Artículo aparecido en la edición digital del periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net/saberes/mitos-del-36.html) con motivo del aniversario del 18 de julio.
El 18 de julio se cumplen 77 años del golpe de Estado con la
República. Y a pesar de los años que han pasado todavía es un tema
que genera debate y pasiones a partes iguales. La derrota militar de
la República y de los proyectos que habitaban en ella, los largos
años de una dictadura impuesta y desarrollada bajo el terror y casi
los mismos años de un sistema democrático fundamentado en los
mismos pilares de esa dictadura han tendido a distorsionar mucho de
los acontecimientos sucedidos durante la década de 1930, a fomentar
lugares comunes o sencillamente a desdibujarlos en un olvido pactado,
a estigmatizarlos en una guerra de “buenos y malos” o de “todos
malos” (como es la moda historiográfica actual, en algunos casos).
Es
por ello que aunque hayan corrido ríos de tinta sobre aquellos
acontecimientos del verano de 1936 que desembocaron en una Guerra
Civil hasta 1939 y en la imposición de una dictadura, aun hoy queden
cosas por dilucidar. Y gran parte de esas cosas las han puesto encima
de la mesa un grupo de profesores, que coordinados por el profesor
Francisco Sánchez Pérez, han abordado algunos temas de enorme
importancia que han servido para esclarecer cuestiones tabues aun
hoy. Los mitos del 18 de
julio
se convierte así en una referencia para acercarnos a los orígenes
de la Guerra Civil.
Algunos
de esos mitos comenzaron a fraguarse en el mismo momento del golpe de
Estado. Alguno de esos mitos fueron utilizados como excusa para poder
perpetrar ese golpe de Estado. Y hoy todavía se utilizan como
elementos históricos para poder dar lecturas del acontecimiento.
Algunos de esos mitos los vamos a enumerar aquí.
1. La República no era un sistema democrático
Es
quizá uno de los mitos más utilizados. Considerar que la llegada de
la República fue antidemocrática, pues en 1931 ganaron los
monárquicos y no los republicanos, es un argumento utilizado desde
el franquismo y que la historiografía neofranquista hoy ahonda aun
más. Sin embargo todas estas tendencias no tienen en cuenta el poder
que el caciquismo tenía en 1931 en muchas zonas de España y por el
cual el voto fue dirigido en la zonas rurales. En las áreas urbanas
fueron los republicanos los que triunfaron sin ningún tipo de dudas.
El origen de la República es plenamente democrático y se inscribe
en la tradición democrática de la llegada a tales cotas de libertad
de otros países, como por ejemplo Alemania en 1918.
2. Las izquierdas son las responsables de la Guerra Civil
Argumento
utilizado desde el mismo momento del golpe de Estado. Siempre se hace
mención a la revolución de octubre de 1934 como el ejemplo golpista
de las izquierdas contra la propia República. Lo que hicieron los
militares fue una contrarrevolución preventiva que llevaba
irremediablemente a España hacia la construcción del modelo
soviético. Nada más lejos de la realidad. Las izquierdas eran
quienes mejor encarnaban el concepto revolucionario como superación
progresiva de los problemas sociales. En ese sentido, y tal como
Francisco Sánchez Pérez enmarca en capítulo introductorio, el
concepto de “revolución” en la época era extensivo tanto a los
republicanos liberales como a los anarquistas. Cada uno tenía su
concepto revolucionario. Y de hecho la proclamación de la República
es en sí un acontecimiento revolucionario. El problema es cuando se
valora ese concepto con perspectiva actual. En la década de 1930
“democracia” no está reñido con revolución. Y la Revolución
de octubre de 1934 forma parte de ese proceso de profundización
democrática (cada uno con su perspectiva) frente a elementos
reaccionarios de la sociedad que no querían para nada la democracia.
La responsabilidad de la Guerra Civil recae exclusivamente en
aquellos que perpetran el golpe de Estado contra la República. Esos
conceptos de revolución y las perspectiva de la izquierda son
perfectamente tratado en el libro por el profesor Julio Aróstegui
(in memoriam)
3. España iba a caer en la órbita de la URSS. El comunismo iba a
dominar España
El
miedo al comunismo fue y es otro de los argumentos favoritos para
justificar la Guerra y el franquismo. Como se dice en el libro es
algo estratégico, incluso hoy. Abocar al peligro socialista sería
ridículo. Y lo mismo decir hacía el anarquismo. Lo mejor era
introducir en un mismo saco todo y decir que existía un peligro
comunista. Pero ni el PCE era un partido poderoso cuando estalla la
Guerra Civil (va creciendo en influencia, como demuestra el profesor
Fernando Hernández Sánchez) no había ningún contacto entre la
República española, sus políticos y la URSS. Incluso haciendo un
análisis de la fuerza de la izquierda del momento en España no era
en ningún caso prosoviética. La mayoría del movimiento obrero se
enmarcaba en el socialismo y el anarquismo que no tenían, ni mucho
menos, simpatías por la URSS. No, la República no estaba vendida a
la URSS. Muy por el contrario son los defensores de la unidad de la
nación los que había llegado a pactos y acuerdos con la Italia
fascista. Gracias a las investigaciones del profesor Ángel Viñas se
ha podido demostrar que existían acuerdos entre los monárquicos y
los fascistas italianos desde el 1 de julio de 1936 para la compra de
material bélico. Una importante cantidad de armamento que no solo
estaba destinada a un golpe de Estado sino a soportar una guerra. No
es nada nuevo la fascinación que un personaje como Gil Robles le
causó la Alemania nazi. Ni las simpatías que el lider de los
monárquicos, José Calvo Sotelo, tenía por la Italia fascista.
Curiosamente los acuerdos de su grupo monárquico con el fascismo y
sus discursos profascistas en el Congreso coinciden en fechas. Esto
anula la idea de que el asesinato de Calvo Sotelo desencadenó la
Guerra, ya que se tenían acuerdos previos para desencadenar esa
guerra. Por no hablar que al mismo tiempo que se asesinaba a Calvo
Sotelo se cometió el crimen contra el teniente Castillo, reconocido
izquierdista.
4. Fue un golpe a la antigua usanza del pronunciamiento que
degeneró en una Guerra Civil
Por
las informaciones que se tienen es imposible pensar tal
circunstancia. El golpe del 18 de julio no fue un pronunciamiento.
Emilio Mola dejó muy claro que aquello iba a ser una guerra, larga y
cruenta donde había que imponer el terror. El libro, gracias a las
aportaciones de Fernando Puell, rescata esas directrices de Mola.
Además ahonda en el problema militar en España. La reforma de Azaña
había generado un sentimiento antiazañista y antirrepublicano en
muchos sectores del Ejército que hicieron que estos se rebelasen
contra la República para defender sus privilegios.
5. La derecha no fue tolerada en la República
Exceptuando
alguna excepción, la derecha española nunca ha tenido una tradición
y raíz democrática. Su origen ha venido siempre de la reacción al
progreso y a la revolución, a la profundización democrática y al
avance. La derecha que se presentó en la República, excepto en
casos como el de Alcalá Zamora, Luis Lucía o de Giménez Fernández,
como enemiga de la misma y con el objetivo de destruirla. Cada uno lo
hizo desde su posición. Unos desde el llamado “accidentalismo”
(como la CEDA de Gil Robles), otros desde la violencia verbal y
física (los monárquicos de Calvo Sotelo) y otros desde el propio
terrorismo (Falange). Estos grupos nunca estuvieron integrados en las
instituciones republicanas. Muy por el contrario lucharon por la
consecución de sus objetivos políticos corporativos. El profesor
Eduardo González Calleja nos muestra a la perfección esta evolución
de la derecha española.
6. La violencia como elemento fundamental de la República
Es
el gran mito fomentado por el franquismo tal como demuestra el
profesor José Luis Ledesma. Y es un tema continuado tanto por los
divulgadores del neofranquismo histórico como por una parte del
mundo académico. Sin embargo España no tiene más violencia que
cualquier país del entorno con democracias más asentadas (solo hay
que recordar las huelgas que se desarrollaron en Reino Unido o en
Francia). La República tuvo violencia. Pero hay que distinguir
aquella que venía por los propios problemas estructurales de la
misma (casos de Arnedo, Castilblanco, Alto Llobregat o Casas Viejas)
que se fueron aminorando con el tiempo, a la violencia para la propia
desestabilización de la República, como es la variable que los
grupos callejeros de extrema derecha introducen. Pero en ningún
momento la República tiene un plan trazado de exterminio del enemigo
(como así harán constar los franquistas), ni siquiera contra la
Iglesia, que los sublevados toman como bandera mucho más tarde que
el propio 18 de julio, tal como Hilari Raguer demuestra.
Estos
y otros muchos más mitos (el separatismo, las tramas civiles, las
reformas de la primavera de 1936, etc.) son tratados en la obra Los
mitos del 18 de julio,
donde un elenco de buenos historiadores presentan sus trabajo.
Mención especial cabe para el profesor Julio Aróstegui, fallecido
en enero de este año y que no ha podido ver esta obra publicada,
como tampoco su última gran obra Largo
Caballero. El tesón y la quimera.
Con toda probabilidad Aróstegui es uno de los mejores historiadores
de este país en los últimos tiempos. Y así lo demuestra su amplia
producción sobre movimiento obrero, guerra civil, conflictividad,
etc. Pero no solo de eso, sino de la forma de hacer y escribir
historia. Su desaparición ha dejado huérfano el panorama
historiográfico español. Pero nos queda su obra y, como se puede
comprobar, sigue dando sus frutos.
Estamos ante una gran obra. Con cosas discutibles pero con grandes
aportaciones. Aunque inabarcable poco a poco nos vamos acercando a
la realidad de lo que sucedió y pasó en la Guerra Civil española.
Julián Vadillo Muñoz
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