Artículo aparecido en la edición digital del periódico Diagonal
Al final el teatro Arlequín de Madrid albergará la puesta en escena
de “Mi princesa roja”, la obra que recrea la historia de amor
entre José Antonio Primo de Rivera y Elisabeth Asquith Bibesco
durante la Segunda República. Un musical que no solo se ciñe a esa
historia sino que se convierte en una reivindicación de la figura de
José Antonio Primo de Rivera, presentando al fundador de Falange
como alguien que trató de evitar por todos los medios la Guerra
Civil, de la que él fue víctima, y la amistad que le unía a
personajes de la izquierda política republicana como Manuel Azaña o
el poeta Federico García Lorca.
Una reivindicación de José Antonio bastante alejada de la realidad
del propio personaje y con un toque intencionado del director Álvaro
Saenz de Heredia.
Un musical con intenciones muy claras
Según el proyecto que presentó el director del musical hace unos
meses, éste está estructurado en 20 canciones, si bien el proyecto
mostraron tres. La primera es el fusilamiento de José Antonio. La
segunda la fundación de Falange el 29 de octubre de 1933 en el
Teatro de la Comedia de Madrid. Sáenz de Heredia lo denomina “el
antipartido” y tan sólo se dedica a mostrar los discursos de José
Antonio mientras una serie de personajes, desde militares a figuras
de la derecha o la izquierda, analizan el movimiento. Entre los
militares, Mola y Franco, que ven entre el excepticismo y la
esperanza a los falangistas. Un análisis del texto, no deja lugar a
dudas. Falangistas y militares están en sintonía para acabar con la
República. Luego aparecen integrantes de organizaciones de derechas
que quieren unir a los falangistas a sus luchas de calle. Y,
finalmente, el análisis de la izquierda, donde aparece un Largo
Caballero al que implícitamente se le acusa de ser instigador de la
lucha callejera contra los falangistas. En medio de todos ellos, el
autor eleva a José Antonio a salvador de la nación, un hombre mal
entendido por todos. Curiosamente en el discurso que rescata de la
fundación de Falange sólo cita las cuestiones relacionadas con la
banca y con el “programa social” de la organización. Nada
relativo a la violencia que transmitió la fundación de Falange o de
sus partidas callejeras para amedrentar que condujeron al país al
desastre, esa “dialéctica de los puños y las pistolas” que
marcará la historia del falangismo.
Por último, aparece una nueva canción donde José Antonio se
despide de la princesa Elisabeth Bisbesco, esposa del embajador
rumano en Madrid y con la que Primo de Rivera tenía un romance. En
esa misma imagen aparece un desdibujado García Lorca, que agradece a
José Antonio su favor para una subvención a La Barraca (¿?). De
forma bastante avispada, se intenta vincular a José Antonio con la
intelectualidad de la época. Su supuesta relación con Lorca está
extraída de los recuerdos de Gabriel Celaya, que habló de la
amistad de Lorca con algunos falangistas. Según Celaya, Lorca le
habría confensado que cenaba de vez en cuando con José Antonio. Se
trata de consideraciones dentro de un imaginario colectivo del
'falangismo auténtico' que también vincula al fundador de Falange
amistad con Azaña (al que odiaba), Ángel Pestaña o Durruti, nada
más lejos de la realidad. Según el musical, José Antonio solicitó
a Lorca un verso para el himno de Falange y Lorca recitó unos versos
de José Martí. El poema de marras es el siguiente: “No me pongan
en lo oscuro / A morir como un traidor: /¡Yo soy bueno, y como bueno
/ Moriré de cara al sol!”. La realidad fue que José Antonio mandó
la elaboración del Cara al Sol a una serie de poetas y literatos
afines a Falange como fueron José María Alfaro, Agustín de Foxá,
Dioniosio Ridruejo, Pedro Mourlane Michelena, Jacinto Miquelerena,
Rafael Sánchez Mazas, el Marqués de Bolarque y el músico Juan
Tellería.
Queda claro por la maqueta que Primo de Rivera no es denostado por
el autor de la obra. Todo lo contrario, expresa su simpatía por el
fundador de Falange de forma más que evidente. José Antonio Primo
de Rivera. Hijo de dictador y fundador de Falange.
Los Saenz de Heredia, el falangismo y el franquismo
El autor del musical y el personaje protagonista del mismo comparten
un apellido: Sáenz de Heredia. Y es que son familia. El tío del
autor del musical es José Luis Sáenz de Herendia, el cineasta, que
era primo de José Antonio.
Conviene hacer un repaso entonces tanto a la figura de Álvaro Sáenz
de Heredia como de su tío José Luis. Álvaro nació en Madrid en
1942 y fue uno de los fundadores en 1982 de Producciones ASH Films
SA. Ha sido también productor y guionista. Entre sus películas
destaca La hoz y el Martínez (1982), protagonizada por Andrés
Pajares, y en la que se hace pasar por un dirigente soviético; Aquí
huele a muerto (1990), El robobo de la jojoya (1992) o
toda una serie de películas con Chiquito de la Calzada como
protagonista (Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera,
Brácula: Condemor II o Papa piquillo). También fue
director de la serie televisiva Ana y los siete protagonizada
por Ana Obregón.
Pero el apellido es mucho más famoso por su tío José Luis, uno de
los cineastas del franquismo. Nacido en 10 de abril de 1911, José
Luis Sáenz de Heredia se inició como cineasta en el círculo de
Luis Buñuel. Ya en el periodo republicano, dirigió alguna película
como Patricio miró a una estrella o La hija de Juan Simón
basada en la zarzuela de José María Granada.
Durante la Guerra Civil, José Luis Sáenz de Heredia apoyó a los
sublevados y estuvo escondido. Con la victoria franquista se
convirtió en uno de los directores de cámara de Franco. En aquellos
primeros años del franquismo se desarrolló un cine militarista y
aún falangista. Películas como Harka o Rojo y Negro,
de Carlos Arévalo, son ejemplo de ello. Pero Sáenz de Heredia
dirigió la que fue una de las películas más representativas del
franquismo: Raza, de 1942. Basada en la novela de Jaime de
Andrade (seudónimo de Franco) con el mismo título, fue un encargo
del propio dictador. Cuenta la historia de una familia separada por
la guerra, donde uno de sus integrantes es simpatizante e integrante
del bando republicano: Pedro Churruca. Otros son fusilados por los
republicanos, que son son presentados de la forma más negativa
posible. Pedro al final se pasa al bando sublevado.
Franco quiso mostrar la propia imagen de su familia en dicha
película, donde Pedro no sería otro que Ramón Franco. Raza fue
toda una apoteosis del franquismo triunfante. Sus guiños al nazismo
y al falangismo fueron suprimidos en una versión posterior de 1950,
cuando las potencias nazis y fascistas habían sido derrotadas en
Europa.
Pero Sáenz de Heredia fue director de otras películas no menos
polémicas o de trato histórico deficiente. Por ejemplo, Mariona
Rebull (1947), donde muestra una visión del atentado del Liceo
de Barcelona de 1893 muy en la línea del franquismo, o Faustina
(1957), una visión feminina del Fausto con un acentuado
antisemitismo. Aunque en ningún momento se nombra a los judíos, el
diablo (protagonizado por Fernando Fernán Gómez) y todos los
conjuros del infierno están decorados con estrellas de David.
Incluso Mefistófeles habla en la película que tiene que volver a
Suez, en clara alusión al conflicto que en ese momento dirimía
Egipto e Israel. El binomio comunismo y judaísmo era muy del gusto
del franquismo.
Por último habría que destacar la película documental Franco,
ese hombre (1964), film conmemorativo de los llamados 25 años de
Paz, donde Sáenz de Heredia presenta una figura de Franco
completamente idealizada y como si hubiese llegado a España por
gracia divina. Muy en la línea de Raza. Estamos pues ante uno de los
directores de cabecera del franquismo en España.
Una justificación histórica peculiar
El asesor histórico de “Mi princesa roja”, Ángel María
García, ha justificado la aparición de este musical en con esta
frase en el periódico El País:
“El se desmarca del 18 de julio, era muy crítico con los
militares”. Sin embargo esta frase choca frontalmente con la
actitud que los integrante de Falange tuvieron en el 18 de julio de
1936 y su participación en la trama civil del golpe. La carta que
José Antonio envía a los militares estando en la cárcel Modelo de
Madrid, rompe con la visión que el asesor histórico del musical
tiene: “Cuando lo permanente mismo peligra, ya no tenéis
derecho a ser neutrales. Entonces ha sonado la hora en que vuestras
armas tienen que entrar en juego para poner a salvo los valores
fundamentales, sin los que es vano simulacro la disciplina. Y siempre
ha sido así: la última partida es siempre la partida de las armas.
A última hora –ha dicho Spengler–, siempre ha sido un pelotón
de soldados el que ha salvado la civilización.”
Igualmente, Ángel Maria García habla de un José Antonio que
quería una tercera España sin que se tuviese que extirminar a la
otra media. Sin embargo su “dialectica de los puños y las
pistolas” que remarcó la historia de Falange y de la que el propio
José Antonio participó le aleja de esa imagen que se intenta dar. A
lo mejor hace falta contrastar algunas fuentes para acercarnos a la
realidad de José Antonio.
El teatro Arlequín. La Gran Vía
El estreno será en el teatro
Arlequín, en plena Gran Vía madrileña, esquina con San Bernardo.
Tal como reclamaba el director, por haber sido la Gran Vía de Madrid
durante la dictadura franquista la Avenida de José Antonio. Lástima
las lagunas históricas. Efectivamente fue la Avenida de José
Antonio. Pero porque el franquismo así lo estableció. Antes había
sido dividida en varios tramos. A medida que se iba construyendo se
iban poniendo esos nombres. El primer tramo se llamo calle Eduardo
Dato, el segundo Pi i Margall y el tercero Conde de Peñalver. Así
se mantuvo durante la República. Durante la Guerra Civil los tramos
de Dato y de Conde de Peñalver se pasaron a denominar Avenida de la
Unión Soviética. El franquismo instituyó que esa calle fuese la
Avenida de José Antonio, manteniendo esa denominación hasta 1981 en
la que Tierno Galván recupero el nombre de Gran Vía de Madrid.
El fascismo tiene un musical. Lo
van a poder representar. Se sigue mostrando la impunidad.
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