Carlos
Hernández de Miguel, Los campos de
concentración de Franco. Sometimiento, torturas y muerte tras las alambradas, Ediciones
B, 2019
Tengo
que reconocer que tenía muchas ganas de leer el libro de Carlos Hernández y más
teniendo en cuenta el buen sabor de boca que me dejó Los últimos españoles de Mauthaussen. Lo que más me atraía de la
obra es la capacidad de investigación de su autor, que no deja puntada sin hilo
y sabe hilvanar a la perfección una investigación de este calibre. Los campos de concentración de Franco no
defrauda en este sentido.
El
libro que hoy nos ocupa tiene bastantes virtudes que merecen ser rescatadas y que,
en mi modesta opinión, la convierten desde ya en una obra de referencia para el
estudio de la represión del franquismo.
El
tema de los campos de concentración durante el franquismo ha sido trabajado en
otras obras, pero no con el suficiente interés o en un estudio monográfico que
pedía desde hace tiempo. No es un tema sencillo, porque hay que saber
discriminar muy bien que es y que no es un campo de concentración, cuestión que
el autor pasa con nota al diferenciar las distintas tipologías
concentracionarias en la dictadura franquista (campo de concentración, batallones
de trabajadores, etc.). Por otra parte, estamos bajo la espada de Damocles de
todo lo que aconteció con los campos de concentración nazi o, inclusive, por el
gulag soviético, lo que hace que la represión franquista se la considere menor o
menos dura. Algo completamente falso a tenor de los resultados obtenidos en
diversos estudios, incluido el que hoy nos atañe. Y este último punto es algo
que el propio Carlos Hernández también aborda. La barbarie nazi no puede
ocultar o disminuir lo que provocó la barbarie franquista pues muy por el
contrario numerosos asesores nazis y fascistas dieron las teclas suficientes al
régimen de Franco para instituir toda una red de campos de concentración que asoló
el territorio español. Ahí esta el caso de Paul Winzer, entre otros muchos.
En
un ejercicio de profesionalidad y de deontología, el autor aborda también temas
que pueden parecer espinosos, como la existencia durante la República de campos
de concentración. Denominación que aclara el propio autor y donde, sin negar su
existencia y dureza, marca las diferencias de peso entre lo que fueron las prácticas
de un sistema de carácter democrático a las prácticas crueles y sanguinarias de
un régimen dictatorial.
El
libro de Carlos Hernández esta lleno de listas de personas, de testimonios
personales, de fuentes secundarias y de fuentes primarias. El autor ha
recorrido multitud de archivos municipales, provinciales, regionales y
nacionales para desgranar todos los campos de concentración que existieron en
España. Y lo importante del mismo es que se deja la investigación abierta pues
hay dudas respecto a algunos de ellos (no contabilizados por el autor) por
falta de referencias o fuentes y que necesitarían de un estudio más exhaustivo.
Y
es que la España que se inauguró con el golpe de Estado de julio de 1936 y que se
confirmó con la victoria militar de Franco en abril de 1939 se llenó de campos
de concentración para todos los gustos. Los hubo de corta vida, los hubo de
larga duración (como el de Miranda de Ebro), lo hubo exclusivos de brigadistas
internacionales que vinieron a España (como el de San Pedro de Cardeña), etc. Lo
interesante de todo este proceso es que lo que en un principio fueron medidas
transitorias al final se convirtió en una política del régimen franquista, con
la creación de instituciones que reglamentaban y estructuraban los campos de
concentración.
Pero
no solo fue una institucionalización sino que la vida en esos campos fue penosa
y muchos de sus integrantes perdieron la vida por malos tratos, fusilamientos,
jornadas laborales extenuantes o el hambre y las enfermedades que los asolaron.
Lugares donde se institucionalizaba también la muerte “legal”, la masificación,
etc.
Lo
que hace el autor es un recorrido por muchos de ellos, con evolución cronológica,
con inclusión de historias personales y documentos de primera mano donde las
propias autoridades reconocían la situación. El peso de la victoria franquista
fue un revulsivo para unos vencedores que se emborracharon de victoria y
provocaron una represión inquisitorial contra sus enemigos seculares. Sin
embargo, en ese ambiente atroz, de represión y de miseria humana también surgía
lo mejor del ser humano y los lazos de solidaridad entre los presos, donde la
ayuda mutua se convertía en el último baluarte de supervivencia.
No
se olvida tampoco de una opinión de los gobierno a nivel internacional que a
pesar del conocimiento de estas prácticas callaron o hicieron poco en favor de
los presos que esos lugares penaban.
Por
la proximidad que tengo, el autor cita el campo de concentración de Alcalá de
Henares, donde miles de presos se hacinaron al final de la Guerra Civil. Me
permito aquí hacerle al autor algunas sugerencias para ampliar el conocimiento
de dicho campo. En realidad, el campo de concentración de Alcalá de Henares
surgió al calor de las jornadas del golpe de Casado en Madrid, y allí ubicaron
a muchos militantes comunistas que se habían opuesto al movimiento casadista. Como
campo casadista poco duró, porque pocas semanas después la guerra finalizaba
con la victoria militar franquista y a esos presos comunistas se le fueron
uniendo los de otras ideologías. De hecho, no hace muchos años, apareció una
fosa en las proximidades donde era difícil dilucidar si aquellos cadáveres que aparecieron
fueron de represión casadista o de represión franquista de primera hora. Lo
cierto fue que el Campo de Concentración de Caño Gordo fue reutilizado por el
franquismo y se conoció en su interior los peores de los horrores de la
dictadura. Sobre su origen algo hablé en mi tesis doctoral El movimiento obrero en Alcalá de Henares y en algunos otros
trabajos en los que analizo la primera represión franquista en la ciudad.
Sin
duda alguna estamos ante uno de los libros que viene a marcar un antes y un
después en la investigación sobre el franquismo y lo concerniente a su
maquinaria represiva. El libro nos descubre lugares completamente desconocidos
para muchos historiadores, investigadores o curiosos sobre el tema y por lo
tanto cumple la principal misión de una obra: aprendemos mucho con ella. Un
libro que ya no puede faltar en la bibliografía básica del franquismo y de la
represión. Y, además, abre las puertas a continuar con este estudio.
Quien
tenga la oportunidad que lea Los campos
de concentración de Franco del periodista Carlos Hernández de Miguel. Lectura
obligatoria y, en mi caso, ya está consignada en la bibliografía de los cursos
que imparto.
1 comentario:
Uno de mis abuelos estuvo en el de Aranda del Duero.
Publicar un comentario