jueves, 18 de diciembre de 2014

A 150 AÑOS… REFLEXIONES ALREDEDOR DE LA HISTORIA DEL ANARQUISMO

En el contexto del 150 aniversario de la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, reproduzco el extenso artículo que me encargaron desde la revista Viento Sur sobre el anarquismo y la AIT.
Al ser un artículo largo lo vamos a dividir en dos partes. La primera será la introducción y el análisis del anarquismo en la AIT. Y en un segundo post pasaremos a analizar el anarquismo en procesos revolucionarios, en España y tras la Segunda Guerra Mundial

Realizar una reflexión sobre la historia del anarquismo desde la fundación de la Internacional es igual que hacer un repaso histórico de 150 años de historia del movimiento obrero. Una cuestión muy ambiciosa para unos pocos párrafos. Sin embargo, y aunque sea de forma sintética, vamos a tratar de analizar dicha historia a través de los grandes debates que circundaron el anarquismo organizado. Imprescindible porque es parte fundamental de la historia del movimiento obrero internacional. Y viene muy rodado ya que este mismo año 2014 se cumplen 200 años del nacimiento de uno de los impulsores de aquella Internacional: Mijail Bakunin.
Lo primero que habría que plantear es que el anarquismo ha tenido mala suerte a la hora de ser analizado. La historiografía conservadora y liberal lo han tratado siempre con desden, presentándolo como una ideología violenta y terrorista. Cuestión que no deja de ser evidente al ser el anarquismo una de esas “amenazas” que pudo hacer girar el curso de la historia y perder privilegios a las clases pudientes. Tampoco ha tenido mejor suerte el anarquismo cuando ha sido analizado por la historiografía marxista. El máximo rival del marxismo en el campo obrero fue presentado en muchas ocasiones como un accidente, como una ideología divisionista o infantil. Enmarcándola en los sectores más atrasados de la sociedad, el anarquismo no podía triunfar nunca pues le faltaba el prurito del análisis del marxismo. Incluso podemos decir que el anarquismo ha tenido mala suerte cuando ha sido analizado por los propios anarquistas. En muchas ocasiones se ha presentado su historia como demasiado mítica tendiendo a desdibujar la carga pragmática que representó el anarquismo en muchos lugares.
Pero si hacemos un balance serio desde el punto de vista historiográfico de lo que ha significado el anarquismo en estos 150 años de vida, desde la fundación en 1864 de la AIT, nos daremos cuenta que ni fue una ideología violenta (aunque utilizase la violencia según en que circunstancia), ni fue infantil, ni divisionista, ni utópica, etc. Estudiando a sus pensadores, investigando sus luchas y organizaciones, nos damos cuenta de la capacidad del anarquismo, de su lectura de la sociedad que le tocó vivir y de su pragmatismo en muchos contextos de sus luchas. Lejos tiene que quedar la visión negativa del anarquismo, que en muchas ocasiones responde más a criterios de crítica puramente ideológica (puede gustar más o menos el anarquismo) que a la realidad del movimiento libertario. Aquí podíamos establecer una apreciación a tener en cuenta. Es curioso comprobar como si se escribe algún trabajo, por muy investigado que esté, sobre la historia del anarquismo el historiador que lo haga va a tener la sospecha de ser llamado “historiador militante”. Sin embargo si el trabajo de investigación ejerce una crítica sin cuartel al anarquismo (aunque aquí se puede inscribir a otras muchas ideologías del obrerismo) el historiador será “objetivo” o “académico”. Curiosa interpretación cuando muchos de los primeros son también parte de la academia y escriben con todo criterio científico y los segundos son muchas veces reconocidos simpatizantes de ideologías o movimientos que podríamos denominar “políticamente correctos” y que sacan conclusiones acerca del anarquismo o del movimiento obrero con pobres bagajes de investigación.
Para hacer un repaso reflexivo sobre el anarquismo lo vamos a estructurar de la siguiente forma. En primer lugar analizaremos que significó el anarquismo en el seno de la Primera Internacional y las consecuencias de su ruptura. En segundo lugar analizaremos el anarquismo en alguno de los procesos revolucionarios más importante, como la Comuna de París de 1871 o la Revolución rusa. En tercer lugar abordaremos el anarquismo en España, país donde más y mejor desarrolló su propaganda y organizaciones. Y por último nos adentraremos en el anarquismo tras la derrotada de la Guerra Civil y el final de la Segunda Guerra Mundial. Todo de forma muy sintética para ubicar este movimiento fundamental para la historia del movimiento obrero.

El anarquismo y la Primera Internacional

Viene siendo lugar común presentar la Primera Internacional como una permanente pugna entre anarquistas y marxistas, haciéndolo desde una posición laxa y excesivamente esquemática.

Sin embargo lo primero que habría que determinar es que cuando en 1864 surgió la Primera Internacional en Londres (aunque el funcionamiento efectivo se comenzó a fraguar en el Congreso de Ginebra de 1866) las secciones que componían aquella organización supranacional estaban alejadas de las tendencias que la determinaran ya en la década de 1870. Por ejemplo en Francia las sociedades obreras adheridas a la Primera Internacional eran básicamente proudhonianas, sin dejar de lado las posiciones de personajes como Louis Blanc o Auguste Blanqui. En otros lugares como Italia el peso del republicanismo político era evidente (teniendo en cuenta que era una zona en proceso de unificación) al igual que en Alemania, donde personajes como Wilhem Liebnekcht o Ferdinand Lassalle marcaron el ritmo. Y sobre todo en muchas zonas asentada sobre el mundo de los oficios.
Los debates del marxismo y el bakuninismo no fueron el epicentro del debate hasta una vez represaliada la Comuna de París, aunque las diferencias entre ambos modelos de entender la organización ya se constataba en los congresos y las conferencias de la Primera Internacional.
Las diferencias entre ambas concepciones fueron básicamente las siguientes:
  • Los bakuninistas o colectivistas (como se hacían llamar en la época), concebían la organización de la AIT como una unión de secciones, dotándose estás de libertad de funcionamiento. Alejados de cualquier posición política y de partido, los colectivistas creían en la descentralización de la Internacional. El Consejo General solo debía de ser una mera estructura de recepción y distribución de correspondencia entre las secciones. La finalidad de las secciones era la destrucción de todo poder político y la creación de una sociedad nueva sin Estado por medio de la libre federación de productores.
  • Los marxistas o socialistas científicos, consideraban que el Consejo General debía de tener capacidad e influjo sobre las secciones, centralizando parte del trabajo de las mismas. Al contrario que los bakuninistas creían en la capacidad de creación de partidos políticos obreros que por medio de la conquista de poder pudieran desde ahí transformar la sociedad antes de pasar a la sociedad sin Estado.

Mientras que los bakuninistas tuvieron una fuerte implantación en Italia, parte de Suiza, España y parte de las secciones francesas (recogiendo toda la tradición del proudhonianismo), los marxistas obtuvieron más éxito en las secciones inglesa, alemana u holandesa.
Podrían haber sido modelos de organización complementarias pero no existió voluntad para ello. El Consejo general que residía en Londres ejerció una dirección sobre la Internacional, cuestión que no agradó a las secciones más decantadas por el modelo de organización bakuninista.
El fracaso de la Comuna de París fue el canto del cisne de la propia Internacional. La Conferencia de Londres de 1871 sirvió para empezar a mostrar divisiones irreconciliables así como actas formales de acusaciones contra Bakunin. Allí Utin acusó al anarquista ruso de ejercer un poder en la sombra a través de la propia Alianza de la Democracia Socialista, organización fundada por Bakunin que al integrarse en la Internacional acabó por disolverla. En aquella conferencia pocas voces salieron en la defensa de Bakunin. André Bastelica fue una de las pocas junto a un Anselmo Lorenzo que no daba crédito a lo que oía en aquel comicio.
Las disputas entre la secciones de la Suiza romanda y la Federación de Jura, las acusaciones por distintos periódicos de ambas tendencias de intentos de control y los movimientos de ambos grupos hicieron condenar al fracaso a la Internacional. España fue un ejemplo de como se dirimió esa batalla. Constituido los núcleos de la Internacional desde finales de 1868 por las gestiones realizadas por Fanelli, la división del mismo vino de la mano de los propios debates internacionales. Max Nettlau dice que aunque la misión de Fanelli fue fundamental, Bakunin no quedó contento con sus gestiones ya que confundió los estatutos de la Alianza con los de la Internacional. Algo que a la larga generó los conflictos. Pero igualmente los internacionales españoles entendieron la Alianza como el grupo específico cohesionado que en caso de dificultades para la propia Internacional no hiciese desaparecer por completo el movimiento obrero naciente. Unas estructuras de la Alianza en España, que a tenor de los documentos aportados por el historiador anarquista Max Nettlau, fue del conocimiento de Bakunin cuando Lafargue comenzó a publicar artículos en el periódico L'Egalité.
La llegada de Paul Lafargue, una de las figuras más importantes del socialismo internacional, a España iba a generar conflictos en el seno de la propia Internacional. Cercano al grupo entorno al periódico La Emancipación y con el apoyo de José Mesa y Francisco Mora, se creó en Madrid la Nueva Federación Madrileña, aceptada en el seno de la Internacional por el Consejo general y condenada por el Consejo federal de la Federación Regional Española (sección de la Internacional en España) que reconocía a la Federación local de Madrid. Aunque el congreso de Zaragoza de abril de 1872 intentó una solución de consenso, esta no fue posible. Las acusaciones entre la Emancipación y El Condenado (periódico de Tomás González Morago) marcaba la linea de división que se ejemplificó en el congreso de Córdoba de diciembre de 1872 y enero de 1873 y el posterior congreso marxista de Toledo en mayo de 1873 y que mostró el fracaso de las tesis marxistas en España. De hecho la formación marxista del núcleo madrileño y otros que le siguieron era realmente escasa, como se muestra en los artículos de La Emancipación y nos muestra el historiador Michel Ralle.
A nivel Internacional la ruptura se da en dos congreso celebrados en septiembre de 1872. Uno en La Haya, donde se produce la expulsión de Bakunin, Guillaume y Schwitzguebel, en ausencia del propio anarquista ruso. Otro el celebrado pocos días después en Saint-Imier (Suiza) donde el movimiento de índole anarquista fundó su propia Internacional. Incluso en aquel congreso se ofreció la posibilidad, por iniciativa de Bakunin y Guillaume, de crear dos internacionales:
A) Una de síntesis, donde se unieran moderados y revolucionarios, sin tutela de ningún Consejo general.
B) Otra exclusivamente anarquista.
Propuesta que nunca se materializó.
 El movimiento obrero quedó dividido definitivamente. A partir de ese momento el anarquismo tuvo un camino propio, dando figuras y pensadores de primer nivel como Piort Kropotkin, Errico Malatesta, Rudolf Rocker, Johann Most, etc., que hicieron avanzar el anarquismo y su posiciones (mutualismo, colectivismo, comunismo libertario)



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