En el contexto del 150 aniversario de la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, reproduzco el extenso artículo que me encargaron desde la revista Viento Sur sobre el anarquismo y la AIT.
Al ser un artículo largo lo vamos a dividir en dos partes. La primera será la introducción y el análisis del anarquismo en la AIT. Y en un segundo post pasaremos a analizar el anarquismo en procesos revolucionarios, en España y tras la Segunda Guerra Mundial
Realizar una reflexión sobre la historia del anarquismo desde la
fundación de la Internacional es igual que hacer un repaso histórico
de 150 años de historia del movimiento obrero. Una cuestión muy
ambiciosa para unos pocos párrafos. Sin embargo, y aunque sea de
forma sintética, vamos a tratar de analizar dicha historia a través
de los grandes debates que circundaron el anarquismo organizado.
Imprescindible porque es parte fundamental de la historia del
movimiento obrero internacional. Y viene muy rodado ya que este mismo
año 2014 se cumplen 200 años del nacimiento de uno de los
impulsores de aquella Internacional: Mijail Bakunin.
Lo primero que habría que plantear es que el anarquismo ha tenido
mala suerte a la hora de ser analizado. La historiografía
conservadora y liberal lo han tratado siempre con desden,
presentándolo como una ideología violenta y terrorista. Cuestión
que no deja de ser evidente al ser el anarquismo una de esas
“amenazas” que pudo hacer girar el curso de la historia y perder
privilegios a las clases pudientes. Tampoco ha tenido mejor suerte el
anarquismo cuando ha sido analizado por la historiografía marxista.
El máximo rival del marxismo en el campo obrero fue presentado en
muchas ocasiones como un accidente, como una ideología divisionista
o infantil. Enmarcándola en los sectores más atrasados de la
sociedad, el anarquismo no podía triunfar nunca pues le faltaba el
prurito del análisis del marxismo. Incluso podemos decir que el
anarquismo ha tenido mala suerte cuando ha sido analizado por los
propios anarquistas. En muchas ocasiones se ha presentado su historia
como demasiado mítica tendiendo a desdibujar la carga pragmática
que representó el anarquismo en muchos lugares.
Pero si hacemos un balance serio desde el punto de vista
historiográfico de lo que ha significado el anarquismo en estos 150
años de vida, desde la fundación en 1864 de la AIT, nos daremos
cuenta que ni fue una ideología violenta (aunque utilizase la
violencia según en que circunstancia), ni fue infantil, ni
divisionista, ni utópica, etc. Estudiando a sus pensadores,
investigando sus luchas y organizaciones, nos damos cuenta de la
capacidad del anarquismo, de su lectura de la sociedad que le tocó
vivir y de su pragmatismo en muchos contextos de sus luchas. Lejos
tiene que quedar la visión negativa del anarquismo, que en muchas
ocasiones responde más a criterios de crítica puramente ideológica
(puede gustar más o menos el anarquismo) que a la realidad del
movimiento libertario. Aquí podíamos establecer una apreciación a
tener en cuenta. Es curioso comprobar como si se escribe algún
trabajo, por muy investigado que esté, sobre la historia del
anarquismo el historiador que lo haga va a tener la sospecha de ser
llamado “historiador militante”. Sin embargo si el trabajo de
investigación ejerce una crítica sin cuartel al anarquismo (aunque
aquí se puede inscribir a otras muchas ideologías del obrerismo) el
historiador será “objetivo” o “académico”. Curiosa
interpretación cuando muchos de los primeros son también parte de
la academia y escriben con todo criterio científico y los segundos
son muchas veces reconocidos simpatizantes de ideologías o
movimientos que podríamos denominar “políticamente correctos” y
que sacan conclusiones acerca del anarquismo o del movimiento obrero
con pobres bagajes de investigación.
Para hacer un repaso reflexivo sobre el anarquismo lo vamos a
estructurar de la siguiente forma. En primer lugar analizaremos que
significó el anarquismo en el seno de la Primera Internacional y las
consecuencias de su ruptura. En segundo lugar analizaremos el
anarquismo en alguno de los procesos revolucionarios más importante,
como la Comuna de París de 1871 o la Revolución rusa. En tercer
lugar abordaremos el anarquismo en España, país donde más y mejor
desarrolló su propaganda y organizaciones. Y por último nos
adentraremos en el anarquismo tras la derrotada de la Guerra Civil y
el final de la Segunda Guerra Mundial. Todo de forma muy sintética
para ubicar este movimiento fundamental para la historia del
movimiento obrero.
El anarquismo y la Primera Internacional
Viene siendo lugar común
presentar la Primera Internacional como una permanente pugna entre
anarquistas y marxistas, haciéndolo desde una posición laxa y
excesivamente esquemática.
Sin embargo lo primero que habría que determinar es que cuando en
1864 surgió la Primera Internacional en Londres (aunque el
funcionamiento efectivo se comenzó a fraguar en el Congreso de
Ginebra de 1866) las secciones que componían aquella organización
supranacional estaban alejadas de las tendencias que la determinaran
ya en la década de 1870. Por ejemplo en Francia las sociedades
obreras adheridas a la Primera Internacional eran básicamente
proudhonianas, sin dejar de lado las posiciones de personajes como
Louis Blanc o Auguste Blanqui. En otros lugares como Italia el peso
del republicanismo político era evidente (teniendo en cuenta que era
una zona en proceso de unificación) al igual que en Alemania, donde
personajes como Wilhem Liebnekcht o Ferdinand Lassalle marcaron el
ritmo. Y sobre todo en muchas zonas asentada sobre el mundo de los
oficios.
Los debates del marxismo y el bakuninismo no fueron el epicentro del
debate hasta una vez represaliada la Comuna de París, aunque las
diferencias entre ambos modelos de entender la organización ya se
constataba en los congresos y las conferencias de la Primera
Internacional.
Las diferencias entre ambas concepciones fueron básicamente las
siguientes:
- Los bakuninistas o colectivistas (como se hacían llamar en la época), concebían la organización de la AIT como una unión de secciones, dotándose estás de libertad de funcionamiento. Alejados de cualquier posición política y de partido, los colectivistas creían en la descentralización de la Internacional. El Consejo General solo debía de ser una mera estructura de recepción y distribución de correspondencia entre las secciones. La finalidad de las secciones era la destrucción de todo poder político y la creación de una sociedad nueva sin Estado por medio de la libre federación de productores.
- Los marxistas o socialistas científicos, consideraban que el Consejo General debía de tener capacidad e influjo sobre las secciones, centralizando parte del trabajo de las mismas. Al contrario que los bakuninistas creían en la capacidad de creación de partidos políticos obreros que por medio de la conquista de poder pudieran desde ahí transformar la sociedad antes de pasar a la sociedad sin Estado.
Mientras que los bakuninistas tuvieron una fuerte implantación en
Italia, parte de Suiza, España y parte de las secciones francesas
(recogiendo toda la tradición del proudhonianismo), los marxistas
obtuvieron más éxito en las secciones inglesa, alemana u holandesa.
Podrían haber sido modelos de organización complementarias pero no
existió voluntad para ello. El Consejo general que residía en
Londres ejerció una dirección sobre la Internacional, cuestión que
no agradó a las secciones más decantadas por el modelo de
organización bakuninista.
El fracaso de la Comuna de París
fue el canto del cisne de la propia Internacional. La Conferencia de
Londres de 1871 sirvió para empezar a mostrar divisiones
irreconciliables así como actas formales de acusaciones contra
Bakunin. Allí Utin acusó al anarquista ruso de ejercer un poder en
la sombra a través de la propia Alianza de la Democracia Socialista,
organización fundada por Bakunin que al integrarse en la
Internacional acabó por disolverla. En aquella conferencia pocas
voces salieron en la defensa de Bakunin. André Bastelica fue una de
las pocas junto a un Anselmo Lorenzo que no daba crédito a lo que
oía en aquel comicio.
Las disputas entre la secciones de
la Suiza romanda y la Federación de Jura, las acusaciones por
distintos periódicos de ambas tendencias de intentos de control y
los movimientos de ambos grupos hicieron condenar al fracaso a la
Internacional. España fue un ejemplo de como se dirimió esa
batalla. Constituido los núcleos de la Internacional desde finales
de 1868 por las gestiones realizadas por Fanelli, la división del
mismo vino de la mano de los propios debates internacionales. Max
Nettlau dice que aunque la misión de Fanelli fue fundamental,
Bakunin no quedó contento con sus gestiones ya que confundió los
estatutos de la Alianza con los de la Internacional. Algo que a la
larga generó los conflictos. Pero igualmente los internacionales
españoles entendieron la Alianza como el grupo específico
cohesionado que en caso de dificultades para la propia Internacional
no hiciese desaparecer por completo el movimiento obrero naciente.
Unas estructuras de la Alianza en España, que a tenor de los
documentos aportados por el historiador anarquista Max Nettlau, fue
del conocimiento de Bakunin cuando Lafargue comenzó a publicar
artículos en el periódico L'Egalité.
La
llegada de Paul Lafargue, una de las figuras más importantes del
socialismo internacional, a España iba a generar conflictos en el
seno de la propia Internacional. Cercano al grupo entorno al
periódico La
Emancipación
y con el apoyo de José Mesa y Francisco Mora, se creó en Madrid la
Nueva Federación Madrileña, aceptada en el seno de la Internacional
por el Consejo general y condenada por el Consejo federal de la
Federación Regional Española (sección de la Internacional en
España) que reconocía a la Federación local de Madrid. Aunque el
congreso de Zaragoza de abril de 1872 intentó una solución de
consenso, esta no fue posible. Las acusaciones entre la
Emancipación y
El Condenado
(periódico de Tomás González Morago) marcaba la linea de división
que se ejemplificó en el congreso de Córdoba de diciembre de 1872 y
enero de 1873 y el posterior congreso marxista de Toledo en mayo de
1873 y que mostró el fracaso de las tesis marxistas en España. De
hecho la formación marxista del núcleo madrileño y otros que le
siguieron era realmente escasa, como se muestra en los artículos de
La Emancipación
y nos muestra el historiador Michel Ralle.
A
nivel Internacional la ruptura se da en dos congreso celebrados en
septiembre de 1872. Uno en La Haya, donde se produce la expulsión de
Bakunin, Guillaume y Schwitzguebel, en ausencia del propio anarquista
ruso. Otro el celebrado pocos días después en Saint-Imier (Suiza)
donde el movimiento de índole anarquista fundó su propia
Internacional. Incluso en aquel congreso se ofreció la posibilidad,
por iniciativa de Bakunin y Guillaume, de crear dos internacionales:
A) Una de síntesis, donde se unieran moderados y revolucionarios,
sin tutela de ningún Consejo general.
B) Otra exclusivamente anarquista.
Propuesta que nunca se materializó.
El
movimiento obrero quedó dividido definitivamente. A partir de ese
momento el anarquismo tuvo un camino propio, dando figuras y
pensadores de primer nivel como Piort Kropotkin, Errico Malatesta,
Rudolf Rocker, Johann Most, etc., que hicieron avanzar el anarquismo
y su posiciones (mutualismo, colectivismo, comunismo libertario)
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