viernes, 8 de mayo de 2015

UNA CUESTIÓN DE PRINCIPIO. EL INTERNACIONALISMO EN EL ANARQUISMO ORGANIZADO. Segunda parte

Segunda parte del artículo publicado en la revista Ekitza Zuzena sobre el internacionalismo y el anarquismo organizado

El internacionalismo anarquista tras la división de la AIT

La división de la Internacional no significó la desaparición de la misma. Mientras el sector marxista trasladó su sede de Londres a Nueva York desapareciendo poco después, los anarquistas siguieron articulando congresos internacionales con mayor o menor fortuna, manteniendo lo que había sido los acuerdos emanados de Saint-Imier. Esto llevó a la celebración de congresos en Ginebra (1873), Bruselas (1874), Berna (1876) o Verviers (1877).
Pero de todos los congresos el que ha generado mayor debate a nivel histórico fue el celebrado en Londres en 1881. Normalmente se ha presentado este congreso como el inicio del desarrollo de un anarquismo violento y partidario de la vía terrorista como instrumento de intervención social. Sin embargo la realidad es muy otra. De entrada porque la mayoría de los datos que tenemos del congreso de Londres provienen de fuentes policiales a través de algunos confidentes que asistieron a dicho congreso. Esta gran fuente de datos se extrae de los archivos de la prefectura de policía de París. Entre esos confidentes se encontraba Égide Spilleux, conocido como Serreaux, que dirigía un periódico parisino con el título La Revolution Sociale. A través de esos informes se forjó una imagen negativa de Piort Kropotkin, Errico Malatesta o Carlo Cafiero, a los que se colocaron a la cabeza de incitadores a la violencia anarquista. También a la figura de Johann Most, que se había establecido en EEUU y al que consideraban responsable de incitar a los anarquistas a la vía terrorista.
Sin embargo, otras fuentes no policiales hablan de que efectivamente se trató el tema de la violencia, pero como un elemento que tenía que ser alejado del anarquismo porque podía conducir a la desaparición del mismo. Algo en lo que insistieron tanto Kropotkin como Malatesta. (Si pudieses explicar un poco más para que quede mas claro, tal como comentamos por teléfono)
En este punto tendríamos que hacer un alto para tratar algunos conceptos que han sido malinterpretados por la propia historia y por muchos historiadores.. Ciertamente se comienza
a utilizar durante este tiempo el concepto de “propaganda por el hecho”. Referencias que se ven en personajes como Malatesta. Sin embargo esa propaganda por el hecho esta muy alejada de la lectura que se le dio con posterioridad. En ningún caso la entendieron como actos de carácter terrorista, sino como acciones colectivas que mostrasen las carencias de la población y concienciar a través de esos hechos de cual era esa situación. Un ejemplo lo tenemos en la revuelta del Benevento, en la comarca del Matese, en la primavera de 1876, en Italia. Allí Malatesta y Cafiero participaron de la toma de pueblos donde se quemaban los titulos de propiedad y mostraban cuales eran los principios de la revolución social y de la anarquía. Una acción insurreccional que evitaba en todo momento tener víctimas. Este tipo de acciones se repitieron en otros lugares siendo la más similar en España los sucesos de Jerez de 1892. Esta propaganda por el hecho, esta estrategia insurreccional nada tenía que ver con las acciones individuales o de pequeños grupos que desarrollaron una táctica terrorista por la cual se mantenía que eliminando a una cabeza visible del Estado o de la estructura económica capitalista se podría despertar la conciencia social o ser la chispa del estallido de un proceso revolucionario. Tanto Kropotkin, como Malatesta o como Cafiero eran conscientes que este segundo modelo era contraproducente para el anarquismo internacional ya que las acciones terrorista, muchas de ellas de dudosa procedencia, posibilitaban la justificación para la elaboración de leyes represivas del Estado contra el anarquismo, lo que impedía el desarrollo normal de una organización libertaria de más amplio alcance.
Volviendo al Congreso de Londres, y enlazando con lo anterior, el acuerdo más trascendental para los anarquistas fue sin duda la necesidad de articular una organización a nivel internacional que gestionase las relaciones entre los distintos grupos anarquistas.
Una cuestión esta última que se volvió a reafirmar en el congreso de Pittsburgh de octubre de 1883, que reunió sobre todo a las organizaciones libertarias norteamericanas. Un congreso que nuevamente se toma como referencia por el tema de la violencia, pero que, sin embargo, debatió cuestiones tan interesantes para el anarquismo como el rechazo a la vía electoral, la acción directa o la necesidad -tal como defendieron los delegados de Chicago Parsons y Spies- del sindicalismo como medio de acción para los anarquistas. Algo que otros como Johann Most no tenían tan claro. Finalizado el congreso se firmó un manifiesto que pretendía ser una revitalización de la Asociación Internacional de los Trabajadores.
Para el movimiento anarquista norteamericano (y para el conjunto del movimiento obrero) se habían sentado las bases de las reivindicaciones huelguísticas de Chicago en 1886, que llevaron a una fuerte represión contra el movimiento anarquista norteamericano de este país (para no repetir norteamericano en la misma frase) y a la ejecución de algunos de sus militantes (entre ellos Parsons y Spies), tras la huelga convocada en mayo de 1886 y que acabó con atentado terrorista de dudosa procedencia. Es el origen de la reivindicación del Primero de Mayo en todo el mundo.
El periodo que media entre 1880 y 1900, no fue fácil para el anarquismo internacional. Mientras el socialismo marxista volvió a articular una Internacional en 1889, la búsqueda a ciegas de un camino para el anarquismo llevó a que grupos minoritarios realizasen acciones individuales, lo que llevó al anarquismo a una profunda crisis de organización. Unas acciones, que en muchas ocasiones eran de dudosa procedencia, pero que sirvió sirvieron como justificación a muchos gobiernos para perseguir el anarquismo organizado en el movimiento obrero. Los casos de EEUU, Francia y España fueron sintomáticos.
Habría que esperar al Congreso de Ámsterdam de 1907 para volver a ver un intento serio de articulación internacional del anarquismo. Un congreso donde el papel protagonista de Malatesta fue evidente. Allí se debatió sobre la necesidad de articular una nueva internacional creándose una Oficina de Relaciones con sede en Londres que funcionó hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Igualmente en aquel Congreso se debatió entre la concepción puramente sindicalista, que consideraba que los esfuerzos de los libertarios tenían que estar concentrados en la creación de sindicatos revolucionarios teniendo como ejemplo la Carta de Amiens de 1906, y los que consideraban que sin desdeñar la importancia que puede
tener el movimiento sindical como vehículo de expansión de las ideas anarquistas, éste no dejaba de ser una vía pero no la única. En este sentido se posicionó Malatesta que defendía la necesidad de poder conjugar la lucha del anarquismo en el movimiento obrero con la creación de grupos específicos anarquistas.
El estallido de la Primera Guerra Mundial fue un duro golpe para el movimiento obrero internacional. Mientras la socialdemocracia de todos los países explotaba entre los que no apoyaban la guerra (como el caso de Jean Jaurès) y los que votaron los créditos de guerra y formaron parte de los gobiernos de concentración nacional, el anarquismo se mantuvo de forma aplastantemente mayoritaria con las posiciones pacifistas. Incluso se llegó a promover la celebración de un Congreso por la Paz en Ferrol en abril-mayo de 1915, que solo tuvo eco entre libertarios españoles, portugueses, franceses y cubanos. La guerra imposibilitaba la llegada de delegados hasta Ferrol. Sin embargo, un pequeño grupo de anarquistas encabezados por Kropotkin, Malato o Grave, se posicionaron favorables a las potencias aliadas. Kropotkin consideraba que Alemania era el rival a batir para conquistar el ideal socialista.
Unas posiciones que no mermaron las fuerzas del anarquismo a nivel internacional y que en el transcurso de la guerra recibieron las noticias que llegaban de Rusia con gran entusiasmo. El triunfo de la Revolución rusa en octubre de 1917 volvió a poner la cuestión internacionalista en primer plano. La explosión de la socialdemocracia y los distintos partidos socialistas con el estallido de la Guerra Mundial fue el broche final para la Segunda Internacional nacida en París en 1889. Los bolcheviques, triunfantes en Rusia, comenzaron a promover la creación de una nueva internacional que articulara el movimiento obrero. Algo que ya habían esbozado en la Conferencia de Zimmerwald de 1915 donde se reunieron las facciones marxistas que se habían opuesto a las políticas de sus propios partidos respecto a la guerra. La creación del Komintern o Tercera Internacional y de la Profintern o Internacional Sindical Roja, hizo que todo el movimiento obrero organizado se posicionase. Entre ellos, los anarquistas que en un principio tomaron con entusiasmo la idea de la creación de esa nueva internacional y se adhirieron a ella en muchos lugares. Sin embargo, las delegaciones que viajaron a Rusia comprobaron cual era la actitud que el gobierno bolchevique tenía con los anarquistas y la represión que estaban sufriendo. Paulatinamente el entusiasmo se tornó en decepción y las organizaciones libertarias fueron abandonando la Internacional comunista.
En ese momento, impulsado por el alemán Rudolf Rocker, se fundó (o refundó) en Berlín en 1922 la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), con el objetivo de aglutinar en dicha organización supranacional a las secciones sindicalistas revolucionarias y anarcosindicalistas que no se mostraron favorables ni a las posiciones socialdemócratas ni a las comunistas soviéticas. Una organización que aun hoy sigue existiendo.
La década de 1920 y 1930 fueron años de fuerte conflictividad internacional y de avances de las posiciones totalitarias. Ello se dejó sentir en el anarquismo internacional. En lugares como Italia, que desde 1922 dominaba el fascismo, o en Alemania, que en 1933 vio como los nazis alcanzaban en el poder, el anarquismo fue reprimido con dureza y sus militantes encarcelados, asesinados o condenados al exilio. En la naciente Unión Soviética el anarquismo fue proscrito como “contrarrevolucionario”. Y en países como Estados Unidos, ante las oleadas revolucionarias que se vivian en Europa, las autoridades actuaron con dureza, clausurando centros anarquistas y deportando a millares de militantes. El caso de los anarquistas Sacco y Vanzetti fue el canto del cisne del movimiento anarquista norteamericano.
En otros lugares la polarización de las fuerzas obreras llevó al anarquismo a una división. Muchos pasaron a las filas del comunismo y las organizaciones libertarias se fueron vaciando. Francia o Argentina, con sus peculiaridades, son ejemplo de ello.
La excepción la marcó España. La fuerza de las organizaciones libertarias (CNT y FAI principalmente) llevaron al anarquismo español a tener una posición preponderante en el seno del movimiento obrero y a canalizar el proceso revolucionario que estalló en España tras el
golpe de Estado contra la República en julio de 1936. La derrota del campo republicano significó también la derrota en el campo de batalla del anarquismo que sufrió una represión sin precedentes por parte del régimen franquista.
Durante la Segunda Guerra Mundial los anarquistas se adhirieron a la resistencia antifascista teniendo en mente la necesidad de derrotar al nazismo y al fascismo y volver a articular un movimiento anarquista internacional de garantías. Pero el mundo que surgió tras la Segunda Guerra Mundial estaba polarizado entre dos superpotencias (EEUU y la URSS); un mundo donde la posición de los libertarios fue rechazada sistemáticamente por unos y otros.
La AIT comenzó nuevamente sus actividades. Las secciones se fueron adhiriendo a los distintos congresos internacionales que se celebraron desde entonces. El primero de ellos en 1951 en Toulouse, donde a pesar de la represión la CNT seguía siendo la organización más fuerte de la Internacional.
Pero si bien el sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo continúo actuando en el seno de la AIT, el anarquismo organizado consideró de necesidad revitalizar una internacional de signo puramente anarquista. Así en 1948 nace la Internacional Anarquista, en 1958 continúa con la Conferencia Internacional Anarquista de Londres, donde se aprobó impulsar este organismo como relación internacional y la edición de un boletín, y en ciudad italiana de Carrara diez años después nació la Internacional de Federaciones Anarquistas. El Congreso de Carrara de 1968 es el más importante del anarquismo tras la Segunda Guerra Mundial. Al calor del Mayo del 68 en París, el anarquismo analizó su participación en el movimiento obrero, el significado de las revoluciones del siglo XX, la política de los bloques imperialistas, la cuestión nacional, las religiones, la economía revolucionaria, etc. Todo un compendio de base ideológica necesaria para el anarquismo en el momento histórico que atravesaba y frente el comunismo soviético y el capitalismo occidental.
Pero aquel fulgor revolucionario de mayo del 68 acabó por apagarse. En 1971 el Congreso de París valoró las dificultades organizativas del anarquismo a nivel internacional. Un momento con muchas dictaduras, golpes de Estado, etc., que llevaban a la represión del movimiento libertario.
Posteriormente la IFA ha celebrado congreso en Carrara en 1978, en París en 1986, en Valencia en 1990, en Lyon en 1997, en Besançon en 2004 o nuevamente en Carrara en 2008. Igualmente la AIT ha celebrado múltiples congresos.
Por otro lado, esas mismas secciones y otros grupos anarquistas han participado en el seno de distintos movimientos internacionales. Se inscribió en las luchas contra la globalización y ha participado en movimientos como el 15-M. Su prensa, sus organismos y sus internacionales siguen constituyendo una visión alternativa a la sociedad actual.

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