Unos días después del asesinato,
a manos de pistoleros de la patronal, de Salvador Seguí salió publicado un
pequeño texto escrito por él con el título Escuela
de rebeldía. Era habitual que algunos militantes obreros tuvieran también
una actividad literaria y plasmarán parte de sus inquietudes e idearios a
partir de novelas cortas. En base a ello se entiende muchos proyectos
editoriales que los anarquistas desarrollaron en España para dar a conocer sus
ideas y donde las plumas más famosas del movimiento libertario participó:
Soledad Gustavo, Federico Urales, Federica Montseny, Mauro Bajatierra, etc.
Salvador Seguí, aunque menos ducho en estas cuestiones, también participó de
ello.
Escuela de rebeldía es la historia de un
inmigrante andaluz en Barcelona, Juan Antonio Pérez Maldonado. En la capital
catalana conoce el amor y las luchas sociales, a las que se vincula con una
marcada ideología libertaria de transformación social. Como un alter ego del
propio Seguí, Pérez Maldonado piensa que para cambiar la sociedad es la
disposición de las mentes lo que hay transformar primero. Reforzando el
movimiento obrero, nutriendo a los sindicatos con hombres conscientes que
desarrollen un ideal alternativo a la sociedad capitalista que les explotaba.
Esa lucha enconada por el cambio de las mentes a través de la lucha obrera le
iba a costar la vida a Juan Antonio, como también le pasó a Salvador Seguí en
una especie de macabra predicción.
La
novela no es sino un reflejo de las luchas sociales que en aquellos momentos se
realizaba en Barcelona. Y su autor no podía ser pluma más autorizada, pues
Salvador Seguí era por aquel entonces uno de los más prestigiosos
sindicalistas. Su ideario fue base para que la CNT alcanzase la mayoría de edad.
Su participación en el primer pacto con la UGT en 1917 y en la huelga de agosto
del mismo, en el Congreso de Sans en 1918 y el nacional de Madrid de 1919
fueron clave. El desarrollo de los sindicatos únicos y de la huelga solidaria
es eje fundamental para entender luchas como la huelga de La Canadiense que
llevó a la paralización total de Barcelona y a presionar para la consecución de
la jornada de ocho horas de trabajo.
El
pintor de brocha gorda Salvador Seguí había sido clave para todos estos hitos y
recordado fue el mitin que efectuó en Las Arenas una vez que la patronal cedió
ante las reivindicaciones obreras tras La Canadiense.
Seguí,
defendiendo un ideario libertario, basaba su pensamiento en el refuerzo del
sindicalismo como base de la transformación social, buscando en todo momento la
unidad de acción de la clase obrera que les condujese a cuotas de bienestar
social y al control de los medios de producción y consumo. Su estrategia era la
acción directa, contraria a la acción delegada, aunque en ningún momento Seguí
renunció a la posibilidad de acuerdos puntuales y reivindicativos con otras
fuerzas sociales del momento, como eran republicanos y socialistas.
Su
pragmatismo sindical y su enorme prestigio hizo que muchos trabajadores se
adhirieran a la CNT, que se convirtió en la referencia sindical en muchos
rincones de España. Aunque partidario de la acción directa no lo era para nada
de la actuación que los grupos de acción anarquistas venían desarrollando
contra los pistoleros de la patronal y del Sindicato Libre. El creciente poder
de la CNT en el campo sindical llevó a una reacción de patronos, políticos y
rompehuelgas que iniciaron una campaña violenta contra los efectivos
sindicalistas por la cual fueron asesinados los más prestigiosos militantes de
anarcosindicalismo y sus defensores legales, como el republicano Francesc
Layret. A la cabeza de esta represión policías como Bravo Portillo, militares
como Severiano Martínez Anido o Miguel Arlegui y Bayonés. A esta violencia
patronal e institucional, algunos grupos anarquistas respondieron con la misma
estrategia pero en la que proporcionalmente y por potencialidad eran
inferiores.
Este
estado de violencia no fue apoyado en ninguno momento por Salvador Seguí y
otros sindicalistas de la época, que como Ángel Pestaña o Juan Peiró, eran
partidarios del refuerzo sindical. Aun así, Seguí se convirtió en el objetivo
número uno de la patronal. Muchos sindicalistas cayeron bajo las balas
homicidas o víctimas de la “Ley de Fugas”. Entre ellos Evelio Boal, secretario
general de la CNT asesinado en 1921. Por poco salvó su vida Ángel Pestaña,
víctima de un atentado en Sabadell en 1922. Pero no tuvo la misma suerte
Salvador Seguí, cuando el 10 de marzo de 1923 era tiroteado en la calle de la
Cadena de Barcelona junto a su compañero y amigo Francisco Comes “Perones”. Sus
asesinos pistoleros a sueldo de la patronal entre los que se encontraba un
excenetista que profesaba especial odio contra Seguí: Inocencio Feced.
Conocer
la historia del sindicalismo de la década de 1910 e inicios de 1920 es
acercarse a la vida de Salvador Seguí, el “Noi del Sucre”.
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