Artículo publicado en la edición digital de Público
e cumplen 120 años del nacimiento
de José Buenaventura Durruti Dumange en las vísperas del 80
aniversario del golpe de Estado contra la Segunda República. Y
aunque en muchos medios es recordado por su participación en la
Guerra, lo cierto es que la actividad de Durruti en la misma fue más
bien escasa, teniendo en cuenta que murió el 20 de noviembre en el
transcurso de la Defensa de Madrid.
¿Donde radica la importancia de
Buenaventura Durruti? Básicamente en ser una de las figuras más
emblemáticas del movimiento obrero. Nacido en León el 14 de julio
de 1896, Durruti desde muy joven participó en las sociedades obreras
del ramo de la metalurgia. En este caso en la UGT. Pero pronto el
joven Durruti va conociendo las ideas anarquistas hasta acabar
afiliado a la poderosa Confederación Nacional del Trabajo. Esto en
un periodo complicado, de pistolerismo por parte de la patronal que
quería frenar el avance del movimiento obrero, que se veía también
espoleado por el triunfo de la Revolución en Rusia. Durruti fue de
esos militantes que en esos momentos se separó de la CNT para crear
grupos de acción que respondían con violencia política a la
violencia patronal. Nació entonces “Los Solidarios” junto con
Juan García Oliver, Francisco Ascaso, Ricardo Sanz o Rafael Torres
Escartín. Sus acciones no pasaron desapercibidas: el atraco al Banco
de Gijón en 1922 o el asesinado del Cardenal Soldevila en Zaragoza
en 1923. Para “Los Solidarios”, Soldevila había sido uno de los
instigadores del asesinato de una de las figuras más representativas
del obrerismo libertario de aquel momento: Salvador Seguí.
La dictadura de Primo de Rivera provocó el exilio de Durruti y el
resto de sus compañeros. No sin antes haber pasados largas
temporadas en prisión por su implicación en las movilizaciones
obreras de la época. Durante su exilio no cejó su actividad. Junto
con Ascaso recorrió diversos países latinoamericanos. Argentina,
Chile, Cuba, etc. Realizaron algún atraco o “expropiación” como
se denominaba entre algunos anarquistas de la época, siempre para
financiar las actividades del movimiento libertario y nunca como
enriquecimiento personal. De vuelta a Europa fue detenido en París
junto a Ascaso y Gregorio Jover acusados de intento de asesinato
contra Alfonso XIII lo que les llevó a participar en una huelga de
hambre.
Al proclamarse la República, regresó a España.
Historiográficamente se ha vinculado siempre a Durruti con el
denominado “faismo” que intentó ejercer un control sobre la CNT.
Pero esa visión esta muy lejos de la realidad. Durruti y su nuevo
grupo anarquista, “Nosotros”, no eran de la FAI, organización
nacida en 1927 y que tenía como finalidad la extensión de las ideas
anarquistas entre los trabajadores ibéricos de España y Portugal. Y
aunque Durruti si tuvo una visión beligerante contra el gobierno
republicano-socialista, la posición “insurreccional” de la CNT
no se desarrolló hasta 1932. Los intentos de Alto Llobregat-Cardoner
en 1932 o Casas Viejas en 1933 fueron ejemplo de ello. Durruti fue
detenido y deportado a Guinea Ecuatorial. Para esas fechas era ya un
reconocido militante obrero del anarcosindicalismo.
La victoria de la derecha, la represión ejercida contra el
movimiento obrero y la victoria del Frente Popular, hizo recomponer
las ideas al movimiento libertario. En marzo de 1936, Durruti dejó
claro que gracias a los esfuerzos de los anarquistas se había
recuperado la República de abril de 1931 y que había que exigir el
cumplimiento de determinados compromisos. Igualmente, en fechas
previas al golpe de Estado de julio, ante las propuestas de nuevas
“expropiaciones” contra bancos, Durruti se opone por no
considerar el momento idoneo para ello. Al movimiento libertario le
tocaba otro papel de cara a la revolución en marcha. Poco a poco va
apareciendo un pragmatismo en Durruti que es reflejo del propio
pragmatismo de la CNT.
Si algo caracterizó al Durruti de
aquel momento, fue precisamente su capacidad de reacción y dirección
ante el golpe de Estado de julio de 1936. Gracias a personajes como
él la sublevación encabezada por Goded en Barcelona fue derrotada.
Una victoria que condujo al proletariado español a desarrollar una
profunda revolución social con el control de los medios de
producción, de consumo y de dirección política.
Y sin dudarlo un instante,
Durruti formó su unidad de milicias que, junto al militar Pérez
Farrás, se desplazó hasta el frente de Aragón con la idea de tomar
Zaragoza. Objetivo nunca cumplido. Esa frase suya de “hay que
renunciar a todo menos a la victoria” le llevó a desplazarse hasta
Madrid cuando las tropas de Franco asediaban la capital de la
República. Y allí encontró la muerte por una bala en la Ciudad
Universitaria siendo todavía un enigma todo lo relaciona con su
muerte.
A partir de ese momento surgió el
“mito de Durruti”. Su figura se paseó por periódicos, carteles,
pancartas. Su propio entierro fue una enorme manifestación. Sin
embargo, y tal como el propio Durruti dejó, ni fue un héroe ni fue
un mito (y tampoco un sanguinario como le presentó esos cuarenta
años de dictadura). Durruti fue uno más de esos miles y miles de
militantes obreros que enriquecieron las filas del poderoso
anarcosindicalismo. Que dependiendo de la época histórica leyó su
realidad y adoptó determinadas estrategias, correctas o no. Un
anarquista que, por testimonio de su compañera sentimental Emilienne
Morin, siempre creyó en la igualdad de género. Una víctima más de
una Guerra iniciada por un golpe de Estado perpetrado por un grupo de
militares contra la República que condujo al país a la larga noche
de la dictadura.
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