Inauguramos una serie de artículos sobre la Revolución rusa en estos meses de octubre y noviembre con motivo del centenario
Era evidente que el centenario de
la Revolución rusa de 1917 iba a generar una literatura alrededor del
acontecimiento. Y aunque, quizá, el volumen de libros no ha sido el esperado,
es verdad que en España se han publicado algunas novedades que han marcado
interés y, sobre todo, aportaciones nuevas al proceso revolucionario que como
dijo John Reed “estremeció al mundo”.
Uno
de esos libros editados se lo debemos a las editoriales Edición Única y La
Cotali de Barcelona con la edición de la obra Memorias de un terrorista (“Воспоминания террориста”) de Boris Sávinkov
y presentado por Falconetti Peña. Una obra que se conoció en la España de la década
de 1930 y cuya traducción corrió a cargo de Andrés Nin, fundador de la ICE
(Izquierda Comunista de España) y posteriormente del POUM (Partido Obrero de
Unificación Marxista). La traducción que Nin hizo para editorial Cenit es la
que se rescata aquí. Y no fue la única traducción que Nin hizo del ruso, idioma
que domina a la perfección tras su estancia de varios años en Rusia.
Las
memorias de Sávinkov rescatan una parte de la historia de la Revolución de 1905
y sus consecuencias poco conocida para los lectores en España. En esos esquemas
simplistas y, en muchas ocasiones, binarios que tenemos de la revolución rusa,
pasamos por alto la importancia que en la misma tuvo el Partido Socialista
Revolucionario (PSR) que fue, con diferencia, la organización mayoritaria entre
los trabajadores rusos. Y lo interesante del PSR es la complejidad de sus estructuras
y las variables políticas que ofreció en aquellos años. Desde la participación
parlamentaria hasta las acciones terroristas, el PSR mantuvo un pulso frontal
contra el zarismo y fue uno de los agentes protagonistas principales en el
proceso revolucionario. Aun hoy ese PSR es algo por investigar en ese contexto.
Sávinkov
fue uno de esos integrantes del PSR que considero que la vía terrorista era la
válida para derrotar al zarismo. Y para ello el PSR conformó su Organización de
Combate, que compuesta de por diversas personas acometió una serie de atentados
en Rusia con el objetivo de desestabilizar al régimen zarista y provocar un
movimiento revolucionario a mayor escala.
En
estas memorias, Sávinkov nos muestra con todo lujo de detalles algunas de esas
acciones, como los atentados contra Viacheslav von Plehve, Ministro del
Interior, el gran duque Sergei o el asesinato de Georgi Gapon, pope que había
encabezado las movilizaciones contra el zarismo en enero de 1905, que contó con
las simpatía de los socialistas revolucionarios y que finalmente se reveló como
un confidente de la policía.
Junto
a los importantes detalles que Sávinkov nos muestra, como protagonista de los
sucesos, hay que destacar algunas cuestiones de esta obra.
En
primer lugar la psicología del terrorista. Sávinkov presenta a todos los
integrantes de su Organización de Combate como gente que daría su vida por la
revolución y por las acciones terroristas. Para ellos la extensión del terror
era el punto nodal de la estrategia revolucionaria combinada con otros factores
como la participación parlamentaria. Algunos de los protagonistas del libro se
muestran entusiastas y fanáticos respecto a la violencia terrorista y ven en la
muerte la liberación de su cometido. No deja de ser llamativa la misión que nos
ofrece Sávinkov del terrorista, donde incluso ellos mismo se autodenominan “terroristas”.
En
segundo lugar nos muestra que el origen social y la extracción de muchos de
estos personajes no eran, precisamente, de la clase obrera. Mucho de los
integrantes de la Organización de Combate del PSR procedían de las capas
acomodadas de la sociedad que se comenzaron a sentir incómodas en su contexto y
se lanzaron a un enfrentamiento frontal contra las instituciones zaristas. Esto
es importante en tanto en cuenta la clase obrera si estaba estructurada en
otros movimientos y gran parte de ellos no contemplaban la estrategia
terrorista como efectiva contra el zarismo. En esa época se comenzó a
desarrollar el movimiento de los soviets y también del sindicalismo
revolucionario que veía en la concienciación y la organización de masas el
mejor exponente de la lucha contra la injusticia.
En
tercer lugar, el libro de Sávinkov nos sirve para desmitificar uno de esos
lugares comunes de la historia. La estrategia terrorista en Rusia estaba
mantenida por los socialistas revolucionarios. Las historiografías que ponen en
esa estrategia al anarquismo ruso se equivocan. Los anarquistas rusos en esa época
debatían sobre su propia estrategia y si bien había algunos grupos que
contemplaba el atentado terrorista, mayoritariamente se inclinaron por la
organización obrera o por la ocupación directa de tierras. El terror fue
defendido por algunos grupos como Beznachalie
en San Petersburgo, donde incluso se pone en tela de juicio su propia ideología
anarquista. Es por ello que los grandes atentados contra la autoridad en Rusia
fueron ejecutados por los socialistas revolucionarios, herederos de Narodnaïa
Volia (que ya había ejecutado al zar Alejandro II en 1881), y que extendieron
en el tiempo hasta prácticamente las vísperas de la Primera Guerra Mundial. Incluso
tuvieron un resurgir posterior a la revolución de 1917 con el atentado que la
socialista revolucionaria Fanny Kaplan perpetró contra Lenin en 1918 y cuya
pistola fue facilitada por el mismo Sávinkov.
En
cuarto lugar hay que destacar que la Organización de Combate del PSR así como el
mismo PSR fue una organización expuesta a la infiltración policial en todo
momento. A lo largo del libro Sávinkov nos muestra a varios confidentes
policiales que fueron juzgados por los propios socialistas revolucionarios
(Gapon, Tatarov, Azev, etc.). Una cuestión que ha sido transversal a toda la
historia del terrorismo y sus organizaciones.
No
puedo finalizar este pequeño comentario sin hablar del autor del texto, Boris Sávinkov.
Socialista revolucionario de primera hora, dirigente de la Organización de
Combate, con el paso del tiempo Sávinkov fue cambiando de ideas hasta
convertirse durante el proceso de 1917 en un adversario de la revolución. Sávinkov
participó de la organización del golpe de Estado de Kornilov en agosto de 1917
y facilitó las armas a Fanny Kaplan para el atentado contra Lenin en 1918, como
se ha reseñado más arriba. Tras sus escarceos en el exilio con rusos blancos y
su simpatía por el fascismo, volvió a Rusia donde es juzgado y condenado a
muerte, aunque se le conmuta la pena a 10 años de prisión para morir en
extrañas circunstancias en mayo de 1925.
Hay
que decir que Sávinkov no solo escribió estas memorias de sus actividades entre
1905 y 1909. A ellas hay que unir su novela autobiográfica El caballo amarillo (Конь бледный) y alguna obra más. Recientemente se ha publicado un cómic de su vida con
el título Muerte al Zar, basado en Memorias de un terrorista.
Un testimonio muy interesante el de
Sávinkov para desgranar otra parte de la revolución rusa.
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