Juan
Peiró había nacido en Barcelona, el barrio obrero de Hostafrancs, en 1887 y
desde muy pronto, siendo un niño, trabajó en el sector del vidrio. Analfabeto,
por la imposibilidad de ir a la escuela, aprendió a leer y escribir de forma
autodidacta y, desde muy temprano, se vinculó al movimiento obrero de su sector
laboral.
Su
vinculación a la CNT se remonta al año 1915, cuando el organismo sindical ha
logrado reestructurarse tras un periodo de ilegalidad. En ese tiempo se
convierte en el principal organizador de la Sociedad de Obreros del Vidrio y de
la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros siendo también el creador del
periódico La Colmena Obrera y El Vidrio.
La
actividad sindical de Peiró sería crucial en la llamada crisis de la Restauración,
con una actividad participación sindical en las diferentes huelgas que se van a
desarrollar en España. Fuerte defensor de las Federaciones Nacionales de
Industria que no se aprobaron en 1919 pero si en 1931, Peiró se convertiría en
uno de los sindicalistas de más prestigio en España, al alcanzar la secretaria
general del Comité Nacional de la CNT y participar en numerosos actos a lo
largo de la geografía española.
Con
la dictadura de Primo de Rivera su actividad no decayó, aunque fuese en le
plano clandestino. Además, en ese tiempo creará en Mataró una cooperativa de
producción del vidrio, lo que hizo de Peiró uno de los principales defensores
del cooperativismo como medio de producción. Estos aspectos del cooperativismo
han sido trabajados por el historiador Miguel Garau Rolandi en su obra Joan
Peiró i Belis.
Fue
durante esta época cuando se forjó un Peiró anarcosindicalista, que a través de
artículos y escritos fue perfilando una forma de organización sindical
coherente. En textos como Trayectoria de la CNT o Problemas del
sindicalismo y del anarquismo, Peiró defendió la necesidad de articular un
sindicalismo de acción directa, donde los trabajadores tuvieran una
participación real en la construcción del sindicato y en la resolución de sus
conflictos laborales. El sindicato tenia que ser la pieza de lucha contra la
explotación de la sociedad capitalista pero también la base de la
reconstrucción para una sociedad socialista. Por eso Peiró debatió y polemizó
con marxistas como Maurín o con otros sindicalistas como Pestaña. Respecto a
los primeros, Peiró rechazaba la idea de control de los partidos políticos
sobre el sindicalismo y con el segundo, la idea de que el sindicato era un
organismo aséptico de los trabajadores. Para Peiró el medio era la acción
directa, bebiendo de la tradición del sindicalismo revolucionario, pero la
finalidad era el anarquismo. Un sindicato vacío de contenido ideológico no
podría sustituir al Estado, y esa coherencia ideológica solo se la daba el
anarquismo.
Sin
embargo, Peiró va a polemizar también con otros anarquistas, sobre todo en el
periodo de la Segunda República. Para Peiró la revolución social y el
establecimiento de la sociedad comunista libertaria tiene que ir precedido de
un importante trabajo de formación dentro de los sindicatos. Para Peiró la
revolución no tiene que ir precedida de un acto de fuerza sino de una salida a
las condiciones económicas del momento. Por ello el poder del sindicalismo se
tiene que dejar sentir en las fábricas y los centros de trabajo, donde los
trabajadores tendrán las herramientas suficientes para poder hacerse con el
control de la producción. Ahí radica la verdadera revolución para Peiró. Por
ello, un marco de libertades democráticas era fundamental para poder
desarrollar esos criterios, algo que la dictadura no podía dar. Además, en su
concepto de evolución revolucionaria, Peiró abarcaba la posibilidad de un
estadio intermedio, que el denominaba República social federal, defendiendo la
necesidad de la Alianza Obrera y los pactos sindicales y revolucionarios con la
UGT.
Con
la proclamación de la Republica, en el Congreso de 1931 fue uno de los mayores
defensores de la plataforma reivindicativa de la CNT y de la aprobación de la
Federaciones Nacionales de Industria. Fue entonces elegido director de Solidaridad
Obrera, el principal órgano de expresión de la CNT.
Aunque su
posición era la de la CNT, en los años republicanos los enfrentamientos
internos llevaron a Peiró a firmar el Manifiesto de los Treinta en agosto de
1931 y un tiempo después a pasar a engrosar los sindicatos de oposición en la
llamada Federación Sindicalista Libertaria. A diferencia de Pestaña, la idea de
Peiró no solo era retornar a la CNT sino la construcción de un poderoso
sindicalismo. Por ello criticó duramente la fundación del Partido Sindicalista
en 1934. Los debates que quedaron resueltos en el Congreso de Zaragoza de 1936,
con la vuelta de los sindicatos de oposición y la adopción de muchos de los
presupuestos de Peiró en la CNT.
El
inicio de la Guerra Civil conforma a un Peiró partidario de ganar la guerra a
toda costa, con un mando único. Sin renunciar a las medidas revolucionarias,
para Peiró lo prioritario era vencer a los sublevados ya que estos pretendían
un modelo diametralmente opuesto al defendido por el anarcosindicalismo. Por
ello fue también un firme partidario de la alianza con la UGT y de la presencia
de la CNT en el gobierno de la República. En este aspecto Peiró fue uno de los
cuatro ministros que hubo de la CNT en el gobierno de Francisco Largo
Caballero. Ocupó la cartera de Industria, y muchas de las cuestiones que había
defendido durante su vida de militante intentó ponerlas en practica en aquellos
momentos. El objetivo de Peiró fue crear un organismo que unificase la
producción según el ramo, donde los sindicatos se verían reforzados al frente
de la gestión de la industria e implantado una socialización de la economía
frente a la nacionalización que pretendía los comunistas y algunos otros
sectores del Frente Popular. Fue un camino complicado que llevó a debates y
enfrentamiento con otros integrantes del gobierno, aunque Peiró si consiguió
que las decisiones de guerra se uniesen a las decisiones de la industria, así
como un decreto de nacionalización de la industria petrolífera. Sus aspectos
gubernamentales han sido trabajados por el historiador Juan Pablo Calero en su
libro El gobierno de la anarquía y por la historiadora Dolors Marín en Ministros
anarquistas.
La
crisis de 1937 puso fin a la participación de Peiró en el gobierno, y si bien
mantuvo su posición durante toda la guerra, lo cierto fue que el paso del
protagonismo de los sindicatos a los partidos políticos tras los sucesos de
Mayo de 1937 hizo que se replantease algunas cuestiones.
La
derrota de la República significó el exilio para Peiró en Francia. En París
colaboró con la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles). Pero la
llegada de los nazis a Francia significó la detención de Peiró por la Gestapo.
Reclamado por el gobierno español fue extraditado a España, juzgado y condenado
a muerte. Peiró pudo salvar su vida, pues altos dirigentes falangistas
ofrecieron a Peiró la posibilidad de colaborar con los sindicatos verticales a
cambio de la conmutación de la pena. Peiró, recto en su pensamiento y sus
principios rechazó cualquier proposición que procediese del fascismo.
El 24 de julio
de 1942 era fusilado en Paterna y con él una de las mentes más brillantes del
anarcosindicalismo español.
No hay comentarios:
Publicar un comentario