jueves, 10 de octubre de 2013

GRANADO Y DELGADO. 50 AÑOS DESPUÉS EL CRIMEN SIGUE SIENDO LEGAL

Artículo aparecido en el último número del periódico CNT con motivo de los 50 años de la ejecución de Francisco Granado y Joaquín Delgado.

El 18 de agosto de 1963 eran ejecutado a garrote vil dos integrantes de la Juventudes Libertarias. Francisco Granado y Joaquín Delgado. Se les acusó de perpetrar un atentado contra la sede de los sindicatos verticales franquistas y la DGS. Un Consejo de Guerra les condenó a muerte y en apenas 10 días fueron ejecutados en la cárcel de Carabanchel de Madrid. En pleno agosto, para poder ahorrarse el régimen franquista protestas de carácter internacional como había sucedido unos meses antes con el caso del comunista Julián Grimau o el asesinato por parte del régimen del guerrillero Ramón Vila Capdevila “Caraquemada”.
Tras haber pasado varios años desde la finalización de la Guerra Civil la maquinaria de represión del franquismo no había parado. Los intentos de acabar con la dictadura por parte de la oposición al franquismo se habían tornado en fracaso. Mientras alguno de los derrotados en la guerra cambiaron sus estrategias e intentaron minar el régimen desde otras posiciones, los libertarios no cejaron en el empeño de una oposición frontal a la dictadura. Numerosos militantes libertarios trataron de acabar con el régimen a partir de la lucha guerrillera, que se extendió hasta bien entrada la década de 1960. Otros intentaron acabar con la vida de Franco. Desde que el anarquista Antonio Vidal lo intentase en Tenerife en 1936, se unieron a él los intentos de Pedro Androver Font con la colocación de unos arte"Francisco Granados Gata y Joaquín Delgado Martínez han dado su vida por algo pero, como siempre, los verdugos los han ejecutado por nada"factos explosivos en la catedral de Barcelona, el de Laureano Cerrada en 1948 con la colaboración de otros anarquistas como Pedro Mateu o Antonio Ortiz, sobrevolando San Sebastián, o el del grupo Los Maños, que en conexión con algunos militares desafectos al régimen querían atentar contra el dictador en el interior del propio palacio de El Pardo. Todos se tornaron en fracaso.
El movimiento libertario llevó entonces a cabo un debate interno de sí las fuerzas perdidas en derrocar al franquismo con una oposición frontal había sido beneficioso para el propio movimiento. Aunque una amplia mayoría del movimiento libertario valoró esos años como de pérdida de fuerzas y viendo que la represión había hecho mella en las estructuras libertarias tanto del interior como del exterior, otros no cejaron en su empeño de poder acabar con la dictadura y con la figura del dictador.
A mediados de la década de 1950 se creo un organismo que iba a servir para coordinar las acciones de oposición al franquismo en el interior del país. Este organismo comenzó a tomar cuerpo e importancia con el Congreso de Limoges de 1961, cuando todas las fuerzas del movimiento libertario se volvieron a unificar. Había nacido Defensa Interior (DI) siendo Octavio Alberola uno de sus dinamizadores.

El affaire Granado y Delgado

Francisco Granado y Joaquín Delgado eran dos de esos miles y miles de españoles que tuvieron que salir del país por razones políticas y económicas. Los origenes de cada uno de ellos era completamente distinto y convergieron en Francia. Francisco Granados había salido del país por cuestiones económicas buscando una vida mejor fuera de la España franquista. En Francia tomó contacto con los grupos libertarios y se afilió a los mismos, pasando a tener una actividad política en oposición al franquismo. Joaquín Delgado era hijo de anarquistas que tras la Guerra Civil se exiliaron. Él desde muy temprano se vinculó a las Juventudes Libertarias.
El compromiso que Granado y Delgado adquieren con las organizaciones libertarias lo querían materializar de alguna manera. Aunque el objetivo que les llevó a cruzar la frontera francesa y recalar en Madrid era la idea de asesinar a Franco, la dificultad de la empresa hizo que al final no hiceran absolutamente nada en su estancia en Madrid.
Sin embargo el 29 de julio de 1963 hacían explosión dos artefactos. Uno de la Dirección General de Seguridad y otro en la Delegación Nacional de Sindicatos. En ninguno se produjeron víctimas mortales contabilizándose una veintena de heridos.
Dos días después, el 31 de julio de 1963 eran detenidos Francisco Granado y Joaquín Delgado acusado de la colocación de los artefactos explosivos. Detención y torturas en la Dirección General de Seguridad hasta que confesaran algo que no habían cometido.
Con una velocidad de vértigo fueron pasados a disposición judicial y juzgados por un Consejo de Guerra sumarísimos sin ninguna garantía judicial. Ese Consejo de Guerra les condenó a pena de muerte por garrote que fue ejecutado pocos días después, el 18 de agosto de 1963. A pesar de que no había ninguna prueba que incriminase a los jóvenes libertarios en lo sucedido, el franquismo se cobró su tributo de sangre. La ejecución fue rápida, en tiempo que no podía haber capacidad de reacción. Y eso a pesar que incluso el Consejo Ibérico de Liberación (organismo al que pertenecía Granado y Delgado) declaró el 11 de agosto de 1963 que no tenían nada que ver el asunto.
Esta evidencia se demostró por la existencia en ese momento en Madrid de otro grupo de jóvenes libertarios que fueron quienes colocaron esos artefactos explosivos sin víctimas. Bombas que según sus propios autores se colocaron para “hacer ruido”. Pero nunca para ejecutar una acción de amplio alcance. Era inviable que se pudiera hacer una acción de ese tipo.
El crimen legal se había consumado. Dos víctimas más a la larga lista que el franquismo ya atesoraba. Y no iban a ser las últimas. Todavía quedaba una larga década de crímenes franquistas. Algunos de los que participaron dentro del aparato franquista que ejecutaron a Francisco Granado y Joaquín Delgado aun están vivos. La Ley de Amnistía de 1977 les exime de ninguna culpa. Los intentos de los familiares de Granado y Delgado para restablecer su inocencia y su figura se han tornado de momento en fracaso.
Los juicios del franquismo, carentes de cualquier garantía jurídica, siguen siendo 50 años después completamente legales. Pero por encima de las cuestiones jurídicas se muestra las cuestiones morales y éticas. La lucha contra la dictadura franquista era un compromiso ético, una necesidad histórica para acabar con el fascismo en España. Sin embargo ese fascismo no fue derrotado y se asimiló en las estructuras políticas tras la muerte de Franco. Ahí radica que el asesinato de Granado y Delgado hoy siga siendo legal.
Lo dijo el Robert Escarpit en Le Monde el 22 de agosto de 1963: "Francisco Granados Gata y Joaquín Delgado Martínez han dado su vida por algo pero, como siempre, los verdugos los han ejecutado por nada". Los años de silencio ante el crimen legal no tiene que impedimento de nada. La lucha por la memoria y por la recuperación de la historia esta vigente. En nuestras manos está conseguir acabar con tanta impunidad de la que hoy goza el fascismo.

Mauricio Basterra

domingo, 6 de octubre de 2013

ENTREVISTA A PABLO MARTÍN SÁNCHEZ, AUTOR DE "EL ANARQUISTA QUE SE LLAMABA COMO YO"

Entrevista aparecida en el último número del periódico CNT al autor del libro El anarquista que se llamaba como yo.

  1. ¿Cómo llegó hasta ti la historia de Pablo Martín Sánchez? ¿Por qué la historia sobre un anarquista?
En realidad, las historias no te llegan: eres tú quien sale a buscarlas. Entiendo que el oficio de escritor tiene más que ver con ir a cazar mariposas que con ir de pesca. Es decir: no vale con esperar sentado a que te lleguen las historias, hay que ir a por ellas. Yo encontré la mía practicando eso que algunos llaman egosurfing: puse mi nombre en un buscador y descubrí que un tocayo mío (un tocayo perfecto, con nombre y apellidos) había participado en un intento revolucionario contra la dictadura de Primo de Rivera en 1924. Junto a él había otro buen puñado de Pablos Martín Sánchez, pero yo me sentí atraído por la historia de mi homónimo anarquista y no por la de los demás. Así que empecé a hurgar y acabé escribiendo una novela de seiscientas páginas.

  1. ¿Cuáles eran tus conocimientos previos sobre el anarquismo y sobre los sucesos de Vera de Bidasoa?
Sobre los sucesos de Vera de Bidasoa, ninguno en absoluto. Nunca había oído hablar de ellos. Sobre el anarquismo, algunos más, pero no era (ni soy) un experto en la materia. Es cierto que durante mis años de formación tuve algunos contactos con los ambientes ácratas de mi ciudad natal, Reus. Recuerdo haber frecuentado el Ateneu Llibertari y haber comprado un montón de números de la revista La Lletra A, pero cuando me fui a estudiar a Barcelona, doné a la biblioteca del Ateneu todos mis libros sobre anarquismo e insumisión, y no volví a profundizar en el tema hasta hace cinco años, cuando empecé a documentarme para escribir El anarquista que se llamaba como yo.

  1. ¿Qué fuentes has utilizado para la elaboración del libro?
Básicamente, las fuentes se podrían englobar en tres tipos: hemerográficas, vivenciales e imaginarias. Es decir, que por un lado he sacado mucha información de libros, periódicos, folletos, actas, etc; por otro, he realizado un importante trabajo de campo, visitando los lugares en los que transcurre la acción y hablando con personas que conocieran los hechos narrados; y, por último, he recurrido a la fuente fundamental de todo escritor: la imaginación, que no tiene nada que ver, dicho sea de paso, ni con la inspiración ni con las musas…

  1. La estructura del libro es la vida de Pablo Martín en permanente flash-back desde los acontecimientos hasta las distintas etapas de su vida. ¿Por qué de esa estructura?
Porque es profundamente literaria. La estructura es el armazón de la novela, ella sola sostiene la trama e impele al lector a seguir avanzando en la historia. Hasta que no tuve clara la estructura no empecé a escribir, para mí sería como empezar a construir una casa sin haber dibujado antes los planos.

  1. Por la obra aparecen multitud de personajes. Algunos conocidos (Durruti, Ascaso, Blasco Ibáñez, Rodrigo Soriano, etc.). Otros desconocidos (Robinson, Vicente Holgado, etc.). ¿Son todos personajes reales? ¿Es cierta la historia de amor de Pablo Martín y Ángela?
Este es el tipo de preguntas que solo responderé en presencia de un abogado. (Risas.) Mira, en esto de la realidad y la ficción, yo suscribo lo que decía Nabokov: que la literatura es invención, y que calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la verdad. Mi novela pretende difuminar las fronteras entre lo histórico y lo literario, involucrar al lector en una trama en la que verdad y mentira no sean más que prejuicios estéticos. Así que no tiene ningún sentido revelar qué porcentaje de realidad y qué porcentaje de fantasía hay en el libro. Como diría un amigo mío: hay mucho de ambas, un setenta por ciento de cada una…

  1. En la parte final del libro, cuando el trágico final de Pablo Martín se acerca, logras trasmitir a la perfección la angustia de una ejecución injusta, como tantas ha habido en la historia. ¿Se consigue eso haciendo un ejercicio de empatía y metiéndote en el papel del personaje o hace falta algo más?
Yo, que vengo del mundo del teatro, sé que eso de meterse en la piel del personaje es una metáfora muy bonita, pero que a la hora de la verdad sirve de bien poco. En la única piel en la que hay que meterse es en la del lector, porque si no el resto carece de sentido. Un cierto grado de empatía con los personajes me parece necesario, pero un exceso de empatía puede derivar en posturas maniqueas o en juicios morales que a mi entender le hacen un flaco favor a la literatura. De modo que si he logrado transmitir la angustia de una ejecución injusta, y lo digo sin falsa modestia, es porque todo acto de injusticia flagrante produce angustia y desasosiego. Y aquél, sin duda alguna, lo fue.

  1. La novela, como la historia real, deja la puerta abierta a que Pablo Martín no fuese ejecutado y que continuase la lucha anarquista en la clandestinidad. ¿Cuánto crees de verdad, tú que has investigado la historia, pueda tener esta hipótesis?
El primero que dejó la puerta abierta, que yo sepa, fue Pío Baroja en La familia de Errotacho, donde se hace eco de algunos rumores que aseguraban que el que fue a la tumba con el nombre de Pablo Martín Sánchez no era él. Luego hay otras fuentes que sitúan a un anarquista llamado Pablo Martín trabajando de carpintero en Francia en los años treinta. A mí me gustaría creer que esa hipótesis que planteo al final de la novela es la verdadera, pero no me atrevería a poner la mano en el fuego.

  1. El relato está perfectamente trazado y es una obra que engancha de principio a fin. ¿Quiénes son tus referencias literarias? ¿Cuánto de ellos/ellas tiene esta obra?
Curiosamente, la novela tiene poco que ver con mis principales referentes literarios, al menos en apariencia. Cualquiera que haya leído a Georges Perec, Julio Cortázar o Slawomir Mrozek se preguntará qué hay de ellos en El anarquista que se llamaba como yo. Y, sin embargo, cada capítulo de la novela supone un homenaje a cada uno de mis autores favoritos. Pero eso forma parte de la cocina de la escritura…

  1. ¿Tienes nuevos proyectos? ¿Nos puedes adelantar cuáles?
Sí, tengo varios proyectos en marcha. Sin ir más lejos, llevo casi doce años trabajando en un proyecto titulado precisamente El proyecto, que no podrá ver la luz hasta el año 2026, pues así lo requiere el proceso de escritura. Pero entretanto espero seguir escribiendo y publicando otros libros. De hecho, tengo previsto que El anarquista que se llamaba como yo constituya la primera obra de una especie de «trilogía del yo», dedicada a los tres elementos que constituyen la biografía mínima de toda persona: nombre, fecha y lugar de nacimiento. Ya estoy trabajando en la segunda de ellas… y hasta aquí puedo leer.


domingo, 29 de septiembre de 2013

EL ANONIMATO RECUPERADO. “EL ANARQUISTA QUE SE LLAMABA COMO YO”

Reseña del libro de Pablo Martín Sánchez El anarquista que se llamaba como yo

Tengo que reconocer que cuando vi el título de la obra solo tuve reservas ante la misma. Muchas son las novelas que han tratado el tema del anarquismo o han puesto a anarquistas como protagonistas. Y muy pocas, por no decir ninguna, me han convencido. Desde Pólvora negra de Montero Glez, donde se deforma toda la historia de Mateo Morral y el atentado del 31 de Mayo de 1906, pasando por La hija del Canibal de Rosa Montero, donde un anarquista completamente esquemático tiene un papel no se sabe bien de qué, o El anarquista coronado de adelfas de Manuel Vicent que poco o nada tiene que ver con el anarquismo. Por no hablar del clásico El banquero anarquista de Fernando Pessoa donde la deformación de las ideas libertarias son patentes. Son algunos ejemplos. Y quiero decir antes de nada una cosa. No estoy haciendo una crítica formal a las obras. No soy crítico literario. Hablo de cómo abordan una temática histórica después de decir, alguno de ellos, que se han documentado al respecto.
            En definitiva no tenía intención de leerme la obra de Pablo Martín Sánchez. Y eso que el nombre me era familiar. Sin embargo el libro me lo regalaron. Y al echar un primer vistazo a la obra recordé automáticamente quien era Pablo Martín Sánchez. Uno de los ejecutados por los sucesos de Vera de Bidasoa. O esa era una de la hipótesis porque otras decían que logró escapar del cadalso. Y al leer algunos párrafos de forma lineal de la obra me vino a la mente rápidamente otro libro. Este mucho más antiguo. Y de un autor muy conocido. La familia de Errotacho de Pío Baroja. Perteneciente a la trilogía “La selva oscura” junto con El cabo de las tormentas y Los visionarios, la obra de Baroja aborda los sucesos de Vera de Bidasoa. Una novela que leí hace muchos años y que esta reseñada en esta bitácora en noviembre de 2007 (http://fraternidaduniversal.blogspot.com.es/2007/11/la-familia-de-errotacho.html).
            Todas estas cuestiones ya me animaron a leerme el libro de Pablo Martín. Y tengo que decir que la obra no me ha defraudado. La obra de Pablo Martín esta bien escrita y bien estructurada. Por una parte nos encontramos con la vida de Pablo Martín Sánchez, el anarquista, en el exilio de París durante los primeros momentos de la dictadura de Primo de Rivera. Como éste trabaja en la imprenta La Fraternelle de Sebastian Faure, su contacto con los anarquistas exiliados españoles y franceses (si bien no muy vinculado al principio a las actividades de los mismos), etc. La gran cantidad de personajes que circulan esta parte de la obra. Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Gregorio Jover, Vicente Blasco Ibañez, etc. Junto a ellos el círculo más cercano de Pablo Martín, sobre todo “Robinsón”. Los preparativos de la intentona de Vera de Bidasoa, la participación de los anarquistas, sus contactos con los republicanos, etc., son alguno de los temas que se abordan. Esta parte es quizá la más deudora tanto de la obra de Pío Baroja (sobre todo en lo que se refiere a la propia intentona para acabar con la dictadura y la monarquía), como a las obras de historia y las memorias que sobre todo este periodo y proceso se ha escrito.
            Pero alternando estos capítulos aparece la parte que más me ha gustado de la obra. La propia vida de Pablo Martín Sánchez desde su nacimiento hasta su llegada a Francia. Su infancia al lado de su padre en la provincia de Salamanca, su amistad con Robinsón, su amor por Ángela, su trabajo en la prensa y como corresponsal de la Primera Guerra Mundial, su vinculación al anarquismo militante, etc. Todo enmarcado en el contexto histórico y con muchas anecdotas y aventuras del personaje. Aquí el autor del libro mezcla su imaginación literaria con la historia real del personaje y el contexto.
            No voy a desentrañar o resumir la obra de Pablo Martín Sánchez, el autor. Eso le toca al lector que se quiera aproximar a la obra. Pero si me gustaría destacar algunas cosas.
            Lo primero que el autor se ha preocupado por acercarse a la historia y ser lo más fiel posible a la misma. Algo que es digno de agradecerse viendo precedentes en esta línea. Y demuestra el autor que esto no está reñido con la imaginación y la capacidad literaria que le quieras dar a una obra.
            Lo segundo que con esta obra se demuestra, como con algunas otras como la de Pío Baroja, que la literatura narrativa y la historia no están reñidas. Una novela bien puede ser un instrumento de trabajo para un historiador. Un libro de historia puede servir a un novelista para hacer una obra fidedigna. Repasando numerosos trabajos de investigación histórica podemos comprobar como las novelas muchas veces se toman como fuente. Las novelas de Blasco Ibañez, de Emile Zola, de Maximo Gorki, de Charles Dickens y de algunos otros nos pueden mostrar como era la sociedad del momento. La obra de Pablo Martín Sánchez bien puede inscribirse en esta línea.
            Es por ello que en este libro los casos de esquematización que se ha podido incurrir en algún momento quedan salvado y como cuestión menor. Quizá la figura de Sebastian Faure sale mal parado por su actitud personal. O bien la omisión de personajes que en el exilio de París fueron fundamentales en los debates sobre la incursión de Vera de Bidasoa, como el caso de Mauro Bajatierra Morán. Pero insisto, son cuestiones menores.
            Desde esta bitácora recomiendo profundamente la obra de Pablo Martín Sánchez. Interesante, entretenida, bien escrita, con ritmo, con una trama bien basada y una estructura que engancha. A los que somos simples aficionados a la novela esperamos leer más obras como esta.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

LUGARES DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA

Es importante saber donde se realizaron los actos del horror durante del franquismo. La Dirección General de Seguridad (DGS) fue uno de ellos. Partes de este texto han sido utilizados para el artículo aparecido en el número 206 de Diagonal con el título "El terror de la Dirección General de Seguridad" escrito entre el periodista Tomás Muñoz y el historiador Julián Vadillo

Hay instituciones y lugares que marcan la historia y el pasado. Lugares donde en muchos momentos históricos se produjeron actos delictivos, crímenes contra la humanidad. Lugares que fueron amparados por instituciones y estancias estatales en el momento concreto. En muchos países esos lugares son actualmente lugares de la memoria. Los campos de concentración nazis (Dachau, Mauthausen, Auschwitz, etc.), los gulags soviéticos, los campos de exterminio camboyanos, etc. Sin embargo en otros países a esos lugares les han desdibujado la memoria y han ocultado su pasado oscuro. En el Estado español existen muchos de esos lugares. Y uno de ellos es la antigua Dirección General de Seguridad, hoy sede del gobierno autonómico de Madrid. Situado en la madrileña Puerta del Sol (escenario de tantos momentos históricos y luchas políticas), ocupa toda una manzana entre la Calle Carretas y la Calle Correo. Durante muchos años sus muros fueron testigos de la represión ejercida por la dictadura franquista.

Origen y desarrollo

         La Dirección Nacional de Seguridad fue fundada en octubre de 1886 como dependencia policial del Ministerio de Gobernación. Fundado bajo los auspicios del gobierno liberal-fusionista de Sagasta el primer director de la DGS fue el mariscal Antonio Dabán y Ramírez Arellano. Los distintos gobiernos de la Restauración de Alfonso XII y de Alfonso XIII se dotaron de instrumentos para poder ejercer las tareas de represión contra los distintos movimientos huelguísticos y de oposición que se presentaron. Eran momento donde el movimiento obrero organizado convocó numerosas huelgas. Igualmente fueron momentos de intentonas republicanas a través de movimientos civiles y militares. El gobierno de la Restauración consideró este tipo de movimientos como problemas de orden público para lo cual la DGS fue el instrumento necesario de represión. La DGS fue protagonista de la represión de las huelgas de  inicios de siglo XX o de la Huelga General Revolucionaria de agosto de 1917. Ejercía un control total sobre las reuniones y manifestaciones de las sociedades obreras, que tenían que notificar cualquier tipo de acto o movilización, siendo en última estancia la DGS quien lo aprobaba.
         La característica común de este primer momento que es que sus directores eran militares profesionales. Desde la aprobación de la Ley de Jurisdicciones en 1906 por el gobierno de Segismundo Moret, los militares pasaron a ser protagonistas indiscutibles de la política española. Fue el comienzo de una derechización en el Ejército que remató el franquismo. Durante la dictadura de Primo de Rivera los directores de la DGS ejercieron las tareas de represión contra todos los movimientos de oposición a la dictadura y la monarquía. De este último periodo de la monarquía habría que destacar como director de la DGS a Emilio Mola, que ejerció como tal desde febrero de 1930 hasta abril de 1931. Mola sería después uno de los cerebros del golpe de Estado del 18 de julio.
         La Segunda República trajo algunas variaciones en la DGS. Si bien los militares siguieron controlando el organismo, también hubo momentos donde los civiles vinculados a los partidos políticos de la izquierda tuvieron el control del mismo. Destacan los casos de Ángel Galarza Gago, Manuel Andrés Casaus o José Alonso Mallol. Aun así las tareas de represión contra el movimiento obrero y huelguísticos siguió adelante. Eran numerosos los escritos de anarcosindicalistas que denunciaban la actitud que Galarza tenía contra los trabajadores. Los problemas estructurales de la clase obrera se siguieron considerando un problema de orden público.
         La actuación de la DGS durante la Guerra Civil no dejó de ser polémico. Madrid permaneció leal a la República hasta el final de la contienda. La dirección del organismo correspondió al gobierno republicano. A pesar de que tuvo actuaciones polémicas (cosa de Paracuellos del Jarama), lo cierto es que la reestructuración de la justicia en la retaguardia republicana, impulsada sobre todo por el ministro anarquista Juan García Oliver, sirvió para que la represión fuese controlada. Igualmente el control de la DGS estuvo básicamente en manos de civiles. Solo dos militares estuvieron al frente del organismo durante la Guerra Civil y en espacios muy cortos de tiempo.
         El final de la guerra inauguró un nuevo momento de la DGS donde la maquinaria represiva franquista tuvo su mejor escenario.

Unas dependencias al servicio del franquismo

         El periodo más oscuros de este organismo fue la dictadura franquista. Nada más acabar la guerra fue nombrado director el militar José Ungría Jiménez, que duró muy poco en el cargo. Le sustituyó José Finat y Escrivá Romaní, Conde de Mayalde. La característica de este integrante de Falange fue sus simpatias por la Alemania nazi. Como dice Josep Fontana: Era el conde de Mayalde un hombre con las manos manchadas de sangre que, como director general de Seguridad, había invitado en 1940 a Heinrich Himmler para que visitara Madrid, con el fin de establecer formas de colaboración con la Gestapo. Finat elaboró al frente de la DGS todo un censo de judios para poder deportar a los campos de exterminio nazis. Y es que una de las reclamaciones que los nazis hacian a España era ese censo de judíos. Hasta 6000 fueron censados en el llamado Archivo Judaíco (mucho de ellos judíos chuetas). El fanatismo de Finat le llevó a ser nombrado Embajador en Alemania una vez que cesó como director general de Seguridad. Fue posteriormente alcalde de Madrid entre 1952 y 1965, falleciendo el 30 de mayo de 1995. Hoy en Madrid todavía se conserva la calle Alcalde Conde de Mayalde en el distrito de Hortaleza.
         Pero quizá del periodo franquista el director de la DGS más trascendental fue Carlos Arias Navarro. Sus actuaciones durante la Guerra Civil ya marcaban su impronta. Conocido como el carnicero de Málaga, Arias Navarro estuvo al frente de la DGS entre junio de 1957 y febrero de 1965, cuando fue nombrado alcalde de Madrid. Fueron momento duros para la oposición antifranquista. Al frente del Tribunal especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo (rebautizado con diversos nombres durante la dictadura) estaba la siniestra figura de Enrique Eymar.  Bajo la dirección de Arias Navarro se produjeron dos de los hechos más destacables de la DGS. La muerte del comunista Julián Grimau y de los anarquistas Francisco Granado y Joaquín Delgado. En este momento tiene mucha importancia también el ministerio de Camilo Alonso Vega, que actuó con Arias Navarro para ejercer la represión, tortura, carcel y ejecución de numerosos militantes antifranquistas.
         Tras su paso por la alcaldía de Madrid, Arías Navarro alcanzó la presidencia del gobierno tras la muerte de Carrero Blanco en diciembre de 1973. Con Franco muerto, Arias fue ratificado como presidente por Juan Carlos I y en las primeras elecciones de 1977 se presentó en las listas de Alianza Popular junto a Manuel Fraga. Murió en 1989. En el año 2010 el Ayuntamiento de Madrid le rindió un homenaje y puso a un parque en el barrio de Aluche el nombre de Carlos Arias Navarro.
         La DGS actuó como aparato represor durante toda la dictadura. Lo curioso es que tras la muerte de Franco siguió dirigida por militares y falangistas. En diciembre de 1975 tomó el cargo de director el militar franquista Víctor Castro Sanmartín. Y entre julio de 1976 y mayo de 1979 el cargo lo tuvieron los falangistas Emilio Rodríguez Román y Mariano Nicolás García.

Los casos de Centeno, Grimau y Granados y Delgados

 
Si bien son muchas las historias y las torturas que se produjeron entre los muros de la DGS, destacaremos tres por su trascendencia. La primera la del militante del PSOE Tomas Centeno Sierra. Su trayectoria en el socialismo era muy dilatada. En 1953 Centeno fue detenido por la Brigada Político-Social. Fue torturado hasta la muerte en los sótanos de la DGS. Posteriormente las autoridades franquistas dijeron que Centeno se había suicidado en su calabozo. Era director de la DGS el militar Rafael Hierro Benítez.
       
El caso de Grimau tiene una conexión directa con la Guerra Civil. Integrante del PCE, Julián Grimau fue delatado y detenido en 1962. Juzgado por supuestos delitos nunca probados durante la Guerra Civil por un tribunal militar, fue condenado a muerte. Previamente había sido torturado en las dependencia de la DGS.

         El caso de Granados y Delgado pasa a la historia por ser un juicio express durante el franquismo. Integrantes de las Juventudes Libertarias, se desplazaron a España con la intención de asesinar a Franco. No consiguiendo su objetivo fueron detenidos y torturados por acusaciones falsas en los sótanos de la DGS. Juzgados en agosto de 1963 fueron ejecutados apenas 10 días después de la sentencia a garrote vil en la cárcel de Carabanchel.



¿Desaparición?

         En 1986 la DGS fue disuelta y se integró en una secretaria, la actual Secretaria de Estado de Seguridad.
         Hoy el edificio es la sede del gobierno de la Comunidad de Madrid. En ningún lugar del mismo se encuentra ningún recordatorio u homenaje a los que fueron torturados y asesinados entre sus muros. Sin embargo muchas calles de Madrid y espacios públicos tiene los nombres de los torturadores. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

LA MEMORIA SEPULTADA EN BARCONES

Artículo aparecido en el último número del periódico CNT a propósito de la exhumación de la fosa del pueblo soriano de Barcones. Un merecido homenaje a Arsenio Martínez

Barcones es un pequeño pueblo de la provincia de Soria, muy cerca de Guadalajara. Sus alrededores son realmente hermosos. Apenas cuenta con más de 500 vecinos. Si visitas sus calles o su entorno nunca podrías imaginar que el horror se instaló allí en 1936, cuando estalló una Guerra Civil que nunca existió en esa zona. Porque si de algo fue testigo Barcones no fue de combates sino de la represión pura y dura de los franquistas.
A las afueras del pueblo, entre Barcones y la provincia de Guadalajara, hay varios terrenos de labranza. En uno de ellos, perteneciente a un antiguo alcalde franquista, se había 10 cadáveres. ¿Quiénes eran? Eran seis republicanos y cuatro anarquistas que fueron fusilados el 14 de agosto de 1936. Sacados de la cárcel de Burgo de Osma (a apenas 30 kilómetros de la zona) fueron llevados hasta allí y ejecutados. Fueron enterrados en dos fosas distintas. En uno los seis republicanos, todos de San Esteban de Gormaz. En otra los cuatro anarquistas que se negaron a confesar. Allí han estado sepultados durante 77 años. Allí estuvo la memoria bajo tierra.
Pero a pesar de los años que han pasado, de las penalidades que el franquismo impuso a las familias y de los intentos de olvido que el actual sistema estableció tras los pactos de silencio de la Transición, hay quien no quiso olvidar. Y no quisieron olvidar porque recordar y restablecer la verdad es el mejor ejercicio que se puede hacer. Los familiares de los que allí estaban no han olvidado. Las asociaciones memorialistas no han olvidado. Las organizaciones a las que pertenecían los fusilados no han olvidado. Esta conjugación ha posibilitado rescatar la verdad en Barcones.
Gracias a la Fundación Aranzadi, que ha realizado un trabajo de terreno impecable, a la capacidad de trabajo de Iván Aparicio García, presidente de la Asociación Soriana Recuerdo y Dignidad, y al tesón de algunos familiares se han podido recuperar a algunos de los fusilados. Los días 19, 20 y 21 de julio comenzaron las tareas de excavación y localización de las fosas. Los primeros en aparecer fueron los seis de San Esteban de Gormaz. En posición de fila de tres y unos encima de otros. Una imagen terrible. Una muestra de lo que fue la represión y el genocidio del franquismo. Ese sistema que para algunos era algo plácido donde poder vivir, pero que sepultó bajo tierra a miles de españoles, a otros los condenó al exilio y a otros al ostracismo.
Las tareas siguieron pero la fosa con los cuatro anarquistas no apareció. Tras los trabajos realizados durante todo el día el sábado y la mañana del domingo fue imposible dar con ellos. Se cavó en la zona donde un testigo presencial vio los asesinatos. Pero no aparecieron. Quizá en otra zona alrededor de donde se cavó estén. Familiares y asociaciones de memoria van a volver en breve para rescatar los cuerpos de los cuatro libertarios.

Los anarquistas de Barcones. Arsenio Martínez

Soria fue un enclave importante del movimiento libertario. La línea férrea que llegaba hasta Aranda de Duero era zona de influencia de la CNT. Así lo atestigua los datos que de esa zona se extrajeron del Congreso de Zaragoza de mayo de 1936. Según los datos de dicho congreso rescatados por Juan Pablo Calero en el trabajo “Vísperas de la revolución. El congreso
de la CNT (1936)”, había 140 afiliados en Arcos de Jalón y 403 en Soria capital. Entre esos 403 se encontraba la figura de Arsenio Martínez. Arsenio fue, con toda probabilidad, la figura más representativa del anarcosindicalismo soriano. Chófer de profesión, Arsenio Martínez pertenecía a esa clase de anarquistas autodidactas que adquirieron una enorme cultura haciéndose una referencia no solo política sino social y cultural. Recorría varias pueblos de la zona soriana, bajaba a la vecina Guadalajara para intervenir en mítines. Pero su militancia no se centraba solo en la CNT. También fue integrante del grupo anarquista “Los Intransigentes” de la FAI, junto a González Inestal, Benigno Mancebo o Lorenzo Íñigo. Una figura así no podía pasar desapercibida. Era integrante de un anarquismo humanista muy cercano a la figura de Melchor Rodríguez, al que conoció en el Madrid republicano como militantes faistas. Colaboró en varios periódicos de la época, entre ellos El Trabajo de Soria.
Cuando se perpetró el golpe de Estado contra la República, Arsenio Martínez acudió hasta el Gobierno Civil para pedir armas al pueblo. Sus peticiones no fueron aceptadas. Y con ellas el desastre para el movimiento obrero en Soria así como para la propia República. Fue detenido y condenado a muerte. Los reaccionarios no podían pasar la ocasión de eliminar a una de las figuras más prestigiosas del obrerismo soriano. Según el libro La represión en Soria durante la Guerra Civil (escrito en 1982 por Gregorio Herrera Balsa y Antonio Hernández García) tuvo un discurso ante su pelotón de fusilamiento como perdonando lo que iban a hacer contra él y sus compañeros. Más cercano a la leyenda que a la realidad es probable que Arsenio Martínez diera un discurso de despedida manteniendo intacta su posición anarquista.
Han pasado 77 años de su ejecución y la de sus compañeros. Hoy estamos a punto de recuperar su cadáver para rescatar su memoria. Por deseo de la familia y particularmente Miguel Romera (su sobrino-nieto), la Confederación Nacional del Trabajo de Guadalajara les hizo entrega de una bandera para que cuando aparezca su cuerpo pueda ser enterrado en los colores por los que luchó. Los colores del anarquismo. La bandera de la clase obrera. Así se hizo y así lo hubiese querido él mismo.
La memoria libertaria 77 años después ha sido rescatada en Barcones.

Julián Vadillo Muñoz

viernes, 6 de septiembre de 2013

MONUMENTO A UNA COLUMNA FRANQUISTA

El 30 de marzo de 1939 tomaba la ciudad de Alcalá de Henares la columna Sagardía. Con ello se ponía fin a la resistencia de la ciudad durante casi tres años de Guerra Civil. La fuerzas revolucionarias y leales a la República le tocaba el camino del exilio, la cárcel, la clandestinidad o los paredones de fusilamiento. La primera medida que tomaron las nuevas autoridades complutenses ese mismo día fue realizar una misa en la Plaza de Cervantes. Terminó la contienda y empezó la victoria en una ciudad que fue conocida como “Alcalá la roja”.
¿Pero quién era Sagardía? ¿Quién dirigía esa columna que puso fin a la República en Alcalá de Henares en 1939?
Antonio Sagardía Ramos fue uno de esos militares que el 18 de julio de 1936 se sublevó contra la República apoyando el plan trazado por Mola. Su animadversión a la República venía al haber sido uno de los militares que le afectó la Ley Azaña siendo comandante. Zaragozano de nacimiento provenía de una familia de antiguos hidalgos de origen navarro. Tras su retirada forzosa salió para Francia y estuvo allí residiendo hasta el golpe de Estado y su unión a los militares golpista.
Con la guerra en marcha creó una columna de voluntarios que actuó en el norte de Burgos, en el límite entre esta provincia y Cantabria. La composición de la Columna Sagardía era básicamente jóvenes falangistas. Sus actuación fue importante en la Loras de la zona, en el puerto del Escudo, Valle de Sedano, etc, en coordinación con otros militares golpistas de la zona como el comandante Luis Moliner o el teniente-general Gerardo Mayoral. La represión en la zona fue realmente cruel. En esa zona norte de Burgos se recuerda los fusilamientos en el kilómetro 14 de la carretera de Covanera o las ejecuciones en la Torca Palomera de Mozuelos de Sedano. La gran mayoría de la represión de la zona contó con la participación de la Columna Sagardía.
Posteriormente Sagardía se desplazó con sus fuerzas hacía Cataluña. En abril de 1938 alcanza la comarca de Pallars Sobirá. Y todas las prácticas que había ejercido en el norte de Burgos las traslada a la zona. Su pretensión fue muy clara: “Fusilaré a 10 catalanes por cada muerto de mi guardia”. La represión se cebó con la población. Numerosos militantes de organizaciones de izquierdas y sindicales fueron ejecutados de forma arbitraria por los integrantes de las fuerzas de Sagardía. En el pueblo de Sort se ejecutó sin juicio y de forma completamente arbitraria a 67 personas, entre ellas mujeres, ninos y ancianos. Fueron conocidos como “Los santos inocentes del 38”. La crueldad de las tropas de Sagardía aun es recordada en la zona. De hecho muchas fosas de la zona aun no han sido localizadas.
Al finalizar la Guerra Civil, Sagardía fue uno de los militares condecorados y declarado héroe de la patria. Alcanzó el puesto de Inspector General de la Policía Armada y de Tránsito, así como Gobernador Militar en Cartagena. Murió en Madrid el 16 de enero de 1962.
Las actuaciones de Sagardía y de los integrantes de su columna son crímenes contra la humanidad. Sin embargo en la carretera N-623 que une Burgos con Santander, a la altura del pueblo Cilleruelo de Bricia (Burgos), hay un mastodóntico monumento en homenaje a las fuerzas de Sagardía. Este verano me desplacé hasta el lugar para visitarlo. Deteriorado por el paso del tiempo y por agentes humanos, es un monumento compuesto por un gran bloque de mármol emulando un águila, una lápida conmemorativa en el suelo y dos columnas que dan entrada al mismo. No pasa desapercibido cuando pasas con el coche. En los laterales del monumentos una sucesión de repetición del “PRESENTE, PRESENTE, PRESENTE”.


Estamos pues ante un monumento público de homenaje a Sagardía y los integrantes de su columna que ejercieron la peor de las represiones en las zonas donde actuaron. Es una de las características de España que le diferencia de los países de su entorno. Aquí los vencedores de la Guerra Civil todavía tienen sus espacios de sociabilidad y los monumentos de su victoria. Cosa que en países como Francia o Alemania no ocurre. La insuficiente Ley de Memoria Histórica tendría que ser suficiente como para hacer desaparecer un monumento de homenaje a comprobados criminales de guerra. Sin embargo no se ejerce ningún tipo de actuación. Muy por el contrario se ampara en decir que es parte de la historia y que es una forma de recordarla. La historia se puede recordar de muchas maneras y no precisamente a través de monumentos mastodónticos de homenajes a tropas criminales. ¿Hacemos un monumento en Auschwitz en homenaje a las SS que ejecutaron de forma a impune? Todos diríamos que no. Y más teniendo en cuenta que a pocos kilometros donde esta el monumento a la Columna Sagardía hay lugares como la Torca Palomera donde fueron arrojados (algunos con vida) decenas de militantes e integrantes de las organizaciones sindicales y políticas y no hay ninguna placa conmemorativa de nada. Un ejemplo del origen de nuestro propio sistema y como todavía siguen existiendo vencedores y vencidos.

jueves, 29 de agosto de 2013

EL MITO BOLCHEVIQUE. UNA CRÍTICA LIBERTARIA AL BOLCHEVISMO

Breve reseña sobre el libro de Alexander Berkman El mito bolchevique. En el número 204 de Diagonal está en una versión reducida.

Muchas son las revoluciones que han marcado el devenir social. Desde la Revolución neolítica hasta la Revolución francesa de 1789 o las revoluciones demoliberales del siglo XIX. Pero quizá, por la profundidad de la transformación social más reciente, sean la Comuna de París de 1871, la Revolución rusa (en toda su extensión) y la Revolución española de 1936 las más relevantes en la actualidad.
La Revolución rusa significó una ruptura de los moldes que la sociedad liberal venía imponiendo. Con el antecedente de la Comuna de París, los revolucionarios rusos en un periodo muy dilatado de tiempo (la Revolución hunde sus raíces en los movimientos revolucionarios del siglo XIX y en el precedente de la Revolución de 1905) consiguieron derrocar las anquilosadas estructuras del zarismo y desarrollar una sociedad distinta. Los ricos debates que generó la Revolución rusa hizo poner en liza todas las tendencias revolucionarias del momento, desde el marxismo hasta el anarquismo, muy influyentes en todo el proceso.
Sin embargo dos factores vinieron a frenar el proceso revolucionario. Por una parte la actitud que las potencias capitalistas tuvieron ante la Revolución. En muchos países de Europa y América existían poderosos movimientos obreros que vieron con esperanzas el proceso ruso. La represión cayó sobre ellos y las propias potencias establecieron un cordón sanitario para aislar a la Rusia revolucionaria dotando de equipamiento y apoyo a las fuerzas blancas partidarias de la contrarrevolución. Esto diezmó a la población rusa. Por otra parte las fisuras entre los propios revolucionarios en el interior posibilitaron que los bolcheviques (nacidos en el seno del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) se hiciesen con el control de la situación e iniciase una dura represión contra los propios revolucionarios.
Alexander Berkman era uno de esos revolucionarios que se había forjado fuera de su país. Nacido en el antiguo Imperio Ruso (en Vilna, actual Lituania) desarrolló sus posiciones políticas en EEUU acercándose al anarquismo. Fue encarcelado tras intentar asesinar al patrón Henry Frick por las actividades antiobreras de éste. Compañero de Emma Goldman fue autor de una amplia bibliografía (destaquemos El ABC del comunismo libertario) Tras la Revolución rusa y el acoso y represión que el gobierno de Woodrow Wilson realizó contra el movimiento obrero fue expulsado a Rusia. Esperanzado, como muchos otros, de los progresos de la Revolución, paulatinamente se fue dando cuenta que el desarrollo revolucionario no discurría por los parámetros que esperaban. A pesar del respeto que siempre le profesaron los bolcheviques, la represión a los marinos de Kronstadt hizo que tanto Berkman como Goldman rompiesen su colaboración con la Rusia soviética y se exiliasen a Francia.
Esto es lo que nos relata El mito bolchevique. Un repaso de las vivencias de Berkman en su periplo desde que salió de EEUU hasta la represión de Kronstadt. Un libro de imprescindible lectura. Lejos de la imagen sintética que siempre se ha trasmitido de la Revolución rusa Berkman nos lleva a la complejidad de la misma. Un acierto de LaMalastesta editorial que da a conocer por primera vez en el Estado español el libro traducido directamente del inglés.


 Julián Vadillo