El desarrollo de las ideas
socialistas significó un avance y un campo importante para la lucha de la
emancipación femenina. A diferencia de otros movimientos políticos y
filosóficos, el socialismo si reclamaba una participación decidida de todos los
seres humanos en la emancipación social. Y en esa lucha la mujer encajaba
perfectamente.
Aun
así esto no quiere decir que no hubiese distintas escuelas dentro del propio
socialismo. No hay que dejar de pensar que muchos de aquellos primeros
socialistas eran hijos de una época donde la situación de la mujer era de estar
en un segundo lugar.
Pero
el desarrollo de ese primer socialismo, cuyos orígenes hay que rastrearlo en
los albores de la Revolución francesa, sirvió para poner en primera línea del
debate la situación de la mujer dentro de la sociedad. A medida que las teorías
socialistas fueron perfeccionando su discurso y fueron fundando organizaciones
de muy amplio alcance la participación de la mujer se tornó fundamental para
entender su desarrollo.
El
denominado socialismo utópico por Marx, ya comenzó a trabajar estos aspectos.
Charles Fourier, Saint Simon, Cabet, etc., ya comenzaron a hablar de sociedades
igualitarias, en lugares ficticios o reales, donde la cooperación entre todos
los integrantes era fundamental. La mujer pasaba a tener un protagonismo que
hasta entonces no había conocido, pero todavía quedaba mucho camino por
recorrer. Sin ir más lejos esas sociedades ideales tenían que ser un ejemplo de
cómo el sistema capitalista era injusto. No hablaban de una organización que
derribase el modelo económico capitalista con lo que para socialistas
posteriores muchas de estas propuestas se quedaron cortas. La cuestión no era
solo demostrar que el capitalismo era injusto. El objetivo era una
transformación social a gran escala donde la emancipación femenina era parte
imprescindible del programa revolucionario.
En
estas últimas cuestiones irrumpió una mujer que imbuida por esas corrientes
socialistas incipientes y marcando la impronta de lo que será el posterior
desarrollo del obrerismo, marcó un antes y un después en el proceso de toma de
conciencia de la mujer y su vinculación al obrerismo militante. Flora Tristán
nació en París en 1803. Aunque su padre no la reconoció como tal (un militar
peruano), adoptó su apellido. La vida de Flora Tristán no fue sencilla. Se
instaló con su madre en París y desde muy temprano comenzó a trabajar. Con
apenas 17 años se casó con el dueño de la litografía donde trabajaba, André
Chazal, con el que tuvo tres hijos. Debido a los malos tratos, Flora se separó
de su marido. Nunca acepto esta situación su marido.
Un juzgado determinó que el hijo varón de Flora se tenía que ir con el padre,
quedando de esa manera ella completamente libre. Flora se quedó con su hija
Aline, que será la madre del pintor Paul Gauguin. Otro de sus hijos había
fallecido poco después de nacer.
Tras
un viaje a Perú, volvió a Francia y se entregó de lleno a la lucha obrera y por
la emancipación de la mujer. En 1840 publicó su obra La Unión Obrera, uno de los programas más avanzados del socialismo,
del que pensadores posteriores como Marx, Proudhon o Bakunin se basaron. Para
Flora Tristán la emancipación del proletariado solo podía ir unida a la emancipación
de la mujer. Solo de esa manera se conquistaría una sociedad socialista que de
lo contrario quedaría incompleta. Sin embargo esta trayectoria de Flora Tristán
se vio truncada cuando en 1844, con apenas 41 años de edad, falleció víctima del tifus.
La
figura de Flora Tristán ya marcó las pautas del comportamiento del socialismo
en general con la cuestión de mujer. Las figuras de Karl Marx y Friedrich
Engels vieron en el programa de Flora Tristán uno de los antecedentes para
aplicar a su propia ideología. Sin embargo el marxismo entendía la lucha de las
mujeres englobada en la lucha general del proletariado. No se detuvo de forma
concreta en este aspecto salvo en algunos pasajes de sus obras. Una de estas
obras que realiza una radiografía de la sociedad de la segunda mitad del siglo
XIX y muestra la situación de la mujer, es la obra de Friedrich Engels Los orígenes de la familia, la propiedad
privada y el Estado. Para Engels el modelo de familia estaba íntimamente
relacionado con el modelo económico imperante. Los esquemas de la familia y del
rol de la mujer en la misma eran producto del sistema de explotación
capitalista y del modelo social que él legaba. Pero esta radiografía social del
marxismo no iba acompañada de ninguna medida concreta por parte del análisis
marxista. Tuvo que pasar un tiempo para que el marxismo fuese adquiriendo un
discurso femenino propio con el desarrollo de grandes figuras en las
organizaciones marxistas internacionales.
La
otra gran corriente del movimiento obrero, el anarquismo, tuvo distintas
visiones de este mismo asunto. Por una parte de situó la posición de
Pierre-Joseph Proudhon. El padre del federalismo libertario y uno de sus más
importantes pensadores dejó constancia de su visión de la mujer en su obra La pornocracia o la mujer en nuestros
tiempos. Proudhon parte de un punto similar del aplicado anteriormente a la
obra de Engels (teniendo en cuenta que la obra de Proudhon es previa). La
sociedad capitalista mantiene a la mujer en una posición de inferioridad
respecto al varón. Sin embargo, para Proudhon la mujer tiene que tener el rol
de la compañera del revolucionaria en el proceso de emancipación. No le concede
una posición de primer orden.
Si
bien las teorías de Proudhon en lo que se refiere a organización política y
social tuvieron una gran acogida en el seno del anarquismo internacional, la
posición de la mujer no fue la más seguida en el mismo. En este sentido las
aportaciones de Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin fueron decisivas. Para estos
dos anarquistas el papel de la mujer era equivalente al del hombre. Incluso más
teniendo en cuenta la posición de inferioridad social con la que parte en el
seno del capitalismo. Para Bakunin y Kropotkin la mujer es un sujeto
revolucionario al igual que el hombre. Su participación en las organizaciones
de transformación social así como en el propio proceso revolucionario tiene que
ser decisiva para conseguir su completa emancipación. De esta manera el
anarquismo recogía toda la tradición legada desde la Revolución francesa por Olimpia
de Gouges pasando por todas las aportaciones del feminismo anglosajón, sobre
todo de la figura de Mary Wollstoncraft, o la de Flora Tristán.
Pero
el mejor ejemplo de este avance se comprobó en la participación de la mujer
tanto en las organizaciones obreras emergentes, como la Asociación
Internacional de los Trabajadores, o en procesos revolucionarios como la Comuna
de París de 1871. En este último caso la participación de la mujer fue
fundamental. Los nombres de Louise Michel o Nathalie Lemel destacaron por
encima de muchos otros. La maestra Louise Michel nacida en 1830 comenzó a tomar
contacto con los círculos revolucionarios parisinos desde muy temprano, sobre
todo con la figura de Jules Vallès. Adscrita en un principio a las corrientes
revolucionarias de Auguste Blanqui y unida sentimentalmente al también
blanquista Theopile Ferré, participó activamente en la Comuna de París como
propagandista, integrante del 61 Batallón, enfermera y asesora de instrucción y
educación. Louise Michel combatió en las barricadas. Detenida fue juzgada y
condenada por los versalleses a la pena de deportación perpetua en Nueva
Caledonia. Su compañero Theopile Ferré fue fusilado en noviembre de 1871. En su
deportación, Louise Michel aprendió la lengua de lo canacos, aborígenes de la
zona donde estaba recluida y les animó a la iLe
Libertaire. La “Virgen Roja” como era conocida, falleció en 1905 mientras
realizaba una gira propagandistica a favor del anarquismo.
nsurrucción contra el
colonialismo. A su regreso a Francia en 1880 comenzó a tomar contacto con los
círculos anarquistas y fue nuevamente detenida tras la manifestación contra el
paro y la carestía convocada en 1883. Liberada en 1886, fue objeto de un
atentado en 1887 por parte de un reaccionario. Tras la participación en una
revuelta en Vienne, Louise Michel fue detenida y tras su liberación se
estableció en Londres. Regreso a Francia en 1895 para participar junto a
Sebantian Faure en el periódico
Nathalie
Lemel fue una de las primeras mujeres afiliadas a la Internacional en 1866. Fue
una de las impulsoras de la cooperativa “La Marmita” que distribuía alimentos
entre las clases más necesitadas. Con el estallido de la Comuna de París,
Nathalie Lemel fundó la Unión de Mujeres, y fue una de las defensoras más
activas de los principios revolucionarios de la Comuna y una de sus últimas
resistentes. Adscrita ideológicamente al anarquismo, Lemel fue detenida,
juzgada y condenada a la deportación en Nueva Caledonia, al igual que Louise
Michel. De regreso a Francia siguió participando de las actividades obreras
hasta su fallecimiento en 1921.
Pero
la participación de las mujeres en la Comuna fue mucho más allá que alguno
nombres. Durante las jornadas de la Comuna las mujeres participaron en igualdad
de condiciones junto a los hombres en la defensa de París y en la construcción
del modelo revolucionario. Fueron soldados, enfermeras, maestras, cocineras,
doctoras, etc. Todos los servicios fueron representados también por mujeres.
Pasaron a la historia las llamadas petroleras,
que aunque se decía que su objetivo era quemar París, en realidad fueron grupos
de obreras que defendieron los principios de la Comuna hasta sus últimos días
de la Semana Sangrienta de mayo de 1871. Muchas de ellas fueron fusiladas en
Père Lachaise. La Unión de Mujeres por la defensa de París y mujeres como
Elisabeth Dimitriev pasaron a la historia del movimiento obrero.
Con
la represión de la Comuna de París, el movimiento obrero internacional mostró
sus posibilidades reales de tomar el poder de forma efectiva. Y en ese primer
ensayo las mujeres, que se habían ido vinculando a la Internacional y a los
distintos organismos obreros de forma paulatina, tuvieron un papel destacado y
protagonista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario