Este fue el discurso que se leyó el 6 de septiembre de 2017 con motivo de la inauguración de la placa conmemorativa por el 70 aniversario de la explosión del polvorín en Alcalá de Henares en 1947.
Buenas tardes a todas y todos. Gracias
a los asistentes y a las autoridades municipales del Excmo. Ayuntamiento de
Alcalá de Henares que han hecho posible este acto.
Hace
70 años este lugar se cubrió de luto. A las 21:45 del 6 de septiembre de
1947 una explosión asolaba la ciudad de Alcalá
de Henares. Aquel día más de un alcalaíno recordó los duros bombardeos con los
que la aviación nazi castigó la cuna de Cervantes durante la Guerra Civil. No
estaba siendo un año sencillo para la ciudad de Alcalá. A las inundaciones que
se produjeron ese mismo año se unía este suceso. El polvorín de la ciudad de
Alcalá saltaba por lo aires acabando con la vida de 24 personas (10 militares y
14 civiles). El cerro del Puente de Zulema desapareció. El puente fue
literalmente destruido. La fábrica Río Cerámica destruida igualmente. A los
fallecidos se unieron cientos de heridos.
La
explosión del depósito de minas en Cádiz el 19 de agosto de 1947 (solo unos
días antes) no hacía presagiar nada bueno. Muchos vecinos de la ciudad, sobre
todo los más cercanos a los polvorines, temían que algo similar sucediese allí.
Y fue precisamente lo que sucedió.
Las
primeras pesquisas de la instrucción militar que se formó a partir de este
suceso fueron claras: material en mal estado, equipos electrógenos que mal funcionaban,
destrucción de pólvoras los días previos, etc. Un accidente que se venía a unir
a una serie de explosiones en arsenales militares desde el final de la Guerra
Civil y que tendría nuevos episodios en el futuro en distintos puntos de la
geografía española.
Pero
el ejército del régimen franquista a la altura de 1947 seguía siendo el
ejército de la victoria. En Cádiz, a pesar del debate que se generó entre los
propios militares, se reconoció la negligencia de tener un arsenal peligroso en
el centro de la ciudad. La actitud de las autoridades municipales fue
fundamental en este caso. Pero en Alcalá de Henares, a excepción de la actitud
del alcalde accidental Félix Huerta, no sucedió. Poco después de la explosión
comenzaron a producirse detenciones contra militantes clandestinos del Partido
Comunista de España y de las Juventudes Socialistas Unificadas. Algunos de
ellos conocidos en la izquierda alcalaína desde la Segunda República. Otros
afiliados a esas organizaciones en ese primer franquismo. Todos ellos muy
jóvenes.
El
objetivo por parte de las autoridades militares era claro. Vincular la
militancia clandestina de los comunistas a la explosión del polvorín
siniestrado. Acusar a las estructuras del PCE y de las JSU de un acto de
sabotaje y terrorismo. Las detenciones se contaron por decenas, las torturas
hicieron que los propios detenidos realizaran declaraciones contradictorias
entre sí y que acababan acusándose unos a otros para evitar un desenlace que
ellos mismos sabían. Tras dos meses de interrogatorios, de torturas, de
intentos de suicidio por parte de alguno de los detenidos, la causa pasó a
manos de Enrique Eymar Fernández, juez del Tribunal Especial para la Represión
de la Masonería y el Comunismo, famoso porque por sus manos pasaron causas como
las del comunista Julián Grimau o de las de los anarquistas Granados y Delgado.
Eymar dividió la causa en cinco partes, incluyendo en la primera a los que iban
a ser ejecutados. El consejo de guerra celebrado en Ocaña el 9 de julio de 1948
tenía la sentencia determinada y el 20 de agosto del mismo año eran fusilados
en Ocaña Manuel Villalobos Villamuelas, Eugenio Parra Rubio, Rogelio García del
Barrio, Pedro Martínez Magro, Benito Calero Vázquez, Daniel Elola Gómez,
Luciano Arroyo Cablanque y Félix López Casares. Junto a ellos, en las distintas
causas, 69 condenados a distintos años de prisión.
Un
juicio amañado, sin garantías judiciales, sin profesionales conforme al derecho
para los acusados y, lo que fue más grave, sin ningún tipo de dato técnico tenido
en cuenta que demostraba la imposibilidad de cualquier tipo de sabotaje.
Documentos técnicos generados por el propio régimen franquista que se quería
cobrar su contribución de sangre para mantener la mano hierro sobre el país.
Tras
lo sucesos, el silencio. Un silencio que duró años. Muy pocos se atrevieron a
hablar alto y claro de lo que sucedió aquel 6 de septiembre y las consecuencias
que tuvo. Siempre planeó la sombra de la duda sobre los acusados, cuando no la
culpabilidad directa. El Foro del Henares dio un paso adelante en el año 2006 y
comenzó una investigación que nos pasó a Alejandro Remeseiro y a un servidor,
como profesionales de la historia que somos, que se plasmó en la publicación de
libro La explosión del polvorín en Alcalá
de Henares (1947) donde por primera vez se hablaba de todo el puzzle del
acontecimiento. Pero faltaba el reconocimiento oficial a las víctimas. A las
víctimas militares, civiles y políticas de este luctuoso suceso. Ese fue el
objetivo que se marcó a inicios de año la ARMH de Alcalá, a la que hoy
represento, y ese ha sido el sentir del Ayuntamiento alcalaíno.
Setenta
años después hay un reconocimiento oficial. Esta placa que aquí se descubre
hace su parte de justicia. La reedición del libro, gracias a la labor de
Domiduca, que presentaremos esta tarde también la complemente.
Hoy
Ricardo Lidó y Fernando Nacarino estarían felices. Hoy la verdad, la justicia y
la reparación a las víctimas del franquismo está más cerca en la ciudad de
Alcalá de Henares.
Muchas
gracias.
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