Artículo publicado en el último número del periódico CNT. Seguimos con la Primera Guerra Mundial
Los disparos de Gavrilo Princip que acabaron con la vida del
archiduque Francisco Fernando el 28 de junio de 1914 iban a variar
muchas cosas. No solo iba a ser el pistoletazo de salida para una de
las guerras más crueles de la historia (algo que las crisis
balcánicas y del norte de África ya apuntaba), donde se conjugó
los modelos de guerra tradicional hasta entonces (el cuerpo a cuerpo)
con una guerra de posiciones y desgaste con material bélico
sofisticado, el inicio de la guerra aérea y de la guerra química.
La Primera Guerra Mundial también significó un profundo debate en
el seno del movimiento obrero internacional y, como no, en el
anarquismo. Una encrucijada en la que se vio el movimiento obrero del
que iba a salir con otra fisionomía.
El socialismo internacional, salvo excepciones, se posicionaron con
sus respectivos países durante el conflicto. La socialdemocracia
alemana que tenía una importante fuerza en el movimiento obrero, no
dudó en votar a favor de los créditos de guerra. Le siguió los
pasos el socialismo del Imperio Austro-Húngaro. Muchos más críticos
fueron los socialistas italianos y franceses. Los italianos en un
principio condenan la guerra, pero pronto un grupo se desgaja
apoyando la intervención italiana en el conflicto. Entre ellos se
encontraba un personaje, Benito Mussolini, que fundó un periódico,
Il popolo d'Italia y hace
concebir el embrionario fascismo. Los franceses por su parte tuvieron
en la figura de Jean Jaurès el mejor opositor a la guerra. Pero el
asesinato de éste por el ultranacionalista Raoul Villain el 31 de
julio de 1914 enterraba el posicionamiento de este sector del
socialismo francés. La constitución de un gabinete de concentración
nacional en Francia contó con el apoyo de los socialistas que
tomaron varios ministerios. En el caso español, ante la neutralidad
del país, el socialismo aunque crítico la guerra mostró
inclinación por los aliados, a los que consideraba defensores de la
democracia frente al autoritarismo de los imperios centrales. Quizá
fue el socialismo ruso quien sacó mejor partido, ya que su táctica
de oposición a la guerra les llevó al triunfo de la Revolución en
1917 y a la toma del poder por parte del Partido Bolchevique.
¿Y el anarquismo?
El
movimiento anarquista había sido muy claro en sus posturas desde sus
orígenes ante la guerra. Consideraba como una herramienta más de
Estados y capitalistas, los anarquistas se opusieron a cualquier tipo
de conflicto que enfrentara a pueblos y trabajadores. La guerra era
la social, entre explotadores y explotados. Unos posicionamientos que
quedaron reforzados tras la Congreso de Ámsterdam de 1907 y donde se
vislumbraba ya el horizonte que se teñía sobre Europa.
Sin
embargo la Primera Guerra Mundial si generó un pequeño debate en
las filas libertarias, pues alguno de los pensadores más destacados
del anarquismo mantuvieron posiciones distintas a las defendidas
hasta el momento. Si para la inmensa mayoría del movimiento
libertario internacional la guerra seguía siendo una herramienta al
servicio del poder, para personajes como Kropotkin, Malato o
Cornelissen, la situación era distinta. Sobre todo fue Kropotkin
quien inició una fuerte campaña en favor de las potencias aliadas.
En una carta dirigida a James Guillaume en septiembre de 1914
Kropotkin hace una disertación sobre la brutalidad de los imperios
centrales y la necesidad de apoyar a los aliados como única salida
para conquistar el socialismo. Kropotkin incluso llegó a escribir en
La Bataille
Syndicaliste que
la oportunidad para el socialismo era inmejorable, incluso haciendo
alusión que si Marx quería que triunfase el “socialismo alemán”
ellos tendría que luchar por la necesidad de triunfo del “socialismo
francés”.
No
dejó de causar consternación en el entorno anarquista que una
personalidad de la influencia de Kropotkin se posicionase así. Pero
lejos de generar un debate extenso en el movimiento libertario las
voces anarquistas fueron contrarias a la guerra. Además
personalidades de la talla de Errico Malantesta o Emma Goldman
tuvieron brillantes intervenciones contra el conflicto bélico. En
marzo de 1915 se emite un comunicado firmado por personajes como
Alexander Berkman, Errico Malatesta, Ferdinand Domela Nieuwenhuis,
Emma Goldman, Alexander Shapiro o Pedro Vallina, donde se condena la
guerra, el capitalismo y el Estado. Los enemigos no son los pueblos
sino aquellos que ordenaba a los trabajadores matarse entre ellos por
objetivos que les eran ajenos. Así lo expresa en un momento del
comunicado: “La
propaganda y la acción anarquista deben dirigirse con preferencia a
debilitar y desintegrar los diversos Estados, a cultivar el espíritu
de rebeldía y a desarrollar el descontento en los pueblos y los
ejércitos. A los soldados de todos los países que combaten por la
justicia y por la libertad, debemos explicarles cómo su heroísmo y
su valor no servirán más que para perpetuar el odio, la tiranía y
la miseria. A los obreros de las ciudades, debemos recordarles que el
fusil que hoy empuñan sirvió otras veces para fusilarlos en
ocasiones de huelga y de legítima revuelta, y que una vez la guerra
concluya se volverá contra ellos para obligarlos a sufrir la
explotación. A los campesinos, mostrarles que después de la guerra
se verán forzados a encorvarse otra vez bajo el yugo para labrar las
tierras de sus señores y alimentar a los ricos. A todos los parias,
que no deben soltar sus fusiles sin haber ajustado cuentas con sus
opresores y tomado posesión de los campos y las fábricas. A las
madres, compañeras e hijas, víctimas de la miseria en exceso y de
las privaciones, decirles quiénes son los verdaderos responsables de
sus dolores y del asesinato de sus padres, hijos y maridos.”
Por
su parte, en febrero de 1916 el reducido grupo de anarquistas
“aliadófilos” firman un manifiesto donde responsabilizan de todo
al Imperio Alemán. Es el conocido como “Manifiesto de los 16”,
que tuvo una influencia escasa y que tuvo una respuesta de Errico
Malatesta en Freedom,
acusándolos de “anarquistas pro-gobierno”.
El anarquismo español ante la guerra
España permaneció neutral durante la Gran Guerra si bien las
industrias de guerra generaron un enorme beneficio a la clase
capitalista del país que se lucró con la venta de armamento de
forma oficial a los aliados y de forma soterrada a los imperios
centrales. Este beneficio económico no repercutió en una mejora
para la clase obrera cuyas condiciones fueron cada vez peor y se
generó todo un ciclo de fractura social y movilización.
Cuando estallo la Guerra Mundial la CNT volvía a la legalidad tras
tres años proscrita. Y curiosamente volvía con más militantes que
cuando fue ilegalizada por el gobierno. Y aunque el sindicalismo
revolucionario francés estuvo en su mayoría por la paz, fue la CNT
la única organización del movimiento obrero que se opuso en bloque
al conflicto bélico.
Aunque en España también hubo algún debate entre anarquistas
pacifista y anarquistas “aliadófilos”, lo cierto es que los
primero tenían aplastante mayoría. Tan solo la voz solitaria de
Ricardo Mella apoyó las tesis de Kropotkin que en España no
tuvieron la más mínima influencia.
Incluso
fue en España donde se organizó y desarrolló un Congreso
Internacional por la Paz en la ciudad de Ferrol los días 29 y 30 de
abril de 1915. La organización del Congreso la asumió el Ateneo
Sindicalista de Ferrol destacando la figura de José López Bouza,.
El congreso estaba asumido e impulsado por la CNT y contó con el
apoyo de las figuras más importantes del momento: Eusebio Carbó,
Ángel Pestaña, Antonio Loredo, Mauro Bajatierra, etc. Al mismo
estaban convocados diversos organismos y personalidades
internacionales. La prensa anarquista española y portuguesa se
hicieron eco del evento desde meses antes.
Pero
el gobierno español prohíbe la celebración del mismo, al que
considera una reunión de “peligrosos anarquistas”. Aun con todo
se celebraron dos sesiones, donde participaron delegados españoles,
portugueses y franceses. Al congreso se adhieren organizaciones y
personalidades anarquistas de Gran Bretaña, Francia, Italia,
Argentina, Brasil, etc. La policía procede a la detención y
expulsión del país de los delegados extranjeros. La paz fue el tema
principal así como la necesidad de organización de una
Internacional anarquista y de la reorganización de la CNT. Se tomó
el acuerdo de que si España decidiese entrar en Guerra se convocaría
una huelga general.
Poco
más dio de sí dicho congreso, si bien las consecuencias del mismo
marcó el devenir del movimiento libertario. Apenas un año después
la CNT y la UGT llegan a un acuerdo por las condiciones de la clase
obrera y deciden ir a la huelga. Huelga que se convierte en
revolucionaria en agosto de 1917 y que tiene los ecos de la
Revolución rusa de fondo.
La
fractura social que generó el final de la guerra y las carestías
generadas a la clase obrera fue el inicio de un ciclo huelguístico
que tiene en la huelga de la Canadiense de 1919 y la conquista de las
ocho horas de trabajo el punto álgido.
La
guerra finalizó en 1918 y durante años se debatieron los tratados
de paz. El mapa del movimiento obrero internacional había variado.
El socialismo se había roto y había surgido un nuevo actor, el
comunismo. El anarquismo, a pesar de alguna excepción, se había
mantenido firme respecto a la guerra. Fue el triunfo de la Revolución
rusa lo que generó mayor debate en el seno del anarquismo. Pero es
otra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario