jueves, 11 de octubre de 2018

LA VISIÓN DE UNA ESPAÑA DIFERENTE. SERGIO DEL MOLINO Y SU “LA ESPAÑA VACÍA. VIAJE POR UN PAÍS QUE NUNCA FUE”


Existen algunas lecturas que tendrían que ser obligatorias para cualquier persona. Puede sonar un poco autoritario, pero hay libros que se disfrutan leyéndolos y con los que aprendes de verdad. Hace unos meses me regalaron el libro de Sergio del Molino La España vacía. Viaje por un país que nunca fue (Turner Noema, Madrid, 2016) y no me ha defraudado. Aunque tenía muchas ganas de leerlo no encontraba hueco y fueron las pasadas vacaciones de verano las que me posibilitaron poder tomar el libro y leerlo con detenimiento. Puedo afirmar, sin ningún género de dudas, que este libro lo he disfrutado línea a línea. Quizá porque desde hace años tengo la suerte de poder ir con frecuencia a esos lugares de la España vacía, te hace empatizar con multitud de cosas que nos intenta trasmitir el autor.
            Destacaría algunas cuestiones de la obra. En primer lugar que esta escrita en una prosa directa y hace que este ensayo enganche desde el primer momento. Sergio del Molino trasmite un conocimiento exhaustivo de lo que quiere exponer, que es lo que muchos hemos vivido en varias ocasiones, y eso hace que empatices desde el primer momento con el entorno y la circunstancia. Además, y no menos importante, recoge toda una tradición de antropología social que entronca la obra de Del Molino con, por ejemplo, Julio Caro Baroja.
            Al mismo tiempo el autor utiliza en cada capítulo un leiv motiv, un hilo conductor sobre el que asentar lo que quiere trasmitir. Unas veces son la historia, otras el cine, otras personajes concretos, otras circunstancias literarias, etc. Gracias a Sergio del Molino se puede recuperar el valor de películas como Surcos y lo que significó en el interior de la sociedad franquista. También recupera, desde un punto de vista muy particular, el viaje de Buñuel por Las Hurdes y todo lo que conllevó en el futuro (y en el pasado). Se rescata la importancia de las Misiones Pedagógicas de la República y lo pone en conexión con fenómenos actuales como los profesores interinos rurales. Parece que lo coge por los pelos, pero el autor lo justifica a la perfección. O recupera a literatos que hicieron de esa España vacía la protagonista de sus obras, siendo el caso más flagrante el de Miguel Delibes o anteriormente Gustavo Adolfo Becquer (aunque fuese casi sin querer en este último punto según el autor). O como un grupo musical como Extremoduro tiene tanto que decir en estas cosas. Y también, no quiero dejar de citarlo, mencionar a un mítico Joaquín Luqui y la conexión entre la ruralidad navarra y le cosmopolistismo madrileño. Además, el autor incide en más de una ocasión en el libro en que muchas veces se tiene una visión de la España rural desde los ojos de quien no conoce esa ruralidad. De ahí la mitificación de ese espacio. Una cuestión que rompe, por ejemplo, Miguel Delibes, donde en muchas de sus novelas y ensayos si que trasmite la dureza de una España interior castellana, aunque existan muchas otras que no ha trasmitido nadie.
            Quizá si existe una salvedad que marcaría al libro de Sergio del Molino. Y lo hago, más que nada, por “deformación profesional”. El libro esta lleno de datos y hechos históricos y hay que decir que en ocasiones el autor abusa de los mismos, dando por sentado algunos lugares comunes en la Historia que no se corresponden con las investigaciones. Esto no es culpa del autor, pues en primer lugar no es un historiador, y en segundo lugar los lugares comunes crean convenciones donde todos, alguna vez, hemos caído. Pero no sería mala idea que este tipo de ensayos de tan enorme calado tuviera en algún momento un visado de algún historiador profesional, para que cuestiones como el tratamiento del anarquismo, la Segunda República, el liberalismo, el carlismo, etc., que jalonan muchos párrafos del libros no caigan en esas convenciones. Solo es una salvedad desde la perspectiva de un historiador, que en ningún momento desmerece la valoración general de la obra. Además el autor tiene conocimientos literarios e históricos muy profundos, lo que indica que ha habido una preocupación en documentarse para el resultado final.
            En líneas generales es un libro con el que se aprende mucho. Una lectura que ha sido ágil pero al mismo tiempo pausada, disfrutando cada párrafo y con la “tristeza” de saber que se acaba el libro y con él el aprendizaje y el disfrute. Sin duda alguna mis amigos acertaron en regalarmelo. Ahora toca leer otro del que tengo ganas desde hace tiempo: Patria de Fernando Aramburu. Veremos cuando encuentro el hueco.