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El general Franco
es una figura decisiva históricamente y políticamente para España. Él es uno de
los que nos sacó y resolvió nuestra crisis de 1936. Después de esto el jugó el
papel político para sacarnos de la Segunda Guerra Mundial. Y por esto, durante
los últimos 30 años el ha sentado las bases para el desarrollo de hoy día, tal
como usted mismo puede constatar
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Y para usted
personalmente ¿qué representa el general Franco?
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Para mi es un
ejemplo viviente, día a día por su desempeño patriótico al servicio de España
y, por esto, yo tengo por él un gran afecto y admiración
Así
respondía Juan Carlos de Borbón en una entrevista que concedía para un medio
francés poco antes de la muerte de Franco. Discurso laudatorio del entonces ya
designado como sucesor a la Jefatura del Estado a la muerte del dictador. En
esta entrevista Juan Carlos de Borbón define el Golpe de Estado perpetrado por
Franco en julio de 1936 contra la República como “crisis” y afirma que España
no participó en la Segunda Guerra Mundial a pesar del apoyo de la División Azul
a las fuerzas nazis y fascistas. El afecto y admiración que le profesaba tiene
un hondo proceso histórico.
La monarquía destronada
Cuando
el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República el rey Alfonso XIII
(abuelo de Juan Carlos I) abandonó el país y se estableció en Roma. El régimen
de Mussolini acogió a la familia real española.
A
pesar de ello los monárquicos alfonsinos que se quedaron en España conspiraron
desde el mismo instante que la República se proclamó. Hasta tal punto se llegó que
uno de los pilares del golpe de Estado son los contratos que los integrantes de
Renovación Española de Calvo
Sotelo (monárquico alfonsino) firmaron con el régimen fascista de Italia para
poder tumbar a la República por un golpe de Estado.
Cuando
el 18 de julio de 1936 se produce el golpe de Estado contra la República los
monárquicos de Alfonso XIII le prestan su adhesión. Incluso su hijo Juan de
Borbón se presentó como voluntario en más de una ocasión, siempre rechazado. No
era de fiar ni para los
franquistas.
Franco quiere poder absoluto
Frente
a los que consideraban, sobre todo un buen número de militares monárquicos, que
Franco tenía que ceder poderes a los Borbones, el dictador se mantuvo al frente
de la Jefatura del Estado una vez que terminó la Guerra, aunque meditó durante algún
tiempo la cuestión sucesoria. En 1947 se celebró un referéndum en que se tenía
que elegir la sucesión. El resultado –dado de antemano en un mal simulacro de
seudo-votaciones- sería una Monarquía. De momento España sería un Reino sin
Rey.
A
partir de ese momento comienza una carrera de quien va a ser el Rey de España
que suceda a Franco. En pleno exilio, Juan Carlos de Borbón había nacido en
1938 en Roma. Tras la Guerra Civil su padre, Juan de Borbón, había jugado a
varias bandas, estableciendo contactos tanto con integrantes de la dictadura
como de la oposición al franquismo, en caso que la dictadura cayera tras la
Segunda Guerra Mundial. Al comprobar que no iba a ser así Juan de Borbón se
entrevista con Franco y se permite que Juan Carlos de Borbón se eduque en
España. Es el 8 de noviembre de 1948. El primer paso para su proclamación como
sucesor de Franco. Las dudas por las que, en un corto periodo de tiempo, se
mueve el propio Juan de Borbón no tuvieron nunca –bueno es aclararlo– relación
alguna con una supuesta conciencia democrática. Era una mera cuestión de poder
por el poder.
Los distintos movimientos por la sucesión
Juan
Carlos se educaba en España y comenzaba a tomar contacto con Franco. Pero hubo
varios intentos de establecer otros parámetros. Desde los carlistas en sus
distintas vertientes (carloshuguistas, carloctavistas, etc.) hasta el los
intentos de unir a la familia Franco con la Borbón (matrimonio de Carmen
Martínez Bordiú con Alfonso de Borbón), sin dejar de lado las propias
pretensiones de Juan de Borbón, del nieto del dictador, Francis Franco, o de
otros integrantes de la Casa Real.
Pero
en esa carrera por saber quien iba a suceder fue Juan Carlos el elegido y quien
ganó. Una carrera en donde los medios justificaron
los fines en más de una
ocasión, y que, según han narrado algunos “estudiosos” bien informados,
conllevó el derramamiento de sangre de algún familiar cercano por acción u omisión
La designación
A partir de la Ley
de Sucesión del Estado de 1947 se proclama a Juan Carlos de Borbón el 22 de
julio de 1969, dando juramento a las Leyes Fundamentales y principios del
Movimiento Nacional. Franco ya tenía sucesor para cuando falleciese.
En
los momentos en los que Franco no pudo ejercer como Jefe del Estado, fue Juan
Carlos de Borbón quien lo hacía.
Muerte de Franco. Juan Carlos, rey de España
El 20 de noviembre
de 1975 falleció Francisco Franco. Dos días después las Cortes se reunían y
proclaman Rey y nuevo jefe de Estado a Juan Carlos de Borbón. Sería Juan Carlos
I, jurando acatar los principios del Movimiento Nacional y perpetuar el
franquismo.
¿Un Rey para la democracia?
La
primera disposición que tomó Juan Carlos de Borbón fue ratificar en el Gobierno
a Carlos Arias Navarro. En ningún momento se planteó en aquellos momentos una
reforma política que ampliase libertades en España. Es el proceso continuista
puro, con ampliación y reforzamiento, por cierto, de la Ley Antiterrorista.
Sin
embargo la presión popular de una oposición antifranquista cada vez mejor
organizada hizo replantearse muchas cosas. Lo primero fue cambiar la cabeza
visible del Gobierno. De la terna Manuel Fraga-Jose María Areilza-Adolfo
Suárez, se eligió a este último. Se abrió un leve proceso aperturista conocido
como fase pseudoreformista. Se legalizan algunas asociaciones. Pero no se dan
más pasos.
La
oposición sigue creciendo y hay que pasar a mayores. El pasado cercano, el de
la II República, estaba demasiado cercano en la memoria social colectiva, como para
volver a caer en viejas estratégicas fallecidas por parte de las clases
dominantes (políticas y económicas) Había que ir paso a paso. Dicho con otras palabras, cambiar todo para que nada cambiara. En este sentido, son de resaltar los
siguientes episodios.
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Legalización de algunos partidos políticos de la
oposición de cara a una convocatoria de elecciones en 1977. No todos los
partidos fueron legalizados. Quedaron fuera la extrema izquierda y los
republicanos. Y otros tantos que se quisieron presentar en junio de 1977, no se
les permitió.
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Redactar a toda prisa una Constitución que blindase
cuestiones fundamentales, como por ejemplo la propia figura del Jefe del Estado.
Una constitución redactada por unas Cortes que, en principio, no eran
constituyentes.
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Promulgar la Ley de Amnistía que sirviese como eje
central para la impunidad de los verdugos /o promotores de los crimines
cometidos durante el franquismo.
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Ausencia de depuración de responsabilidades durante la
dictadura. La judicatura, la policía y todos los cuerpos pertenecientes al
aparato franquista se mantuvieron durante el proceso de Transición. Los
militares, policías y funcionarios que habían hecho carburar la maquinaria represiva
del franquismo permanecieron en sus puestos.
A
pesar de presentarla como una Transición modélica, el periodo que media entre
noviembre de 1975 y octubre de 1982 –aunque fácilmente se podría llevar esa
fechas hasta 1986 con la entrada de España en la OTAN y en la CEE- se cobró
numerosas víctimas mortales por crímenes cometidos por la fuerzas de seguridad
y numerosos grupos paramilitares de extrema derecha. Se calculan, cerca de 200
las víctimas directas, a las que habría que sumar otras decenas -¿centenares?- entre
agresiones, amenazas… que rara vez se terminaban denunciando.
Y,
por más, que se puedan por sobreentendidas no pocas cuestiones, recordemos
algunas. Primero, el Jefe de Estado jamás se planteó la posibilidad de abrir un
proceso contra crímenes cometidos en el franquismo. Dicho en otras palabras,
nunca tuvo el menor gesto –al contrario, desprecios no les faltó- a las
víctimas del franquismo. Igualmente no quedó nunca claro el papel del Rey en el
golpe de Estado del 23-F. Quede también
aquí claro algo que no parece siempre obvio: ¿dónde está la documentación de la
Casa Real? ¿Será alguna vez pública? Vaya, por delante, que afectos prácticos
la Ley de Transparencia ni siquiera les afectará.
La consolidación de un modelo
La
década de los ochenta fue decisiva en la canonización del Rey y de la
Monarquía. Se construyó un relato que pronto se hizo hegemónico desde la
escuela a los medios de comunicación. Hablar de cuestiones como la forma de
Estado (Monarquía/República), la responsabilidad de la familia Borbón en el
franquismo o los temas relativos a la Historia y Memoria democrática y social,
conllevaba toda una serie de riesgos de autoexclusión, censura o inclusive
persecución penal. Algo completamente alejado de la realidad de lo que fue el
proceso. Como señaló en su día Rafael Chirbes, dentro de todo aquel santoral
laico –con Carrillo jugado de extremo izquierda y Martín Villa en el extremo
derecho- el Rey apareció representado como una figura casi divina que no sólo
es fuera inviolable constitucionalmente, es que tampoco era cuestionable. Las
pleitesías de historiadores, periodísticas e investigadores a este individuo
quedarán, algún día, reflejadas en un anal de las “vergüenzas” públicas y
privadas en una historia propia de la infamia y de la mentira de lo que fue la
historia de la España reciente.
Mientras
algunos medios criticaban los escándalos que rodeaban a otras monarquías
europeas, nada se decía de la española. La victoria del PP en 1996 consolidaba
a la Monarquía como uno de los bastiones fundamentales del sistema emanado del
franquismo en los “nuevos” parámetros del régimen de 1978. Una consolidación,
en cualquier caso, impensable con el respaldo de cerca de catorce años de
gobiernos socialistas.
La descomposición
En
os últimos años la imagen inmaculada de la Monarquía ha ido deshaciéndose. En
lo anterior, la presión popular, el llamado “proceso de recuperación de la
memoria histórica” así como los propios errores de la Casa Real pero también de
los atropellos de sus máximos valedores, le dieron la vuelta a una situación
que pareció por lustros inamovible. Hasta las encuestas del CIS tuvieron hacer
un hueco –tras años de silencio y omisiones deliberadas- y reflejar la cruda
realidad, con o sin cocina desde Presidencia. Los escándalos de corrupción que han rodeado a
la familia real, las salidas del rey de cacerías que han indignado a la
población, el problema diplomático que se generó tras el rifi rafe entre el Rey
y Hugo Chávez, contestado por Daniel Ortega en la misma reunión… hace que la Monarquía
pase en España los momentos más bajo de su popularidad.
Pero
estas páginas no estarían completas sin, detenernos unas líneas, en el que
quizás sea el secreto mejor guardado de la Monarquía: Juan Carlos I se
convirtió en los cerca de los 40 que se mantuvo al frente, en un agente central
al servicio de las clases dominantes, del empresariado, de todos aquellos que
antes, durante y después de la II República conspiraron y patrocinaron el Golpe
del 18 de julio de 1936, y que tiempo más tarde se valieron de su posición para
generar inmensas fortunas, aunque fuera con el trabajo esclavo de los presos
políticos republicanos.
¿Concluirá
la dinastía de los Borbones con Juan Carlos I? ¿Qué horizontes se abren?
¿Seguirá todo atado y bien atado?
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