Muchas veces damos vueltas de como intentar explicar determinadas
pautas de comportamiento, determinadas actitudes sin caer en el
dogmatismo. A veces buscamos enrevesados procedimientos cuando,
quizá, la solución o la mejor manera se encuentra en nuestra mano.
La pregunta, casi retorica, sería:
¿y por qué no a través de una ópera?. Esa es la principal labor
de Brundibár,
una ópera infantil que se representa estos días en el Teatro Real
de Madrid. Y podemos decir que es una muy buena ópera, escrita en
1938 por el compositor checo Hans Krása y con libreto de Adolf
Hoffmeister. Y ya resulta curioso que una ópera escrita en una
Europa que caminaba al desastre con el avance de los nazis tenga
tanta actualidad.
Adaptación a la actualidad
La ópera tiene a Jordi Francés como director musical, a Susana
Gómez como directora de escena y a Ana González como directora del
coro del niños. Porque la obra es infantil y representada por niños
y jóvenes. En este caso por el Coro y Solistas de los Pequeños
Cantores de la ORCAM y la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid
(JORCAM). En una puesta en escena atrevida y perfectamente
interpretada.
La historia es simple y a la vez trágica y actual. Aninka y Pepicek
son dos hermanos que buscan leche para su madre enferma pero no
tienen dinero. Aparece en escena Brundibár, un personaje invasivo
que se hace control de la plaza del pueblo y engaña a los niños.
Aninka y Pepicek intentan imitar a Brundibár para conseguir el
dinero de la leche cantando pero el tirano logra poner a todos los
niños en su contra y los expulsa de la plaza. La aparición de tres
personajes (un gorrión, un gato y un perro) logran que los niños
vuelvan a defender a Aninka y Pepicek y expulsen al tirano de la
plaza.
Evidentemente,
la puesta en escena entre la primera versión de 1938 y la actual ha
tenido variaciones. Brundibár no es el músico harapiento y
autoritario de la obra de Hoffmeister y Krasa sino un personaje más
moderno con un traje llamativo. Aparecen en escena las nuevas
tecnologías. Como dijeron sus directores en la rueda de prensa
celebrada el pasado 4 de abril se ha mantenido las esencias de la
obra pero se ha desgajado de las circunstancias particulares en la
que se desarrolló. La situación de los niños en la Europa ocupada
por los nazis hoy se puede adaptar a la situación de los niños
refugiados. La opera tiene por ello un alto valor pedagógico.
Aun
así no podemos dejar de ver esta obra en el contexto en el que
surge. Brundibár no deja de ser un invasor. Alguien que llega para
romper las relaciones sociales normales. Un personaje que con un
discurso demagógico logra romper la unidad. Los niños se ponen en
contra de otros niños en la ópera por medio de Brundibár. Pero
frente a esa injusticia y tiranía siempre tiene que existir un deseo
de resistencia. Por ello la obra de Krasa tiene enormes paralelismo
con lo que sucedía en la Europa de la ocupación nazi. Brundibár no
deja de ser otro que Hitler. Los niños son esa sociedad sometida por
la invasión nazi, que tendió a la división. Y los animales que
salen (el gorrión, el gato y el perro) la resistencia con la
invasión. El lazo de unión y solidaridad que puede hacer posible la
expulsión del tirano para vivir en paz. Toda una declaración de
intenciones que vale para la Segunda Guerra Mundial. Pero que si le
cambiamos el nombre propio de los protagonistas tiene vigencia
actualmente. Una situación, que en palabras de Susana Gómez, podría
volver a repetirse. Ahí radica la importancia de una obra como
Brundibár
y su efecto pedagógico.
Una obra en entorno hostil
Es
la primera vez que Brundibár
se representa en teatro grande. Han existido otras representaciones
para colegios o en salas más pequeñas. Pero en un espacio como el
Teatro Real es la primera vez que se muestra. Un entorno inmejorable
para poder poner en escena esta ópera.
Sin
embargo las primeras representaciones de Brundibár
se hicieron en entornos más hostiles. La primera vez que se
represento la obra de Krása fue un orfelinato de Praga en 1941, sin
la presencia de Krasa. Para entonces Checoslovaquia ya estaba
invadida por los nazis. El protectorado de Bohemia-Moravia estaba en
manos de un siniestro personaje en la historia: Reinhard Heydrich.
Heydrich, junto a Adolf Eichmann, fueron los promotores de la reunión
de Wansee en enero de 1942 donde se decidió “la solución final”
contra el pueblo judío. Y aunque Heydrich fue asesinado por la
resistencia checa en junio de ese mismo año, su plan se puso en
marcha.
Hans
Krása había sido internado en el campo de concentración de
Terezín. Un lugar fundado por el emperador José II en el siglo XIX
y que los nazis lo reconvirtieron en ghetto. Allí Krása recompuso
el texto de Brundibár
de memoria y se representó hasta en 55 ocasiones por los niños que
estaban allí internados. Una duras condiciones de vida para esos
niños, que intentaron paliar con la música y el dibujo. Se estima
que de los 15000 que estuvieron recluídos solo sobrevivieron 100. El
propio Krása fue deportado a Auschwitz-Birkenau el 16 de octubre de
1944 y asesinado en la cámara de gas.
Memoria histórica de Terezín
Afortunadamente,
la barbarie nazi no llegó a su objetivo final y hoy hay testimonios
de algunos de esos niños de Terezín que se pueden escuchar. Uno es
el de Dagmar Lieblová, que ha asistido a la representación de
Brundibár
en Madrid. Dagmar fue una de esas niñas que representó esta misma
obra en Terezín. Para ella significa muchísimo verla representada.
Esta obra significó para los niños un cuento sobre la vida real,
sobre cosas normales. Su representación en aquellos duros años era
algo sobre lo que poder soñar, el deseo de expulsar al tirano, que
todos juntos podían vencer al mal y que todo acabará bien. Un
sentimiento de solidaridad, de hermandad y de apoyo mutuo. Algo que
para Lieblová se hizo realidad cuando salieron del infierno de
Terezín.
Dagmar ve con tristeza y peligro el aumento de los grupos xenófobos
y racistas en Europa. Grupos que niegan el Holocausto. Hoy, con 87
años de edad, Dagmar sigue luchando contra estos grupos a través de
sus conversaciones con los jóvenes, mostrando lo que fue el campo de
concentración, lo que sufrieron los judíos de Terezín. A pesar de
ello para Dagmar la situación de la Europa de la década de 1930
difiere con la actual. No cree que vuelva a suceder aquella
catastrofe, aunque lo dice más en deseo que en certeza.
Ante
la pregunta de que siente cuando ve Brundibár
representado, Dagmar no duda en decir que le emociona. Recuerda con
emoción cuando la volvieron a ver representada en 1991. Y no esconde
su emoción cuando la ha visto representada en el Teatro Real de
Madrid.
Oyendo
a Dagmar Lieblová comprendes y reafirmas muchas cosas. Su
testimonio, su vivencia y su lucha es el mejor arma contra aquellos
que quieren resucitar el pasado más ominoso de Europa.
Brundibár
se podrá disfrutar en el Teatro Real hasta el próximo 24 de abril.
Habrá representaciones para colegios y para el público en general.
Para ello se ha diseñado una Guía Pedagógica. Y la obra forma
parte del propio programa pedagógico del Teatro Real. Junto a la
obra se expone también una serie de dibujos y pinturas de los niños
de Terezín, algunos relacionados con la propia obra.
Cabe
una última consideración. La ópera de Krása es infantil.
Interpretrada también por niños. Pero su actualidad, su temática y
todo lo que aporta la hace accesible a todos los públicos. Brudibár
es uno de los mejores ejemplos para esos valores.
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