Artículo publicado en la edición digital del periódico Diagonal
Hay muchas formas de abordar de la Historia de España. Esa es la
riqueza de la ciencia histórica. Lo podemos hacer a través de
sesudos trabajos de investigación, de buceos en archivos,
bibliotecas y hemerotecas. Lo podemos hacer, igualmente, en libros
más livianos, más divulgativos. También se puede poner al alcance
del gran público a través de una buena novela histórica que
conjugue los hechos reales con la libre creación del escritor. Y
también se puede hacer a través del teatro.
Esta última opción es la elegida por Alberto San Juan en el Teatro
del Barrio para hacer un repaso a la vida de Juan Carlos I. Y lo hace
él mismo, por el texto que ha creado, junto a dos grandes actores:
Guillermo Toledo y Luis Bermejo.
La obra comienza con el rey Juan Carlos I (Luis Bermejo), sentado en
su trono real, con cara espasmódica mientras comienzan a aflorar los
recuerdos de su historia. A partir de ahí, con tecnicas como el
flash back, la biografía lineal y la aparición de diversos
personajes para contar la historia de España, se construye la que ha
sido la historia del Rey. Una historia que tiene hechos contrastado y
otros hipotéticos. Que conjuga la historia política política con
la personal, la económica con la de alianzas, etc. Y todo a través
de la figura de Juan Carlos I, el elegido por Franco para sucederle.
Esta obra de Alberto San Juan trata temas que nadie se atreve a
trabajar. Incluso desde el propio mundo académico. Que Franco dio un
golpe de Estado en julio de 1936 y tras una Guerra Civil y años de
plomo de dictadura impuso a fuego y sangre su mandato personal a los
españoles es algo que ya no hay que poner en duda. Pero el
mantenimiento de la dictadura franquista no solo hay que reducirlo a
la manu militari del dictador. Los juegos de despacho, las alianzas
políticas, los movimientos de pieza para mantenerse en el poder son
fundamentales para entender esa larga dictadura. Porque el problema
de cualquier dictadura es como hacerla pervivir, como conseguir la
sucesión. Y Franco lo tenía claro. Había que emparentar la
dictadura con la casa Borbón. Y por ello elegió a Juan Carlos. El
exilio de Juan de Borbón en Estoril sirvió para que éste tejiese y
moviese sus redes con la finalidad de poder llegar al trono de
España. Juan de Borbón tomó contacto con la oposición
antifranquista pero también con Franco. Y era evidente que el
dictador no se fio nunca de áquel que le dio un apoyo explicito
durante la Guerra Civil. Pero eligió a su hijo. En 1948, Juan Carlos
se traladó a España y fue educado por orden de Franco. No era
oficial pero ya tenía en mente su sucesor. Los intentos de Juan de
Borbón por retornar al trono, la batalla perdida de Javier de Borbón
y Carlos Hugo de Borbón-Parma (los carlistas) o las bravuconadas de
Carlos VIII, eran inútiles pues el destino ya estaba marcado.
La obra de Alberto San Juan narra con indudable buen criterio
histórico pero gran carga de humor y dramatismo esta elección. Así
como la formación en la España franquista de Juan Carlos, el
incidente que acabó con la vida de su propio hermano Alfonso y como
poco a poco Juan Carlos se fue haciendo con un hueco en esa España
gris de la represión para alcanzar el trono.
Alrededor de estos personajes principales (Juan Carlos, Franco y
Juan de Borbón), van surgiendo con el tiempo otros que juegan un
papel fundamental en el desarrollo de la política española. Luis
Carrero Blanco, Henry Kissinger, Garrigues Walker, etc. Juan Carlos
fue elegido sucesor de forma oficial en 1969, aunque desde la Ley de
Sucesión de 1947 era vox populi.
La obra no deja hilo suelto. La hipótesis del asesinato de Carrero
Blanco como consecuencia de las malas relaciones con Estados Unidos
queda plasmada. Tampoco olvida la obra, como no podía ser de otra
manera, a la España derrotada de la Guerra Civil. Aquí juega papel
fundamental la figura de Chicho Sánchez Ferlosio, representado por
Guillermo Toledo. Muestra también la obra como fue una dictadura que
nació asesinando y murió asesinando. Desde como Franco presume ante
Juan de Borbón que ha ganado la guerra y ha fusilado a miles hasta
la recreación de la muerte de Salvador Puig Antich (que luego
planeará durante algunos momentos de la obra) y el recuerdo a los
últimos fusilados del franquismo el 27 de septiembre de 1975.
Pero la obra no para con la muerte de Franco. Siguiendo la propia
frase del dictador que “todo esta atado y bien atado”, se aborda
la Transición. Y se plantea esa Transición como ese pacto de élites
del franquismo con una oposición antifranquista, para mantener las
bases fundamentales del sistema. Dos figuras son centrales en este
periodo en la obra. Adolfo Suárez y Felipe González. El primero
como el mejor baluarte para mantener los privilegios de la dictadura,
para que asegurarse a través de la Ley de Reforma Política (1976),
la Ley de Amnistía (1977) o la Constitución (1978) que no va a
haber juicios contra la dictadura. De hecho, la figura del Rey, el
designado por Franco, se tiene que mantener. La figura de Felipe
González viene a finiquitar el proceso. Gana el PSOE en 1982, la
figura del Rey se comienza a desgajar de la imagen de la dictadura.
Se inaugura la cultura del pelotazo.En sucesivos dialogos los
personajes de la muestran que para mantener toda esa estructura hay
que dar prevendas. Ahí queda explícito los supuestos negocios del
rey, los acuerdos con países donde la democracia brilla por su
ausencia. Y abordan también el polémico 23-F, el golpe de Estado,
donde se vuelven a poner encima de la mesas hipótesis plausibles
pero que de momento, debido a la imposibilidad de acceder a la
documentación, no se puede demostrar.
El final de la obra es la muerte del Rey y su traslado a El
Escorial. Será el último rey que se entierre allí.
Estamos ante una gran obra de
teatro. Por muchos aspectos. Porque pone el dedo en la llaga de
muchos asuntos espinosos de la historia de España de los últimos 70
años que no se ha querido abordar. Porque ofrece una visión crítica
de la historia de la Transición y no la dulce imagen que se ha
intentado trasmitir. Y porque se pone en tela de juicio a lo que se
considera cuasi sagrado por muchos sectores: la institución
monárquica. Junto a esto le unimos una magnífica puesta en escena y
tres grandes actores. Solo queda felicitar a Alberto San Juan,
Guillermo Toledo, Luis Bermejo y a todo el equipo del Teatro del
Barrio. Cuando dicen que el llamado régimen del 78 esta en proceso
de descomposición, es fundamental poder ver obras como esta. Nos
ayuda a entender muchas cosas que no solo tiene que estar en
conocimiento de los historiadores sino de la gente en general.
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