Artículo aparecido en el último número del periódico CNT sobre la obra de teatro de Rubén Burén "La entrega de Madrid", que narra los últimos días de guerra en la capital de España a través de la figura del anarquista Melchor Rodríguez y de su hija Amapola. La historia de Melchor Rodríguez ha sido denostada por todos. Y es de justicia recuperarla.
Hay que
reconocer que cada vez que aparece una nueva película, libro u obra
artísticas que trata el anarquismo lo comienzas a mirar con recelo.
Muchos son los precedentes en los que el tratamiento del movimiento
libertario es pésimo de cara a la opinión pública. Presentarlo
como autor de numerosos crímenes, ensalzar la violencia, desfigurar
la historia. ¿Las razones? Desconocimiento de la historia, mala
intención por cuestiones ideológicas, etc.
Sin
embargo ninguno de esos clichés se plasman la obra de Rubén Buren
(Madrid, 1974). Y aquí las explicaciones son muy otras. Lo primero
porque Rubén cuida el texto, se preocupa por investigar la
intrahistoria y la historia que está contando. Lo segundo porque
tiene una historia familiar que contar. Una historia familiar que es
a la vez desconocida e interesante para la historia. Rubén es
bisnieto de Melchor. Y recuperar su figura es una deuda que tenía
que con su propia abuela, Amapola, la hija de Melchor, y que para
Rubén fue como una madre. “Amapola es mi cordón umbilical con
el anarquismo y con Melchor”.
La
trayectoria de Rubén ya marcaba un poco la impronta de cómo iba a
tratar esta obra (lejos de la propia cuestión familiar). Autor de
otras obras teatrales, como Maquis, ha ganado varios premios y
tiene en sus papeles y su cabeza muchos más proyectos. Y todo esto
con un afán polifacético impresionante (músico, pintor, escritor,
profesor, etc.)
Para él
la figura de Melchor es una de las más desconocidas y a la vez
representativas del anarquismo. Rubén no esconde esa razón familiar
para hacer esta obra: “Melchor es una figura que me ha
perseguido desde pequeño, desde que mi bisabuela Paca, su mujer, que
murió en 1997, me contaba todas las aventuras de antes y después de
la guerra”. Sin embargo, La entrega de Madrid no pone a
Melchor Rodríguez como eje de la historia. La verdadera protagonista
es Amapola, la hija de Melchor. “Amapola era un eje profundo
para la vida de Melchor” dice Rubén. Y la razón no es tanto
familiar sino de compresión. Para Rubén es mucho fácil que el gran
público entienda el anarquismo y la figura de Melchor a través de
las acciones de una niña: Si me hubiera centrado solo en la
figura de Melchor o Celedonio el público no hubiera entendido las
ideas anarquistas, hubiera visto un panfleto”. Porque como
afirma Rubén ha hecho una obra para gente que no es anarquistas,
para acercar el anarquismo y lo que hizo en un momento determinado de
la historia a gente que no está familiarizado con las ideas
libertarias. Este es el punto fuerte de la obra. Pero también uno de
sus puntos débiles pues muchos personajes, en ocasiones, pueden
parecer simplificados en función de las filias o la fobias de
Amapola en la obra. Cuestión que para nada empaña la obra. Es una
obra que rompe, definitivamente, con el “buenismo” de la Cultura
de la Transición, que ha deformado mucho la propia historia.
Y es que
históricamente la obra está muy bien tratada. La acción se
desarrolla en las últimas semanas de guerra en Madrid, entre la
constitución del Consejo Nacional de Defensa de Casado y la entrada
de las tropas rebeldes en Madrid, cuando Melchor era Alcalde de la
ciudad y hace entrega del Ayuntamiento a los vencedores. Una historia
poco conocida. El último alcalde de un Madrid libre que no tiene hoy
reconocimiento por parte de nadie.
Como
ambienta el momento, la recuperación de personajes como Celedonio
Pérez, la situación de ese final de Guerra, el recuerdo de los años
del militancia libertaria (fundadores de sindicatos y de grupos
anarquistas como Los Libertos, etc.), el freno de la represión del
Madrid republicano, etc. Diversas piezas de la historia y vida de
Melchor, a través de la mirada de Amapola y en el terrible final que
significó la Guerra y el triunfo de las fuerzas franquistas. Y todo
esto genialmente representado por la compañía de teatro El Noema, y
un elenco de actores realmente acertado. Antolín Romero, que da vida
al personaje de Melchor, tiene muy gratos momentos actorales.
Se podía
haber escogido otro episodio de la historia. Pero se ha elegido uno
bastante representativo que muestra esa dignidad en Melchor
Rodríguez. Un personaje que salvó la vida de muchas personas,
algunos enemigos ideológicos y políticos (Muñoz Grandes, Raimundo
Fernández Cuesta, Martín Artajo, etc.) que fueron después punta de
un régimen criminal como el franquista.
Melchor
vivió casi la mitad de los años de su vida en la cárcel. Conoció
la cárcel con al monarquía de Alfonso XIII, con la dictadura de
Primo de Rivera, con la Segunda República y con el franquismo. Y a
pesar de ello, lo que mejor lo define era la placa que tenía en su
domicilio en Madrid, durante pleno franquismo, con los colores rojo y
negro del anarquismo: “Melchor Rodríguez. Título de honor:
Persona decente”. O como mejor lo define Rubén Buren: DIGNIDAD
Julián
Vadillo Muñoz
Sancho Ruiz
Somalo
No hay comentarios:
Publicar un comentario