lunes, 19 de junio de 2017

EL CAMINO DEL PUTCH DE 1937

Artículo publicado en el número 90 de la revista Libre Pensamiento dentro del dossier "Enseñanzas vivas de mayo de 1937"

Resumen

            Las disputas que se generaron en el interior de la retaguardia republicana, si bien no fueron determinantes para el resultado final de la guerra, si supusieron un punto de inflexión entre las distintas fuerzas antifascistas. Los Hechos de Mayo de 1937 fueron una muestra de esos conflictos. Sin embargo, la historiografía tradicional en diferentes vertientes ha dado lecturas muy dispares de unos acontecimientos que no dejan de ser importantes para entender la correlación de fuerzas en la retaguardia republicana. Las deferentes aristas del conflicto muestra la complejidad de un proceso que tenía, como fin último entre las organizaciones antifascistas más poderosas, el control del movimiento obrero.

La difícil correlación de fuerzas

            Cuando el 18 de julio de 1936 un grupo de militares se sublevó contra la legalidad de la República española dando pasó a una Guerra Civil, las posiciones de la izquierda política estaba muy fragmentada. A pesar de la conformación del Frente Popular, los objetivos de los distintos sectores de la izquierda, ya fuese moderada o revolucionaria, estaban muy divididos. Desde las posiciones de los republicanos liberales, representados por Izquierda Republicana y Unión Republicana, hasta los socialistas del PSOE y la UGT. Curiosamente, las fuerzas que afrontan con mayor grado de unidad el envite presentado por los golpistas, fueron aquellas que rivalizarían durante el conflicto por la influencia y control del movimiento obrero: los comunistas del PCE y el movimiento libertario representado por la CNT y la FAI.
            Los libertarios, que habían discurrido la Segunda República con debates internos y momentos de flujo y reflujo, celebraron un congreso en mayo de 1936, donde sacaron tres grandes acuerdos:
  1. La reintegración de los sindicatos de oposición. Los sindicatos que habían salido de la CNT (los treintistas) y habían constituido la Federación Sindicalista Libertaria, retornaron a la CNT en ese congreso. Por ello se conoció como el Congreso de Reunificación
  2. La valoración realizada por el movimiento libertario de las actividades desarrolladas durante el primer bienio, llevaron a la conclusión de que el enfrentamiento directo con el capitalismo era inviable si no venía precedido por una alianza revolucionaria con la otra gran organización sindical, la UGT. Por ello en el congreso se aprobó instar a la UGT a la firma de una alianza revolucionaria que preparé el futuro socialista del país.
  3. En tercer lugar, el congreso aprobó el concepto confederal del comunismo libertario, siempre como un ejemplo de futuro revolucionario pero nunca como un programa cerrado, cuestiones muy alejadas del modelo libertario de organización. Además no todas las voces apoyaron dicho concepto (ya planteado y aprobado en el interior de la FAI por el escrito de Isaac Puente en 1933). José Peirats lo consideró excesivamente rural para un mundo que se estaba industrializando.
            Sin embargo, entre los debates que el movimiento libertario planteó hubo uno que no se abordó en el congreso. En caso de un estallido revolucionario, ¿cómo tiene que ser la correlación de fuerzas con aquellas tendencias que no piensen como el movimiento libertario? Esta cuestión sería nodal en desarrollo posterior.

            El recorrido del Partido Comunista fue más azaroso, teniendo en cuenta que era un partido sin apenas raíz histórica en el movimiento obrero y que se vio eclipsado en los años republicanos con la pujanza de libertarios y socialistas. Aun así, su cambio de estrategia a partir de 1932-1933 (había recibido a la República con el grito de « ¡Abajo la República burguesa! ¡Vivan los soviets! ») comenzó a dar sus frutos. Su estrategia fue intentar hacerse un hueco en el panorama político español. Las uniones por la base, la integración de la CGTU en la UGT, sus intentos de unificación con el Partido Socialista, la unión de la UJCE y la FNJS en 1936 dando lugar a las JSU o la fundación en Cataluña del PSUC como resultado de la unión de diversos partidos socialistas y comunistas en la zona. Los resultados se notaron pronto a nivel electoral. En noviembre de 1933 alcanzaron el primer diputado en la persona de Cayetano Bolívar y en febrero de 1936, con la victoria del Frente Popular, tenían ya 16 diputados. Aun así su fuerza respecto a socialistas y anarquistas seguía siendo inferior. Fue durante la Guerra Civil cuando los comunistas adquirieron una influencia que les convirtió, dentro del campo republicano, en el principal rival de socialistas y libertarios.

El inicio de la Guerra. La toma de posiciones

            No cabe ninguna duda que el golpe del 18 de julio supuso para el gobierno de Casares Quiroga un desbordamiento que lo anuló completamente. Su cese, la llegada primero de Martínez Barrio y posteriormente de José Giral, no fue suficiente para frenar el desborde que supuso el golpe contra el gobierno republicano. Las fuerzas obreras llevaban avisando de un golpe de Estado meses atrás y los anarquistas hicieron llamamientos a organizarse contra el fascismo. Barcelona, Valencia, Madrid, etc., fueron protagonistas de cómo los trabajadores afiliados a los organizaciones obreras frenaron un golpe de Estado que en otros lugares triunfó, partiendo el territorio español e iniciándose una guerra civil. Pero aparejada a esa guerra civil se fue desarrollando un proceso revolucionario que llevó a los trabajadores y a las organizaciones sindicales a tomar el control de la economía. En diversos lugares fueron surgiendo comités que sustituyeron la autoridad del gobierno. Comités de carácter económico que puso en marcha la producción y gestionó, por intermediación directa de los trabajadores, las fábricas y el campo. Frente a un Ejército que había sido licenciado, los organismos obreros constituyeron milicias que, en cooperación con militares que se habían mantenido leales a la República, se lanzaron al combate contra el ejército sublevado. El golpe de Estado, desatado según sus promotores para evitar una inexistente “revolución” en España, sirvió, precisamente, para iniciar un movimiento revolucionario en el que muchos trabajadores confiaban desde hacía mucho tiempo.
            Sin embargo, la situación de las fuerzas era distinta según la zona. Aquí cae uno de los mitos de la Guerra Civil y de la revolución que estalló. Juan García Oliver en El eco de los pasos habla de un “a por el todo”, que la CNT perfectamente podía haber realizado en Cataluña, zona donde era hegemónica. Los poderes de la República habían quedado a merced de los anarquistas. Sin embargo, el movimiento libertario valoró tres cosas en aquellos momentos.
  1. En primer lugar, la CNT no era una organización vanguardista, como lo era los partidos políticos de carácter marxista. Su objetivo no era la toma del poder sino la destrucción del mismo. Ir “a por el todo” habría roto el posicionamiento antiautoritario de la CNT desde su nacimiento.
  2. Los anarquistas valoraron que en aquel momento lo importante era no solo mantener las conquistas revolucionarias de los trabajadores, sino vencer a unos militares y unos apoyos civiles de la sublevación que querían instaurar un régimen diametralmente opuesto al que los anarquistas planteaban. Por eso promovieron la creación del Comité de Milicias Antifascistas con el apoyo de todas las fuerzas.
  3. Los libertarios eran conscientes que en Cataluña, en amplias zonas de Aragón, en la zona valenciana y zonas de Andalucía eran hegemónicos. ¿Pero que sucederían en los lugares que no eran? ¿Qué pasaría si en Cataluña implantan por su fuerza el comunismo libertario y en Madrid o País Vasco no lo pueden conseguir? Aquí entran dos cuestiones. La UGT no llegó a debatir el acuerdo que la CNT le había propuesto en mayo de 1936 al igual que la correlación de fuerzas eran el punto débil del anarquismo en ese momento. Ante cualquier tipo de duda, el movimiento libertario decidió colaborar para vencer a los sublevados y consolidar un proceso revolucionario del que se sentían protagonistas.

La entrada en el gobierno

            Sin embargo los frentes se habían consolidado. La idea de aplastamiento rápido de las fuerzas sublevadas se había tornado en una guerra de posiciones. Y mientras a la España sublevada la apoyaba la Alemania nazi y la Italia fascista, la República se encontraba sola frente a un enemigo que cada vez era más superior. Entre septiembre y octubre fue cuando se comenzó a conformar el apoyo de México y la URSS a la República para volver a equilibrar las fuerzas. Pero Reino Unido y Francia se mantuvieron dentro de una “no intervención” que estaba condenado a la República.
            Y aunque la revolución continuaba en el campo y la ciudad fueron los propios organismos obreros lo que comenzaron a reorganizar y reestructurar el caos generado en los primeros días de la Guerra. Es en este momento cuando el movimiento libertario comienza a pergeñar la idea de intervenir en los asuntos políticos. Hasta ese momento la CNT y la FAI habían colaborado en diversos organismos pero no tenían representación en ninguna estancia del gobierno. Un Pleno Nacional aprobó la idea de proponer la creación de un Consejo Nacional de Defensa conformado, mayoritariamente, por las organizaciones sindicales, manteniendo a Manuel Azaña como presidente de la República. Ese Consejo asumiría las tareas de gobierno. La cuestión no fue aceptada por el entonces primer ministro Francisco Largo Caballero, que había sido aupado a la presidencia del gobierno en septiembre de 1936.
            El fracaso de la propuesta del Consejo, llevó a los anarquistas a replantearse su situación y asumieron las tareas de gobierno en todos sus puntos. Primeramente accedieron al gobierno de la Generalitat en Cataluña y posteriormente, en noviembre de 1936, acceden con cuatro ministerios al gobierno de Largo Caballero. Es un momento en que se comenzó a replantear muchas cuestiones. Muchas de las patrullas de control pasaron a engrosar las filas de los cuerpos de seguridad de la República. Las milicias obreras fueron paulatinamente militarizadas y pasaron a formar parte del Ejército Popular de la República. Solo una pequeña parte de esas milicias protestaron por tal circunstancias. Los viejos ayuntamiento fueron reconvertidos en Consejos Municipales. Y a ellos accedieron los libertarios desde el primer momento. Incluso promocionaron un gobierno autónomo en Aragón: el Consejo de Aragón.
            Se hace muy difícil mantener la posición de un movimiento manipulado por unas élites “traidoras” que le llevaron a la colaboración. Hasta en el pueblo más pequeño, el movimiento libertario tuvo participación en las instituciones republicanas.
            Pero no fue una colaboración sin más. Los anarquistas tenían claro que el objetivo era la derrota de los sublevados. Y también intentar mantener su posición dentro del movimiento obrero. Porque los libertarios veían como el Partido Comunista, uno de sus principales rivales en ese campo, comenzaba a avanzar. El PCE, una vez que se estabilizó la zona republicana, pudo comprobar como el republicanismo histórico había quedado mermado. Por ello el PCE intentó y consiguió ocupar ese espacio político. Se presentó en la opinión pública antifascista como el partido del orden frente a los “desmanes”. Y bien es cierto que existía en España una clase burguesa que temía el desarrollo revolucionario que libertarios y parte de los socialistas estaba defendiendo. Por ello el PCE ocupó ese espacio, rivalizando con la CNT al constituir estructuras como el GEPCI (Gremios y Entidades de Pequeños Comerciantes e Industriales) o haciéndose con el control de la UGT, como fue el caso de Cataluña.
            Pero al igual que se hizo con el entorno de ese espacio político, el PCE no renunció en ningún momento a intentar hacerse con el control del movimiento obrero. Por ello rivalizó también con la CNT, en un entorno que le era más ajeno y no donde no se movió con la misma soltura. Ese combate también se vio favorecido por la existencia de un socialismo dividido, entre aquellos que eran más favorables al desarrollo revolucionario (como los caballeristas) y los que no contemplaban esa posibilidad y se convirtieron en “aliados” de los comunistas (como los prietistas)
            A pesar de esa colaboración gubernamental, los libertarios no renunciaron a las conquistas revolucionarias. Y allí chocaron con los comunistas incluso dentro del gobierno. Mientras Juan Peiró, Ministro de Industria, intentó desarrollar medidas que favoreciesen el control obrero, las medidas adoptadas por el Ministerio de Hacienda de Juan Negrín aprobaban medidas que favorecían lo contrario. Mientras los sindicatos obreros impulsaban las colectividades agrarias y el Consejo de Aragón se hacía defensora de las mismas, el Ministerio de Agricultura en manos del comunista Vicente Uribe intentaba emitir medidas que favoreciese a los pequeños propietarios y cercenase el colectivismo tal como lo entendían los anarquistas.
            Fueron enfrentamientos no solo dialécticos y políticos sino también físicos, pues en algunos pueblos de la retaguardia republicana, los enfrentamientos de posturas llevaron a provocar muertes que si bien no fueron determinantes para la derrota de 1939 si que socavaron las aspiraciones del antifascismo. El punto de inflexión fueron los sucesos de mayo de 1937

Anarquistas, estalinistas, poumistas y “trotskistas” en mayo de 1937

            A pesar de que la mayoría del movimiento anarquista caminó de la mano de las decisiones adoptadas durante la Guerra, aunque ello significase una contradicción con algunos de sus principios, existieron algunos sectores y grupos que fueron muy críticos con las decisiones adoptadas y acusaron a la CNT de caer en un burocratismo que le iba a costar caro. En este sector se situaron parte de las Juventudes Libertarias y sectores de la CNT-FAI que constituyeron grupos como “Los Amigos de Durruti”. Fueron segmentos libertarios que estuvieron concentrados mayoritariamente en Cataluña.
            Los Amigos de Durruti habían nacido como grupo en marzo de 1937. Algunos de sus integrantes eran antiguos milicianos de la Columna Durruti que se habían opuesto a la militarización. Entre sus integrantes se encontraba la figura de Jaime Balius así como las Félix Martínez y Pablo Ruiz. Balius, formado en su origen el nacionalismo catalán, pasó posteriormente al BOC (Bloque Obrero y Campesino) para recalar finalmente en la CNT y en la FAI. El grupo Los Amigos de Durruti realizaron unas duras críticas ante lo que consideraban “el burocratismo de los comités de la CNT”. Desde su fundación, Los Amigos de Durruti se manifestaron tanto por sus mítines como en sus manifiestos y periódicos (como su portavoz El Amigo del Pueblo, emulando el título del periódico de los jacobinos durante la Revolución francesa) por mantener la línea revolucionaria iniciada el 19 de julio de 1936. Por ello condenaron el colaboracionismo iniciado por la CNT y la FAI. Pero aunque durante las jornadas de mayo de 1937 la actividad y protagonismo de Los Amigos de Durruti fue importante, lo cierto es que sus efectivos no pasaron de 5000, lo que le convierte en una minúscula porción de la poderosa CNT en Cataluña. Los Amigos de Durruti no fueron sino un pequeño grupo en aquella batalla, cuyas ideas no respondían a la sensibilidad mayoritaria del movimiento libertario. Además, su programa de acción le valió la desautorización por parte de los comités de la CNT y de la FAI, así como un alejamiento de las Juventudes Libertarias. La petición de una Junta Revolucionaria junto al POUM, que actuase a manera de organismo político, recordaba mucho más al plataformismo de Archinov tras la derrota anarquista en la Revolución rusa, que a la trayectoria que había mantenido el movimiento libertario hasta la Guerra Civil española.
            Durante las jornadas de mayo de 1937 la posición de Los amigos de Durruti se vio reforzada por el apoyo que recibió de numerosos integrantes del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista). Nacido en 1935 por la fusión de Izquierda Comunista de Andreu Nin y del BOC de Joaquín Maurín, el POUM se presentó a la opinión pública como el representante de un marxismo alejado de la órbita de Moscú y principal rival del PCE o el PSUC. Alcanzó un diputado a través de Joaquín Maurín en las elecciones de febrero de 1936 integrado en la coalición de partidos de izquierdas. Sin embargo su antiestalinismo militante le valió la rivalidad y enemistad con el Partido Comunista y con el recién creado Partido Socialista Unificado de Cataluña (creado por la fusión del Partido Proletario Catalán - escisión de Esquerra Republicana de Cataluña - , Unión Socialista de Cataluña, el PSOE y el PCE). Una enemistad que llevó a un enfrentamiento directo y que terminó con la liquidación política del POUM tras las jornadas de mayo de 1937.
            Aunque el POUM fue injustamente calificado de trotskista, no por ello deja de ser real la existencia de estos grupos en Barcelona, que no pasaban de cincuenta militantes. En el momento de los acontecimientos en Barcelona existían dos grupos trotskista que eran rivales entre si: La voz leninista y El soviet. El primero estaba reconocido por Trotsky y tenía como principales líderes a Manuel Fernández-Grandizo Martínez (más conocido como Grandizo Munis y autor del libro Jalones de derrota, promesas de victoria), el poeta surrealista Benjamín Peret y el polaco “Moulin”. El segundo, aun reclamando a Trotsky, no reconocía al secretariado pro IV Internacional. Estaba subvencionado por el Partido Comunista Internacional de los disidentes Raymond Molinier y Pierre Frank. El principal animador de este grupo fue Nicola di Bartolomeo, alias “Fosco”, asentado en Barcelona desde mayo de 1936 y que colaboró con el POUM aunque nunca se afilió. La incidencia de los grupos trotskistas fue nimia y, como se puede comprobar, la mayoría de ellos eran extranjeros.
            Sn embargo, en la mayoría de las ocasiones, las numerosas historias que se han escrito alrededor de los sucesos de mayo de 1937 toman a muchos de estos grupos como la generalidad en el interior de las luchas. Sin embargo la realidad es muy otra. Meter en un mismo conjunto de análisis los conflictos que tiene los comunistas con libertarios y poumistas es un error y una simplificación de los acontecimientos.

Los sucesos de mayo. Las conclusiones del mismo

            El conflicto que se desata en el interior de la retaguardia republicana en Barcelona tenía precedentes desde el inicio de 1937. Los sucesos de La Fatarella, la sustracción de tanques a la CNT encontrados en cuarteles del PSUC, asesinatos selectivos de psuquistas y anarquistas en los meses previos, disposiciones como la disolución de las patrullas de control en marzo de 1937 que generó conflictos internos entre organizaciones, etc.
            Todo un cúmulo de circunstancias retratadas en numerosas monografías al respecto. Cuando el 3 de mayo toman parte del edificio de la Telefónica, fue el detonante del estallido de un conflicto interno y de unas batallas en las calles de Barcelona que tuvo como resultado numerosos muertos y heridos, la laminación del POUM como partido en la zona republicana, la perdida de influencia de la CNT y de la FAI en algunos sectores y el inicio de una crisis de gobierno que acabó con la caída de Largo Caballero y el ascenso de Juan Negrín a la presidencia del gobierno republicano.
            No hay que olvidar que entre las víctimas mortales de los sucesos de mayo de Barcelona se encontraban personalidades de primer orden como Antonio Sesé, líder de la UGT catalana, o las de Camilo Berneri y Francesco Barbieri, anarquistas italianos asesinados por los estalinistas.
            Muchas son las conclusiones que se han sacado alrededor de estos sucesos, pero en muchas ocasiones la simplificación ha llevado a desfigurar las causas que los desencadenaron, así como las consecuencias.
            En primer lugar es imposible igualar el conflicto que los comunistas tenían con el POUM al que se genera con la CNT. Las acciones contra el POUM hay que enmarcarlas en las luchas que el comunismo internacional esta llevando en ese momento, entre la corriente mayoritaria que sigue las directrices del Komintern de Stalin frente a las facciones disidentes entre las que se encuentra, entre otras, las de Trotsky. A pesar de que el POUM no era un partido trotskista, el PCE arremetió contra ellos en esa línea con el objetivo de liquidarlo del campo republicano bajo diversas acusaciones. Los Hechos de Mayo de 1937 fueron el clímax de tal circunstancia, que sirvió para eliminar al POUM como agente político al ser ilegalizado y sus dirigentes juzgados y condenados por “traición”. El caso más escandaloso fue la detención, desaparición y asesinato de Andreu Nin.
            Sin embargo el envite que se entabló entre los libertarios y los comunistas no puede responder a ese criterio. En este caso las luchas por el control del movimiento obrero en la causa fundamental del choque entre el PCE y la CNT. Entre ambas organizaciones surge una rivalidad que les llevó al intento de minar las influencias una de otra. Los Hechos de Mayo de 1937 fueron utilizados por los comunistas como objetivo de restar fuerza política a la CNT en la retaguardia republicana. Hecho que consiguieron al desaparecer los ministros anarquistas del gobierno. Pero eso no significó que la lucha quedase ahí. La CNT buscó desde ese momento un acercamiento mayor a la UGT, en este caso del lado caballerista también damnificado por las jornadas de mayo, con el objetivo de contrarrestar la influencia comunista. Los comunistas, por su parte, apoyaron la disposición del gobierno de Negrín de disolución del Consejo de Aragón, de mayoría libertaria, para restar más influencia a los libertarios en zonas donde eran mayoritarios. Las tropas de Lister fueron las encargadas de disolver el Consejo de Aragón que acabó con el desmantelamiento de las colectividades anarquistas y la detención de mucho de sus integrantes (colectividades que, muchas de ellas, se volvieron a reestructurar poco después). Se puede decir que el último acto de esta rivalidad, no exenta de violencia, se alcanzó en marzo de 1939 con el golpe de Casado en Madrid.
            Mayo de 1937 fue un putch, un golpe de fuerza para delimitar espacios y encontrar parcelas de poder en la dividida retaguardia republicana. Algo que fue una constante durante todo el conflicto entre los principales actores políticos (sobre todo los más cohesionados, a la sazón libertarios y comunistas) pero que finalizó de la peor de las maneras posibles: la victoria de las fuerzas sublevadas en abril de 1939.

Julián Vadillo Muñoz
Historiador

BIBLIOGRAFÍA

Los sucesos de Mayo en Barcelona. Relación documental de las trágicas jornadas de la 1ª de Mayo de 1937, Ediciones Españolas “Ebro”, 1937

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