desarrollo de ese primer socialismo, cuyos orígenes hay que rastrearlo en los albores de la Revolución francesa, sirvió para poner en primera línea del debate la situación de la mujer dentro de la sociedad. A medida que las teorías socialistas fueron perfeccionando su discurso y fueron fundando organizaciones de muy amplio alcance la participación de la mujer se tornó fundamental para entender su desarrollo.
            El denominado socialismo utópico por Marx, ya comenzó a trabajar estos aspectos. Charles Fourier, Saint Simon, Cabet, etc., ya comenzaron a hablar de sociedades igualitarias, en lugares ficticios o reales, donde la cooperación entre todos los integrantes era fundamental. La mujer pasaba a tener un protagonismo que hasta entonces no había conocido, pero todavía quedaba mucho camino por recorrer. Sin ir más lejos esas sociedades ideales tenían que ser un ejemplo de cómo el sistema capitalista era injusto. No hablaban de una organización que derribase el modelo económico capitalista con lo que para socialistas posteriores muchas de estas propuestas se quedaron cortas. La cuestión no era solo demostrar que el capitalismo era injusto. El objetivo era una transformación social a gran escala donde la emancipación femenina era parte imprescindible del programa revolucionario.
            En estas últimas cuestiones irrumpió una mujer que imbuida por esas corrientes socialistas incipientes y marcando la impronta de lo que será el posterior desarrollo del obrerismo, marcó un antes y un después en el proceso de toma de conciencia de la mujer y su vinculación al obrerismo militante. Flora Tristán nació en París en 1803. Aunque su padre no la reconoció como tal (un militar peruano), adoptó su apellido. La vida de Flora Tristán no fue sencilla. Se instaló con su madre en París y desde muy temprano comenzó a trabajar. Con apenas 17 años se casó con el dueño de la litografía donde trabajaba, André Chazal, con el que tuvo tres hijos. Debido a los malos tratos, Flora se separó de su marido. Nunca acepto esta situación su marido. Un juzgado determinó que el hijo varón de Flora se tenía que ir con el padre, quedando de esa manera ella completamente libre. Flora se quedó con su hija Aline, que será la madre del pintor Paul Gauguin. Otro de sus hijos había fallecido poco después de nacer.
            Tras un viaje a Perú, volvió a Francia y se entregó de lleno a la lucha obrera y por la emancipación de la mujer. En 1840 publicó su obra La Unión Obrera, uno de los programas más avanzados del socialismo, del que pensadores posteriores como Marx, Proudhon o Bakunin se basaron. Para Flora Tristán la emancipación del proletariado solo podía ir unida a la emancipación de la mujer. Solo de esa manera se conquistaría una sociedad socialista que de lo contrario quedaría incompleta. Sin embargo esta trayectoria de Flora Tristán se vio truncada cuando en 1844, con apenas 41 años de edad, falleció víctima del tifus.
            La figura de Flora Tristán ya marcó las pautas del comportamiento del socialismo en general con la cuestión de mujer. Las figuras de Karl Marx y Friedrich Engels vieron en el programa de Flora Tristán uno de los antecedentes para aplicar a su propia ideología. Sin embargo el marxismo entendía la lucha de las mujeres englobada en la lucha general del proletariado. No se detuvo de forma concreta en este aspecto salvo en algunos pasajes de sus obras. Una de estas obras que realiza una radiografía de la sociedad de la segunda mitad del siglo XIX y muestra la situación de la mujer, es la obra de Friedrich Engels Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado. Para Engels el modelo de familia estaba íntimamente relacionado con el modelo económico imperante. Los esquemas de la familia y del rol de la mujer en la misma eran producto del sistema de explotación capitalista y del modelo social que él legaba. Pero esta radiografía social del marxismo no iba acompañada de ninguna medida concreta por parte del análisis marxista. Tuvo que pasar un tiempo para que el marxismo fuese adquiriendo un discurso femenino propio con el desarrollo de grandes figuras en las organizaciones marxistas internacionales.
            La otra gran corriente del movimiento obrero, el anarquismo, tuvo distintas visiones de este mismo asunto. Por una parte de situó la posición de Pierre-Joseph Proudhon. El padre del federalismo libertario y uno de sus más importantes pensadores dejó constancia de su visión de la mujer en su obra La pornocracia o la mujer en nuestros tiempos. Proudhon parte de un punto similar del aplicado anteriormente a la obra de Engels (teniendo en cuenta que la obra de Proudhon es previa). La sociedad capitalista mantiene a la mujer en una posición de inferioridad respecto al varón. Sin embargo, para Proudhon la mujer tiene que tener el rol de la compañera del revolucionaria en el proceso de emancipación. No le concede una posición de primer orden.
            Si bien las teorías de Proudhon en lo que se refiere a organización política y social tuvieron una gran acogida en el seno del anarquismo internacional, la posición de la mujer no fue la más seguida en el mismo. En este sentido las aportaciones de Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin fueron decisivas. Para estos dos anarquistas el papel de la mujer era equivalente al del hombre. Incluso más teniendo en cuenta la posición de inferioridad social con la que parte en el seno del capitalismo. Para Bakunin y Kropotkin la mujer es un sujeto revolucionario al igual que el hombre. Su participación en las organizaciones de transformación social así como en el propio proceso revolucionario tiene que ser decisiva para conseguir su completa emancipación. De esta manera el anarquismo recogía toda la tradición legada desde la Revolución francesa por Olimpia de Gouges pasando por todas las aportaciones del feminismo anglosajón, sobre todo de la figura de Mary Wollstoncraft, o la de Flora Tristán.
            Pero el mejor ejemplo de este avance se comprobó en la participación de la mujer tanto en las organizaciones obreras emergentes, como la Asociación Internacional de los Trabajadores, o en procesos revolucionarios como la Comuna de París de 1871. En este último caso la participación de la mujer fue fundamental. Los nombres de Louise Michel o Nathalie Lemel destacaron por encima de muchos otros. La maestra Louise Michel nacida en 1830 comenzó a tomar contacto con los círculos revolucionarios parisinos desde muy temprano, sobre todo con la figura de Jules Vallès. Adscrita en un principio a las corrientes revolucionarias de Auguste Blanqui y unida sentimentalmente al también blanquista Theopile Ferré, participó activamente en la Comuna de París como propagandista, integrante del 61 Batallón, enfermera y asesora de instrucción y educación. Louise Michel combatió en las barricadas. Detenida fue juzgada y condenada por los versalleses a la pena de deportación perpetua en Nueva Caledonia. Su compañero Theopile Ferré fue fusilado en noviembre de 1871. En su deportación, Louise Michel aprendió la lengua de lo canacos, aborígenes de la zona donde estaba recluida y les animó a la iLe Libertaire. La “Virgen Roja” como era conocida, falleció en 1905 mientras realizaba una gira propagandistica a favor del anarquismo.
nsurrucción contra el colonialismo. A su regreso a Francia en 1880 comenzó a tomar contacto con los círculos anarquistas y fue nuevamente detenida tras la manifestación contra el paro y la carestía convocada en 1883. Liberada en 1886, fue objeto de un atentado en 1887 por parte de un reaccionario. Tras la participación en una revuelta en Vienne, Louise Michel fue detenida y tras su liberación se estableció en Londres. Regreso a Francia en 1895 para participar junto a Sebantian Faure en el periódico
            Nathalie Lemel fue una de las primeras mujeres afiliadas a la Internacional en 1866. Fue una de las impulsoras de la cooperativa “La Marmita” que distribuía alimentos entre las clases más necesitadas. Con el estallido de la Comuna de París, Nathalie Lemel fundó la Unión de Mujeres, y fue una de las defensoras más activas de los principios revolucionarios de la Comuna y una de sus últimas resistentes. Adscrita ideológicamente al anarquismo, Lemel fue detenida, juzgada y condenada a la deportación en Nueva Caledonia, al igual que Louise Michel. De regreso a Francia siguió participando de las actividades obreras hasta su fallecimiento en 1921.
            Pero la participación de las mujeres en la Comuna fue mucho más allá que alguno nombres. Durante las jornadas de la Comuna las mujeres participaron en igualdad de condiciones junto a los hombres en la defensa de París y en la construcción del modelo revolucionario. Fueron soldados, enfermeras, maestras, cocineras, doctoras, etc. Todos los servicios fueron representados también por mujeres. Pasaron a la historia las llamadas petroleras, que aunque se decía que su objetivo era quemar París, en realidad fueron grupos de obreras que defendieron los principios de la Comuna hasta sus últimos días de la Semana Sangrienta de mayo de 1871. Muchas de ellas fueron fusiladas en Père Lachaise. La Unión de Mujeres por la defensa de París y mujeres como Elisabeth Dimitriev pasaron a la historia del movimiento obrero.
            Con la represión de la Comuna de París, el movimiento obrero internacional mostró sus posibilidades reales de tomar el poder de forma efectiva. Y en ese primer ensayo las mujeres, que se habían ido vinculando a la Internacional y a los distintos organismos obreros de forma paulatina, tuvieron un papel destacado y protagonista.