Hoy Marcos Ana (Fernando Macarro Castillo) habría cumplido 97 años. Recupero el artículo que publiqué en la edición digital de Diagonal con motivo de su fallecimiento el pasado 24 de noviembre
Querido Marcos:
Estas
son las palabras que nadie querría escribir. Pero te nos has ido. Te has ido,
pero has dejado muchas cosas, Marcos. Has dejado tu vida como ejemplo. Tu
dignidad como bandera. Tu resistencia como forma de afrontar los problemas.
La
primera que escuche tu nombre es cuando era chaval en las calles de Alcalá de
Henares. Esa Alcalá que nos vio crecer a los dos en distintas épocas. Tú
llegaste con tu familia en la década de 1930. Tiempos difíciles. Tiempos de
cambio. Tiempos de esperanza. De ti se comentaba en la ciudad, o mejor dicho,
algunos sectores de la ciudad, muchas cosas. Cosas de la guerra. Cuando me fui
haciendo mayor y cogí esa apetencia por la historia, hice mi tesis doctoral
sobre el movimiento obrero de Alcalá de Henares. Y en ese trabajo aparecías tú.
Fernando Macarro Castillo. Y como todo historiador tiene que hacer es no dar
nada por sentado. De haber sido así, tú habrías sido culpable por decreto. Sin
embargo la fuerza de la historia y los documentos me dijeron lo contrario. Lo
que apareció en los mismos es que Fernando Macarro Castillo, hijo de Marcos
Macarro y Ana Castillo, fue uno de los organizadores de las Juventudes
Socialistas Unificadas en la ciudad (ese mitin de Federico Melchor que lo
cambió todo). Fuiste secretario de organización en la misma cuando Agustín
Anuarbe era su secretario general. Lo que me decían las fuentes es que fuiste
uno de los organizadores del Batallón Libertad, cuando apenas tenías 15 años de
vida. Porque aquello del golpe de Estado para ti, un hijo de un jornalero, no
era plato de buen gusto. Allí me apareció que aunque fuiste a combatir, eras
menor de edad y te sacaron de las zonas de conflicto. Allí vi como Fernando
Macarro realizó una importante labor en el interior del movimiento obrero de la
ciudad durante la Guerra Civil. Allí también sucedió uno de los momentos más
difíciles de tu vida, cuando el 8 de enero de 1937 los bombardeos nazis que
sufrió la ciudad acabaron con la vida de tu padre, Marcos Macarro Ramos, con
apenas 55 años de edad.
Sin
embargo, cuando acabó la guerra y te convertiste en un proscrito para los
vencedores, dijeron otras cosas de ti. Te acusaron de cuatro crímenes. Cuatro
crímenes que en mi investigación se quedaron sin fundamento. Dicen que mataste
al sacerdote Marcial Plaza y a su padre José Plaza. Una acusación que cae
incluso en las propias fuentes franquistas, pues la Causa General, esa que
montó el franquismo después de la guerra, cita otros nombres pero no el tuyo.
Dijeron también que asesinaste al cartero Amadeo Martín Acuña. ¿Pero como vas a
asesinar a Amedeo, amigo Marcos, si ese 3 de septiembre de 1936 estabas en la
Cruz Roja con heridas? También dijeron, Marcos, que mataste al labrador Augusto
Rosado Fernández. Los que te acusaban no cayeron en la cuenta que ese 30 de
julio de 1936 tú estabas con el Batallón Libertad en otro lugar. Estas cosas de
las que te acusaron, de las que decían y aun siguen diciendo, yo no me las
creí. No me las creí y demostré que fueron falsas, Marcos.
Sin
embargo, aquella justicia al revés del franquismo no se molestaba en comprobar
las cosas. Fuiste detenido, torturado, juzgado y condenado a la pena de muerte.
La Pepa, esa gachí, que como cantaste una vez en una entrevista en tu casa,
tenía predilección por los rojillos en Madrid. Muy cerca estuvo de segar tu
vida. Pero el régimen consideró que cuando se produjeron los hechos eras menor
de edad y tu pena fue conmutada por la inmediatamente inferior: 30 años. Ibas a
estar 30 años en la cárcel, Marcos. No estuviste tanto, fueron 23. Otros
compañeros tuyos de Alcalá no lo contaron. No lo contó tu amigo Agustín
Anuarbe. Tampoco el maestro Ángel García, ese que también habías conocido. Ni
Epifanio Chavarría. Ni Basilio Yebra. Ni muchos otros más. Fueron fusilados. Su
delito solo fue, en realidad, ser socialistas, anarquistas, comunistas,
republicanos.
Sin
embargo aprovechaste la cárcel para muchas cosas Marcos. En ese ambiente
hostil, lúgubre, de represión, de tristeza, hiciste tu universidad. Allí
aprendiste, estudiante, leíste, combatiste, te hiciste poeta. Pero también te
apenaba tu madre, Ana. Por eso, tomaste tu sobrenombre de Marcos Ana: Marcos
por tu padre; Ana por tu madre. En la cárcel coincidiste con amigos. Amigos que
con el tiempo tuvimos en común. Porque otro que me habló de ti fue Fernando
Nacarino Moreno. También alcalaíno. Y también comunista, como tú. Él entró en
la cárcel más tarde. En 1947, tras la explosión del polvorín. Y con muchos de
los que fueron acusados injustamente por ese hecho coincidiste en Burgos. Tú ya
llevabas en prisión 8 años. Nacarino me dijo que hablase contigo sobre muchas
cosas. Y no me defraudaste. Él también nos dejó. En el 2007.
Tus
años de cárcel siguieron. Allí me contaste que conociste la verdadera
solidaridad. Entre tus camaradas. Entre los presos. Escribiste, hiciste teatro,
leíste mucho. Pero también te enfrentaste a tus verdugos. Conociste a gente que
en el periodo de la República habían sido de primer orden y sin embargo, el
régimen franquista los condenó al ostracismo. ¿Te acuerdas de Eduardo de
Guzmán, de Manuel Navarro Ballesteros, de tu amigo Antonio Buero Vallejo, del
literato Hoyos y Vinent que murió enfermo en Porlier, etc.?
Tuvieron
que pasar 23 años, querido amigo, para que volvieses a tener libertad. Libertad
relativa, porque estabas en España. Y en aquel momento, 17 de noviembre de
1961, España seguía siendo una cárcel. Por eso era mejor salir del país. Y
fuera nunca te olvidaste de España. Seguiste trabajando a favor de los presos
del franquismo. Seguiste fiel a tu ideario comunista en el PCE. Impulsaste el
CISE (Centro de Información y Solidaridad con España). Defendiste a Grimau, a
Granado y Delgado, a Puig Antich y a tantos otros. Te hiciste gran amigo de
Neruda, de Alberti, de María Teresa León, etc. Todos poetas como tú. También
conociste el amor con Vida Sender, con la que tuviste a tu hijo Marcos.
Pero
si algo tiene un luchador es que nunca ceja en empeño. Y murió Franco. Y tú
volviste para seguir luchando junto a tus camaradas.
¿Sabes
una cosa, Marcos? Quizá no es el momento de contar tu vida. Para eso escribiste
Decidme como es un árbol y muchas
otras obras. Para eso también te grabó el amigo Javi Larrauri en un video
llamado “Marcos frente a Marcos”. Para eso me consta que hay un grupo de gente
muy capaz trabajando en un proyecto muy bonito sobre tu vida. A mi me gusta
recordarte como todas esas veces que nos vimos en actos o cuando te entrevisté
un par de veces en tu casa. Cuando presentaste conmigo en la fiesta del Partido
Comunista de Madrid mi libro sobre la explosión del polvorín de Alcalá de
Henares, donde tanto amigos comunes lo sufrieron.
Marcos,
hoy los comunistas lloran tu perdido. Los comunistas, tus camaradas. Pero
otros, que no somos comunistas, pero creemos en la libertad, en la justicia,
que somos de otras escuelas, también. Porque tú fuiste un ejemplo. Porque tu
abrías las puertas de tu casa y no preguntabas por las ideas. Porque siempre
tenías algo que decir y sabias escuchar. Porque no eras un ortodoxo, sino que
veías la verdad en los que luchaban, como tú lo hiciste toda la vida, por la
justicia, la dignidad y la libertad. Porque no dudabas en ponerte en cabeza de
manifestaciones por las causas justas. Nunca te callaste en 96 años de
existencia. Criticaste las cosas negativas. Luchaste por la memoria.
Algunos
seguirán diciendo cosas de ti. Cosas falsas. Gente que no se preocupa en leer o
investigar, sino que prefiere dar cosas por sentado. Mejor no hacerles casos.
Se te ha reconocido muchas cosas. Has demostrado que la dignidad está por encima
de cualquier cosa. Pero quedan algunas por reconocerte que todavía no se han
logrado. Hay que lograr que Alcalá reconozca tu trayectoria. Y vamos a trabajar
en ello. Hay que lograr que esos juicios del franquismo, realizados bajo
aberraciones jurídicas, sean declarados ilegales para que gente como tu sea
realmente inocente. Los historiadores, o algunos de ellos, hemos intentado
poner un granito de arena para desmentir muchas cosas. Espero que hayamos
estado a la altura de las circunstancias. Otros todavía tienen que mover muchas
palancas.
Ya
no vamos a poder disfrutar de tu presencia, Marcos. Y eso me apena
profundamente. Ya no vamos a poder ir a tu casa entrevistarte, como lo hemos
hecho muchas veces. Porque hoy se ha ido uno de los nuestros. De los comunistas.
De los socialistas. De los anarquistas. De los republicanos. De los
antifascistas. De los que se dejaron la piel por una sociedad distinta. La
ventaja es que Marcos lo pudo llegar a contar y siguió en la lucha. Los que no
pudieron, gente como Marcos nos habló de ellos. Pero nos queda tu legado y nos
queda tu obra. Nos queda tu dignidad y nos queda tu pasión por la libertad. Nos
queda, en definitiva, lo que ha sido Marcos Ana.
Que la tierra te sea
leve, compañero, camarada. Hasta siempre. Gracias, Marcos.
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