Hace pocas fechas, José Luis Carretero Miramar publicaba su nuevo libro Eduardo Barriobero. Las luchas de un jabalí (Queimada ediciones, 2017). Tuve el placer de poder prologar la obra de Carretero. Pongo en esta bitácora el prólogo para la presente edición. Gracias José Luis por tu confianza.
El 1 de abril de 1939 terminaba
oficialmente la Guerra Civil española. Con ella se imponía el militarismo que
el 18 de julio de 1936 violentó la legalidad republicana y buscaba sepultar las
conquistas sociales alcanzadas en España en las décadas anteriores. Pero la
victoria franquista fue mucho más allá que una victoria militar sobre un
régimen y sistema de gobierno que repudiaba. La victoria franquista significó
la sepultura para muchos proyectos políticos, para muchas alternativas
sociales, para muchas visiones del entorno que, a partir de esa fecha, pasaron
a ser proscritas, perseguidas, encarceladas, fusiladas o exiliadas. Es todavía
complicado dar una imagen general del mapa de la represión franquista. No solo
desde un punto de vista cuantitativo sino, mayormente, cualitativo.
Y
entre esas pérdidas, ese olvido intencionado y patrocinado por el Estado
franquista, se encuentra la de miles de personajes que durante años fueron
trascendentales para la Historia de España, y que con el paso del tiempo
cayeron en el ostracismo. Hoy nadie recuerda a escritores como Diego San José,
republicano y autor de innumerables obras literarias. Una de las plumas más
prolíficas y dinámicas entre la década de 1910 y 1930, y que sin embargo, tras
su paso por la cárcel, el franquismo le condenó al olvido. Tampoco suenan los
nombres de Eduardo de Guzmán, periodista muy cercano al mundo libertario, autor
de numerosas obras de carácter político, que durante el franquismo, tras sus
años de prisión y donde pudo evitar la pena de muerte, vivió escribiendo
novelas del oeste y policíacas con los seudónimos de Edward Goodman o Eddy
Thorny. ¿Quién recuerda hoy a mujeres como Soledad Gustavo (Teresa Mañé)?.
Madre de Federica Montseny, anarquista y una de las primeras introductoras en
España de una literatura feminista (aunque no se declarase como tal) y de
debates para la emancipación de los trabajadores y las mujeres. Y así podríamos
hacer una larga e interminable lista: Antonio de Hoyos y Vinent, Mauro
Bajatierra, Pedro Mata, Carmen de Burgos, Navarro Ballesteros, Pedro Vallina,
Juan Monteseny, Manuel Zambruno, Hildegart Rodríguez Carballeira, Salvador
Sediles, Benigno Bejarano, José Antonio Balbontín y así un largo etcétera.
Políticos, literatos, sindicalistas.
En
esta categoría entraría la figura del abogado republicano Eduardo Barriobero
Herrán. Una figura polifacética. Escritor, abogado de sindicalistas, diputado
republicano federal, conferenciante, masón, etc. Una persona que nos puede
parecer fascinante en el siglo XXI, pero que estaba perfectamente adaptada a la
sociedad de su tiempo, del que fue un adelantado.
A
pesar de los años que han pasado desde el asesinato de Barriobero, si que ha
habido intentos de poder rescatar su figura. Y a los trabajados desarrollados
por el profesor Julián Bravo Vega o el de Agustín Millares Cantero, hay que
unir esta obra de José Luis Carretero Miramar. En una mezcla entre documentos
históricos y obra novelada, Carretero nos lleva en volandas por la vida de
Barriobero. Nos lo acerca en su componente político y profesional. Pero
también, en su componente humano. Y que la figura de Barriobero haya caído en
la pluma de Carretero es una buena noticia. Porque José Luis nos tiene
acostumbrados a buenos libros. Sencillos pero profundos. Con un estilo
depurado, gracias a José Luis hemos aprendido mejor lo que es la autogestión y
lo que es el Derecho. Porque hay varios aspectos que unen a Barriobero y
Carretero. Los dos son abogados preocupados por los menos favorecidos. A los
dos les gusta escribir. Los dos son sindicalistas. Por eso la conexión entre
autor y personaje se deja sentir en cada una de las páginas de esta obra que
tan acertadamente ha publicado Queimada ediciones. Cuando José Luis me propuso
leer su libro y escribir el prólogo al mismo no lo dudé un instante. No solo
porque José Luis sea amigo mío y yo sea lector de sus artículos y obras, sino
porque me parecía que era de justicia recuperar a este personaje. Lo ha hecho
de forma sobresaliente y para mi es un honor poder contribuir de forma modesta
al mismo.
Barriobero
fue un buen abogado. Y desde el inicio de su carrera profesional consideró que
su servicio tenía que estar con los que más lo necesitaban: los obreros. Por
ello Barriobero no solo los defendió desde el punto de vista legal sino que se
afilió a la CNT para participar también en el movimiento obrero. Y no era nada
inusual comprobar como muchos dirigentes republicanos veían en la CNT la
organización en la que colmaban sus expectativas sindicalistas. En ningún caso
intentaron convertir a la CNT en algo que no era. Respetaban sus siglas, su
estructura y su ideario. Pero su conciencia de clase les llevaba a afiliarse al
sindicalismo revolucionario. Eso también generó una línea muy tenue entre
determinados grupos republicanos de izquierda y el anarcosindicalismo. Una
relación, con altibajos e incluso amor-odio, que duró hasta el final de la
Guerra Civil. Esto no quiere decir que Barriobero fuese anarquista. Ni mucho
menos. El fue siempre un convencido republicano federal, afiliado a la
Confederación Nacional del Trabajo como su opción sindical. Aunque sí sentían
mucha simpatía por el anarquismo. También los libertarios respetaron a esa
izquierda republicana y a Barriobero. Esto explica las razones de vinculación
de ambos grupos en conspiraciones contra la monarquía, de las simpatías que
Fermín Galán mostraba hacia el anarquismo en su obra Nueva Creación, de los periódicos que como La Tierra unía en sus páginas a la izquierda republicana y al
anarcosindicalismo para hacer análisis sociales de la época. Acercándonos a
todos estos personajes y a sus movimientos nos damos cuenta que no se puede
hacer una historia basada en bloques estancos ideológicos. Eso enriqueció el
movimiento obrero y político de la España del primer tercio del siglo XX.
Y
lo enriqueció desde muchos puntos. Barriobero fue un entusiasta de la
literatura y publicó innumerables obras literarias para “La novela de hoy”, “La
novela semanal”, “Los contemporáneos”, etc. Obras como Ganémosle hoy…, María o la
hija de otro jornalero, El airón de
los Torrecumbre, El abogado (donde
relata su historia con Carmen de Burgos), etc., fueron ejemplo de ellos.
También fue un observador de su época y lo dejó plasmado en obras de carácter
más político. Aquí encajaría Como está
Europa. Noticia de un viaje a través de varias Repúblicas y una monarquía,
donde hizo un repaso de Francia, Alemania, Austria, Checoslovaquia, Yugoslavia
e Italia tras la Primera Guerra Mundial, en el año 1921.
Barriobero
tuvo grandes actuaciones judiciales a favor de los trabajadores. Y también fue
protagonista de algunos de los procesos judiciales más importantes de la época.
El fue el abogado de Tomás de la Llave, uno de los acusados de haber dado
cobertura al atentado que Pedro Mateu, Luis Nicolau y Ramón Casanellas
perpetraron contra el presidente del gobierno Eduardo Dato. Consiguió la
absolución de Manuel de la Llave, recibiendo felicitaciones por su defensa de
personajes como Rafael Salazar Alonso o Francisco Bergamín.
Barriobero
perteneció a la masonería. Como muchos de los sindicalistas y republicanos de
su época. Perteneció a la Logia Cantoniana de Madrid y actuó con el nombre
simbólico de Alcibíades, alcanzando el grado 33 en el año 1921. Fue la misma logia
donde estuvo su amigo Mauro Bajatierra Morán, anarquista, panadero y
periodista. Y como todo masón, con el triunfo de franquismo se le abrió
expediente de investigación, a pesar de que ya había muerto.
Barriobero
perteneció a esa estirpe de republicanos que no solo confiaban en la acción
parlamentaria para proclamar la República, sino que dependiendo de las
circunstancias se podía alcanzar la misma por medio de la conspiración. La
dictadura de Primo de Rivera fue uno de esos momentos en los que los republicanos
federales intentaron llegar a acuerdos con otras fuerzas antimonárquicas
(anarquistas, comunistas, etc.) para poder derrocar el régimen y traer la
República.
Una
República que se proclamó el 14 de abril de 1931, que fue celebrada por todos,
pero que muy pronto fue criticada por republicanos como Barriobero que veía sus
medidas insuficientes. Creía Barriobero que la estructura y el modelo de
República proclamada era digno de muchas mejoras. Y desde las páginas de sus
voceros, como la Tierra, lanzaron
duras críticas al gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña. Aun así los
republicanos-federales nunca fueron una fuerza política importante en el
parlamento republicano. Incluso no llegaron a suscribir el pacto del Frente
Popular que dio la victoria a las izquierdas en febrero de 1936. Igualmente,
durante los años de la Segunda República, hubo más de un roce entre los
federales y los libertarios en temas en los que discreparon.
Sin
embargo, con el inicio de la Guerra Civil, nos volvemos a encontrar a
Barriobero en pleno rendimiento de actividad. Y fue el momento de auge y
eclipse del líder republicano. Porque Barriobero puso sus conocimientos
jurídicos al servicio de la República y la revolución. Fue uno de los pilares
en los que el Ministro de Justicia, el anarquista Juan García Oliver, consultó
para el establecimiento de los Tribunales Populares (junto a otro jurista como
Eduardo Ortega y Gasset). En Barcelona, Barriobero se puso al frente de la
Oficina Jurídica que desarrolló los Tribunales Revolucionarios, llegando a
escribir un texto sobre la actuación de los mismos en los años 1936 y 1937. Sin
embargo, el republicano federal cayó en desgracia por una acusación de evasión
de capitales y de utilizar la Oficina Jurídica de forma poco ética. Fue detenido
por ello en febrero de 1937, y aunque gracias a las gestiones de Jacinto Toryho
pudo salir de prisión, se abrieron diligencias sobre el suceso.
Sin
embargo, a esa altura, Barriobero era una persona avejentada y enferma. Con las
tropas franquistas a punto de entrar en la ciudad se le ofreció la posibilidad
de salir al exilio. Opción que declinó. En febrero de 1939 Barriobero fue
detenido por los franquistas. Su acta de acusación fue una mezcla de esa
evasión de capitales y su militancia política en el republicanismo y en la CNT.
Se acusó a Barriobero de fomentar las patrullas de control y la represión en la
Barcelona republicana. La sentencia, como era habitual en el franquismo, estaba
tomada de antemano: pena de muerte. Y así se cumplió el 14 de febrero de 1939
en el Campo de la Bota. Según Eduard Masjuan fue el primer fusilado en ese
lugar, donde luego le acompañarían 1688 personas más. A partir de entonces solo
olvido sobre la figura de Barriobero
Afortunadamente
hoy podemos disfrutar de una nueva obra que rescata su figura. Felicidades José
Luis por esta nueva obra. Felicidades a Queimada por editarla. Ahora, disfruten
de la misma.
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