Entrevista a Tomás Ibáñez, publicada en la edición digital del periódico Diagonal, autor del libro Anarquismo es movimiento
- ¿Que pretendes aportar con la obra al pensamiento anarquista?
Mi propósito no ha sido el de enriquecer el pensamiento anarquista
con aportaciones y formulaciones innovadoras.
No lo ha sido porque estoy convencido que es a partir de las
prácticas de lucha contra los actuales dispositivos de dominación
como se puede generar ese tipo de propuestas, y, hoy estoy demasiado
alejado de la cotidianidad de las luchas para poder contribuir a la
construcción colectiva de nuevas aportaciones.
Mi única pretensión pasa por ofrecer una visión de la situación
actual del anarquismo que ayude a reflexionar tanto sobre el porqué
de esa situación, como sobre las propias características del
anarquismo.
Ahora bien, el libro no tiene una finalidad puramente expositiva y
reflexiva, sino que busca producir efectos prácticos impulsando
determinas formas de entender el anarquismo y de fortalecer su
incidencia social. Si, como lo pretendo, el anarquismo se encuentra
en la imposibilidad de no ser cambiante, es obvio que no hay
que obstaculizar su renovación, y si es cierto que se fragua en
las luchas contra la dominación entonces también es obvio que
hay que impulsar su presencia en los diversos escenarios de esas
luchas, aunque desborden los contornos del movimiento anarquista
instituido.
En este sentido, mi libro quiere ser una herramienta que sirva para
acrecentar la apertura y la combatividad del anarquismo
contemporáneo.
- Neoanarquismo y postanarquismo son dos términos que desarrollas
en el libro. Palabras y principios que se enmarcan en la cultura de
la postmodernidad. Aunque hay debates al respecto sobre la propia
postmodernidad ¿qué aporta ésta al anarquismo?
El término posmodernidad se ha ganado a pulso, todo
hay que decirlo, tan pésima fama que necesitaríamos bastante tiempo
para explorar sus diversos significados, algunos de los cuales,
también hay que decirlo, son muy interesantes. Pero en aras a la
brevedad te diría que, con relación al anarquismo, la posmodernidad
aporta, simultáneamente, elementos positivos y negativos,
tanto si la consideramos en su vertiente discursiva, o ideológica,
como si la entendemos en tanto que una nueva época que se está
perfilando. Época y discurso están, por supuesto, íntimamente
relacionados, por no decir que son dos aspectos de una misma
realidad.
El discurso posmoderno le aporta valiosos elementos para
cuestionar un conjunto de creencias acríticamente heredadas de la
Ilustración, pero, al mismo tiempo, le sitúa en la difícil
tesitura de tener que diagnosticar y contrarrestar las implicaciones
liberticidas de esa nueva ideología.
Considerándola ahora no como discurso sino como una nueva época
y un nuevo modelo de sociedad que se encuentra en gestación, me
parece que, por una parte, dificulta los planteamientos anarquistas
porque diseña instrumentalizaciones de la libertad que dificultan su
ejercicio, pero, por otra parte, abre al anarquismo nuevos escenarios
de lucha donde intervenir y donde forjar nuevas armas para
contrarrestar sus dispositivos de poder. Es más, el anarquismo puede
utilizar para sus luchas algunas de los instrumentos propios de esa
nueva época.
En tanto que la postmodernidad es la nueva cara que va tomando la
dominación, el anarquismo no puede sino enfrentarse a ella, pero en
tanto que la postmodernidad desmantela las bases legitimadoras de la
anterior cara de la dominación, el anarquismo no puede renunciar a
apropiarse los resultados de ese trabajo de demolición.
- ¿Hay diferencias entre el anarquismo clásico, protagonista de
importantes luchas por la emancipación social, y el anarquismo
actual? ¿Qué le debe el segundo al primero?
Por supuesto, hay diferencias y semejanzas, aunque sin duda son
muchas más las semejanzas que las diferencias.
Ahora bien, el anarquismo solo tiene relevancia si está firmemente
anclado en las condiciones sociales propias de cada momento
histórico, de cada presente, por así decirlo, y si está
profundamente involucrado en la conflictividad social vigente. No
cabe duda que el contexto social actual ya no es el mismo que el
contexto donde hundía sus raíces el anarquismo clásico, y también
es obvio que la conflictividad social ha cambiado en algunos de sus
aspectos. Por lo tanto mal andaría el anarquismo actual si fuese
idéntico al anarquismo clásico, por la sencilla razón que no
conseguiría entroncar con la realidad social del momento presente.
Como ejemplo de las diferencias que median entre ambas expresiones
anarquistas basta con pensar en las características que revestía la
Revolución en el antiguo imaginario anarquista y a las que presenta
en el imaginario actual. La Revolución ya no es un evento situado en
un futuro más o menos lejano, que nos espera al final del camino
recorrido por las luchas, sino que está firmemente anclada en el
presente y se vive como una dimensión que es constitutiva de
la propia acción subversiva.
Como es lógico, si los dispositivos de dominación van cambiando,
también cambian las formas de lucha, y como son estas las que
definen el anarquismo en cada momento, es obvio que mantener la
actualidad del anarquismo implica necesariamente su constante
renovación.
Eso no implica discontinuidad entre las prácticas anarquistas de
ayer y las de hoy. El anarquismo actual se nutre, sin fetichismos,
del legado de experiencias de lucha y de construcción de realidades
alternativas acumulado por el anarquismo de antaño.
- Resurgimiento y renovación son dos palabras muy utilizadas en
tu libro. Sin embargo, en principio, son dos cosas distintas. ¿A
cuál de las dos palabras se ajustaría más el anarquismo
actualmente?
Tienes razón, son dos cosas distintas, sin embargo lo que argumento
en el libro es que, tratándose de anarquismo, esa distinción se
difumina y esas dos cosas están íntimamente entrelazadas. No hay
que olvidar que, como dicen los clásicos del anarquismo, este se
caracteriza por unir indisolublemente “la idea” y “la acción”,
la teoría y la práctica, la idea nace en un contexto de acción y
revierte sobre la acción. Esto significa que, como todas las
prácticas están incardinadas en un contexto socio- histórico,
estas van cambiando con los inevitables cambios de ese contexto y eso
hace que la idea también se renueve.
Si el anarquismo resurge eso implica que se incrementa su presencia
en las prácticas antagonistas y que, consecuentemente con lo que
acabo de decir, esa mayor presencia conlleva un mayor efecto
transformador del anarquismo.
Obviamente los tempos del resurgimiento y de la renovación no son
milimétricamente sincrónicos, eso hace que, a mi entender, hoy en
día la renovación esté a la zaga del resurgimiento.
- ¿Qué hay de anarquismo en los nuevos movimientos sociales?
Sin duda alguna, encontramos en esos movimientos un modo de
funcionamiento que evoca muy directamente los principios
organizativos del anarquismo. Me refiero a la horizontalidad, al
asamblearismo, al estricto control de la delegación cuando esta no
se puede evitar, etc.
Ahora bien, todo esto se sitúa sobre un plano puramente formal, y
parece más difícil discernir una relación con el anarquismo en el
plano de los contenidos. Ciertamente, el anarquismo no se reduce a un
modo de funcionamiento de los colectivos, y podemos imaginar hoy unos
movimientos totalmente reformistas, simplemente ciudadanistas, o
incluso reaccionarios, que adopten formas de organización
horizontales, y modos de funcionamiento próximos a los que
caracterizan al anarquismo.
Sin embargo, en algunos de los nuevos movimientos sociales también
existen ciertas semejanzas con el anarquismo que van más allá de
los aspectos puramente formales, y que atañen a los contenidos. Solo
mencionaré unos pocos como, por ejemplo, el recurso a la acción
directa, el compromiso con políticas prefigurativas, es decir, con
formas de intervención política cuyos procedimientos y
planteamientos conlleven los fines que pretenden alcanzar,
hipersensibilidad frente a las manifestaciones del poder, suspicacia
y rechazo hacia todas las formas de dirigismo y de autoritarismo,
denuncia de las discriminaciones y de las desigualdades, etc. etc.
- A lo largo de libro, en muchas ocasiones, haces referencia a
Mayo del 68. Allí también se empezó a hablar de “nueva
izquierda” y de un resurgir del anarquismo. Sin embargo hubo cosas
que no cuajaron. ¿Crees que en el momento actual, que parece de
cambio, el anarquismo tiene mucho que decir?
Por supuesto. Hoy el anarquismo tiene mucho que decir porqué el
continuo desarrollo y la creciente sofisticación de los dispositivos
de poder que proliferan por todos los ámbitos del tejido social y se
insinúan en los intersticios más diminutos de la vida cotidiana, no
solo sitúan la lucha contra el poder en un primer plano sino que
legitiman el discurso anarquista que siempre le concedió una
importancia privilegiada.
También tiene mucho que decir porque la voluntad de imprimir mayor
efectividad a los movimientos sociales de base y asamblearios que van
surgiendo más o menos espontáneamente por doquier, encarrila esos
movimientos hacia unos derroteros que amenazan con desvirtuar su
potencial subversivo. Hay están Podemos o Guanyem como
posibles ejemplos. Frente a esas derivas, la experiencia histórica
acumulada por las luchas anarquistas articula un discurso, que no se
debería desoír, contra las tentaciones parlamentaristas y contra la
participación en los engranajes del poder político. La toma del
poder es el espejismo que desvirtúa y esteriliza las políticas
radicales.
- La palabra anarquismo muchas veces ha sido mal utilizada. Por
ejemplo. En EEUU existe el término “libertariano” o el
“Libertarian Party”, que hablan de una desaparición del Estado o
un Estado mínimo pero en términos económicos son ultraliberales.
Son lo que se denominan “anarco-capitalistas”, que no deja de ser
una contradicción in terminis. ¿Cómo afecta esto al
anarquismo que siempre ha tenido una base transformadora hacia el
socialismo?
Esto afecta, seguramente, a determinados sectores del capitalismo que
pugnan por desarrollar planteamientos económicos y políticos ultra
liberales, pero no afecta en lo más mínimo al anarquismo.
No lo afecta por la sencilla razón que se trata de orientaciones
inconmensurables, pertenecientes a universos políticos totalmente
ajenos el uno al otro y sin ningún punto de contacto. Por supuesto,
nadie puede impedir que las palabras sean secuestradas para servir a
propósitos estrambóticos, pero sí se puede denunciar el carácter
estrambótico de esas apropiaciones indebidas y mostrar su inanidad.
Eso es bastante fácil cuando se trata del acoplamiento del término
“anarco” a una serie de otros términos, que son a veces
antitéticos, tal y como anarco-capitalismo, anarco-fascismo, u
otros del mismo tipo, sin embargo la presencia de referencias a
conceptos que son nucleares para el anarquismo, tales como
anti-estatismo, o exigencia de libertad, parece complicar las cosas,
pero eso no es así porque si los significantes son idénticos los
significados nada tiene en común.
Así, por ejemplo, el concepto anarquista de la libertad vincula de
forma inseparable la libertad y la igualdad (libertad entre
iguales) lo cual hace de la libertad un concepto incompatible con
cualquier forma de capitalismo.
- En España el movimiento libertario fue uno de los más
dinámicos de la historia. Sus organismos y militantes no solo
articularon movimientos sindicales y políticos sino que crearon una
forma de vida distinta. La llamada “cultura libertaria”. En este
momento de agitación social. ¿Ves posibilidades de crecimiento de
un movimiento libertario similar al de los años 30? ¿En qué puntos
consideras que se encuentra el anarcosindicalismo en la actualidad?
En un contexto político y social notablemente distinto resulta
difícil imaginar cómo sería un movimiento libertario similar al
de los años 30, ahora bien, estoy convencido que el movimiento
libertario puede acercarse a las cuotas de influencia que conoció en
aquellos años (salvo que la evolución de la sociedad hacia sistemas
de dominación cada vez más sofisticados e invasivos, consiga
eliminarlo del todo).
Ahora bien, es obvio que su fuerza ya no se concentrara en una clase
trabajadora cuyas características distan mucho de las que la
definían en los años treinta. En su forma clásica el
anarcosindicalismo tiene en el contexto social actual un techo
relativamente bajo que, sin ser despreciable, no le augura el lugar
hegemónico que ocupo en los años treinta. Por mucho que pueda
crecer al calor de la “crisis”, mi sentimiento es que no
progresara mucho más arriba del punto en el que se sitúa en el
momento actual.
Esto no significa que no sea útil contribuir a su desarrollo, pero
atempera las expectativas de éxito que se puedan albergar. Ahora
bien, el anarcosindicalismo está pugnando actualmente por renovar
sus planteamientos en la línea de expandirse fuera del mundo del
trabajo estrictamente definido, y de lograr una “hibridación”
con los movimientos sociales. Si consigue progresar en esa vía
puede alcanzar nuevas cuotas de desarrollo y deparar desagradables
sorpresas a las instituciones que mantienen el orden establecido.
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