La Comuna de París de 1871 forma
parte de los acontecimientos nodales de la historia del movimiento obrero y
revolucionario. Reivindicado por todas las escuelas del socialismo se
consideró, hasta la Revolución rusa de 1917 o las conquistas revolucionarias de
la España de 1936-1939, como el ejemplo de toma del poder directo por la clase
obrera. Incluso en esos acontecimientos posteriores, la Comuna de París era una
guía o ejemplo.
Como
todo suceso trascendental, la Comuna de París generó toda una literatura a
favor y en contra del proceso, ya que, aunque tuvo fuertes defensores también
tuvo grandes detractores. Entre la mitificación y el odio, aunque con más altas
dosis este último, se consiguió deformar un proceso que fue rico en medidas y
que marco un pulso y termómetro a la capacidad del obrerismo para su
organización. El laboratorio socialista que se convirtió Francia en el siglo
XIX alcanzó unos de sus clímax entre marzo y mayo de 1871. Porque la Comuna de
París, a pesar de toda su importancia y trascendencia, fue un proceso que duró
muy poco tiempo. De ahí que la propaganda negativa a la que se vio sometida una
vez que fue reprimida contribuyó mucho a su deformación.
Un proceso revolucionario
distinto
En
el contexto de la Guerra franco-prusiana y en medio de la derrota de Napoleón
III en Sedán ante las tropas de Bismarck, Francia sufrió un duro golpe y revés
a sus aspiraciones que terminaron por liquidar el Segundo Imperio. Un Napoleón
III muy debilitado también en el interior por una creciente oposición
republicana y socialista, que mostraron su fuerza en la manifestación que se
organizó por el asesinato del periodista Víctor Noir el 11 de enero de 1870.
A
ese espacio corto de tiempo hay que unir el tiempo largo, donde Francia había
sido protagonista de distintas oleadas revolucionarias desde 1789 que habían
seguido a momento de regresión. Una era de las revoluciones que iba a tener un
acto más cuando en marzo de 1871 el pueblo de París reaccionó ante medidas
adoptadas por el gobierno de prohibición de periódicos como Le Père Duchêne o
Le cri de peuple.
Las
movilizaciones de la población llevaron a la toma de los cañones en la colina
de Montmartre, donde fueron ejecutados los generales Claude Martin Lecomte y
Jean Leon Clément-Thomas, en una de las pocas expresiones de violencia que tuvo
el proceso parisino, y a pesar de los intentos de Georges Clemenceau por evitar
la ejecución en la Rue de Rosiers.
El
poder del pueblo parisino se expresó con la exigencia de autogobierno de París,
la supresión de consejos de guerra, la libertad de los presos políticos,
libertad de prensa y elecciones municipales con sufragio universal. Era el 18
de marzo de 1871.
Ocho
días después se celebraron dichas elecciones y las fuerzas defensoras de
convertir a París en una Comuna triunfaron de forma clara. A pesar de que
líderes como Auguste Blanqui o Gustave Flourans estaban en prisión y en manos
de las fuerzas oficiales refugiadas en Versalles, París se convirtió en un
laboratorio experimental revolucionario. Allí coincidieron en introducir
reformas y medidas revolucionarias seguidores jacobinos, blanquistas,
proudhonianos, bakuninistas o marxistas. A pesar de las diferencias existentes
entre ellos sobre la aplicación de algunas medidas o no (los blanquistas eran
partidarios de desarrollar un Comité de Salud Pública que luchase contra los
enemigos de la Comuna mientras los proudhonianos no veían esa opción viable),
lo destacable de la Comuna fueron sus medidas.
Algunas medidas de la Comuna
Las
medidas adoptadas por la Comuna de París, a pesar de las diferencias si el
modelo tenía que ser una república centralizada (jacobinos y blanquistas) o un
modelo federal descentralizado (internacionalistas), tuvo puntos de importancia
que fueron, con posterioridad, base de petición del movimiento obrero.
Por
el modelo de Comuna, las posiciones de los seguidores de Proudhon y de la
Internacional tuvo más apego entre las masas parisinas que los blanquistas. Con
una exhaustiva división del poder y una descentralización que alcanzaba a los
propios barrios parisinos, medidas como moratoria de pagos del alquiler,
requisa de viviendas y acceso a la misma para los trabajadores, no tardaron en
llegar.
Igualmente,
se legisló en materia laboral, reduciendo la jornada laboral de los obreros y
tomando medidas en profesiones que estaban bajo sistemas de explotación lesivos
como los panaderos. Los communards crearon comedores colectivos (sucesores de
las antiguas marmitas), el funcionariado pasaría a ser elegido por sufragio
universal y su salario equiparado al de los obreros manuales. Se aprobó una
legislación educativa laica (se rompió el concordato firmado por Napoleón en
1802), con separación efectiva de Iglesia y Estado y se reconoció el matrimonio
civil y las uniones libres. La igualdad hombre-mujer se hizo ley y quedó
también abolida la pena de muerte, con la destrucción de guillotinas en las
plazas parisinas. La bandera de la Comuna de París fue la roja y se retomó el
calendario revolucionario de 1793.
Hubo
toda una explosión organizativa bajo una total libertad de expresión. París
vivió una eclosión de lucha, donde había periódicos y clubs defensores y
detractores de la Comuna de París. Un modelo de democracia obrera reivindicado
por el socialismo con el paso de los años.
La represión
Pero
la Comuna tenía unos poderosos enemigos. Por una parte, a los prusianos, que
cercaban París, y por otra a los versalleses que anhelaban recuperar el control
de la situación. Los communards no quisieron perseguir a los versalleses hasta
su refugio y esto permitió en los meses siguientes la reorganización militar de
estos, que afrontaron un ataque a París en mayo de 1871. Fueron los momentos de
más violencia, conocido este periodo como la Semana Sangrienta que duró entre 21
y el 28 de mayo. En ese tiempo, las tropas de Versalles fueron tomando los
puntos estratégicos de la ciudad y restando fuerzas a unos communards que solo
podían resistir el envite.
Mas
de 30000 communards fueron ejecutados bajo las órdenes de Adolphe Thiers, Alexandre
Auguste de Gallifet y Patrice MacMahon. Fue en ese momento cuando apareció la
violencia anticlerical en la Comuna, con la ejecución de algunos prelados que
habían mostrado su apoyo al gobierno versallés. Solo en esa semana, las
libertades que habían visto la Comuna de París se vieron cercenadas.
La
reacción de las fuerzas de Versalles hay que entenderla en un contexto
complicado en la propia Europa. El catolicismo, eje vertebrador de algunas de
esas fuerzas, perdió peso en el continente, merced a la unificación italiana,
que había reducido los territorios pontificios a su mínima expresión, y la
unificación alemana que significaba un espaldarazo al protestantismo. SI en
Francia se hacía extensivo un movimiento como el de la Comuna de París a otros
territorios, uno de los centros de fuerza del catolicismo se vería seriamente erosionado.
Por eso la represión contra la Comuna fue implacable, no solo por los
fusilamientos sino por la cantidad de deportaciones que se dieron en los
procesos judiciales posteriores.
Además,
había que aniquilar la experiencia a nivel psicológico. Los elementos más
reaccionarios de la sociedad presentaron la Comuna de París como una maldición
o acontecimiento demoniaco, defensora de los peores métodos. Algo que se
extendió mucho en el tiempo y que, incluso, rebasó las fronteras francesas para
acometer actuaciones contra el conjunto del movimiento obrero (España fue un
ejemplo de ello). En marzo de 1872 se prohibió en Francia cualquier militancia
a grupos revolucionarios y todo lo que tuviera que ver con la Comuna de París
quedó proscrito durante lustros. Habría que esperar algunos años para que
volviese a desarrollarse en Francia un movimiento socialista activo, que ya tendrá
sus mejores expresiones a partir de la segunda mitad de la década de 1880.
Sin
embargo, hubo cosas que quedaron indelebles en la mentalidad y el imaginario
colectivo del obrerismo alrededor de la Comuna de París. De aquellas jornadas
data un poema escrito por Eugène Poittier titulado La Internacional que
cuando en 1888 Pierre Degetyer le dio música se convirtió en el himno por
excelencia del movimiento obrero. El cancionero de la Comuna no se agotó ahí. Himnos
como La Commune n’est pas morte o Les temps des cerises sirven
para recordar el acontecimiento. En el caso del segundo, cuando hablar de la
Comuna estaba proscrito, servía para recordarla, ya que la canción, que databa
de años antes de la Comuna (1866), habla del momento de la recogida de las cerezas,
que siendo en el mes de marzo, se asimilaba a la propia Comuna.
Durante
muchos años, el 18 de marzo era una fecha señalada en el calendario del
movimiento obrero, junto al 1 de mayo y el 9 de noviembre (ejecución de los
anarquistas de Chicago).
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