Reproduzco aquí la primera parte de artículo publicado en la revista Ekintza Zuzena sobre el internacionalismo y el movimiento anarquista
Puede
parecer un lugar común, pero estudiar el anarquismo sin considerarlo y
entenderlo en su dimensión internacionalista sería un completo error.
Probablemente jamás se entendería la capacidad organizativa del anarquismo si
no lo pusiéramos en contacto con lo que fue su participación a nivel
internacional.
Y esto en dos direcciones.
1.
Porque el anarquismo siempre ha buscado una unión a nivel internacional que
lleve a una transformación revolucionaria a gran escala.
2.
Porque para el anarquismo la cuestión nacional era un mero concepto burgués y
una lucha que alejaba a la clase trabajadora de su cometido social.
Por eso desde el origen y desarrollo
del anarquismo organizado siempre se buscó la confluencia con otros movimientos
similares en distintos puntos del planeta. En algunas ocasiones con fortuna y
en otras tornándose en fracaso.
Y viene bien traer este concepto
cuando este año 2014 se cumplieron 150 años de la fundación de la Asociación
Internacional de los Trabajadores (AIT), donde los anarquistas tuvieron un
papel protagonista desde prácticamente sus orígenes. Además el bicentenario del
nacimiento de Mijail Bakunin (1814-1876) y el centenario de la muerte de
Anselmo Lorenzo (1841-1914) trajeron de la mano el recuerdo del anarquismo como
un agente internacional. Y su historia es muy dilatada.
El anarquismo y la Primera Internacional
Es habitual presentar la Primera Internacional como una
permanente pugna entre anarquistas y marxistas, haciéndolo desde una posición
laxa y excesivamente esquemática.
Sin embargo, lo primero que habría
que determinar es que cuando en 1864 surgió la Primera Internacional en Londres
(aunque el funcionamiento efectivo se comenzó a fraguar en el Congreso de
Ginebra de 1866) las secciones que componían aquella organización supranacional
estaban alejadas de las tendencias que la determinarían ya en la década de
1870. Por ejemplo, en Francia las sociedades obreras adheridas a la Primera
Internacional eran básicamente proudhonianas, sin dejar de lado que existía
apoyo a las posiciones de personajes como Louis Blanc o Auguste Blanqui. En
otros lugares, como Italia, el peso del republicanismo político era evidente
(teniendo en cuenta que era una zona en proceso de unificación) al igual que en
Alemania, donde personajes como Wilhem Liebnekcht o Ferdinand Lassalle marcaron
el ritmo. Y sobre todo en muchas zonas asentada sobre el mundo de los oficios.
Los debates del marxismo y el
bakuninismo no fueron el epicentro del debate hasta una vez represaliada la
Comuna de París, aunque las diferencias entre ambos modelos a la hora de
entender la organización ya se constataba en los congresos y las conferencias
de la Primera Internacional.
Las diferencias entre ambas
concepciones fueron básicamente las siguientes:
-
Los bakuninistas o
colectivistas (como se hacían llamar en la época), concebían la organización de
la AIT como una unión de secciones, dotándose estás de libertad de
funcionamiento. Alejados de cualquier posición política y de partido, los
colectivistas creían en la descentralización de la Internacional. El Consejo
General solo debía de ser una mera estructura de recepción y distribución de
correspondencia entre las secciones. La finalidad de las secciones era la
destrucción de todo poder político y la creación de una sociedad nueva sin
Estado por medio de la libre federación de productores.
-
Los marxistas o
socialistas científicos, consideraban que el Consejo General debía de tener
capacidad e influjo sobre las secciones, centralizando parte del trabajo de las
mismas. Al contrario que los bakuninistas creían en la capacidad de creación de
partidos políticos obreros que, por medio de la conquista de poder, pudieran
desde ahí transformar la sociedad antes de pasar a la sociedad sin Estado.
Mientras que los bakuninistas tuvieron una fuerte
implantación en Italia, parte de Suiza, España y parte de las secciones
francesas (recogiendo toda la tradición del proudhonianismo), los marxistas
obtuvieron más éxito en las secciones inglesa, alemana u holandesa.
Podrían haber sido modelos de organización complementarias
pero no existió voluntad para ello. El Consejo general que residía en Londres
ejerció una dirección sobre la Internacional, cuestión que no agradó a las
secciones más decantadas por el modelo de organización bakuninista.
El fracaso de la Comuna de París fue el canto del cisne de
la propia Internacional. La Conferencia de Londres de 1871 sirvió para empezar
a mostrar divisiones irreconciliables así como actas formales de acusación
contra Bakunin. Allí Utin[1] acusó al anarquista ruso de ejercer un poder
en la sombra a través de la propia Alianza de la Democracia Socialista,
organización fundada por Bakunin que tras su integración en la Internacional
acabó por disolverse (o acabó siendo disuelta por éste). En aquella conferencia
pocas voces salieron en la defensa de Bakunin. André Bastelica fue una de
ellas, junto a un Anselmo Lorenzo, que no daba crédito a lo que oía en aquel
comicio.
Las disputas entre la secciones de la Suiza romanda y la
Federación de Jura, las acusaciones por distintos periódicos de ambas
tendencias acerca de intentos de control de la organización y los movimientos
de ambos grupos condenaron al fracaso a la Internacional. España fue un ejemplo
de cómo se dirimió esa batalla. Constituidos los núcleos de la Internacional
desde finales de 1868 por las gestiones realizadas por Fanelli, la división del
movimiento vino de la mano de los propios debates internacionales. Max Nettlau
dice que aunque la misión de Fanelli fue fundamental, Bakunin no quedó contento
con sus gestiones ya que confundió los estatutos de la Alianza con los de la
Internacional, algo que a la larga generó los conflictos. Pero, igualmente, los
miembros de la Internacional en España entendieron la Alianza como el grupo
específico cohesionado que, en caso de dificultades para la propia
Internacional, no hiciese desaparecer por completo el movimiento obrero
naciente. Unas estructuras de la Alianza en España, que a tenor de los documentos
aportados por el historiador anarquista Max Nettlau, fueron del conocimiento de
Bakunin cuando Lafargue comenzó a publicar artículos en el periódico L'Egalité.
La llegada de Paul Lafargue, una de las figuras más
importantes del socialismo internacional a España iba a generar conflictos en
el seno de la propia Internacional. Cercano al grupo entorno al periódico La
Emancipación y con el apoyo de José Mesa y Francisco Mora, se creó en
Madrid la Nueva Federación Madrileña, aceptada en el seno de la Internacional
por el Consejo general y condenada por el Consejo federal de la Federación
Regional Española (sección de la Internacional en España) que reconocía a la
anterior
Federación local de Madrid. Aunque el congreso de Zaragoza de abril
de 1872 intentó una solución de consenso, esta no fue posible. Las acusaciones
entre la Emancipación y El Condenado (periódico de Tomás González
Morago) marcaba la línea de división que se ejemplificó en el congreso de
Córdoba de diciembre de 1872 y enero de 1873 y el posterior congreso marxista
de Toledo en mayo de 1873, que mostró el fracaso de las tesis marxistas en
España. De hecho, la formación marxista del núcleo madrileño y otros que le
siguieron era realmente escasa, como se muestra en los artículos de La
Emancipación y nos muestra el historiador Michel Ralle.
A nivel Internacional la ruptura se da en dos congreso
celebrados en septiembre de 1872. Uno en La Haya, donde se produce la expulsión
de Bakunin, Guillaume y Schwitzguebel, en ausencia del propio anarquista ruso.
Otro el celebrado pocos días después en Saint-Imier (Suiza) donde el movimiento
de índole anarquista fundó su propia Internacional. Incluso en aquel congreso
se ofreció la posibilidad, por iniciativa de Bakunin y Guillaume, de crear dos
internacionales:
A) Una
de síntesis, donde se unieran moderados y revolucionarios, sin tutela de ningún
Consejo general.
B) Otra
exclusivamente anarquista.
Propuesta que nunca se materializó.
Aun así los grandes acuerdos de
Saint-Imier fueron los siguientes
- Organización al margen de la política burguesa.
- El poder político revolucionario es falso, por ello
había que destruir todo poder político.
- Solidaridad y apoyo mutuo.
- Sociedad internacional fundada en el trabajo y la
libertad.
- Combate a la tiranía política y religiosa
- Destrucción del Estado y sustitución por la libre
federación de grupos productivos.
El movimiento obrero quedó dividido
definitivamente. A partir de ese momento el anarquismo tuvo un camino propio,
dando figuras y pensadores de primer nivel como Piort Kropotkin, Errico
Malatesta, Rudolf Rocker, Johann Most, etc., que hicieron avanzar el anarquismo
y sus posiciones (mutualismo, colectivismo, comunismo libertario)
La dimensión internacional de la Comuna de
París
La
Comuna de París significó el primer escenario en el que la clase obrera se hizo
con el control de la situación. París se organizó de forma muy distinta a lo
que hasta ese momento se conocía y en un contexto realmente complicado: la
guerra que mantenía Francia con Prusia. Sin embargo la ciudad de París no
confió en los políticos republicanos, que huyeron de la ciudad y se
establecieron en Versalles. Los barrios de París se auto-organizaron, crearon
distintos comités, y la ciudad se proclamó en Comuna. Se tomaron medidas de
avance para la clase obrera como el fomento de los Talleres Nacionales (algo
que ya se puso en marcha tras la revolución de 1848), la reducción de la
jornada laboral para los trabajadores, fomento de la escuela y la educación,
igualdad hombre-mujer, etc. Todas medidas que estaban en los programas de las
organizaciones obreras y revolucionarias. A pesar de ello, existió un profundo
debate en el seno de la propia Comuna, sobre todo el representado por los
blanquistas y los proudhonianos. Y en ese contexto hicieron su aparición
también los marxistas y los bakuninistas. Mientras los marxistas trabajaron más
en sintonía con los blanquistas, los bakuninistas lo hicieron más con los
proudhonianos, con los que coincidían en muchos puntos. Por la Comuna pasaron
personajes de primera fila como Varlin, uno de los dirigentes del movimiento
obrero francés más relevantes que fue fusilado en la represión de la Comuna. Por la experiencia de la Comuna
llegaron al anarquismo otros personajes como Louise Michel, que pasó a la
historia como una de las mujeres más brillantes del anarquismo.
Podemos decir que el movimiento
obrero francés era en su mayoría seguidor de Proudhon, lo que hizo que el
anarquismo tuviese un gran arraigo en la Comuna de París. Una vez que el
proceso finalizó de forma traumática, todas las ideologías obreras lo
reivindicaban como propio. Pero lo cierto es que partiendo de la base de que la
Comuna fue de cariz federal, la auto-organización de los diferentes barrios de
París y la horizontalidad del proceso le hace estar muy cerca a las posiciones
anarquistas. Además, un precedente de la misma fue la toma del Ayuntamiento de
Lyon donde Bakunin tuvo un papel protagonista. Y desde París se hizo un
llamamiento al resto de ciudades de Francia para poder federarse entre si, ya
que hubo intentos de movimientos similares al parisino en Marsella, Narbonne,
etc.
La impronta de la Comuna se dejó sentir en el movimiento
obrero internacional. Desde ese momento, el 18 de marzo las distintas
organizaciones obreras comenzaron a celebrar actos reivindicativos de la
memoria de la Comuna. Esa fecha pasó al imaginario colectivo de la clase obrera
a nivel internacional, solo siendo sustituida con el tiempo por el Primero de
Mayo, si bien el 18 de marzo se siguió conmemorando y aun hoy se hace en algunos
lugares.
Esos propios principios que legó la
Comuna de 1871 fueron reivindicados por los internacionalistas españoles cuando
en 1873 se produjeron las revueltas cantonales. Si bien fueron procesos de
claro cariz republicano radical en muchos de ellos participaron
internacionalistas que tenían la referencia de la Comuna parisina como eje
central y ejemplo.
[1]
Nicolás Utin (1845-1883). Hijo de un comerciante de licores ruso, desde muy
joven se estableció en Suiza por su oposición al zarismo. Volvió a Rusia con
perdón del Zar, pero marchó nuevamente cuando se adhirió de forma incondicional
al marxismo. Nombrado miembro del Consejo General de Londres como Secretario
Delegado de Rusia, Utin reunió (o fabrícó como dijo Max Nettlau) informes
contra Bakunin en el seno de la Internacional.
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