martes, 28 de julio de 2020

ERNST TOLLER ENTRE REVOLUCIONES

Artículo publicado en el diario digital El Obrero


Hay algunos personajes que pasan desapercibidos en la actualidad, a pesar de la importancia y trascendencia que tuvieron en su momento. El paso del tiempo, el desconocimiento y el olvido en muchas ocasiones son el peor enemigo. Sin embargo, siempre hay momentos donde diversos estudios hacen que el personaje salga a la luz, se vuelva a situar en su justa medida y sirva para reivindicarlo o recordarlo. Un ejemplo de ello para España es la figura de Ernst Toller.
                A Toller le seguía la pista desde hace mucho tiempo. La primera noticia que tuve de él fue a inicios de este siglo XXI cuando leí el libro Destructores de máquinas publicado por la editorial Alikornio. Obra interesante que toma como eje de actuación a los ludditas de inicios del siglo XIX. Sin embargo, el resto de la obra de Toller quedaba un poco oculta para el público español.
                No hace muchas fechas, y por recomendación de uno de mis libreros de referencia, me leí Una juventud en Alemania (Contraescritura, Barcelona, 2016), obra en la que Toller, a manera de autobiografía, repasa su vida desde los años de infancia, su participación en la Primera Guerra Mundial y su compromiso político con la revolución que le llevó a ser uno de los líderes de la República de Consejos de Baviera en 1919. Por sus páginas caminan personajes como Kurt Eisner o Gustav Landauer, que no dejan de ser referentes de aquel movimiento obrero que bajo el calor de la Revolución rusa vieron posible una transformación mucho más profunda en Alemania. Son nombres indelebles a la historia del obrerismo alemán, vinculados a las corrientes revolucionarias del marxismo y del anarquismo, y que por su participación en el proceso estaban a la misma altura que otros como Rosa Luxemburg o Karl Liebknecht. Este libro nos descubre una Alemania distinta, la revolucionaria, que la que estuvo en medio de un proceso revolucionario y que fracaso. Un libro que debería de leerse junto al de Stefan Zweig Un mundo de ayer, sobre todo en las páginas que reflejan el fin de los imperios alemán y austriaco tras el final de la Primera Guerra Mundial y el nacimiento de un nuevo mundo.
                Lo cierto es que cuando surge el interés por algo es fácil que vayan saliendo referencias, y muy acertadamente la editorial Comares editó el pasado año el libro de Toller Entre la II República y la Guerra Civil española, una recopilación de artículos de la estancia del revolucionario alemán en España en los orígenes de la proclamación de la República en 1932 y, posteriormente, durante la Guerra Civil española, de la que hizo campaña en su favor.
                La estancia de este socialista alemán de origen judío, que había vivido en Alemania la persecución por sus ideas revolucionarias, que habían adquirido una gran cultura que le puso a la altura en el momento de los grandes intelectuales de la época, se vio fascinado con la llegada de la República a España y quiso ver de primera mano el funcionamiento de la joven democracia española. No dejaba de ser curioso que mientras Europa se debatía en una deriva totalitaria, con la consolidación del fascismo italiano y el ascenso del nazismo alemán, en España fue el sistema democrático quien se impuso, aunque fuese cortado de súbito poco tiempo después. Además, Toller no hacía, en realidad, nada espectacular. El proceso de transformación política en España había sido objeto de atención de muchos otros periodistas e intelectuales del momento situados a la izquierda como Ilyá Ehrenburg o Mijaíl Koltsov.
                Y Toller llegó a España y vio como se desarrollaba la Republica. Se acercó a las prisiones, cosa que le interesaba por su estancia en la cárcel en Alemania, pero también se acercó al movimiento obrero. La visión que sobre el anarquismo español tenia Toller no dejaba de ser la romántica que muchos extranjeros de la época tenían y, que con el paso del tiempo, se instaló incluso en las visiones historiográficas de la misma. A pesar de la confusión que Toller trasmite sobre la importancia del anarquismo español trasluce una simpatía hacia el movimiento que ya mantenía en Alemania con el contacto que había tenido con personajes como Gustav Landauer o Erich Müsham.
                Ese periplo de Toller por la España republicana emergente se repitió durante la Guerra Civil. Como muchos periodistas e intelectuales, Toller escribió y se mostró partidario de la República. Escribió en su favor y organizó campañas para poder atraer la ayuda de países como EEUU a la causa republicana y de los refugiados. Sin un ápice de dogmatismo, Toller intentó vincular a lo que consideraba una causa justa al mayor número de personas.
                Sin embargo, el desarraigo, el fracaso y problemas personales del propio Toller le llevaron al suicidio poco después de la finalización de la Guerra Civil en 1939.
                Hay que agradecer el esfuerzo que las editoriales citadas han tenido para recuperar estas obras de Toller y ponerlas al alcance de todos. Hay que destacar el libro de Comares que con un extraordinario estudio preliminar de Ana Pérez, profesora emérita de Literatura Alemana de la UCM y que es la mejor conocedora de su figura, sitúa el personaje en su lugar.
                Si pueden no dejen de acercarse a la figura de Toller, sin duda un personaje que merece que vuelva a estar en nuestras estanterías.

martes, 14 de julio de 2020

LA TRASCENDENTAL FIGURA DE GUISEPPE FANELLI

Artículo publicado en El Obrero


Si una idea tenemos sobre la figura de Fanelli es que fue el emisario que vino a la España de 1868, en pleno apogeo de la Revolución democrática de ese año, y asentó las bases organizativas de la Asociación Internacional de los Trabajadores en nuestro país. Las páginas que Anselmo Lorenzo nos legó sobre él en El proletariado militante, resumen a la perfección este acontecimiento histórico.
                Sin embargo, la figura de Fanelli es mucho más profunda que sus aportaciones en España, aunque a nosotros esta cuestión nos toque mucho más de cerca. Guiseppe Fanelli Ribera nació en Nápoles el 13 de octubre de 1827, en el entorno de una familia republicana, creciendo al calor de los debates y acciones de la unificación italiana.  Durante las jornadas de 1848, el joven Fanelli comenzó a tomar contacto con los círculos cercanos a Guiseppe Manzzini y a otros personajes que como Giuseppe Garibaldi o Carlo Pisacane. Fanelli se convertirá en una de las figuras más importantes de aquel periodo, introductor de las ideas socialistas y elegido en sucesivas elecciones como diputado.
                Toda esta actividad le costó el exilio, que unido a la muerte de Pisacane, hizo concebir a Fanelli la idea de participar de forma activa en la unificación italiana hasta conseguir su objetivo final. Bajo el mando de Garibaldi participó del desembarco de Sicilia en la expedición de los Mil de Marsala. Fiel seguidor garibaldino, participó junto a éste en el levantamiento polaco de 1863 contra el zarismo. En este contexto, y de regreso a Italia, es cuando conoció a Bakunin, quedando persuadido del pensamiento del filosofo y activista ruso. Estos contactos terminaron con la aceptación por parte de Fanelli del ideario anarquista y su afiliación a la Alianza de la Democracia Socialista y a la Asociación Internacional de los Trabajadores.
                Fanelli se convirtió en un personaje del círculo de confianza de Bakunin y por ello fue designado a viajar a España para intentar conformar los primeros núcleos de la AIT en nuestro país. No es el primer viaje de un extranjero socialista en aquellas fechas. Elías Reclus, hermano de Eliseo Reclus, también visitó España al calor de la revolución de 1868. También Aristide Rey, que tenían contactos con Bakunin al igual que Fanelli.
                Pero fue Fanelli quien tuvo la misión de tomar contacto con los núcleos obreros, realizando una gira por diversos lugares de España como Barcelona, Tortosa, Valencia y Madrid. En Barcelona contacto con la figura de Rafael Farga Pellicer y José Luis Pellicer. En Madrid encontró a un dinámico y activo grupo de jóvenes que, procedentes en su mayoría de las filas del republicanismo, escucharon con entusiasmo las noticias que el libertario italiano les traía de organización obrera. En aquel grupo estaba Anselmo Lorenzo, Tomás González Morago, Francisco Mora, Manuel Cano, etc.
                De aquellas reuniones, Anselmo Lorenzo nos dejó un retrato de cómo era Fanelli en El proletariado militante:
Era este un hombre como de 40 años, alto, de rostro grave y amable, barba negra y poblada, ojos grandes negros y expresivos, que brillaban como ráfagas o tomaban el aspecto de cariñosa compasión, según los sentimientos que le dominaban. Su voz tenía un timbre metálico y era susceptible de todas las inflexiones apropiadas a lo que expresaba, pasando rápidamente del acento de la cólera y de la amenaza contra explotadores y tiranos, para adoptar el del sufrimiento, lástima y consuelo, según hablaba de las penas del explotado, del que sin sufrirlas directamente las comprende o del que, por un sentimiento altruista se complace en presentar un ideal ultra revolucionario de paz y fraternidad.
Lo raro del caso es que no sabía hablar español, y hablando francés que entendíamos a medias algunos de los presentes, o en italiano que sólo comprendíamos un poco por analogía, quien más quien menos, no sólo nos identificábamos con sus pensamientos, sino que merced a su mímica expresiva llegamos todos a sentirnos poseídos del mayor entusiasmo.

No solo Anselmo Lorenzo nos dejó un retrato del italiano. También Francisco Mora, fundador de aquel primer núcleo obrero y luego integrante del PSOE, nos dejó en su libro Historia del socialismo obrero un cuadro de Fanelli:
Era Fanelli hombre de figura simpática, de palabra persuasiva y de larga y probada historia revolucionaria en el sentido político de la palabra. Había combatido por la independencia de Polonia (1862-63), y a las órdenes de Garibaldi peleó también por la República romana (1848-49), siendo después uno de los mil de la famosa expedición de Marsala, que en 1860 libertó del yugo borbónico al reino de las Dos Sicilias y preparó la deseada unidad italiana.
Llegado a Madrid, sin relaciones de ninguna clase, a la Redacción de La Igualdad, que eran entonces el periódico más radical que entonces se publicaba en España, y obtuvo una acogida bastante fría. No desmayó por esto Fanelli, y, después de mucho insistir en su propósito de ponerse en relaciones con algunos de los obreros, le dirigió D. José Guisasola, que era a la sazón director de La Igualdad a un grupo de obreros de ideas muy avanzadas, pero que no comprendieron al apóstol socialista. Por fin, después de muchas tentativas infructuosas, se encontró Fanelli con un grupo de obreros que parecían entenderle y en los cuales descubrió tendencias a secundar sus propósitos.
(…) Estas conferencias familiares verificábanse en el café de la Luna. Uno de los puntos tratados con especialidad por Fanelli en estas conferencias era el relativo a la teoría de la abstención política de la clase trabajadora; teoría que tenía una doble interpretación por aquel tiempo y que entonces se explicó muy confusamente por Fanelli.
 (…) Se pusieron en relaciones con Bakunin y organizaron secretamente la Alianza de la Democracia Socialista que, andando el tiempo, tantas perturbaciones había de producir en el seno de la Internacional y en el de toda la clase obrera. En Madrid también dejó Fanelli algunos afiliados a la Alianza; pero por entonces no se constituyó ninguna sección. Esta simiente aliancista fue el lado feo de la propaganda de Fanelli en España
                Entre diciembre de 1868 y febrero de 1869 estuvo el italiano por tierras españolas y dejó constituido aquel núcleo obrero. Sin embargo, Bakunin no quedó satisfecho del trabajo de Fanelli, pues en la propaganda entregada a los obreros españoles, Fanelli mezcló la AIT con la Alianza, en un momento en el que esta última había quedado disuelta y constituida como núcleo dentro de la AIT. Algo que a la larga se mostraría decisivo para los debates intestinos que llevaron a la ruptura de la Internacional en España (y también en el resto de los países).
                Aunque las relaciones entre Bakunin y Fanelli se enfriaron, el italiano nunca abandonó la Internacional y las ideas antiautoritarias. Fue uno de los participantes del congreso de Saint-Imier en septiembre de 1872, que certificaba la división de la Internacional, y sus aportaciones fueron fundamentales para estructurar el movimiento obrero y anarquista italiano, junto a personalidades como Carlo Cafiero o Errico Malatesta.
                Aun así, como personaje de entretiempos, Fanelli siguió manteniendo su participación política institucional y fue concejal del Consejo Comunal de Nápoles. Su prematura muerte el 5 de enero de 1877, pocos meses después de la de Bakunin, era el fin de una trayectoria militante fundamental para la historia del movimiento obrero en general y del anarquismo en particular, tanto a nivel internacional como en España.