Reseña del libro de Ferrán Aisa (2019), La huelga de La Canadiense.
La conquista de las ocho horas (Barcelona, Entre Ambos), publicado en el periódico CNT. Esta es la versión amplia de la reseña.
Puede que a mucha gente se le
haya pasado por alto que en este año 2019 se conmemora el centenario de la
conquista por ley de las ocho horas de trabajo en España. Un acontecimiento
apenas conocido pero que marcó, de forma indeleble, la historia de nuestro país
por la transcendencia del mismo. Y no tanto por el hecho de conseguir las ocho
horas de trabajo sino por la forma en la que se llegó a este fin.
Para
poner un poco de luz a este acontecimiento, el historiador Ferrán Aisa i
Pampols ha escrito un libro dedicado a la huelga que marcó el inicio de aquella
conquista: la de la fábrica La Canadiense de Cataluña. Y para ello pone en el
centro del protagonismo de la reivindicación a la organización que canalizó el
sentimiento de protesta de la clase obrera en Cataluña y que se hizo extensivo
a todo el territorio español: la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
El
esquema del libro de Aisa es sencillo pero esclarecedor para entender la
dimensión del acontecimiento que aborda. Partiendo de los antecedentes de la
organización en España, de la formación del sindicato CNT y de algunos debates
organizativos que se dieron dentro del mismo, pasa a explicar de forma
pormenorizada el conflicto que se desató en Cataluña y, más concretamente, en
el área metropolitana de Barcelona que condujo a una huelga que durante 44 días
dejó a Barcelona a oscuras y provocó un movimiento de trabajadores que puso en
jaque a la patronal y al gobierno del país. El resultado fue forzar una
negociación que acabó con la readmisión de los despedidos, la libertad de
algunos presos y la consecución de la jornada de ocho horas de trabajo,
reivindicación histórica del movimiento obrero internacional. Un conflicto que
marcó la mayoría de edad de la CNT como organismo sindical, presentándose ante
la opinión pública española como una organización que a partir de la acción
directa era capaz de canalizar los sentimientos de lucha de los trabajadores.
Esa posición de poder social y laboral que va a adquirir la CNT, y que la va a
convertir en hegemónica en muchos lugares, significó también una reacción
contra ella, en una auténtica guerra sucia y sin cuartel contra el
sindicalismo. Algo que no era nuevo en la historia de España pero que
adquiriría un carácter dramático abriendo las puertas a la dictadura de Primo
de Rivera en 1923. El libro de Aisa no olvida esas consecuencias, y analiza ese
periodo del pistolerismo y de crecimiento del anarcosindicalismo.
Quizá,
para los más avezados en la materia o especialistas en la historia del
movimiento obrero español, lo que escribe Aisa en su libro no aporta gran cosa.
Pero teniendo en cuenta que estamos hablando de un acontecimiento poco conocido
en los manuales de secundaria, bachillerato y Universidad, y de una población
que adolece, en gran parte, de una sólida formación histórica, el libro cumple
a la perfección el cometido para el que se ha escrito, que no es otro que
mostrar de forma sencilla un acontecimiento capital no solo en la historia del
movimiento obrero sino en la historia general de España. Y refuerza el
protagonismo de aquellos que lo hicieron posible y han quedado desdibujados por
la historia en un mar de lugares comunes: los trabajadores, lo obreros
afiliados y militantes de un sindicalismo de acción directa. Esta es la gran
virtud del libro de Ferrán Aisa, que no es poco.
Pero
las aportaciones no se quedan ahí. Siguiendo la estela de historiadores
actuales, Aisa pone en conexión las reivindicaciones del movimiento obrero
español con el movimiento obrero internacional. Una dimensión a la que apenas
se le presta atención y que es fundamental para entender muchas cosas. España
no fue el primer país del mundo donde se aprobaron las ocho horas de trabajo,
pero si fue el primer país de Europa que lo hizo. Igualmente, esa CNT que había
nacido en 1910 bajo parámetros del sindicalismo revolucionario, poco a poco y
al calor de los cambios de las estructuras económicas del país fue
perfeccionando su organización, pasando de las viejas sociedades obreras de
oficio a los especializados sindicatos únicos de ramo, modernizando el concepto
del sindicalismo mucho antes que su rival UGT y haciéndose con la mayoría del
movimiento obrero en muchas zonas. Ese cambio de estructuras iniciado en Sans
en diciembre de 1918, es la piedra angular para entender la fuerza que la CNT
va a mostrar en el conflicto de La Canadiense. Además, en los diversos comicios
de la CNT ya se fue apuntando las estructuras que eclosionaría en las
Federaciones Nacionales de Industrias, que si bien en 1919 no lograron ser
aprobadas si lo serían en 1931.
Además,
el proceso que se había abierto en el movimiento obrero español en 1915 y 1916,
que llevó a los primeros acercamientos de las centrales sindicales, marcaron
una nueva tipología de practicas de lucha obrera, que como la huelga solidaria ejemplificaría
el aumento del poder obrero y su influencia sobre los trabajadores. Algo que no
pasó inadvertido a las autoridades y sectores conservadores de la sociedad
española que pusieron todo su empeño en frenar aquel movimiento ante el temor
del efecto dominó que podía provocar el triunfo de la Revolución rusa de 1917.
Y aunque las prácticas obreras de España y de Rusia no eran iguales, lo cierto
es que la victoria revolucionaria rusa espoleó al movimiento obrero
internacional que vio la posibilidad de poder tomar las riendas de la
situación.
Igualmente,
no se olvida el autor de la importancia que tuvieron en el proceso algunas
personalidades, como fue Salvador Seguí o Simón Piera, entre otros. Aunque la
movilización fue coral, los nombres propios también son importantes tenerlo en
cuenta.
Todas
estas cuestiones, junto a un pormenorizado desarrollo del conflicto de La
Canadiense, están presentes en el libro de Aisa. Evidentemente, hay cuestiones
que pueden ser sometidas a crítica, como en cualquier obra que se precie. Quizá
el autor le da excesivo peso a un nacionalismo catalán que aunque en alguna de
sus manifestaciones más avanzadas podía tener una simpatía hacía el movimiento
huelguístico, en realidad no dejaba de ser un rival en el campo
político y social donde las relaciones eran más tensas que amistosas.
De
la misma forma, en los antecedentes es imposible entender la jornada de ocho
horas sin los orígenes de la Primera y la Segunda Internacional así como la
huelga de Chicago de 1886, que llevó a una serie de anarquistas al patíbulo.
Aunque el autor ubica a aquellos “Mártires de Chicago” en la organización IWW
(Industrial Workers of the World), lo cierto es que dicho sindicato no nació en
EEUU hasta 1905, algunos años después de los acontecimientos de Chicago. Por
otra parte, y aunque es recurrente en varias obras, la complejidad de la
Revolución rusa nos lleva en ocasiones a catalogar a algunos de sus personajes
en grupos políticos a los que no pertenecían. Kerensky, jefe de uno de los
gobiernos provisionales antes de la revolución de octubre, pertenecía realmente
al Partido Trudovique (una especie de partido laborista). Aunque fue designado
por los socialistas revolucionarios como su representante en el gobierno
provisional, Kerensky ni era eserista ni mucho menos menchevique, donde estaría
situado, en este último caso, personajes como Martov en su ala
internacionalista o Feodor Dan en su rama más moderada. Una cuestión que podía
haber quedado solventada con referencias a algunos de los libros que
recientemente se han escrito sobre el proceso histórico al calor del centenario
del movimiento revolucionario de 1917.
En cualquier caso son
cuestiones que no desmerecen la obra y el cometido para el que ha sido escrita,
que no es otro que sacar del baúl del olvido un acontecimiento trascendental en
la historia del movimiento obrero. Además, el autor, partiendo de su sólida
formación histórica, se apoya sobre documentos de primera mano y prensa de la
época, lo que hace de este libro una parada obligatoria, no solo porque este
año sea el centenario de la huelga de La Canadiense sino porque es un
acontecimiento que marcó el curso de la historia de nuestro país. Gran acierto
su publicación y felicitación al autor del mismo.
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