Artículo publicado en la edición digital del periódico Diagonal, escrito por los historiadores María Losada Urigüén y Julián Vadillo Muñoz, en el aniversario de la sublevación de Jaca de diciembre de 1930.
En 1956, la colección Temas
Españoles, en su entrega 64, ofrecía un folleto sobre los sucesos
de Jaca de diciembre de 1930. Temas Españoles fue una colección
impulsada por el franquismo entre 1952 y 1978 donde se ofreció la
imágen del régimen en numerosas cuestiones relacionadas con la
historia, la cultura y el folklore en España. Este cuadernillo lo
escribió el comisario de policía Eduardo Comín Colomer, una de las
pocas personas que durante el franquismo escribió sobre el
movimiento obrero, evidentemente con la visión propia del
franquismo. Teniendo como tenía los archivos incautados a las
organizaciones obreras a su alcance no le fue difícil acceder a
ellos y dar rienda suelta a su imaginación.
En dicho folleto, el comisario
Comín Colomer, habla de la sublevación de Jaca de diciembre de
1930, como una suerte de conspiración francmasónica y comunista, en
un momento de caos político que antecedió a otro momento de más
caos, la Segunda República española. Esta fue la visión que
durante mucho tiempo se mantuvo en el imaginario de una sociedad que
el franquismo absorbió. Hoy quizá, más que estas visiones
estrambóticas, lo que queda de Jaca es un manto de olvido. Cuando
estamos en un momento de aniversario del hecho, merece la pena
rescatar el acontecimiento.
La oposición a la dictadura de Primo de Rivera
Cuando en septiembre de
1923, el general Miguel Primo de Rivera Orbaneja dio un golpe de
Estado con el beneplácito del rey Alfonso XIII e instauró la
dictadura, el futuro de aquellos que en los años precedentes habían
intentado dar un giro a la política española estaba marcado. Aun
así fueron distintas las actitudes. Mientras republicanos,
anarquistas y los escasos comunistas que existían fueron perseguidos
y sus centros clausurados, los socialistas se integraron en algunas
estrucutras de la dictadura, como los Comités Paritarios (según los
ugetistas siempre que estos fueran elegidos democráticamente) y
Francisco Largo Caballero llegó a auparse a una consejería de
Estado.
Las organizaciones perseguidas fueron protagonistas de numerosos
intentos de derrocamiento de la dictadura y de la monarquía. Los
sucesos de Vera de Bidasoa de 1924, la “Sanjuanada” en 1926 y
numerosas conspiraciones que se fraguaban en el exilio pusieron como
protagonistas a republicanos y anarquistas que estaban a la cabeza de
dichas conspiraciones. Personajes como Marcelino Domingo, Miguel de
Unamuno, Santiago Ramón y Cajal, Manuel Buenacasa, Mauro Bajatierra,
Eduardo Barriobero, etc., pasaron a ser protagonistas del periodo.
Personalidades que luego jugaron un papel primordial en la Segunda
República. A la altura de 1928, los socialistas comienzan a
abandonar sus posiciones colaboracionistas y se unen a la oposición
antimonárquica. Esto dio lugar a que el 17 de agosto de 1930 naciese
el Pacto de San Sebastián, inicio del proceso de la Segunda
República. Participaron todas las fuerzas menos los anarquistas,
aunque estos siguieron el proceso muy de cerca y participaron de
acciones del mismo como veremos. Cuando Primo de Rivera dimitió y se
estableció la llamada “Dictablanda” de Berenguer, la suerte la
monarquía estaba echada. Solo faltaba saber el precio que iba a
costar su proclamación.
La sublevación de Jaca
La unión de las fuerzas
antimonárquicas posibilitan el empuje de sectores que durante mucho
tiempo buscaban un cambio de régimen. Los militares españoles
habían sido un colectivo que habían aunado en su seno desde
sectores ultraconservadores hasta sectores progresistas. A pesar que
desde 1907 y la Ley de Jurisdicciones había puesto a los militares
en la política española como protagonistas, siendo el rey el cabeza
de ellos, siguieron existiendo en el ejército sectores de miltiares
republicanos, retomando una tradición iniciada en el siglo XIX, que
no dudaban en la conspiración para alcanzar sus objetivos. Alguno de
esos militares fueron francamente avanzados, como el caso de Fermín
Galán, por sus enormes conocimientos de la política española y su
ideología política a caballo entre el republicanismo y el
anarquismo.
Esta efervescencia revolucionaria
llevó a un grupo de militares en Jaca a sublevarse contra la
monarquía. Una sublevación en consonancia con el comité
revolucionario surgido a raiz del Pacto de San Sebastián. Entre esos
militares estaban el propio Fermín Galán, Ángel García Hernández,
Salvador Sediles y Miguel Gallo. Galán llevaba tiempo preparando el
movimiento en contacto con sindicalistas y anarquistas aragoneses,
entre ellos el escultor Ramón Acín (fusilado por los franquistas en
1936). El objetivo era una sublevación militar con el respaldo del
movimiento obrero declarando huelga general para colapsar el régimen
monárquico.
Pero los planes no salieron bien. El gobierno y la Dirección
General de Seguridad, encabeza por Emilio Mola, estaban al tanto de
los movimientos revolucionarios. El levantamiento antimonárquico se
fue aplazando y al final Galán y su grupo decidió sublevarse el 12
de diciembre de 1930. Casares Quiroga, integrante del Comité
Revolucionario, se desplazó hasta Jaca para persuadir a Galán que
era pronto para el levantamiento, pero como dijo él mismo “llegó
a horas intempestivas” y se quedó dormido, produciendose la
sublevación que tuvo un desenlace fatal. La idea era una sublevación
general el 15 de diciembre, pues en Madrid había un entendimiento
entre militares como Ramón Franco, el Comité Revolucionario y el
movimiento anarquista. Galán decidió anticiparse unos días.
Una vez que se produce el movimiento tomó todos los centros
neurálgicos de Jaca, proclamó la República, se nombró alcalde a
Pío Díaz Pradas y se izó la bandera tricolor confeccionada por el
sastre Lucas Biscós. El objetivo posterior era ir hacía Huesca,
pero las tropas de Galán fueron lentas a la hora de movilizarse y
eso dio tiempo al gobierno de Berenguer de reaccionar. Las columnas
gubernamentales salieron al encuentro de las tropas de Fermín Galán
desde Zaragoza y Huesca. Hubo enfretamientos con la Guardia Civil y
el día 13 de diciembre, en el santuario de Cillas, se produce el
encuentro entre las tropas de Galán y las gubernamentales. Hay
enfrentamiento y Galán mandó el alto el fuego a sus tropas. Estas
obedecieron pero las tropas gubernamentales siguieron descargando
fusilería. Los sublevados comienzan a huir. Galán se negó. El
golpe había fracasado. En el pueblo de Biscarrués, Fermin Galán y
el resto de militares, se entregaron.
Consejo de Guerra
El domingo 14 de diciembre
de 1930 se celebró el consejo de guerra presidido por el general
Arturo Lezcano. Duró tan solo 40 minutos. Fermín Galán y Ángel
García Hernández fueron condenados a muerte y ejecutados ese mismo
días (a pesar de ser domingo) en el polvorín de Fornillos (Huesca).
El resto de militares, como Salvador Sediles, fueron también
condenados a muerte, pero con la proclamación de la República
fueron indultados.
Desde ese momento las figuras de Galán y García Hernández pasaron
al imaginario colectivo del republicanismo y de los antimonárquicos.
Cuando el 14 de abril de 1931 se izó de forma oficial la bandera
tricolor, ya eran conocidos como “los mártires de las República”.
Quedan para la historia la idea y
la acción de esos dos militares que intentaron cambiar el curso de
los acontecimientos con una idea de libertad.
Fermín Galán, protagonista
Fermín
Galán Rodríguez nació en San Fernando, Cádiz, en 1899. Creció en
un ambiente castrense. Con once años ingresó en el Colegio de
Huérfanos de Guerra de Guadalajara. Se licenció en la Academia de
Infantería de Toledo en 1918 y pronto fue destinado a Marruecos.
Allí vivió la guerra en primera persona y fue formándose una
opinión contraria a la dictadura de Primo de Rivera. Fruto de este
desencuentro fue “La barbarie organizada”, libro de protesta que
escribió en 1925.
Su
disconformidad con la dictadura se materializó en su intervención
en la insurrección de la Noche de San Juan, en 1926. Fue detenido
por su implicación e internado en la cárcel de Montjuic. Allí
estableció contacto con militantes de extremas izquierdas y
anarquistas. Aprovechó su encierro para documentarse ideológicamente
y, animado por sus amigos libertarios, escribió “Nueva Creación”,
la síntesis de su pensamiento.
Galán
basculaba entre el anarquismo y las extremas izquierdas republicanas.
Reivindicaba una república federal y social que tenía sus bases en
el sindicato y el municipio. En su opinión, ésta debía servir de
transición hacia una nueva sociedad cuyos principios serían la
educación racional, la igualdad legal para ambos sexos y la búsqueda
del equilibrio entre el respeto a la libertad individual y el
bienestar general.
En
diciembre de 1930 lideró el Levantamiento de Jaca y trató de
proclamar la República en aquella plaza. Su fracaso terminó con su
fusilamiento y el de su compañero Ángel García Hernández. Tras
este hecho surgió el mito de los “Protohéroes de la República”.
Durante el Advenimiento de la II República, el recurso a su imagen
fue recurrente en el ámbito popular, pero no se consolidó como un
verdadero referente en el imaginario del nuevo régimen. En el
escenario político sus únicos herederos eran las extremas
izquierdas libertarias. Éstas monopolizaron su memoria durante el
primer bienio y la utilizaron para criticar la obra parlamentaria de
un gobierno republicano-socialista que apostaba por una “revolución
legal” por encima de la idea de una república social y sindical,
por la que se había levantado Galán.
A
partir de 1934 los nuevos gobiernos republicanos empezaron a deshacer
la obra reformadora de los años anteriores. Las izquierdas
republicanas y los socialistas -ahora en la oposición- se
contagiaron de la frustración de las extremas izquierdas y
comenzaron a radicalizar sus posturas, como evidencia el movimiento
de octubre de 1934. Paulatinamente, la imagen de los mártires volvió
a un primer plano. Perdidas las urnas, se volvía la mirada a la
legitimidad del recurso a la actuación revolucionaria violenta, de
la que Galán era el paradigma. Esto evidenciaría una falta
generalizada de costumbres democráticas en la España de los años
30, pero también la existencia de una idea común en la izquierda en
torno a la esperanza republicana. Un símbolo de su unidad en la
creencia de que la república era más que un régimen político, un
compromiso de transformación de la sociedad. Y esta esperanza
comenzaba a reavivarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario