Muchas veces nos hacemos ideas
equivocadas de lo que es un magnicida. Se nos viene a la cabeza gente
desesperada, fuera de lo normal que recurre a la violencia y al atentado
personal contra un jefe de Estado o una autoridad para poder descargar su ira.
Un lugar común en la historia que en muchas ocasiones ha impedido ver las
motivaciones que llevaron a determinados magnicidas a cometer sus acciones. Un
ejemplo de esto sería la figura de Mateo Morral. Denostado y solo recordado por
intentar asesinar a Alfonso XIII el dái de su boda, se olvida y obvia que
Morral fue uno de los personajes más importantes del anarquismo español de
finales del siglo XIX e inicios del XX, uno de los introductores e impulsores
en España del neomalthusianismo. Una persona formada y con conocimientos que
ejerció un acto individual que le llevó a un trágico final.
Hace
pocas fechas terminaba de leer el libro de Frances Stonor Saunders La mujer
que disparó a Mussolini. Una obra que cuenta la vida de Violet Gibson, una
mujer proveniente de una acaudalada familia irlandesa que el 7 de abril de 1926
intentó asesinar al dictador italiano con varios disparos. Una acción fallida
que pudo cambiar el curso de la historia.
¿Pero
quién era Violet Gibson?. Tan solo conocía la existencia de esta mujer por los
libros de historia del fascismo italiano que había leído. Los atentados que
habían realizado Zaniboni, Lucetti o Zamboni habían llamado mucho más mi
atención. Pero la periodista e historiadora Stonor Saunders hace justicia con
la figura de Violet Gibson.
Nacida
el 31 de agosto de 1876, Violet Gibson pertenecía a una familia acaudalada
irlandesa los Ashbourne. Su vida de joven discurrió como la de cualquier otra
persona de su clase social. Pero pronto Violet comenzó a mostrar su cara más
rebelde. No era algo ilógico en la época. Ella podría inscribirse en el grupo
de mujeres que, como Virginia Wolf, se rebelaron contra las convenciones del
momento. Mientras sus hermanas se “biencasaban” Violet se rebeleba. Aquí influyó
tambiñén mucho al mentalidad y actividad de su hermano Willie Gibson. Mientras
su padre era un unionista y defensor del imperialismo británico, su hermano se
adhirió a las corrientes del nacionalismo irladés formando parte de la Liga Gaélica.
Violet se sintió mucho más identificada con ello. Conoció la teosofía, el
socialismo, etc.
Pero
la vida de Violet, a pesar de las dotaciones económicas que le dieron y que le
permitieron vivir, no fue fácil. Su salud siempre fue débil. Sufrió un tumor
que le hizo perder un pecho, lo que se destrozó el cuerpo (teniendo en cuenta
la cirugía de la época). Parte del dinero que le legaron lo utilizó para dar
limosna a los pobres. Violet no concebía la desigualdad social. Por eso vio en
el socialismo una fuente de inspiración. Aunque fue el cristianismo lo que le
situó en el campo de la lucha contra la pobreza. Un cristianismo católico que
le hizo alejarse de su familia que era anglicana.
Con
el tiempo Violet se convirtió en una apasionada de Italia. La subida al poder
de los fascistas en la persona de Benito Mussolini hizo concebir a Violet la
necesidad de ayudar al pueblo italiano. Así es como decidió atentar contra la
vida del dictador. Alojada en un convento de monjas se desplaza en la mañana
del 7 de abril de 1926 hasta la plaza del Palazzo dei Conservatori. Allí cuando
Mussolini se dispone a entrar Violet dispara dos veces sobre el dictador
italiano, aunque el segundo disparo se encasquilla. Mussolini tuvo fortuna y la
bala fallo demasiado. Violet es detenida y trasladada. Allí comenzó el
verdadero suplicio.
Durante
años Violet estuvo encerrada. Al principio creían que el atentado correspondía
a grupos de la resistencia antifascista. Estaba muy reciente la muerte del
socialista italiano Giacomo Matteotti, que había impactado mucho a Violet. Pero
Violet llegó un momento que fue tomada por una loca. Una especie de mística que
había intentado matar a Mussolini. Además el régimen fascista no quería
problemas con los británicos. Churchill y Chamberlain hicieron muchos favores a
la Italia fascista. Incluso se sentían fascinados por ella. La corona y el
gobierno británico tenía excelentes relaciones con los fascistas.
Tras
muchas gestiones Violet volvió a casa. Pero no a su vida normal. Fue internada
y considerada una loca. Parte de la responsabilidad de ello la tuvo su propia
familia que poco hizo por ayudarla al considerarla también una demente. Sin
embargo, a pesar de la debilidad física y posteriormente mental de la propia
Violet, siempre tuvo una chispa de clarividencia. Al estallar la Segunda Guerra
Mundial se ofreció al propio gobierno para poder liquidar a Mussolini, su
cuenta pendiente. Se ofreció para ayudar en las tareas bélicas que fuese
necesarias. Nadie hizo caso a una internada en el sanatorio de Saint Andrew. A
pesar de que ella pedía un traslado, vivir en un sitio que no le generará tanta
angustía, nadie de su familia se hizo cargo de ello.
Con
la sola visita de su hermana Constance (una de las responsables de su
internamiento de por vida) Violet se fue consumiendo poco a poco. El 2 de mayo
de 1956 fallecía en el hospital de Saint Andrew, en Northaptom.
Su
figura, casi desconocida para la historia, ha quedado bien reflejada en la obra
de Frances Stonor Saunder que tan acertadamente ha publicado la editorial Capitán
Swing. Excepto algún pequeño inconveniente a la hora de tratar el fascismo
italiano, la obra de Stonor Saunders está muy bien trabajada y documentada,
recuperando una figura, la de Violet Gibson, que había quedado olvidada en el
baúl negro de la historia.
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