Tras el parón veraniego, retomamos la actualización del blog, recuperando una reseña que en el año 2006 escribí para la revista Germinal sobre un libro que se editó de recopilación de textos de Manuel Buenacasa Tomeo, anarquista nacido en Caspe, que realizaron Jesús Cirac Febas y José Luis Ledesma.
Jesús Cirac Febas y José
Luis Ledesma Vera:
Manuel Buenacasa Tomeo.
Militancia, cultura y acción libertarias
(Centro de Estudios
Comarcales del Bajo Aragón-Instituto Fernando el Católico, Zaragoza
2006). 323 páginas.
Recomponer una parte
histórica en su más amplio contexto es una tarea trabajosa, pero
que con las fuentes bien ordenadas puede resultar más sencilla. Pero
recomponer la vida de una persona, su ámbito biográfico, es algo
más complicado. Más si en esa recomposición hay dificultades para
casar la vida de una persona.
Esta biografía de Manuel
Buenacasa pasa con nota la recomposición. Nos encontramos ante un
libro de elaboración pormenorizada, de investigación concienzuda, a
base de documentos, hemerografía y entrevistas con personas que
conocieron la figura de Manuel Buenacasa. Y esto gracias a la labor
de investigación de Jesús Cirac Febas, periodista del pueblo del
propio Buenacasa, Caspe, preocupado por rescatar la memoria de los
que perdieron la guerra, y del historiador José Luis Ledesma,
conocido por su obra “Los días de llamas de la revolución.
Violencia y política en la retaguardia republicana en Zaragoza
durante la Guerra Civil”, donde analiza los fenómenos de represión
en la retaguardia aragonesa y desvela bastantes mitos. Ambas partes,
la del periodista y la del historiador, se complementan perfectamente
en la obra. Cirac nos aproxima a su labor de investigación en la
primera parte de la obra, donde relata de seguido tanto la vida de
Buenacasa como algunos acontecimientos de su propia investigación.
Con un estilo llano y fácil de comprender, propio del periodismo,
nos acerca a una figura poco conocida, no sólo por el movimiento
obrero en general sino por el propio movimiento libertario. Las
entrevistas con personajes que le conocieron, con la hija del propio
Buenacasa, y su labor de investigación nos aproxima a dos cosas. Por
una parte lo apasionado que fue para el autor el descubrimento de un
paisano suyo y el interés que pone en su figura. Por otra la
importancia que en muchos períodos de la dilatada historia del
movimiento libertario tuvo Manuel Buenacasa. En la segunda parte de
la obra encaja la labor de complementación de José Luis Ledesma.
Tras una selección de artículos y textos del propio Buenacasa y
algunos que hablan sobre él, Ledesma hace una introducción a cada
uno de ellos, poniendo al lector en contacto con el momento histórico
en el que se escribe tal artículo o texto.
Destaquemos alguna de las
cuestiones que nos revela esta aproximación biográfica a la vida y
obra de Buenacasa. En primer lugar nos ofrece una definición
fisiológica de la figura que estudian extraída de su ficha
carcelaria: “Metro setenta y un centímetros de estatura. Pelo
rubio castaño. Cejas de igual color. Ojos pardos, nariz intermedia.
Cara oval. Boca regular. Barba rubia. Cráneo corto. Cicatriz deforme
que abarca todo el dedo pequeño de la mano izquierda incluyendo la
uña. Un poquito sordo”.
La figura de Buenacasa
fue intermedia entre dos generaciones de anarquistas. Se sitúa entre
la primera generación de internacionalistas y anarquistas como
Anselmo Lorenzo, Teresa Claramunt, Soledad Gustavo, Federico Urales o
Francisco Ferrer Guardia y una generación en la que aparecen
Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Cipriano Mera, Juan García
Oliver o Federica Montseny. La importancia de esta generación de
Buenacasa, que es la de Seguí, la de Peiró, la de Negre y otros
radica en que es la que funda la Confederación Nacional del Trabajo.
Si los primeros preparan el camino y los terceros participan de la
situación prerrevolucionaria, la generación de Buenacasa en la
culminación y desarrollo de ambas generaciones.
Pero lo mismo que la
posición de Buenacasa fue intermedia en la historia del movimiento
libertario, intermedia fue casi siempre su actividad en la CNT y la
FAI. Siempre quiso mediar entre partes en conflicto, lo que dio lugar
a importantes textos como el nacido en 1933 “La CNT, los treinta y
la FAI (La crisis del sindicalismo en Cataluña. Sus causas, sus
efectos, sus remedios”. No olvidó Buenacasa la historia del propio
movimiento obrero e intentó continuar la importante obra de Anselmo
Lorenzo “El proletariado militante” con su “Movimiento obrero
español. 1886-1926. Historia y crítica” que si bien fue criticado
por Soledad Gustavo desde las paginas de La Revista Blanca, significa
un intento de aproximación a la historia del movimiento obrero en
esos tiempos. De importancia también es su obra “Figuras
ejemplares que conocí”, donde establece una lista de de personajes
que tuvieron algún tipo de relación con Buenacasa, como Dicenta,
Barriobero, Seguí u Orobón Fernández. Gracias a esta pequeña obra
conocemos que fue Manuel Buenacasa el intermediario para pedir a
Santiago Ramón y Cajal que aceptará la presidencia de la República
en uno de los numerosos intentos de derrocar a la dictadura de Primo
de Rivera.
También Buenacasa se
revela como un perfecto conocedor de la organización CNT y de sus
necesidades según el momento histórico. Crítico con los pactos con
la UGT, a la que consideraba reformista, durante la década de 1910 y
1920 (donde la UGT llegó a pactar con la dictadura de Primo de
Rivera a través de Largo Caballero), fue defensor a ultranza de la
alianza con la central sindical socialista desde el congreso de
Zaragoza de 1936, donde sale tal dictamen, y sobre todo en los
intentos de ganar la Guerra Civil y la Revolución,así como en
derrocar la dictadura de Franco.
La figura de Buenacasa
adquiere también gran importancia por ser quien encabeza la llamada
“Escuela de Militantes”, que aprobó la CNT siendo secretario
general de la misma Mariano Rodríguez Vázquez “Marianet”. De
esta iniciativa, que aceptó Buenacasa, salió un pequeño “Manual
del Militante” en 1937.
El exilio fue el trágico
final de Manuel Buenacasa. El sentimiento de desarraigo, la añoranza
por su tierra y el deseo de volver a la misma para poner en práctica
los ideales libertarios en los que se había formado, se juntaba con
el dolor por ver desde 1945 a la CNT dividida, en la que también
medió para poder volver a unirla.
Todos estos aspectos y
muchos más, como su visión de la Revolución rusa, nos los muestra
tanto Jesús Cirac como José Luis Ledesma en las páginas que
presentamos.
El libro tiene un estilo
fácil y sencillo, con una buena recopilación de artículos y unos
buenos comentarios aproximativos. Se remarca muy bien la obra
constructiva y el pensamiento de Buenacasa. Quizá lo que sigue
manteniendo son algunos tópicos como el llamado problema entre
“treintistas” y “faístas” durante la República, cuando esa
esquematización no es tal, siendo Manuel Buenacasa un ejemplo de
ello al ser militante y fundador tanto de la CNT como de la FAI.
Igualmente la imagen de un exilio dividido entre “ortodoxos” y
“colaboracionistas” que dicho de forma tan esquemática deja
muchas dudas sobre los problemas reales del movimiento libertario en
el exilio. Pero son cuestiones secundarias.
Con esta nueva biografía
se rescata del pabellón de los olvidados a una figura trascendental
para la historia del movimiento obrero como fue el caspolino Manuel
Buenacasa Tomeo.
Julián Vadillo
Esta
recensión fue publicada por primera vez en Germinal. Revista de
Estudios Libertarios núm.2 (octubre de 2006)
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