lunes, 17 de agosto de 2020

Un sindicalista llamado Juan Peiró

 

Artículo publicado en el periódico digital El Obrero

El 24 de julio de 1942 era fusilado en Paterna Juan Peiró Belis. Sindicalista de la CNT, obrero vidriero, impulsor del cooperativismo y uno de los escritores más vehementes del campo del obrerismo español del primer tercio del siglo XX. ¿Su delito? Haber militando en la CNT, haber defendido la causa de los trabajadores, haber sido Ministro de Industria en el gobierno de Largo Caballero y haberse negado de forma rotunda a colaborar con los sindicatos verticales franquistas.

                Juan Peiró había nacido en Barcelona, el barrio obrero de Hostafrancs, en 1887 y desde muy pronto, siendo un niño, trabajó en el sector del vidrio. Analfabeto, por la imposibilidad de ir a la escuela, aprendió a leer y escribir de forma autodidacta y, desde muy temprano, se vinculó al movimiento obrero de su sector laboral.

                Su vinculación a la CNT se remonta al año 1915, cuando el organismo sindical ha logrado reestructurarse tras un periodo de ilegalidad. En ese tiempo se convierte en el principal organizador de la Sociedad de Obreros del Vidrio y de la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros siendo también el creador del periódico La Colmena Obrera y El Vidrio.

                La actividad sindical de Peiró sería crucial en la llamada crisis de la Restauración, con una actividad participación sindical en las diferentes huelgas que se van a desarrollar en España. Fuerte defensor de las Federaciones Nacionales de Industria que no se aprobaron en 1919 pero si en 1931, Peiró se convertiría en uno de los sindicalistas de más prestigio en España, al alcanzar la secretaria general del Comité Nacional de la CNT y participar en numerosos actos a lo largo de la geografía española.

                Con la dictadura de Primo de Rivera su actividad no decayó, aunque fuese en le plano clandestino. Además, en ese tiempo creará en Mataró una cooperativa de producción del vidrio, lo que hizo de Peiró uno de los principales defensores del cooperativismo como medio de producción. Estos aspectos del cooperativismo han sido trabajados por el historiador Miguel Garau Rolandi en su obra Joan Peiró i Belis.

                Fue durante esta época cuando se forjó un Peiró anarcosindicalista, que a través de artículos y escritos fue perfilando una forma de organización sindical coherente. En textos como Trayectoria de la CNT o Problemas del sindicalismo y del anarquismo, Peiró defendió la necesidad de articular un sindicalismo de acción directa, donde los trabajadores tuvieran una participación real en la construcción del sindicato y en la resolución de sus conflictos laborales. El sindicato tenia que ser la pieza de lucha contra la explotación de la sociedad capitalista pero también la base de la reconstrucción para una sociedad socialista. Por eso Peiró debatió y polemizó con marxistas como Maurín o con otros sindicalistas como Pestaña. Respecto a los primeros, Peiró rechazaba la idea de control de los partidos políticos sobre el sindicalismo y con el segundo, la idea de que el sindicato era un organismo aséptico de los trabajadores. Para Peiró el medio era la acción directa, bebiendo de la tradición del sindicalismo revolucionario, pero la finalidad era el anarquismo. Un sindicato vacío de contenido ideológico no podría sustituir al Estado, y esa coherencia ideológica solo se la daba el anarquismo.

                Sin embargo, Peiró va a polemizar también con otros anarquistas, sobre todo en el periodo de la Segunda República. Para Peiró la revolución social y el establecimiento de la sociedad comunista libertaria tiene que ir precedido de un importante trabajo de formación dentro de los sindicatos. Para Peiró la revolución no tiene que ir precedida de un acto de fuerza sino de una salida a las condiciones económicas del momento. Por ello el poder del sindicalismo se tiene que dejar sentir en las fábricas y los centros de trabajo, donde los trabajadores tendrán las herramientas suficientes para poder hacerse con el control de la producción. Ahí radica la verdadera revolución para Peiró. Por ello, un marco de libertades democráticas era fundamental para poder desarrollar esos criterios, algo que la dictadura no podía dar. Además, en su concepto de evolución revolucionaria, Peiró abarcaba la posibilidad de un estadio intermedio, que el denominaba República social federal, defendiendo la necesidad de la Alianza Obrera y los pactos sindicales y revolucionarios con la UGT.

                Con la proclamación de la Republica, en el Congreso de 1931 fue uno de los mayores defensores de la plataforma reivindicativa de la CNT y de la aprobación de la Federaciones Nacionales de Industria. Fue entonces elegido director de Solidaridad Obrera, el principal órgano de expresión de la CNT.

Aunque su posición era la de la CNT, en los años republicanos los enfrentamientos internos llevaron a Peiró a firmar el Manifiesto de los Treinta en agosto de 1931 y un tiempo después a pasar a engrosar los sindicatos de oposición en la llamada Federación Sindicalista Libertaria. A diferencia de Pestaña, la idea de Peiró no solo era retornar a la CNT sino la construcción de un poderoso sindicalismo. Por ello criticó duramente la fundación del Partido Sindicalista en 1934. Los debates que quedaron resueltos en el Congreso de Zaragoza de 1936, con la vuelta de los sindicatos de oposición y la adopción de muchos de los presupuestos de Peiró en la CNT.

                El inicio de la Guerra Civil conforma a un Peiró partidario de ganar la guerra a toda costa, con un mando único. Sin renunciar a las medidas revolucionarias, para Peiró lo prioritario era vencer a los sublevados ya que estos pretendían un modelo diametralmente opuesto al defendido por el anarcosindicalismo. Por ello fue también un firme partidario de la alianza con la UGT y de la presencia de la CNT en el gobierno de la República. En este aspecto Peiró fue uno de los cuatro ministros que hubo de la CNT en el gobierno de Francisco Largo Caballero. Ocupó la cartera de Industria, y muchas de las cuestiones que había defendido durante su vida de militante intentó ponerlas en practica en aquellos momentos. El objetivo de Peiró fue crear un organismo que unificase la producción según el ramo, donde los sindicatos se verían reforzados al frente de la gestión de la industria e implantado una socialización de la economía frente a la nacionalización que pretendía los comunistas y algunos otros sectores del Frente Popular. Fue un camino complicado que llevó a debates y enfrentamiento con otros integrantes del gobierno, aunque Peiró si consiguió que las decisiones de guerra se uniesen a las decisiones de la industria, así como un decreto de nacionalización de la industria petrolífera. Sus aspectos gubernamentales han sido trabajados por el historiador Juan Pablo Calero en su libro El gobierno de la anarquía y por la historiadora Dolors Marín en Ministros anarquistas.

                La crisis de 1937 puso fin a la participación de Peiró en el gobierno, y si bien mantuvo su posición durante toda la guerra, lo cierto fue que el paso del protagonismo de los sindicatos a los partidos políticos tras los sucesos de Mayo de 1937 hizo que se replantease algunas cuestiones.

                La derrota de la República significó el exilio para Peiró en Francia. En París colaboró con la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles). Pero la llegada de los nazis a Francia significó la detención de Peiró por la Gestapo. Reclamado por el gobierno español fue extraditado a España, juzgado y condenado a muerte. Peiró pudo salvar su vida, pues altos dirigentes falangistas ofrecieron a Peiró la posibilidad de colaborar con los sindicatos verticales a cambio de la conmutación de la pena. Peiró, recto en su pensamiento y sus principios rechazó cualquier proposición que procediese del fascismo.

El 24 de julio de 1942 era fusilado en Paterna y con él una de las mentes más brillantes del anarcosindicalismo español.